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martes, 8 de febrero de 2022

Gabes, con sabor a dátil y alga marina

24 de diciembre de 2021

Hasta Gabes he llegado en esta Nochebuena, que lo está siendo en verdad.


Y diferente a otras, porque la estoy pasando, ahora sin un alma a mi alrededor, en la terraza del hotel l'Oasis. Hoy también he querido obsequiarme con un buen sitio para descansar, que mañana toca, espero, irme a Matmata. 


Recuerdo haber estado en Gabes en 2019, de paso a algún lugar del sur de este bello país, que me da la impresión de que está bastante abandonado a su suerte, mejor dicho a su desgracia. Ni la revolución logró sacarlo a flote. Y ahora la pandemia lo está castigando. Curiosamente, no me he encontrado durante todos estos días con ningún español por estos lares. Tampoco con otros extranjeros. Resulta un tanto extraño que los turistas no se dejen caer por estos lares.



Llegué ya algo tarde para poder valorar la ciudad, no obstante, me dio tiempo a acercarme a esta gran playa que parece el mar muerto, o bien Chott el Djerid, donde me sumergí en un cuento de las mil y una noches. Como si repente me hubiera colado en Amarcord de Fellini. ¿Os acordáis del Gran Hotel? Mientras, seguiré mirando el firmamento en busca de estrellas que me guíen por el camino de la Belleza, esa que engendra amor, verdad y bondad. Os deseo una feliz noche. 


 Hoy, 8 de febrero, también os deseo una feliz noche, porque todas las noches pueden ser felices. Como los gatos (también las gatas) son pardos en noches de oscuro satén. Pongamos por caso. 
Realmente, Gabes no me pareció a primera vista que tuviera mucho encanto, aunque esto depende siempre de la mirada que uno arroje sobre el asunto. Y en este caso el asunto acabó siendo encantador, gracias al hotel L'Oasis, todo un oasis al lado del mar, todo un hallazgo gracias a la gentileza de la buena de Jamila, que se mostró realmente amable e hizo, huelga decirlo, que Gabes tuviera aroma y sabor a dátil.

Qué ricos los dátiles. Lástima que en este poniente español no haya costumbre de comerlos, salvo en la Navidad.
No en vano, Gabes es conocida como la puerta del sur tunecino, permitiendo la entrada a la paradisíaca isla de Djerba y al paisaje lunar de Matmata, que tuve la ocasión de visitar. 
Ahora que me da por rememorar, siento que Gabes, aunque fue como un lugar de paso, acabó dejandome huella, porque al final uno se da cuenta, una vez más, de que los lugares, como las personas, son lo que te hagan sentir.

Y si te sientes a gusto, es lo mejor que puede ocurrirte. "Estando bien, de cualquier manera", decían en mi pueblo. Estando con salud, el mundo se puede poner por montera. O algo tal que así. 
 
Gabes me supo a dátil y también a alga marina, llegando a disfrutar tanto del azul celeste, como de una enorme playa salitrosa, que pareciera nevada, y aun de una puesta de sol. 
 
Y la Nochebuena se hizo. 
 
Y la luz me inundó con la corporeidad dorada de un momento único e irrepetible.


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