Asturies, qué guapina yes, leo en algún lugar. Sí, Asturies es como una matria verde de montes y negra de minerales, según reza esa canción maravillosa, que se ha convertido para mí en todo un himno, cantada por el bueno y grande de Víctor Manuel.
Desde Torazo |
Asturies o Asturias es un sitio bello por todos los poros de su alma, tanto por mar como por tierra. Y supongo que también por aire, la región más transparente, como nos dijera el escritor Carlos Fuentes acerca de México, ese país que me sigue fascinando con su paisaje y también con su paisanaje (por ahí anda la cirujana Elda, entre otros cuates y cuatas). A este respecto, recuerdo que pude conversar, aunque fuera brevemente, con Carlos Fuentes, precisamente en Oviedo, en el legendario hotel Reconquista.
Ría de Villaviciosa |
Es Oviedo, la Vetusta de Clarín, ciudad a la que regreso encantado. No en vano, me pasé allí algunos de mis mejores años de mocedad. Juventud, divino tesoro.
Asturies, qué guapina yes o ye, que lo del yes suena harto anglosajón. Entonada por una gaita y bebida de un solo trago como si fuera un culín de sidra, ese elixir de la vida, que te hace religarte con todo el universo en expansión, mientras contemplas tu Vía Láctea.
Espinaredo |
O algo tal que así. Pareciera que me hubiera tomado ya una caja de sidrinas. Yo te invoco y evoco, Asturias del alma, aunque no sea tu hijo de sangre, o quizá sí, porque el útero de Gistredo es asturleonés. Y mi apellido, Cuenya, es una de tus aldeas, allá en el concejo de Nava.
Nava y Piloña se dan la mano, quedándoseme clavado en las entrañas la aldea de Espinaredo (Espinareú), que también tiene su homónimo en el Bierzo, bueno en este caso es Espinareda, donde vive el intrépido Yuma, que conoce los Ancares como nadie.
Espinaredo |
Hace unas semanas, nomás, tuve la ocasión de acercarme a Espinaredo. Cabe señalar que tuve la ocasión y también las ganas, el interés, si es que uno sigue sintiendo, como un rapacín, curiosidad por conocer, por descubrir, por explorar. Y ahí que me allegué, con la mirada asombrada, dispuesto a saborear el entorno, empaparme de estímulos, impregnarme con los colores de un todavía otoño radiante. Espinaredo se me mostró como una aparición, acaso divina, con sus hórreos y paneras en medio de un paisaje ensoñador, que me hizo seguir viajando, en este caso, hasta el corazón del Atlas, pues me dio la impresión, paseando por Espinaredo, de haber llegado al mismo tiempo al Valle del Ourika, con su río, que me susurró una nana ancestral. Una vuelta al origen. La vuelta al día en ochenta mundos.
Espinaredo |
Espinaredo |
Por cierto, un paisano de Noceda, conocido bajo el sobrenombre de El Guerro, es todo un maestro cestero. De repente, se me ha vuelto a ir el santo a los altares con esto de los cestos. Lo siento. Regreso al punto de partida.
Infiesto |
Y eso, cuando uno mantiene una relación paterno filiar de profundo amor, acaba llevándose en las venas.
Torazo, también poblado de hórreos y paneras, como Espinaredo, es sobre todo un excelente mirador al mundo. A esos paisajes de verde esmeralda y verde esperanza.
Torazo |
Con los picos de Europa al fondo. Qué estos acaban hipnotizando al viajero. Recuerdo como si fuera hoy mismo la subida bestial, por una vereda de cabras, a la aldea de Bulnes, bajo un sol castigador. Y luego el Urriellu, el Naranjo, majestuoso como un Gigante.
Decía que Asturias es un sitio bello tanto por mar como por tierra. Y ya va siendo hora de aproximarse al mar, a la costa cantábrica, en este caso a la playa de Rodiles y también a la ría de Villaviciosa, que es una prolongación natural.
Confieso que mi anterior visita a Villaviciosa, el pasado verano, se me quedó escasa. Y no logré adentrarme en sus esencias. La verdad, es que fue una visita casi relámpago. Y cada sitio amerita de su tiempo.
