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domingo, 13 de febrero de 2022

Mahdía, arena de oro

 29 de diciembre de 2021

Los días se pasan volando cuando uno está de danzarín o giróvago por el mundo adelante. Hoy me la he pasado viajando, desde la isla de Yerba hasta Mahdía. No es que haya una distancia enorme. Pero este es otro mundo. Y ahora no voy a quejarme ni hacer estúpidas comparaciones. 
Amanecer en Mahdía

Gracias Raque por la recomendación de acercarme a Mahdia, donde tú estuviste hace años.
He llegado ya algo tarde, con lo cual no he podido entrarle ni tomarle la temperatura a este lugar como quisiera. Esto de tomar la temperatura me ha quedado algo macabro en tiempos de Corona.
La temperatura, sin fiebre ni febrícula, bien agradable.
Además, de noche todos los gatos (también las gatas) son pardos. Por cierto, hay gatos que disfrutan con las basuras. Ya lo había dicho: es una pena que haya tanta basura por doquier. La verdad es que no se ven papeleras, cubos de basura, contenedores, con lo cual el personal lanza las cosas donde le peta. Vaya desastre.

Por lo demás, sí he podido pasear por el paseo marítimo, el maleconcito. O algo tal que así. Y he probado el Leblebi, que es una típica sopa tunecina con garbanzos, bien aderezada, bien especiada, qué no falte el picante, amén de algún que otro bocado.
Mañana espero levantarme con el alba, cuando canten los gallos y suene el adhan, para darme un garbeo por esta Mahdia que al parecer está bien comunicada por línea férrea con Monastir (bella ciudad que puede visitar hace dos años) y la también sugerente Sousse, donde he estado en varias ocasiones.
Delices Plage

El Houria Sable D'Or, regentado por gente bien amable, es un sitio estupendo para descansar.
Ah, curiosamente me he encontrado con mi tocayo en forma de cafetería. Qué buen rollito.

Mahdía, cuyo nombre proviene del primer califato fatimí Mahdi, quien la fundó, me resultó una grata sorpresa. Me había hablado la amiga Raque de este sito, donde ella vacacionara hace años. Me habló de un lugar pequeño de pescadores. Pero la verdad es que Mahdía ha debido de crecer mucho en los últimos tiempos. No en vano es un destino turístico, aunque en esta mi primera visita no me topé con turistas, salvo con algunos del país.

Ya había dicho que el Corona se ha ensañado de lo lindo con el turismo en Túnez. Quizá tendré que volver en verano para comprobar que está atestado de turistas; es un decir, porque me ha gustado disfrutar de este entorno sin masificación. En el fondo y en la superficie a uno no le gustan los rebaños de gente. Ni las manadas. Disfrutar del mar, de los atardeceres y amaneceres radiantes en esta Mahdía en soledad cuasi mística se me antojó una experiencia única. Me encantó el alojamiento, el Sable D'Or, mirando al mar, a la playa.

Una auténtica gozada. Me encantó la hospitalidad de sus responsables, un matrimonio bien acogedor, con una hija joven igualmente despierta y gentil. Tuve la sensación de encontrarme en casa. Y eso es realmente maravilloso, cuando te hacen sentir que estás en tu hogar. Dan ganas de quedarse varios días en un hotel así porque uno se siente en la gloria. Me encontré asimismo con gente agradable en los cafés y restaurantes a los que fui. Y estuve muy a gusto recorriendo Mahdía, incluso adentrándome en su cementerio con vistas al mar, con sus tumbas de un blanco refulgente, como si me hubiera introducido en el cementerio marino de Paul Valéry, recordando aquellos versos que dicen: "a ese brillante espacio me abandono, / sobre casas de muertos va mi sombra... Los muertos se hallan bien en esta tierra/ cuyo misterio seca y los abriga.". 

Supongo que los muertitos estarán de enhorabuena escuchando las olas que vienen y van, como si se tratara de la mítica composición de Gainsbourg Je t'aime moi non plus. 
En esta península en la que se asienta Mahdía, se alza la fortaleza de Borj el Kebir, que al parecer fue escenario de batallas entre piratas y españoles, que quizá también fueran piratas, por hacerse con el control de Túnez. 

30 de diciembre de 2021

Una agradable sorpresa Mahdía, que hoy he podido recorrer con calma, tomando tiempo para saborear su aroma marino, pesquero. Pero también me ha encantado la hospitalidad de su gente, como la que me muestran los dueños del hotel Houria Sable D'Or o la del responsable del restaurante Delices Plage, que me invitó a degustar su plato de alubias con pollo. Un fenómeno, que me ha preparado asimismo un exquisito Leblebi. Picante, eso sí. 

Mahdía atesora muchos encantos como su Medina, su Gran Mezquita o su fuerte, además de sus cafeterías y sus hammanes.
He disfrutado mucho del paseo matutino por el Cabo África, con su faro y su enorme cementerio mirando al mar, algo que me ha recordado, salvando todas las distancias, a Luarca. Por cierto, me encanta Luarca.
Me he levantado bien temprano para la amanecida. Y me he puesto a medinear. 

