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lunes, 14 de febrero de 2022

Túnez, inolvidable

1 de enero de 2022 

Todo va llegando a su fin, como la vida misma. Y este viaje o viajes por este país, al que ya considero mapa afectivo gracias a la hospitalidad de tanta gente, está tocando a vísperas.

Aún queda mañana, día del señor, de Allah, quería decir, pero ya me lo tomaré de relax aunque el vuelo a Madrid sea a la tarde noche. Pero entre pitos y flautines se echa pronto el tiempo encima.
Me siento algo preocupado porque he agarrado un resfriado del copón bendito. Quizá sea algo más. Espero que no. Por mi propio bien. He comenzado a toser, aparte de estornudar como bruto. Y eso no me hace ninguna gracia. A ver, que dijo un ciego.
M'rabet

El día de hoy sirvió para medinear en un sábado harto calmado. Incluso el M'rabet, que es un histórico bar restaurante extraordinario, quizá el primero en abrirse en la medina hace siglos, estaba cerrado por ser feriado. Si es que vivo en otro mundo. Ni en este ni en aquel.
El M'rabet está al ladito de la mezquita Zitouna, la mezquita de la aceituna, ricas son también las aceitunas en este país, que sabe y huele a aceite de oliva. Y a cuscús y a dorada y a atún a la parrilla; exquisito el del restaurante Neptuno, en la rue du Caire, cercano al hotel África.
Tiempo para algunas panorámicas de la capital, incluida la torre del reloj de la Avenida Bourguiba. Y excursión a Sidi Bou Said, donde estuve con mi amiga tunecina nada más comenzar el viaje. Y es que Sidi Bou es un sitio mágico, incluso con muchos visitantes.
Sidi Bou

Un lugar donde quedas atrapado por el blanco y el azul y por el hipnotismo del horizonte marino. En esta ocasión no le entré a los bambaloni o bambalouni, que es como una porra o churro de rueda.
Volveré a Sidi Bou siempre que pueda.
Al lado del hotel en la capital tunecina está el parque Belvedere, que es como un Retiro madrileño aunque bastante más descuidado.
La verdad es que, quizá por tenerlo a la mano, no le he hecho ni caso. Sea como fuere, que exista un parque de estas características en Túnez es algo que se me antoja magnífico.
Seguiré soñando, hoy algo malito.
Espero no amanecer peor mañana, que me espera un largo día.
Con noche en Madrid, por favor.

Mezquita Zitouna
El hecho de haber tomado notas en el muro de Facebook, el cara libro, la libreta actual, me ha permitido rememorar mi viaje. De lo contrario, algunas impresiones tal vez se hubieran perdido en el baúl de los olvidos. La memoria da de sí lo que da. Hoy ya es 14 de febrero, día de San Valentín y dizque de los enamorados, con lo cual ya ha transcurrido casi casi un mes y medio desde aquel uno de enero, San Manuel (San Manuel Bueno, mártir, como la obra de Unamuno), mi toca-yo, que sentí con nostalgia porque ya se acercaba el fin del viaje. Y además estaba con resfriado. Al final, los días dieron de sí lo que dieron. Me sentí a gusto. Y eso me motiva, me estimula, para volver en otra ocasión a este país, que está sufriendo demasiadas crisis. Qué pena que el mundo entero esté en crisis, con un polvorín mediático en el horizonte como lo es Rusia y Ucrania, porque polvorines y polvorones hay muchos, demasiados.

Sidi Bou
Recuerdo que subí a la azotea del hotel en busca de panorámicas de la ciudad de Túnez. Y también a algún que otro lugar de la Medina para tener una impresión de esta capital, que es bastante grande de extensión para la población que alberga. Eso creo.
Me hizo ilusión volver a Sidi Bou, aunque en esta ocasión fuera solo. Y comprobar, una vez más, que es un lugar bello, cargado de buenas vibraciones. Un sitio buena onda, como dicen en México, que deja a uno enhechizado, absolutamente enamorado.

2 de enero de 2022

He venido hasta La Goulette, la Goleta, que hace referencia a un buque en honor al puerto. Un buen lugar para pasear al borde de la mar. Y para comer buen pescado a la parrilla y fruits de mer. O bien un clásico de la cocina tunecina como son los bricks. Deliciosos. También para despedirme de esta tierra. Aunque quizá aún me dé tiempo a acercarme a la medina. Me quedo con las ganas de ir al M'rabet a tomarme un té.
La Goulette

