Hago un alto en el camino, en esta senda de rosas espinadas, con el coronavirus como insignia desconcertante, para adentrarme en un pueblo desconocido hasta hace bien poco, una tierra, Las Merindades, de la que había oído hablar años ha, en concreto al amigo Ferra, que ahora me propone (en realidad, le gustaría que participaran diez autores, cinco autoras y cinco autores) un ejercicio de estilo harto chulo: escribir, al modo de los cuentos del Decamerón, un cuento sobre el coronavirus.
Incluso me dice que le dé publicidad, de cara a que participen aquellos autores/as que lo deseen. Tarea a la que invitamos por supuesto a quienes quieran unirse.
La verdad, es que habría que volver a leer el Decamerón de Boccaccio, esa novela erótica, pillastre, de la Edad Media, enmarcada en la peste bubónica que asolara la bella ciudad de Florencia en 1348 (la historia se repite, con sus variantes). Y que el maestro Pasolini adaptara con su inconfundible sello personal.
Dicho lo cual, regreso a la comarca de Las Merindades, y en concreto a la población de Frías (aguas fridas o frías) en la provincia de Burgos, donde tuve el privilegio, el honor, el gran placer de pasar el primer fin de semana de este marzo, como antesala al encierro que nos esperaba a estos pobrecines mortales. ¿Quién lo hubiera dicho? Pasar del cielo al infierno, a puerta cerrada (Huis Clos, como en la obra de Sartre) en un tris.
Encerrados acaso para torturarnos a nosotros mismos, a resultas de un virus cabrón, que nos tiene a todos en jaque, un virus que irremediablemente acabará por contagiar al Planeta enero. Pero que de momento debemos ganarle la batalla al tiempo en busca de alguna solución.
Así es la vida, hoy estamos en la gloria y al momento ya hemos descendido al Averno, porque no vivimos, por lo demás, en ninguna burbuja. Y estamos expuestos a todo tipo de calamidades y adversidades, de toda índole y ralea, en este mundo global y esta aldea globalizada.
Al menos, tengo el consuelo de haber disfrutado de un finde a todas margaritas, como diría un mexica. Un fin de semana inolvidable en compañía de gente magnífica, con un sentido de la hospitalidad envidiable, como las buenas de Yoli, Amaia y Chus, mujeres inteligentes y divertidas, que nos guiaron por las veredas de Frías y aun de Tobera (tierra de cascadas, batanes y ermitas singulares, donde el agua es arte).
Digo que nos guiaron porque uno iba nomás como acompañante convidado (doble honor) de la buena de Lidia, que resultó premiada en un certamen literario precisamente organizado por la Asociación que presiden estas mujeres, cuya sonrisa a flor de piel y su acento vasco (cabe señalar que Yoli y Amaia son vascas) nos colmó de felicidad.
En todo caso, el pueblo/ciudad de Frías (a unos cien kilómetros de Bilbao, y a unos sesenta de Vitoria) tiene una gran influencia del País Vasco. Y hasta su paisaje se asemeja al de Euskadi, antes por supuesto que al prototipo de paisaje que tenemos de Castilla, por ejemplo, de esa Castilla que nos cantara el bueno de don Antonio Machado en sus Campos, que sin duda entraña mucho lirismo en la 'doradez' de sus trigos ondeando al viento.
Frías en sí mismo (alzada sobre el cerro de La Muela), con sus casas colgadas desafiando la gravedad, con más solera incluso que las de Cuenca, su imponente castillo-mirador sobre un peñasco, sus calles empedradas y todo ese aroma de escenario de cuento, y aun escenario de cine, me cautivó.
Declarado como uno de los pueblos más bonitos de España.
Pero confieso que aun gustándome mucho Frías y Tobera (con sus puentes y esa ermita inolvidable, Santa María de la Hoz, que me hizo recordar en cierto sentido a alguna kasbah del valle del Ourika marroquí, siempre tras analogías acaso inverosímiles. O no tanto), lo que más me entusiasmó fue conocer a gente tan generosa -la palma de oro se la llevan por supuesto las chicas antes mencionadas-, aunque también se mostraron atentos y serviciales la concejala Miriam y el alcalde de Frías, un hombre que tiene relación con León, bueno, Miriam también conoce a María Antonia Gancedo, ex concejala de Ponferrada.
Si al final todo está interrelacionado en una symploké filosófica.
Y me gustó compartir mesa y mantel (todo el finde zampando, madre mía, exquisita su gastronomía, nada más llegar a Frías nos estaban esperando las anfitrionas con un suculento desayuno/almuerzo) con miembros del jurado (Amaia, de Radio Espinosa Merindades, Ángela...) y con otros premiados como Juan (que va por el camino del histórico Terrín Benavides en cuanto a premios ganados en certámenes literarios, hasta es amigo de Terrín, el hombre que más premios literarios ha ganado en el mundo. También ganó el certamen del Botillo de Bembibre y el de Relatos que convoca el Diario de León) y Susana (una joven burgalesa con fuerza lírica) y Ana, la tía de Susana, tendera-artesana-poeta que llegó a obsequiarme con un imán de Frías, lo cual le agradezco mucho porque me chiflan los imanes como recuerdo de los sitios que visito.
La experiencia en la casa rural con los premiados también fue bonita. Una casa rural, la Era de Vadillo, regentada por Sergio, un chaval con raíces bercianas, ahí es nada, que también nos ofreció su hospitalidad.
Olvidaba (no tengo perdón) que Frías cuenta con un espectro conocido coloquialmente como la Beni, lo que le da un glamour añadido a esta ciudad medieval (tiene la categoría de ciudad) de una sin par belleza.
El regreso a León nos permitió hacer otro alto en el camino, cual santos peregrinos, para olisquear el casco histórico de la ciudad de Burgos, con su archiconocida catedral, donde nos encontramos, por pura casualidad, quizá por causalidad, con unas paisanas de mi útero gistredense, madre e hija, que estaban dándose un voltión por la ciudad. Bueno, la hija (Raquel) nos dijo que se quedaría allí durante una temporada por trabajo (a ver cómo se las apaña ahorita con este estado de alarma. Le deseo suerte).
Y ahora, que ha trascurrido algún tiempo, rememoro, desde este encierro vírico, estas andanzas por tierras castellanas, casi vascas.
Ojalá algún día pueda regresar a Frías para reencontrarme con la belleza. Y la hospitalidad de unas mujeres fantásticas.
Va por vosotras chicas.
Muy chulo y gracias por lo que nos toca. Por aquí de momento bien. Saludos a Lidia y gracias por vuestra compañía un saludo chud
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