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lunes, 20 de enero de 2025

Emir Kusturica y El tiempo de los gitanos

Desde hace un tiempo estoy repasando la filmografía del cineasta serbio Emir Kusturica, al menos una parte, entre la cual se halla El tiempo de los gitanos (1988), película que ganó en el Festival de Cine de Cannes de 1989 el Premio al Mejor Director. Además, la película fue nominada a la Palma de Oro y como Mejor Película Extranjera en los Premios César 1990 en Francia. 

Kusturica, quien fuera alumno del gran Milos Forman en la FAMU de Praga (con la que llegamos a establecer convenio cuando existía la ex Escuela de cine de Ponferrada), es un cineasta que podríamos incluir dentro del llamado realismo mágico, donde los sueños, la magia y la realidad se mezclan y se confunden. El realismo mágico tiene su origen en los pintores surrealistas y expresionistas, entre ellos Marc Chagall, que pintaban objetos ordinarios con ojos de asombro, que contemplaban la realidad como fuera por primera vez, con su mirada mágica, como también hacen los niños, las niñas. 

https://www.diariodeleon.es/bierzo/50517/472100/cine-ojos-vanguardia.html


Kusturica en Coruña. Foto: Cuenya

El tiempo de los gitanos es un homenaje a la forma de vida de los zíngaros de la antigua Yugoslavia, con sus miserias y sus alegrías, donde la cruda realidad aparece tratada de un modo poético, como una fábula, y la fiesta, el folclore zíngaro y la música nos sacuden las entrañas ya desde el comienzo de la película. Me atrevería a decir que las cintas de Kusturica, también El Tiempo de los gitanos, es cine puro, en el sentido de que está fundamentado en el ritmo visual, como la música, porque música y cine son afines. 

Esta película es como una sinfonía visual hecha de imágenes rítmicas, donde el ritmo actúa como significante por sí mismo. Asistimos por tanto a impresiones visuales como emoción pura. 

En todo caso, El tiempo de los gitanos también nos narra una historia, la pérdida de la inocencia de Perhan (encarnado de modo magistral por Davor Dujmovic), un joven gitano que vive en un arrabal de chabolas de Sarajevo con su abuela Khaditza (Ljubica Adzovic), de la que ha heredado poderes telequinésicos, con un tío medio loco y jugador (Merdzan, interpretado por el actor Bora Todorovic), y con su hermana Danira (Elvira Sali), enferma de osteomielitis. 


En realidad, esta película nos cuenta una conmovedora historia de amor, porque Perhan se enamora de la bella Azra (Sinolicka Trpkova), aunque es despreciado por la madre de la chica por considerarlo pobre. 

Desafortunadamente, Perhan acabará degradándose y cayendo en el abismo, con el descenso al infierno en su viaje a Milán (Italia), al verse envuelto en una trama de delincuencia que dirige Ahmed (Bora Todorovic), un mafioso explotador de menores que se apropia de los dos hermanos, Perhan y Danira, con la excusa de dejar a la niña en un hospital para que sea tratada de su cojera. 

 Cuando la vi por primera vez esta película me quedé literalmente flipado con la misma. Y, ahora que he vuelto a verla, me resulta realmente  delirante, alucinógena, no tanto por lo que nos cuenta, que también, sino por cómo lo cuenta, porque el estilo de Kusturica es único, aunque se noten sus influencias cinematográficas, entre ellas, el cine del maestro Fellini. No en vano, a Kusturica se le ha llamado el Fellini de los Balcanes. Y Fellini es uno de mis cineastas preferidos. Y Amarcord una película que me ha dejado una huella emocional imborrable. 

Además de sus películas como director de Papá está en viaje de negocios (1985), Underground (1995), Gato negro, gato blanco (1998), La vida es un milagro (2004) -o Tiempo de los gitanos-,  Kusturica es actor y músico, al que tuve la ocasión de ver hace dos años en concierto en Coruña con su banda de música la No smoking orchestra. Un fenómeno, el tío, al que le entusiasma Pancho Villa y México, además del fútbol y Maradona. 

