Vistas de página en total

sábado, 18 de enero de 2025

David Lynch, Terciopelo azul y Una historia verdadera

El polifacético David Lynch (pintor, fotógrafo, actor, productor de música, cineasta) acaba de decirnos adiós, sin haber llegado a los ochenta, que es la edad en que fallece gran parte de la población en el llamado mundo occidental. No quiero ponerme pesadín ni trascendental pero qué corta es la vida de una persona aún llegando a los ochenta años. Dicho lo cual, me apetece dedicarle unas palabras a este director norteamericano de cine porque, aunque no haya visto toda su filmografía, me han bastado dos de sus películas (he visto alguna más, como Mulholland drive) para considerarlo como un gran director, con una singular mirada, que supo cautivarnos con sus puestas en escena misteriosas y surrealistas. Esas películas a las que me refiero, aparte de Twin Peaks (una de sus producciones más conocidas), son Terciopelo azul (1986) y Una historia verdadera (1999)


Recuerdo que la primera vez que vi Terciopelo azul (Blue Velvet) fue en un cine de Oviedo, porque en aquella época era estudiante de su universidad. Y me quedé literalmente impactado, ya desde el arranque, después de asistir a aquel desfile de imágenes, que se me quedaron clavadas en el subconsciente como un arponazo. La inolvidable música del compositor estadounidense de origen italiano Badalamenti también contribuyó a sumergirme en un universo extraño, donde vemos a un hombre que cae al suelo mientras riega el jardín, que luego aparece poblado por miles de insectos y cucarachas, con lo cual logra que uno se adentre en un mundo de pesadilla. A continuación se muestra una oreja cortada, llena de hormigas, que nos remite a alguna imagen del cine de Buñuel, y es que el surrealismo del creador de Un perro andaluz está presente, creo, en esta cinta. Y el misterio que la envuelve despierta curiosidad, a la vez que te sume en la tensión, en el suspense. 


Terciopelo azul
 te adentra en los bajos fondos de una sociedad en apariencia sana
 (lo que entronca con Twin Peaks, con la inolvidable banda sonora del gran Badalamenti), cuyos personajes se nos muestran desequilibrados, como es el caso de la misteriosa cantante Dorothy Vallens (una mujer fatal encarnada de forma magistral por Isabella Rossellini, me fascina en esta película), o bien el psicópata (interpretado de un modo extraordinario, brutal, por el actor Dennis Hopper, director y actor de la mítica película Easy Rider, que es un hito de la contracultura de 1960). 

En ese contexto de perversión, de violencia de Terciopelo azul, entre el terror psicológico y el cine negro, aparece un joven universitario, en apariencia normal, llamado Jeffrey (MacLachlan), que se siente atraído por el lado oscuro del ser humano, por el morbo y misterio que le produce la sensual Dorothy Vallens, así como la dulce Sandy (interpretada por Laura Dern), la hija de un detective corrupto, que aparece filmada como una estrella de cine de los años veinte. Hay mucho de sadomasoquismo y voyeurismo en esta película, que también remite por ejemplo a La ventana indiscreta del mago Hitchcock. 

Al genio Woody Allen también le pareció que Terciopelo azul fue la mejor película de 1986.  


La otra película de David Lynch que me resulta magnífica es La historia de Straight (1999), que en España se conoce como Una historia verdadera, una road-movie o película de carretera que nos lleva literalmente por la América profunda, rural, porque un tipo, ya mayor, desea volver a reencontrarse con su hermano Lyle (interpretado por Harry Dean Stanton, inolvidable su papel en la maravillosa película París Texas, de Wim Wenders), con quien no se habla desde hace años. Se trata de un viaje, tanto interior como exterior, basado en una historia real, que nos invita a reflexionar acerca de las relaciones familiares y la preparación para afrontar la muerte. Un viaje al final de la noche y al tiempo un auténtico canto a la vida. 


Alvin Straight (interpretado de  un modo increíble por Farnsworth, un veterano actor de westerns al que le habían diagnosticado un cáncer terminal, lo que se trasluce en la pantalla, tanto que acabó suicidándose un año después de la filmación de la película) vive en Iowa con su hija discapacitada Rose (excelente Sissy Spacek) y decide emprender ruta en una cortadora de césped hasta donde vive su hermano, que ha sufrido un infarto, en Wisconsin. 

Esta película, con una sencilla a la vez que bella puesta en escena, que consigue mantener la tensión narrativa hasta el final, se rodó en orden cronológico (algo poco habitual en el cine), a lo largo de la ruta por donde transitó Alvin Straight. Por tanto, estamos ante un relato fílmico lineal con una magnífica composición de planos, donde sobresale la fotografía debida a Freddie Francis, director de cine y director de foto inglés, que nos hace rememorar el mejor cine del Oeste, un cine poético de gran belleza paisajística. 

Una vez más, Badalamenti -colaborador habitual en el cine de David Lynch- nos obsequia con una banda sonora bellísima. 

El final de la película, del reencuentro de los dos hermanos, se me hace conmovedor. Con ese último plano de las estrellas brillando en el firmamento ante los ojos vidriosos de los hermanos sentados, uno al lado del otro. 

Gracias, David Lynch, por ofrecernos esta maravilla de cine. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario