Hoy es día del Señor (y de la Señora, no nos olvidemos, y de las señoritas y señoritos, ay, entré en delirio, que alguien me eche el alto y me baje de este castaño milenario, una monjita, por fa, que me eche una mano). Un algo de humor siempre viene bien, sobre todo ahorita que debemos permanecer encerrados en casa. Encerraditos, aseaditos y compuestos, prestos para recibir la hostia consagrada, o un hostión monumental. Ya veremos.
Prosternados en arrobo místico ante el Señor, precisamente ante él, que todo lo manda, que todo lo puede y todo lo sabe, él, que ha dejado que se cuele un virus en nuestras moradas, en la morada misma del Señor. O no.
Pobre Señor, qué culpa tendrá de estos enredos entre humanos antropoides. Si somos los humanos, demasiado primates, quienes inventamos la pólvora. Y todas las mierdas que nos están cayendo encima de nuestros cogotes. Pero qué mal hablado y escatológico me estoy poniendo, jo, si es que no hay quien me aguante.
Que somos nosotros, con nuestra maldad (el mal y la maldad existen en el mundo, bien lo sabéis) quienes estamos matando la gallina de los huevos de oro, mientras el gallo, a duras penas, logra entonar un mea culpa de desconcierto en medio de una marejada de pesadillas, una detrás de otra. Y así despeñarnos y caernos en un abismo sin forma ni fondo, que ya es decir. Como la cuadratura del círculo. En una espiral des-acompasada.
Anda, capullín, componte y endereza el paso... 'avállate' por las sendas rectas de Nuestro Señor Mío. Que él, con su Bondad infinita pero limitada (esto habría que discutirlo en la barra del bar, con un vermucito y unas olivas y papitas como aperitivo. Si es que ya estás salivando como un perro de Pavlov), con su omnipresencia, nos salvará del atolladero vírico en que nos han metido (en plural, no mayestático, lo digo). ¿Quiénes nos han metido el miedo y virus en el cuerpo? ¿Quiénes son los responsables de este sin dios? Los responsables, ay, pues los responsables 'semos toos' (¿O no semos toos, primo andalú?), que contribuimos con nuestras mierdas a envenenar la Tierra, maltratándonos, maltratando a animales y vegetales. Envenenando nuestros ríos con la química letal de nuestros residuos y cloacas, envenenando nuestros huertos, trastornando con piensos basura a nuestros herbívoros...
Bueno, todos todos no contribuimos a tal desmadre, que hay gente que ni mata una mosca (y encima pagan justos por pecadores, todo lo acaba pagando el payo el Porro, perdón por tal localismo), mientras otros, armados hasta las trancas, con la megalomanía trepada al quinto pino, se están cargando el Planeta, con sus decisiones, con sus argucias, con sus desvaríos y contaminaciones. ¿No me digas, no me digáis que no necesitamos más cordura en este mundo de la sin razón? ¿Acaso no deberíamos recompensar más y mejor a nuestro personal sanitario? ¿Y qué me decís de los investigadores? ¿No son ellos quienes debieran ganar los millones que ganan los tuercebotas? ¿Qué aportan a la Humanidad los tuercebotas? ¿Qué aporta a la Humanidad tanto circo de poca monta? ¿Acaso no son los obreros, las obreras, quienes mueven el mundo? ¿Y por qué no se les recompensa como es debido? No sólo no los recompensamos, sino que los puteamos hasta decir basta. Y ellos y ellas son quienes nos traen el pan a la boca. Basta ya de farsas. Digámoslo alto y claro, para que se nos oiga.