Cineasta reconocido y galardonado en los principales festivales de cine,  El tiempo de los gitanos me parece una obra de arte, con una banda sonora inolvidable debida Goran Bregovic, excelente compositor (al que también he podido escuchar en concierto en más de una ocasión), que en tiempos fuera amigo de Kusturica hasta que desgraciadamente se pelearon y se rompió la relación entre ambos. Esa comunión sagrada entre las imágenes de Kusturica y la música de Bregovic nos hace pensar asimismo en Fellini y Nino Rota. 

https://cuenya.blogspot.com/2010/03/goran-bregovic.html

https://cuenya.blogspot.com/2017/10/goran-bregovic-en-lugo.html

Concebida como una película onírica y surrealista, El tiempo de los gitanos me recuerda en cierto modo a Amarcord, con personajes esperpénticos, como ese del inicio que mira a cámara, histriónicos... algunos entrañables (como la abuela Khaditza)y secuencias de humor absurdo y también grotesco, alguna de las cuales parece sacada de una película de Chaplin (véase La quimera del oro), como cuando Merdzan levanta la vivienda de la familia (atando el techo con una cuerda de la que tira con una vieja furgoneta) dejando la casa suspendida en el aire y a la abuela y sus dos nietos a la intemperie -la imagen de la abuela Khaditza explicando a la pequeña Danira un bello cuento bajo la intensa lluvia es estremecedor, o bien el intento de suicidio de Perhan, ahorcándose con la cuerda de un viejo campanario y haciendo repicar las campanas en plena noche. A este respecto cabe rememorar que Davor Dujmovic (actor que encarna el personaje de Perhan, y aparece asimismo en Papá está en viaje de negocios y en Underground) puso fin a su vida ahorcándose tras una larga depresión antes de cumplir los treinta años. 

Kusturica con su banda en Coruña 2022. Foto: Cuenya









Kusturica, como Gabriel García Márquez en sus novelas, transforma la cotidiano vulgar, lo ordinario, en algo extraordinario, maravilloso, una síntesis entre el realismo y lo fantástico, lo que conocemos como realismo mágico, donde están presentes la telequinesia, la hipnosis (Perhan intentando hipnotizar a un pavo, algo parecido hace Titta en Amarcord, por cierto los animales como las ocas, los pavos, los perros o gatos tienen gran presencia en El tiempo de los gitanos) o la levitación (escena del parto de Azra y también en la boda imaginaria entre ésta y Perhan en las aguas del río, reforzadas con la bellísima canción folclórica Ederlezi -que es propia de los gitanos romaníes de los Balcanes, y se utiliza para el regreso de la primavera, adaptada por Bregovic en la espléndida banda sonora-, creándose una simbiosis mágica entre la música y las imágenes). 

Otras bellas y emotivas imágenes de esta película son el reencuentro de Perhan con la pequeña Danira, y el entierro del protagonista (abatido a tiros tras vengarse de Ahmed), en presencia de la abuela Khaditza y el pequeño Perhan, al que vemos comiendo una de las manzanas caramelizadas como las que la abuela preparó para su padre el día de su partida. 

"Cine como sueño, cine como música. No hay arte que, como el cine, se dirija a través de nuestra conciencia diurna directamente a nuestros sentimientos, hasta lo más profundo de la oscuridad del alma", dijo Bergman en su libro de memorias la Linterna Mágica. Y es que El tiempo de los gitanos es sueño y música.


domingo, 19 de enero de 2025

Mérida, la pequeña Roma

  Sevilla me lleva hasta Mérida, que es uno de los asentamientos más antiguos de España y un libro abierto de arqueología clásica. 

Templo de Diana

Mérida es asimismo un gran museo al aire libre, casi casi al aire libre, gracias al legado que han dejado diferentes civilizaciones como el teatro, anfiteatro y circo romanos, entre otros, a los que luego haré referencia.

Mérida, la "pequeña Roma", fue Augusta Emerita (otrora capital de la provincia romana de Lusitania gracias al emperador Augusto, al que se adoraba como a un dios), que visité por primera vez hace un montón de años, y adonde pude volver a principios de este año con sumo gusto.

Teatro romano

Lo cierto es que sentí buenas vibras en esta pequeña gran ciudad, con una población similar a Ponferrada, si bien Mérida es Patrimonio de la Humanidad a resultas de la monumentalidad que atesora, que proviene naturalmente de su historia.

Es probable que Mérida recibiera el apelativo de pequeña Roma porque, salvo en Roma, es raro encontrar un teatro, un anfiteatro y un circo, que son los tres principales edificios para los juegos. 


Mérida fue fundada en el año 25 a.C. por el emperador romano Augusto como colonia para los soldados (emeriti). Y llegó a ser capital de Hispania con los visigodos, centro político árabe, bastión durante la reconquista, baluarte de la colonización del Nuevo Mundo y referencia cultural (con el Festival Internacional de Teatro Clásico) y capital iberoamericana de la gastronomía en 2016. 

