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jueves, 1 de abril de 2010

Alucinógenos o psicodélicos o drogas visionarias o...



Existe una gran cantidad de nombres para hablar de este tipo de drogas, ente ellos, alucinógenos, psicodélicos, psiquedélicos, drogas visionarias (según Escohotado), psicodislépticos, y aun psicomiméticos, por su capacidad para imitar a las psicosis. Y alucinógenos porque producen alucinaciones o "percepciones sin objeto", que es cuando percibimos algo que no existe (propias de las psicosis y esquizofrenias), que merecen un capítulo aparte.
Los alucinógenos causan sobre todo alteraciones en la percepción de la realidad. Y sus efectos son muy variables, dependiendo tanto de la dosis como de las expectativas del sujeto y el ambiente que le rodea durante la experiencia. Cuando ésta resulta desagradable suele hablarse de un modo coloquial de "mal viaje".
Existen varias clasificaciones: sustancias de potencia leve o media (psicodélicos menores) como los derivados del cáñamo (Marihuana y hachís) o el Éxtasis; y sustancias de alta potencia (psicodélicos mayores) como la mescalina, LSD, hongos psilocibios y sus alcaloides, ayahuasca, entre otros, que muestran semejanzas estructurales con determinados neurotransmisores como noradrenalina, serotonina, dopamina, acetilcolina.
Aunque también cabe distinguir entre drogas visionarias Menores (canabinoides;
Entactógenos como Éxtasis o MDMA, MDA, etc.; Mayores: psilocina, psilocibina, DMT, etc. Derivados del ácido lisérgico como LSD, LSA, etc. Ibogaína, mescalina, etc.; Disociativos (Salvia Divinorum; Anestésicos disociativos como ketamina, DXM, etc.) y Alucinógenos clásicos (Alcaloides tropanos como escopolamina, hyosciamina, atropina), que luego veremos, porque ahora quiero centrarme en la psicodelia, por ser éste tema realmente apasionante, que nos sigue abriendo las puertas de la percepción hacia otros universos neuroquímicos, en expansión constante.
Lo psicodélico, que tal vez tiene su origen en el psicoanálisis freudiano, el surrealismo (Artaud...) y el expresionismo, ha impregnado una buena parte del arte, sobre todo el musical, aunque también el pictórico y el literario de mediados del siglo XX, incluso una suerte de psicoterapia, hace referencia a la manifestación del alma, que refleja los estados alterados de conciencia, así como una alteración de la percepción del tiempo y de la propia identidad (a través del desdoblamiento de la personalidad). Y en el arte, véase la literatura, abundan las sinestesias (provocadas por la mescalina, LSD y algunos hongos), que consisten en la mezcla de varios sentidos diferentes (se oyen colores, se ven sonidos, etc.). Y están muy presentes en la poesía de Baudelaire o de Rimbaud, que dedicó un poema a las vocales, adjudicándoles a cada una de ellas un color distintivo, o en los poetas modernistas como Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, poetas del 27 o la poesía de Valle Inclán, entre otros. Las asociaciones sinestésicas favorecen la memorización de conceptos abstractos, al vincularlos con realidades sensibles.
El auge de la psicodelia, gracias por ejemplo a Huxley, que también nos abrió las puertas de la percepción en su cielo e infierno, coincide con los años setenta a través de la llamada contracultura como seña de identidad, acaso para alienarse del sistema cultural imperante en la época.
El Romanticismo, la bohemia valleinclanesca, por ejemplo, la Generación Beat de Kerouac (En el camino) o el Ginsberg de los años cincuenta, el movimiento hippie (jipi) de los años 60, músicos y cantantes como Janis Joplin o Hendrix, aparte del movimiento punk de finales de los setenta pueden considerarse como contra-culturales.
La música psicodélica, ácida o lisérgica hace referencia al rock psicodélico -luego al soul psicodélico, el rock progresivo, el heavy metal o el jazz fusión- que surge a mitad de los años sesenta en el Reino Unido y Estados Unidos con la influencia de los hippies. 
Los Beatles (con Yellow Submarine o Lucy in the Sky...), Los Doors (con su gurú Morrison), Led Zeppelin o Pink Floyd (en concreto su primer líder, Syd Barrett), que tanto han influido en otros muchas bandas musicales, son algunos de los grupos más representativos del rock psicodélico, una música como de otra realidad, hecha con sonidos mágicos y efectos sonoros, letras esotéricas que describen sueños, miedos, visiones y alucinaciones.
La psicodelia o neopsicodelia musical continúa en los años ochenta con el psychedelic trance, que retoma la música para llegar a la meditación. 
En los noventa y en el 2000 surge el psytrance, que es una música psicodélica de corte neochamánica y neotribal.
La experiencia psicodélica, que también hace referencia al viaje o vuelo que procura alguna de estas sustancias visionarias, muestra gran parecido con las experiencias místicas, brujeriles, o bien con determinadas psicosis. Acerca de esto hay una abundante literatura, desde las experiencias, de dudosa calidad antropológica, de Carlos Castaneda, hasta los interesantes capítulos que el antropólogo americano Marvin Harris dedica en su libro Vacas, guerras, cerdos y brujas a escobas y aquelarres, la gran locura de las brujas y el retorno de éstas.
Se habla de varios niveles, según sea la experiencia psicodélica, en función de la dosis y la sustancia tomada, desde visiones extrañas percepciones extrasensoriales, con dosis más o menos altas de LSD, incluso una sensación de alcanzar el comienzo o el fin del espacio y el tiempo.

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