¿Por qué permitimos que los parlanchines, encima de medio pelo, nos tomen por el pito un sereno, pobres serenos, al vaivén de la intemperie? ¿Por qué no nos damos cuenta de una puta vez de lo que realmente es importante y lo que en verdad tiene valor? Cuántas preguntas, Señor. Puedes tú, con tu omnipotencia, despejárselas a este penitente. Pareciera que estuvieras hablando solo contigo mismo. Contigo y con tu delirio a cuestas. ¿Tal vez estás charlando con el vecino, o con la vecina. Y no has reparado en ello? ¡A lo mejor no te escucha ni el Tato! Y ahora, ¿a qué vienen estas admiraciones? Tú sigue, anda, sigue y prosigue, que alguien, en algún rincón del Orbe, quizá tenga a bien escucharte. Porque el Señor se ha ido en este preciso instante a dormir la siesta, la siesta eterna de los justos. O de los injustos. Qué más da a las alturas a las que nos hemos subido.
Creo que deberías poner orden y concierto a esta retahíla de insensateces. O aparcar el delirio, que no te conduce nada más que algún trastorno de la psique. Crees que todo esto que estás largando sólo sirve para calmar tu nostalgia tal vez por un paraíso perdido. Un paraíso fantaseado. Con fruta fresca y natural. Y hortalizas saludables. Un paraíso rebosante de salud y amor. Ay, el amor, los afectos, que podrían mover montañas, y ríos y mares.
¿Hay alguien normal por ahí, por ende en bajo, como decía un paisanín? ¿Alguien puede escucharme? Pues que me ayude a salir de este encierro. Y me dé luz, esa luz que embellece la realidad, la vida. Y nos vuelve a todos y todas (va por los académicos y académicas de la lengua, la real y la ficticia) alegres y prestos para continuar en la batalla. ¿Alguien dijo que esta era una guerra? ¿Hasta cuándo durará? ¿Y luego sufriremos los sin sabores de la posguerra? ¿El virus causará tanto mal en el mundo que seamos incapaces de abrazarnos de nuevo, apestados que andamos todos en la esquina de nuestras rumiaciones?
La normalidad, el sentido común, que a veces es un sin sentido, la razón, la lógica, la ciencia, la filosofía, ¿dónde han quedado? ¿Por qué seguimos en el oscurantismo, como en la Edad Media, con la peste negra? ¿Por qué seguimos siendo tan miedosos, acaso no hemos madurado lo suficiente?
¿Y qué me decís de la ignorancia? La ignorancia como arma poderosa con la que juegan los tiburones a la bolsa. La bolsa de la guita. Somos unos 'probines' en manos de unos tiburones, que nos zampan sin escrúpulos.
La ignorancia, el miedo, las castas...
Ah, sí, ahora recuerdo que estaba hablando de algún virus. Debí quedarme traspuesto en mi siestecica.
¿Pero no hay un mogollón de virus en el mundo (el Sida, por ejemplo, sigue matando a miles de personas en el mundo, sobre todo en África), y plagas, y contaminación, y hambruna, y pestes y asesinatos y todo tipo de barbaridades y aberraciones... Causadas de un modo directo o indirecto por los humanos, demasiado humanos. Bestialitiquines que 'semos'.
¿Habrá sido un sueño pasajero o una insoportable pesadilla del ser? Ser o no ser, estar o no estar, he ahí la cuestión.
Como pulgas encima del perro, eso somos. Como pulgas que se pelean por ver cuál de ellas es la propietaria del perro. Así hasta que un día, el perro, decide despulgarse y las pulgas vuelan y se estrellan en la cruda realidad
ResponderEliminarLa filosofía contemporánea no es más que onbliguismo... Unos cuantos hiperlistos diciendo obviedades del siglo XIX... Y otros tantos imbéciles dándoles pábulo... La "filosofía de la ciencia", le dicen... Olvidando la "esencia" de la filosofía... Que somos los humanos... Idéntica cosa pasa con la economía... Y así tenemos filo _filósofos y pan _economistas. Salud
ResponderEliminarNos arrastra la corriente porque somos lo que no somos, como humanos en su conjunto. Y todo lo traducimos a guerra.
ResponderEliminarUna insoportable realidad, sin más
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