Puente de Calatrava

Lo que percibí en esta reciente visita, con respecto a la visita de hace años, es que ahora todo está pensado para turistas, porque existe una entrada conjunta para el teatro y anfiteatro y otra global, sólo un pelín más cara, para visitar, digamos, el resto de monumentos como la zona arqueológica de Morería (cercana a la Alcazaba), el Circo, la casa del anfiteatro, que alberga casas de romanos acomodados del siglo I d.C. en buen estado de conservación, la Casa del Mitreo o el Templo de Diana, también del siglo I d. C., que impresiona a primera vista por sus grandes dimensiones y sus esbeltas columnas con capiteles corintios. 

Anfiteatro


Y, bueno, uno acaba comprando un pase total para darse un voltio por cada uno de los monumentos. Como dije, Mérida es casi casi un museo al aire libre por donde han pasado visigodos, romanos, árabes y cristianos, aunque es la gran Roma quien ha dejado una huella extraordinaria con el teatro y anfiteatro, o el circo romano, un gran estadio de más de 400 metros de largo y 100 de ancho, que aún conserva una parte de las gradas, con capacidad para 30.000 espectadores, donde se celebraban carreras de cuadrigas de caballos.   

Loba capitolina

Se dice que el teatro, ubicado junto al anfiteatro, es uno de los teatros romanos mejor conservados del mundo con capacidad para 6.000 espectadores. Este recinto, que alberga en verano el Festival Internacional de Teatro Clásico, además de algún concierto de música, llama poderosamente la atención por su impresionante escenario de dos niveles con numerosas columnas corintias, esculturas antiguas y bellos frisos. El escenario es de una gran belleza, que me hace recordar al teatro griego de Taormina, en Sicilia.

Por su parte, el anfiteatro tenía capacidad para unos 15.000 espectadores, donde se realizaban todo tipo de espectáculos sangrientos para diversión del pueblo como las luchas entre gladiadores y animales o recreaciones de batallas. 
Circo romano
La visita a este lugar me hace recordar la película Gladiator, dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Russell Crowe, Connie Nielsen y Joaquín Phoenix (este actor me parece uno de los mejores del mundo). Por cierto, Máximo Décimo, el personaje que interpreta Crowe, proviene de cerca de Trujillo, en Cáceres (en el doblaje en castellano menciona Augusta Emerita, o sea, Mérida). 
Acueducto de San Lázaro

Como curiosidad, he de decir que algunas secuencias de Gladiator se filmaron en el ksar marroquí de Aït Ben Haddou, un lugar que he visitado en varias ocasiones y me entusiasma. 
En cuanto a la herencia árabe sorprende la alcazaba, del siglo IX, una fortificación musulmana, quizá la más antigua de la península ibérica, protegida por una muralla y torres defensivas. Se puede recorrer un tramo de muralla, desde donde se tienen excelentes panorámicas al puente romano del siglo I a. C. y al río Guadiana.
Acueducto de los milagros

Se trata de un puente peatonal de casi 800 metros de longitud, uno de los más largos de España, con sesenta arcos de medio punto sobre robustos pilares en buen estado de conservación. En realidad, desde la muralla de la alcazaba árabe puede contemplarse también en la distancia el moderno Puente Lusitania del arquitecto Calatrava, que ya es todo un símbolo de Mérida.
Puente romano y de Calatrava desde la alcazaba

Al lado de la puerta de entrada de la alcazaba y del puente romano, en la plaza de Roma, se halla una escultura de la Loba Capitolina, que es una réplica de la loba romana, colocada en lo alto de un pedestal mientras parece contemplar el fluir del río Guadiana.
Siguiendo las huellas romanas en Augusta Emerita podemos encontrar, además del puente romano sobre el río Guadiana, el puente sobre el afluente del Guadiana llamado Albarregas, aparte de los acueductos de San Lázaro y el de los milagros, porque es un milagro que se mantenga en pie después de tantos años.
Puente sobre el Albarregas

Me apetece subrayar que del puente romano sobre el río Albarregas partía la Vía de la Plata hacia Astorga.
El acueducto de los Milagros, con vistosos arcos de sillares de granito, se construyó en el siglo I d.C. para abastecer de agua a la ciudad desde los manantiales y embalses cercanos.
Me encantan los acueductos y los puentes.
En el centro de la ciudad también llama la atención el monumental arco de Trajano, que al parecer era la puerta de acceso a un templo de culto imperial.
Arco de Trajano

En cuanto al pasado cristiano de Mérida, cabe mencionar la basílica de Santa Eulalia como primer templo cristiano construido en la península. Una grata sorpresa. En el interior se encuentra la cripta con los vestigios del primer túmulo funerario de Santa Eulalia (la que habla bien), que es patrona de Mérida. Y en el atrio de la basílica se conserva el "Hornito", que alberga una imagen de Santa Eulalia y recuerda el horno donde ésta fue quemada viva. Qué horror.
Plaza Mayor