Ría de Villaviciosa |
En cambio, en esta ocasión pude disfrutar no sólo de la playa cuasi salvaje de Rodiles sino de la ría, con su luz de otoño. Al otro lado, está Tazones, que me encandiló la primera vez que puse los pies en este sitio. Pero que en los últimos tiempos parece un barracón de feria atestado de turistas en busca de zampa. Es lo que tienen estos lugares tan masificados, que acaban perdiendo su ser originario, su sacralidad.
Xixón |
En un viaje a la Madre Asturias no puede faltar la visita de Xixón, aunque sólo sea para recorrer la bahía, con esa luz como surreal de una tarde de otoño. Y darse una vueltica por el colorido barrio de Cimadevilla y la plaza Mayor.
Si te tomas un cóctel en el Varsovia ya podría ser el sumun, "en el Varsovia se cumplen los sueños líquidos", dijo alguien. Así que cumplamos nuestros sueños líquidos. Y tal vez otros muchos sueños. Sigamos soñando. También con un mundo más igualitario, más libre y más fraterno.
Xixón |
Y tampoco puede faltar la visita de Oviedo, que es como la ciudad de uno. Y pasear por el antiguo en busca tal vez de algunos recuerdos, que no suvenires. Tomarse alguna fotica con la Regenta Anita Ozores, que es todo una institución, mirando hacia la catedral mientras uno parece escuchar los ronquidos de una ciudad durmiendo la siesta después de meterse entre pecho y espalda una fabadona y un cachopo relleno de cecina de León.
En esta visita -qué buena idea la de cruzar la calle Asturias, donde permaneciera alojado durante mi primer año como estudiante universitario en aquella pensión que era en verdad una jaula de tarados- los panes y los paces, por así decirlo, los tomé en Casa Ramón, en el Fontán.
El Fontán |
Y por primera vez degusté unas deliciosas moscovitas, que no conocía, en la confitería Rialto, casi enfrente de la antigua facultad de Derecho. Gracias, Raque, por esto y por adentrarme en tu tierra astur.
Palomar-Pola de Siero |
También fue mi primera vez en visitar Pola de Siero, a pesar de su cercanía con Xixón. Siempre hay una primera vez. O al menos puede haberla. Me gustaron sus sidrerías, sus chigres. El caldo de marisco está de rechupete. Y el bocarte, idem de lienzo.
Pola es matria y patria de la sidra y del escancie a la antigua usanza. También me llamó la atención su palomar y el mercado de abastos y la colorida y animada plaza de Les Campes, con sus chigres y sidrerías y terrazas. Y el monumento al Carmín, dedicado a los danzarines ataviados con sus trajes regionales.
Plaza de Les Campes-Pola de Siero |
Me encantó conversar con la chica y el padre de una tienda delicatessen, tan campechanos que pareciera que nos conociéramos de toda la vida, hablando ellos en su bable, que a uno se le antoja tan familiar (en mi pueblo se hablaba así hace cuarenta años).
Quizá no repararon (no se lo dije, claro está) en que yo también soy astur y hablo en asturleonés.
El viaje de regreso al Bierzo, por el Huerna, y cruzando posteriormente Luna, Babia y Laciana, fue hermoso. Y ameritan de algunos viajes.
¡Puxa Asturies! Volveremos a degustarte, toda tú.
Otra mirada sobre Asturias.
ResponderEliminarQue honor que te acuerdes de mi Manuel, me hiciste imaginarme en Asturias y sus pueblos, ojalá algún día los pueda ver y disfrutar, tiempo nos falta, biquiños Manuel!
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Qué honor para mí, Elda, conocerte. Y que hayas podido trasladarde desde México a las Asturies. Los disfrutarás, los disfrutaremos. Biquiños.
ResponderEliminarSe puede decir más alto o se puede alargar el texto o, quizá, se puedan agregar imágenes en movimiento, pero lo que no cabe duda es que estas líneas sobre Asturies son dignas de figurar en algún capítulo de una enciclopedia sobre el antiguo reino astur.
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