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miércoles, 9 de febrero de 2022

Matmata y Tataouine, trogloditas

 25 de diciembre de 2021

Situada en un lugar árido, desértico, que tanto recuerda a un paisaje lunar, incluso al paisaje almeriense de Tabernas, se halla Matmata, que fuera lugar de rodaje de La guerra de las galaxias, con sus casas excavadas en las rocas, donde habitan los trogloditas borgianos, como los que imaginara en aquel cuento memorable titulado El inmortal: "el país de los trogloditas, que devoran serpientes y carecen del comercio de la palabra".
Hotel Sidi Driss-Matmata

Al parecer, la vieja Matmata desapareció hace años. Y ya sólo queda la nueva Matmata. Con lo cual tenemos que fantasear y echarle aún más cuento al cuento.
Después de darme un voltión por este pueblo, con todos sus hoteles llenos hasta la bandera, decidí acercarme, es un decir, a Tataouine, porque queda a bastantes kilómetros de distancia, ya en sur del sur. En los confines. En el planeta Tataouine, que también se me antoja un magnífico escenario cinematográfico.
Con estos viajes he celebrado la Navidad, no sin antes escuchar, con atención, el muecín, la llamada a la oración o adhan, que tiene un algo de flamenquito. O mejor dicho, la música flamenca tiene mucho de arábiga.
Guermessa

Lo dicho, feliz Navidad.
 
Recuerdo que en mi viaje de 2007 también visité Matmata, pero aquel era un viaje organizado. Nada que ver con viajar solito, que sin duda es la mejor forma de viajar. Eso creo. Salvo que uno viaje en buena compañía. Más vale solo que mal acompañado, dice el refrán. El buey suelto bien se lame y relame, reza otro proverbio. Que debería tener su versión femenina o algo tal que así: La vaca suelta bien se lame o se lambe, que dicen en mi pueblo. 

Bienvenue, welcome, reciben al viajero estas palabras en francés y en inglés. También impresas en árabe en una colina desértica, antes de avistar la población de Matmata, donde da la impresión de que se hubieran detenido los relojes, llevándote hacia otra dimensión poblada por bereberes que habitan en las cuevas excavadas en un terreno árido, algo que atrajo al director George Lucas. Y que sigue atrayendo a los visitantes, tanto oriundos como foráneos. Salvando todas las distancias, estas cavernas de adobe me hacen recordar las cavernas de la Capadocia o bien las bodegas de Valdevimbre, que mantienen aproximadamente la misma temperatura tanto en invierno como en verano.

Una vez más, no existen tantas diferencias como a priori pudiéramos creer entre un mundo y otro, pues ambos conforman el llamado Planeta Tierra, en este caso el planeta Tatooine. En pie se conserva el hotel Sidi Driss, con un patio a cielo abierto, que sirviera como escenario de rodaje para La guerra de las galaxias. 
Aunque en un inicio había pensado visitar también la localidad berebere de Toujane, de la que me había hablado Jamila, al final me dirigí rumbo a Tataouine.   
 
26 de diciembre de 2021
 
Conocida como puerta del desierto y punto de partida hacia los ksour, Tataouine es un lugar tranquilo, donde se puede descansar a gusto. Los ksour serían en realidad los Casares.

Una vez más, la influencia árabe en nuestra lengua es muy importante. Un ksar o casar, singular de ksour, es un pueblo fortificado, o bien una alcazaba o Castro. Qué todo viene a ser más o menos similar. Sí es que nos parecemos más de lo que creemos.
Al cineasta George Lucas le fascinó esta tierra para rodar su Guerra de las galaxias. Incluso inventó el planeta arenoso Tatooine en recuerdo a Tataouine.

A uno también le entusiasma este paisaje desértico. Y por supuesto la visita de diversos ksar o aldeas bereberes como Guermessa, Chenini, Douiret o Hadadda.
Realmente espectacular Guermessa, con vistas al infinito. Tuve una sensación de plenitud. De levitación. Como si hubiera hallado en verdad otra dimensión. Una peregrinación espiritual en busca de uno mismo a través de otro espacio tiempo.

 
Como una prolongación natural, con un ecosistema similar, de Matmata tomé rumbo a Tataouine, que es como perderse en los confines del mundo, porque otrora fue parada de los nómadas que se aventuraban a atravesar el inmenso desierto del Sáhara. Toda una aventura no exenta de contratiempos y peligros. Si bien adentrarse en el desierto es una experiencia cuasi religiosa. No en vano, algunos eremitas también se retiraban en los desiertos.

La ciudad de Tataouine en sí misma, próxima a la frontera con Libia, no tiene un gran interés monumental, salvo que es el punto de partida para recorrer los ksour, Ksur o Ksar (casar y/o casares, como conjunto de casas, solar o pueblo en ruinas), que son ciudades fortificadas, fuertes, alcázares o castillos del desierto, situados en montañas escarpadas, lo que resulta fascinante. Ante la inmensidad desértica, bajo un sol nutritivo y un cielo azul comestible, protector, como el que podemos saborear en la obra de Bowles, el viajero se siente en paz consigo mismo, llegando a alcanzar el nirvana. No en vano, los eremitas del desierto, los llamados padres de la Tebaida (con un guiño al Simón-Simeón el Estilita, tentado por el diablo, que aperece en la película de Buñuel) nos enseñan cómo es posible alcanzar la espiritualidad a través de la paz interior, que procura la soledad del desierto, pues en la soledad sale a relucir lo que en verdad somos. El desierto se revela como fuego purificador. 
Desde Guermessa, un antigua aldea bereber con su blanca mezquita y sus viviendas excavadas en la roca, hoy abandonadas (la Tunisia vacía y vaciada), las vistas son emocionantes. Al viajero se le erizaron todos los vellos de su alma. 

Guermessa, Chenini y Douiret conforman un patrimonio único, con sus casas troglodíticas, sus Ksour, su colorido desértico, su aroma a aldeas de otro tiempo como comalas en las que uno lograra dialogar con sus ancestros. Un mundo fascinante, que se queda tatuado a fuego -el fuego purificador del que hablaba-, para siempre en nuestra memoria afectiva. 
De repente, uno tiene la impresión asimismo de haberse trasladado al Oeste americano.  

1 comentario:

  1. Me encantan las fotos y tus descripciones. Me imagino en una arena dorada, con el paisaje al fondo..y los camellos detrás. Gracias por compartir tanta belleza. Manuel.

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