Otro lugar emblemático de Mérida es su plaza Mayor, de origen medieval, rodeada de soportales, con una fuente de mármol en el centro. En esta plaza está el ayuntamiento, algunos palacios y la catedral o concatedral, de estilo gótico y románico, construida sobre la antigua catedral visigoda de Santa Jerusalén. 
Santa Eulalia

Ante tamaña belleza y goce artístico sentí como si me hubiera dado el síndrome de Stendhal, como cuando este autor francés del romanticismo experimentó mareos, sudores y taquicardias al contemplar la basílica de la Santa Cruz de Florencia (la cuna del Renacimiento). De Mérida a Florencia, de Florencia a Roma, y de Roma vuelta a Mérida. Y de Augusta Emerita, por la Vía de la Plata, a Austurica Augusta.

sábado, 18 de enero de 2025

David Lynch, Terciopelo azul y Una historia verdadera

El polifacético David Lynch (pintor, fotógrafo, actor, productor de música, cineasta) acaba de decirnos adiós, sin haber llegado a los ochenta, que es la edad en que fallece gran parte de la población en el llamado mundo occidental. No quiero ponerme pesadín ni trascendental pero qué corta es la vida de una persona aún llegando a los ochenta años. Dicho lo cual, me apetece dedicarle unas palabras a este director norteamericano de cine porque, aunque no haya visto toda su filmografía, me han bastado dos de sus películas (he visto alguna más, como Mulholland drive) para considerarlo como un gran director, con una singular mirada, que supo cautivarnos con sus puestas en escena misteriosas y surrealistas. Esas películas a las que me refiero, aparte de Twin Peaks (una de sus producciones más conocidas), son Terciopelo azul (1986) y Una historia verdadera (1999)


Recuerdo que la primera vez que vi Terciopelo azul (Blue Velvet) fue en un cine de Oviedo, porque en aquella época era estudiante de su universidad. Y me quedé literalmente impactado, ya desde el arranque, después de asistir a aquel desfile de imágenes, que se me quedaron clavadas en el subconsciente como un arponazo. La inolvidable música del compositor estadounidense de origen italiano Badalamenti también contribuyó a sumergirme en un universo extraño, donde vemos a un hombre que cae al suelo mientras riega el jardín, que luego aparece poblado por miles de insectos y cucarachas, con lo cual logra que uno se adentre en un mundo de pesadilla. A continuación se muestra una oreja cortada, llena de hormigas, que nos remite a alguna imagen del cine de Buñuel, y es que el surrealismo del creador de Un perro andaluz está presente, creo, en esta cinta. Y el misterio que la envuelve despierta curiosidad, a la vez que te sume en la tensión, en el suspense. 


Terciopelo azul
 te adentra en los bajos fondos de una sociedad en apariencia sana
 (lo que entronca con Twin Peaks, con la inolvidable banda sonora del gran Badalamenti), cuyos personajes se nos muestran desequilibrados, como es el caso de la misteriosa cantante Dorothy Vallens (una mujer fatal encarnada de forma magistral por Isabella Rossellini, me fascina en esta película), o bien el psicópata (interpretado de un modo extraordinario, brutal, por el actor Dennis Hopper, director y actor de la mítica película Easy Rider, que es un hito de la contracultura de 1960). 

En ese contexto de perversión, de violencia de Terciopelo azul, entre el terror psicológico y el cine negro, aparece un joven universitario, en apariencia normal, llamado Jeffrey (MacLachlan), que se siente atraído por el lado oscuro del ser humano, por el morbo y misterio que le produce la sensual Dorothy Vallens, así como la dulce Sandy (interpretada por Laura Dern), la hija de un detective corrupto, que aparece filmada como una estrella de cine de los años veinte. Hay mucho de sadomasoquismo y voyeurismo en esta película, que también remite por ejemplo a La ventana indiscreta del mago Hitchcock. 

Al genio Woody Allen también le pareció que Terciopelo azul fue la mejor película de 1986.  


La otra película de David Lynch que me resulta magnífica es La historia de Straight (1999), que en España se conoce como Una historia verdadera, una road-movie o película de carretera que nos lleva literalmente por la América profunda, rural, porque un tipo, ya mayor, desea volver a reencontrarse con su hermano Lyle (interpretado por Harry Dean Stanton, inolvidable su papel en la maravillosa película París Texas, de Wim Wenders), con quien no se habla desde hace años. Se trata de un viaje, tanto interior como exterior, basado en una historia real, que nos invita a reflexionar acerca de las relaciones familiares y la preparación para afrontar la muerte. Un viaje al final de la noche y al tiempo un auténtico canto a la vida. 