El día está gris, algo raro, porque he tenido días espléndidos de sol y azul durante mi estancia en este país.
Mi resfriado se va sosteniendo. Por fortuna. Así que estad tranquilos, familia y demás seres queridos. Aunque me siento nostálgico. Hoy no está mi amiga tunecina para acompañarme por estos sitios, incluida La Marsa o Sidi Bou, como cuando llegué a su país. Así que es día de recuerdos. Al día siguiente de mi llegada a Túnez -pues la llegada al aeropuerto fue sobre las dos y media de la madrugada- sí lucía el sol. Inolvidable.
La Marsa

Mientras, sigo contemplando la suavidad de las olas, las barcas que portan sueños e ilusiones, los aviones que surcan el firmamento y la animación que suele tener La Goulette.
Al final he logrado acercarme al M'rabet, enclavado en la medina, al lado de la mezquita Zitouna. El M'rabet me parece un lugar magnífico. Con su parte interior, que es todo un fumadero de shishas o cachimbas. Y el exterior, que podría ser un patio andaluz, además de su restaurante. Y como casi es la hora del té, me voy a tomar un té a la menta con almendras y dulcecitos. Qué buena pinta.
Este sitio me trae muy buenos recuerdos de mi visita hace dos años, antes de la pandemia. Creo que estoy de
enhorabuena
. Luego tocará ir al aeropuerto y hacer los trámites burocráticos pertinentes. Qué pesadez. Espero que todo vaya bien. La suerte está echada.
Sidi Bou


Me entusiasmó volver al M'rabet después de aquella mi última visita y viaje pre-pandemia, donde todo era diferente, donde todo era mejor, sin duda, aunque no lo sabíamos, e incluso renegábamos de nuestra forma de vida. ¿Os acordáis? Hasta que llegó el Comandante en forma de bichito y mandó parar. Y paró todo en seco. A la brava. Por eso debemos ser conscientes de lo que teníamos y perdimos en algún momento. Aunque, siendo optimistas, tal vez volvamos a recuperar aquella normalidad. Si bien es cierto, es muy probable que vengan nuevos virus, tal vez peores que éste. Y el Corona siga entre nosotros ad aeternum. Eso seguro. Aunque nos resistamos a creerlo.

Disfruté mucho de esta visita reciente al M'rabet porque, además, me trajo muy buenos recuerdos. Y a la vez me procuró morriña. Es que uno es un morriñoso. Porque estaba pensando en que tenía que ir al aeropuerto para coger el avión rumbo a Barajas. Y sólo de pensar en los trámites burocráticos y en las colas, me daba un vahído.
En esta ocasión el taxista, bien educado, llegó como un rayo al aeropuerto, donde ya se intuían largas colas.
Lo que no imaginaba, aunque tendría que haberlo tenido presente, es que ya en el aeropuerto -menos mal que fui con suficiente antelación, en esto uno ya tiene cierto callo-, me iban a pedir también un formulario de sanidad para entrar en España.

Un formulario online. Que había que cubrir. Por fortuna, aún tenía la tarjeta telefónica tunecina con la que podía conectarme sin problemas a Internet, porque lo de conectarse a Internet en el aeropuerto no parecía a priori cosa sencilla. Y la conexión a la Red es fundamental para este tipo de trámites. Como bien sabemos.
Después de sudar literalmente la gota gorda (empapadito me quedé, teniendo que cambiarme más tarde, cuando pude respirar hondo, no fuera a empeorar del resfriado), viendo que daba errores y más errores la página de Internet donde estaba el formulario, o tal vez mi patosidad era el propio error, demandé la ayuda de una joven tunecina, que también estaba en la cola para coger la tarjeta de embarque, la cual, con destreza, me ayudó amabilísima a cubrir el formulario de sanidad, sin el cual no hubiera podido embarcar. Olé.
A decir verdad, un tipo ya me había expedido la tarjeta de embarque a expensas de que le presentara la descarga del formulario de sanidad con su correspondiente código QR. Al fin, con el móvil de la chica tunecina y el mío propio logramos llegar a buen puerto después de una angustiosa odisea. Gajes del oficio, que se dice. Lo demás ya fue pan comido, como suele decirse. En otra cola, para pasar control de la policía, conocí a Mari Carmen, gaditana que vive en Madrid, convencida de que no nos daría tiempo a embarcar. Visto lo visto, no iba desencaminada, la verdad. Pero como quiera que la compañía Tunisair siempre vuela con retraso, sí llegamos a tiempo para el embarque, teniendo que esperar más de una hora, creo, debido a su retraso, con lo cual el avión al aeropuerto de Adolfo Suárez Barajas también llegó a las mil y monas.
Avenida Bourguiba

Esta es la cara oculta, la trastienda de los viajes, lo que a menudo no se cuenta. O bien se pasa por alto.
Si Barajas parecía toda una romería, cuando emprendí viaje a Túnez el 19 de diciembre de 2021, el aeropuerto Túnez-Cartago también me dio la impresión de que fuera otra romería.
Hasta la próxima.

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