Los lugares de costa tienen algo especial. Y este sitio -al que no parecen venir los turistas, por fortuna para uno, debido al Corona (todo Cristo está acojonado en Europa) y a que es invierno, aunque la temperatura me late magnífica- desprende una energía maravillosa. Confieso que no me gustan nada los espacios masificados. Soy un tipo de campo, o sea un campesino, y me gusta la naturaleza, a ser posible en estado puro (vaya ingenuidad la mía, habida cuenta de que eso ya no existe) y también cierta soledad de ermitaño, esa que me permite reflexionar, contemplar, viajar de un modo introspectivo. Viajar para conocerse sobre todo a uno mismo.

Conócete a ti mismo y por ende conocerás a tus congéneres porque nada de lo humano te es ajeno.
Mahdía procura buenas vibraciones, con su luminosidad, con su calma, y también con su belleza mediterránea y magrebí.

He dejado bien claro, creo, que Mahdía es un destino más que recomendable si uno desea disfrutar del mar, de la buena gastronomía (hasta uno de esos bocadillos que hacen en los puestos de la calle está riquísimo), de una temperatura extraordinaria, incluso en invierno, del sosiego que procura un sitio de gentes tranquilas y hospitalarias. 

Medineando hasta me dio por comprar un cinturón a un tendero que resultó un tipo que conocía España, incluso había vivido en Barcelona, creo recordar. Me gustó el regateo porque le ofrecí exactamente lo que me parecía que debía pagarle por el mismo, ni más ni menos, con lo cual quedé satisfecho con la compra, y él también. Lo del regateo en las tiendas y zocos magrebíes es algo a lo que uno debe estar habituado, porque a ellos les encantan estos teje manejes. Y si no andas avispado, te llevan al huerto a la primera de cambio. Para ellos es algo que forma parte de su cultura. El que más chifle, capador, reza un dicho popular, que ya no se escucha ni siquiera en los pueblos del Bierzo.

Por cierto, para no perder tiempo ni saliva, cuando me preguntan de dónde soy en estos lugares digo que de Galicia, qué me perdonen los castellano-leoneses, porque si digo que soy de León o pertenezco a León, creen que les hablo de Lyon en la France. Bueno, prometo que la próxima vez que vaya a Túnez, por ejemplo, intentaré explicar, a quien lo desee, dónde se ubica exactamente el Bierzo y cuáles son sus bondades. 
 
31 de diciembre de 2021

Esta mañana me encontré en el hotel Houria Sable D'Or de Mahdía con otros huéspedes tunecinos en el desayuno. Muy amables. Con quienes charlé encantado, entre ellos el vigilante de noche del hotel. Un puntazo, el tío. Y luego decidí poner rumbo a Sousse desde Mahdía. Me habían hablado del metro del Sahel, en realidad un tren, que hace este trayecto. La verdad es que resulta cómodo y baratísimo. No obstante, esperaba que las vistas fueran mejores. En todo caso, el viaje desde Monastir hasta Sousse se reveló interesante en lo paisajístico porque bordea la costa. 

Hoy ha sido un día de viajes. Con tiempo para visitar los zocos, los souks. Iba a decir con tiempo para zoquear. Pero creo que este término no resulta muy apropiado. Parece que uno estuviera haciendo el zoquete, que también podría ser.
En Sousse lucía un día espléndido, lleno de azul comestible, que es un color que me he inventado.
A estas alturas del viaje me siento ya algo cansado físicamente, aunque mentalmente estoy hecho un león. Por fortuna. 

Me noto con la garganta ardiente, hecha una basura. A ver si he pillado el bichito cabroncete. De momento, en la farmacia me han dado un Hexaspray, así se llama, combinado con Paracetamol que ya traía por si las moscas o por cualquier otro bicho.
Si bien hoy es Noche Vieja, creo que me iré tempranito a dormir, que suelo despertarme con el alba. Y mañana Allah dirá. O quien tenga que decirlo. Supongo que uno mismo algo tendrá que decir.
Os deseo una Noche de estrellas. Con uvas o sin ellas. Yo igual me animo y hasta me tomo unos dátiles aquí en el hotel, que ya me da pereza salir fuera.


La verdad es que me dio morriña despedirme de Mahdía, del hotel, de la gente tunecina que me encontré en el desayuno, de ese mar acariciador, con su luz vibrante, de esos amaneceres que me cargaban las pilas. Me levantaba tempranito para ver amanecer, dejándome azotar por la brisa marina. Tal vez fue lo que me provocó el resfriado. Pero mereció la pena que el alba me impregnara con su rítmica aromática, con su sabor a salitre. 

Y también me ilusionó viajar en el metro o línea férrea de Mahdía a Sousse a orillas del mar, cruzando la bella ciudad de Monastir (monasterio), con su imponente Ribat, que fuera escenario de rodaje de la emblemática y desternillante película La vida de Brian. También la ciudad de Sousse, el anfiteatro romano del Djem (que creo haber visitado en mi primer viaje a Túnez) y aun Matmata sirvieron a los Monty Python para filmar esta comedia, esta sátira religiosa. 
Algún día regresaré a Mahdía. 

2 comentarios:

  1. Pues a mi El Mahdi me suena a Jartum, al general Gordon, al asedio de Jartum.... ¡Lo que hace el cine y las lecturas!. Bueno, me alegro que el resfriado haya sido sólo eso: resfriado.
    Un abrazo,
    Blas

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  2. Un campesino con pinceladas de ermitaño es perfecto para disfrutar de esos precios viajes y conocerse más así mismo. Seguiremos viajando contigo desde casa.

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