Alvin Straight (interpretado de  un modo increíble por Farnsworth, un veterano actor de westerns al que le habían diagnosticado un cáncer terminal, lo que se trasluce en la pantalla, tanto que acabó suicidándose un año después de la filmación de la película) vive en Iowa con su hija discapacitada Rose (excelente Sissy Spacek) y decide emprender ruta en una cortadora de césped hasta donde vive su hermano, que ha sufrido un infarto, en Wisconsin. 

Esta película, con una sencilla a la vez que bella puesta en escena, que consigue mantener la tensión narrativa hasta el final, se rodó en orden cronológico (algo poco habitual en el cine), a lo largo de la ruta por donde transitó Alvin Straight. Por tanto, estamos ante un relato fílmico lineal con una magnífica composición de planos, donde sobresale la fotografía debida a Freddie Francis, director de cine y director de foto inglés, que nos hace rememorar el mejor cine del Oeste, un cine poético de gran belleza paisajística. 

Una vez más, Badalamenti -colaborador habitual en el cine de David Lynch- nos obsequia con una banda sonora bellísima. 

El final de la película, del reencuentro de los dos hermanos, se me hace conmovedor. Con ese último plano de las estrellas brillando en el firmamento ante los ojos vidriosos de los hermanos sentados, uno al lado del otro. 

Gracias, David Lynch, por ofrecernos esta maravilla de cine. 

miércoles, 15 de enero de 2025

Sevilla, Cairo español, Babilonia castellana

Me apetece dar cuenta de mi reciente viaje de finales del 24 y principios del 25 a la ciudad de Sevilla.  


Este Cairo español, esta Babilonia castellana, dijo el dramaturgo y novelista sevillano Luis Vélez de Guevara de Sevilla, que fue y sigue siendo una de las grandes ciudades españolas. Dicho sea de paso, disfruté mucho leyendo en su día El diablo cojuelo, una obra del siglo XVII de Vélez de Guevara, que nos habla de las andanzas de este legendario personaje que, junto al personaje del estudiante, nos adentran en el Madrid de esa época, con sus vicios e hipocresías.


El puerto de las Indias -así se le decía a Sevilla-, porque en este puerto se embarcaban pasajeros y mercancías con destino al Nuevo Mundo.
Su floreciente industria editorial, sobre todo en el siglo XVI, su esplendor en el siglo de Oro, con Cervantes viviendo en la misma (Sevilla tiene mucho peso en la vida y la obra del autor de El Quijote, "¡oh, gran Sevilla, Roma triunfante en ánimo y nobleza!", escribió Cervantes en un soneto dedicado a Felipe II), la convirtió en la ciudad más cosmopolita de la época, la más relevante desde el punto de vista económico, porque en esta ciudad se centralizaba todo el comercio americano.
La historia de Sevilla resulta en verdad apasionante. El encanto íntimo de Sevilla está en lo que nos comunica de su pasado, dijo el poeta Rubén Darío.



Me fascina el Guadalquivir a su paso por esta ciudad, este río grande (oued o wadi el Kebir, según los árabes), que tanta vida le procura a la ciudad, este río navegable hasta la desembocadura en el océano Atlántico en un amplio estuario entre Almonte (Huelva) y Sanlúcar de Barrameda (provincia de Cádiz).
Me fascina contemplar el río grande y la Torre del oro, antigua torre de vigilancia, símbolo de la riqueza sevillana, como una estampa de otro tiempo. La Torre del oro fue construida por los almohades en el siglo XIII.
Me fascina contemplar en un mismo plano esta torre, con su tono dorado (se me quedó grabada su imagen siendo un rapacín) y la Giralda, que son genuinos símbolos de esta ciudad.
La Giralda, el emblemático campanario de la catedral de Sevilla, como símbolo de la herencia árabe, construida en el siglo XII como minarete sobre una antigua mezquita almohade, a imagen y semejanza de la Kutubia de Marrakech, y que tanto se parece asimismo a la Torre Hassan de Rabat.

En el siglo XVI, los cristianos añadieron la parte superior renacentista y la convirtieron en el campanario de la catedral. Su veleta, El Giraldillo, representa el triunfo de la fe cristiana.
La Giralda también ha encontrado imitaciones en todo el mundo, como la réplica de Kansas city (Estados Unidos), luego es un símbolo universal.

Prosigo con mi visita por esta ciudad andalusí, que es una fusión de culturas. Y en mi medineo por la misma me topo, por puro azar (que es, según la mecánica cuántica, más importante en nuestras vidas de lo que en un inicio creíamos), con una calle, aledaña a la Alameda de Hércules, con el nombre de Estrellita Castro, que fue, junto con Imperio Argentina, una diva de su tiempo, actriz y cantante famosa, archiconocida no solo en España sino en América, con canciones como Mi jaca o bien Suspiros de España. Y por supuesto con interpretaciones cinematográficas en El barbero de Sevilla, de Benito Perojo, o Rosario la cortijera, que es una película dirigida por el cineasta León Artola, que era originario o descendiente de Noceda del Bierzo, el útero de Gistredo. Qué cosas. En todo caso, León Artola emigró joven con sus padres a Argentina, donde se inició en el cine como actor. Y falleció joven. Con lo cual podría concluirse que a través de la artista sevillana (así se les decía otrora a las actrices y cantantes) Estrellita Castro, siento que Sevilla está algo hermanada con Noceda del Bierzo.

A propósito de la Alameda de Hércules (según la mitología griega Hércules es el fundador de Sevilla), cabe decir que, como su propio nombre indica, es una alameda o jardín público, con sus características columnas romanas coronadas por Hércules y Julio César, situado en el centro histórico de la ciudad hispalense, en el extremo norte de la urbe amurallada.
Se trata de uno de los jardines públicos más antiguos de España y de Europa. La Alameda central de Ciudad de México se inspiró en la Alameda de Hércules.

Velázquez

Aunque me acerqué hasta la Casa natal de Velázquez, en pleno barrio morisco, la encontré cerrada. No obstante, disfruté sabiendo dónde vivió el genio Velázquez en Sevilla.
Siento adoración por su obra. Recuerdo, siendo un niño, aquellos caballos suyos, aquellos personajes para mí de cuento, como el Conde duque de Olivares precisamente a caballo, y sus cuadros como Las meninas, Las hilanderas, La rendición de Breda, los bufones, o El triunfo de Baco.

Parece una casa modesta, construida en el siglo XVI, cuando la ciudad de Hispalis era la locomotora económica y comercial del Imperio Español.

Pintores sevillanos relevantes

Además del genio Velázquez, que cuenta con una estatua en Sevilla, también nacieron en esta capital andaluza Murillo (pintor de motivos religiosos) y Valdés Leal (pintor de la muerte, de los muertos).
Me gusta sobre todo el Murillo pintor de niños comiendo o de mujeres en la ventana o de un joven mendigo.
En cuanto a Valdés Leal, sobrecogen sus lienzos cadavéricos, que pueden verse en el hospital de la Caridad.

En una visita de hace años pude contemplar sus cuadros y me quedé impresionado con el Finis Gloriae Mundi (El fin de las glorias mundanas) y otro titulado In ictu oculi (En el parpadeo de un ojo), que conforman parte de los Jeroglíficos de las postrimerías o cuatro últimas etapas del ser humano: muerte, juicio, infierno y gloria.
En mi deambular por Sevilla estuve delante de la casa museo de Murillo (cerrada, para no variar), que se halla en el barrio de Santa Cruz, antigua judería, uno de los barrios con más encanto de la ciudad, con sus casas y sus patios de flores, con su aroma a jardín, como los jardines de Murillo, que resultan inspiradores.
Todo un placer perderse en este colorido barrio, de estrechas calles, en sus callejones y plazoletas.
Murillo, como Velázquez, también cuenta con una estatua en la ciudad.


Trianeando

Bajo una mañana algo fresca me tocó trianear, que no es trinar, sino pasear por el barrio sevillano de Triana. De repente me llegó la música de ese grupo de rock psicodélico, aderezado por el flamenco, llamado Triana. Un flipe.

No en vano, este barrio, a orillas del Guadalquivir, con el colorido de las casas de la calle Betis como una de las señas de identidad, es conocido por su tradición flamenca (con escultura incluida, antes de comenzar a cruzar el Puente Isabel II o puente de Triana), el tapeo (hoy la mayoría de bares están cerrados por ser festivo), y punto de partida de los cruceros fluviales.
Se cuenta que la famosa expedición de Magallanes y Elcano zarpó de los muelles de Triana.

Esa mañana, decía, trianeé por las calles del popular barrio sevillano, y me topé, en la calle Troya, con una placa en recuerdo a Cervantes y su Rinconete y Cortadillo. Ya había dicho que el autor de las Novelas Ejemplares había residido en Sevilla, incluso estuvo encarcelado en la cárcel Real, en la calle Sierpes, "la peor jaula del mundo", según Cervantes, donde aprendió a buen seguro el lenguaje del hampa y pudo, según algunos, idear su obra magna El Quijote.
Asimismo, pude hacerle una fotica al monumento del torero Juan Belmonte, que se halla en la singular plaza del Altozano, el corazón de este barrio. Y arrojar la vista a su histórico mercado (aledaño a la capilla del Carmen), que lo encontré cerrado por ser festivo ese día. Es lo que tienen los días festivos.

Triana desprende aroma a virgen y a castañas asadas, como las que vende un tipo en la calle San Jacinto. ¿De dónde son las castañas?, le pregunto. De Galicia, responde él. El olor de las castañas asadas me traslada de un modo inevitable al Bierzo. Sin saudade. Al menos por el momento.


Peregrinaje tras las huellas de ilustres e ilustrados sevillanos

Un ilustre e ilustrado sevillano es el poeta y prosista Bécquer, Gustavo Adolfo, autor de las Rimas y leyendas y Cartas desde mi celda.
Un escritor romántico, o más bien posromántico, que murió muy joven, como nuestro Gil y Carrasco.
Bécquer nos muestra una Sevilla brumosa donde tienen cabida las leyendas espectrales como la de Maese Pérez el Organista.

Cuenta con una glorieta en el parque de María Luisa de la ciudad sevillana. Alrededor de un ciprés de los pantanos se sitúa este monumento en mármol blanco y bronce dedicado a este magnífico escritor, acompañado por tres figuras femeninas.
"Todo el mundo siente. Solo a algunos les es dado el guardar, como un tesoro, la memoria viva de lo sentido. Yo creo que estos son los poetas. Es más, creo que únicamente por esto lo son".
La memoria viva de lo sentido como esencia de la poesía.
Al parecer, el monumento a Bécquer fue idea de los hermanos Álvarez Quintero, que costearon el proyecto por medio de su obra teatral La rima eterna, inspirada en una rima del autor de El monte de las ánimas.
En mi próxima visita a Sevilla a ver si me acerco a la casa natal de Bécquer y al Panteón de los sevillanos ilustres, donde está enterrado.

En el entorno del parque de María Luisa aún se conservan algunos edificios de la Expo Iberoamericana de 1929, que fue concebida para hermanar España con Hispanoamérica, Estados Unidos, Portugal y Brasil. Integrada en el parque de María Luisa está la emblemática plaza de España, con su singular canal navegable, que ha servido como escenario cinematográfico en películas como Lawrence de Arabia o La guerra de las galaxias.
Prosigo con figuras ilustres e ilustradas, en este caso con Blanco White, escritor español del siglo XIX que se exilió en 1810 en Londres y que fue acusado de "traidor" por su apoyo a los independentistas americanos.

Blanco White (descendiente por parte de padre de una familia irlandesa), nació en Sevilla en 1775 en el barrio de Santa Cruz, como se indica en una placa.
Blanco White, el gran heterodoxo español, fue denostado en su época, relegado al olvido, porque sus obras no fueron reimpresas desde 1840 hasta 1970, como nos dijera el Premio Cervantes Juan Goytisolo, por cuya obra siento devoción. Y a quien tuve la ocasión de conocer en Marrakech hace años.

Otros ilustres e ilustrados sevillanos son los hermanos Antonio y Manuel Machado, además de Cernuda.
Lástima que no haya encontrado nada sobre el escritor del Siglo de Oro Mateo Alemán, el autor de la novela picaresca El Guzmán de Alfarache, que se me antoja extraordinaria.
Dicho sea de paso, Mateo Alemán falleció en Ciudad de México.

El hombre bueno y buen poeta Antonio Machado -con buenos sentimientos también pueden componerse buenos poemas y versos como Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos. Porque ayer no lo hicimos, porque mañana es tarde. Ahora-, nació en el llamado antiguo monasterio reconvertido en palacio de las Dueñas de Sevilla, como figura en una placa, y aquí pasó su infancia. Con bellos patios y jardines. "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,/
y un huerto claro donde madura el limonero... Y cuando llegue el día del último viaje,/
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,/
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,/
casi desnudo, como los hijos de la mar".
En esta línea de pensamiento machadiano, de carpe diem, se expresó también el viajero romántico francés Gautier en su Viaje por España, en concreto a Sevilla, cuando dice de la misma que es una ciudad alegre, jocunda... "En Sevilla hay todo el bordoneo y la exuberancia de la vida; un rumor alocado queda suspendido sobre ella durante todo el día, apenas atenuado un poco, al tiempo de dormir la siesta. Sevilla es dichosa", según Gautier.

Quien no ha visto Sevilla,
no ha visto maravilla. 
Por su parte, el hermano Manuel, que también fue buen poeta, nació en la calle San Pedro Mártir, próxima a la plaza de la Magdalena de la ciudad hispalense.
Respecto al poeta Cernuda, que recibió la influencia de las Rimas de su paisano Bécquer y cuyos poemas de amor y deseo son de los más representativos del siglo XX, nació en la calle Acetres. Y curiosamente también falleció, como su paisano Mateo Alemán, en Ciudad de México, ciudad impresionante, donde tuve el gusto de residir en los años noventa.
Por cierto, Cernuda, en su exilio, escribió Ocnos, un libro en prosa poética dedicado a la ciudad de Sevilla, aunque no la nombre. Y en esta ciudad se hizo una de las fotografías más célebres de la Literatura española, en concreto en la calle Rioja, ahí figuran algunos de los mejores poetas de la Generación del 27 como Alberti, Lorca, Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego o Bergamín.



Sevilla moderna

Sevilla, con su rica historia y su extraordinario patrimonio (tiene uno de los cascos históricos más grandes de Europa), es una ciudad cuya arquitectura quedó marcada por la modernidad a resultas de la Exposición Universal en 1992, tanto es así que aún es posible encontrar algunos de los pabellones de esta Expo en la isla de la Cartuja, además de dos modernos puentes que cruzan el río Guadalquivir, como el puente del Alamillo, de Calatrava, caracterizado por los tirantes que soportan y estabilizan la estructura, y el puente de la Barqueta.

En la Isla de la Cartuja -en concreto en el antiguo monasterio de La Cartuja-, se halla el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo; el centro cultural Caixaforum, la Torre Schindler de la navegación; la Torre Triana, inspirada en el Castillo Sant’Angelo de Roma; y la Torre Pelli o Torre Sevilla, el rascacielos más alto de Andalucía. Pero sin duda el monumento más sorprendente, al menos para uno, es el Metropol Parasol, una gran retícula compuesta principalmente de madera laminada en forma de parasol sostenida sobre seis pilares, todo un icono de la arquitectura contemporánea en Europa, cuyo autor es el arquitecto alemán Jürgen Mayer, que se inspiró en las bóvedas de la catedral de Sevilla. Se trata de una construcción, en la plaza de la Encarnación, que es un gran mirador con bares y restaurantes, conocida como Las Setas por su perfil fungiforme.

Llama poderosamente la atención del visitante su distribución espacial y la sensación de movimiento ondulatorio.

Museo de Bellas Artes
Aunque se necesita tiempo y paciencia para ver un museo, porque se chuta uno con mucha belleza, a veces difícil de asimilar, me ha gustado visitar el museo de Bellas Artes de Sevilla, que además se alberga en el antiguo convento de la Merced Calzada, del siglo XVIII, un edificio muy chulo, en torno a tres patios y una gran escalera.

Este museo, considerado como uno de los mejores de España, es una gran referencia del barroco sevillano, con pintores como Murillo (en la plaza del Museo se halla una estatua en bronce sobre un pedestal de este pintor, de la que existe una réplica en el museo del Prado), o Zurbarán, entre otros.
La pintura sevillana tiene una gran relevancia, con vistas a Triana, la Torre del Oro o La romería del Rocío, entre otras, aunque también podemos ver cuadros de Goya, El Greco, Ribera o Zuloaga... Y por supuesto el retrato que Valeriano le hizo a su hermano, el poeta Bécquer, que fue el gran motivo para visitar esta pinacoteca.


Me despido de Sevilla, "la ciudad misteriosa e indefinible", según el periodista y escritor sevillano Chaves Nogales, esperando regresar más o menos pronto (hacía tiempo que no visitaba esta ciudad) no sin antes darme un garbeo por la zona del Arenal, donde se halla La Maestranza.

La Maestranza

Aunque uno no sea taurino, ni entendido en la materia -solo sé que no sé nada-, merece la alegría acercarse a La Maestranza, la plaza de toros sevillana, porque este edificio, al menos por fuera, muestra una gran belleza, tanto que ha sido escenario cinematográfico. Aquí han toreado los grandes, entre ellos Curro Romero, leyenda viva, que además cuenta con una escultura. Olé.

Como curiosidad me apetece hacer referencia a una escultura de bronce del divino Mozart, cuya figura apoya uno de sus pies en una silla mientras revisa una partitura y sostiene un violín con la mano derecha. Esta obra se halla cerca del Teatro de la Maestranza.
Gracias al creador del Réquiem, que me parece sublime, el nombre de la ciudad de Sevilla se hizo universal con sus dos óperas, Las bodas de Fígaro y Don Giovanni, que está inspirada en Don Juan Tenorio, de Zorrilla.
En todo caso, cabe recordar que es Tirso de Molina, quien residió en el convento de la Merced de Sevilla (actual Museo de Bellas Artes), el que creó el primer Don Juan en El burlador de Sevilla.
Hasta la próxima.