El miedo guarda la viña, decían otrora en mi pueblo. El miedo es libre, se dice en el lenguaje cotidiano. El miedo a la libertad. Ese sí que es un gran miedo. Auto-destructor. El miedo a nosotros mismos. El miedo a lo diferente. El miedo al Otro.
El miedo, sobre todo si es irracional, causa estragos en el ser humano. El miedo nos tiene paralizados, como si nos hubieran amenazado con el hombre del saco, o el sacamantecas, y estuviéramos todos cagaditos (disculpad el término escatológico).
El miedo, en tiempos a un dios tirano y castigador, y ahora a un virus de mierda, nos tiene esclavizados, literalmente amarrados a la pata de la mesa, encerrados en este mundo tarado y vuelto del revés, en esta casa del diablo o del infierno. Que más da. No hay más infierno que este mundo. Y no hay más cielo que esta Tierra. El infierno son los otros. Nos dijo Sartre. O es uno mismo. Todos somos en cierta medida cielo e infierno.
Cielo e infierno es un conmovedor disco de Vangelis.
Nos creíamos dioses y diosas en el olimpo de los elegidos y somos unos pobrecitos mortales, para más inri agarrados por huevamen u ovariamen, permitidme estos palabrines.
El miedo, que es consustancial al ser humano (tal vez por eso se inventaron los dioses y las diosas), es algo que sabe manejar muy bien el poder establecido, los poderes en general, para paralizarnos, dejarnos noqueados, hacer de nosotros a su antojo. El miedo a quedar sin trabajo, el miedo a quedar sin dinero, sin techo, sin nada... el miedo a morir, el miedo a todo, el miedo al miedo. Rizando el rizo de la melena afro (perdón por esta salida de tono).
Qué este virus infame no pille a la población subsahariana, que la va a dejar temblando del susto.
¿Pero por qué tenemos tanto miedo, si la historia nos dice que siempre ha habido y habrá pestes, epidemias, pandemias... todo tipo de adversidades y contratiempos... guerras, holocaustos, hambrunas...? Si ya nos sabemos el cantar de los cantares, ¿por qué ahora iba a ser diferente?¡Porque somos acaso mejores, más guapos y aseaditos que quienes nos han precedido!
Pues no tengamos tanto miedo, si de todos modos acabaremos muriéndonos. Hasta algún vídeo he visto recientemente en el que se dice, a modo guasón, naturalmente, que todos los españoles acabaremos muriendo, todos los españoles y no españoles. Antes o después. Pues la muerte es nuestra única certeza.
Y cuando nos llegue la muerte, ya no podremos dar fe del cuento, como quizá dijeran los filósofos estoicos, re-interpretados en estos momentos por mi prisma psicodélico.
Un chute de alegría nos vendría bien en este tiempo de angustias y virus. Pero resulta complicado hacer la vista gorda a algo que nos meten por los ojos a todas horas. Quieras o no. Nos desayunamos, almorzamos y cenamos con el virus. Es nuestra nutrición.
Nos volvemos chalados porque nos saturan de información, nos chutan con ruido informativo, nos dicen una cosa y luego la contraria, nos marean, nos zarandean.
Hay gente que se está muriendo (esa es una realidad), hay gente que se contagia (siento mucho tu contagio, Olga, y espero que pronto salgas recuperada, siento que algunos oriundos de Noceda también estén infectados, les deseo lo mejor...). Siento, porque soy humano, porque soy sensible, porque no puedo evitarlo.
Siento que acabemos todos infectados. Pero debemos armarnos de valor y afrontar la situación, con nuestro mejor rostro. Hacer corazón de tripas (¿o es al revés?). Y levantar el ánimo, porque además eso hace más fuerte nuestro sistema inmune.
Desde los medios, que están al servicio del poder (no lo olvidemos) nos bombardean literalmente con misiles víricos. Nos contagian por todos los poros del intra-ánima. Nos contagiamos nosotros mismos, sólo de pensarlo. Y así en este plan de planes.
Por tanto, hagamos un esfuerzo aún más.
Venga, ciudadanía del mundo, no os dejemos amedrentar por un virus.
Quién dijo que la vida era fácil. Quién nos metió la Gran Mentira por los ojos.
La historia se repite, ya lo sabemos, y la peste bubónica del Medievo, a la que hace mención Boccaccio en El Decamerón, tiene lugar ahora bajo el coronavirus (hasta perece lindo el nombre bajo su máscara ponzoñosa, como de rey mago trepado a un dromedario que surcara un firmamento de dunas. Haylos y haylas que pensarán en otras coronas. No me sean malpensados).
En estos momentos estoy releyendo El Decamerón (un tochito considerable), un volumen con historias para troncharse, de celos, de infidelidades, de picaresca, como la del sordomudo ficticio, imaginario, que se hace el mensito y el mudito, metiéndose en un monasterio, y acaba beneficiándose a las monjitas, o mejor dicho, ellas se aprovechan de él creyendo que es un tolín.
La historia es cíclica. El río se desborda y vuelve a su cauce. Si bien es cierto que estamos maltratando (a) la Madre Naturaleza. Y ésta nos acaba devolviendo sus coces en forma de maremotos, terremotos, volcanes en erupción... Maltratamos a los animales (vacas locas, gamusinos esquizoides...) y ellos nos devuelven la basura que les procuramos.
Aprendamos, reflexionemos, seamos más empáticos, pongámonos, eso mismo, en el lugar de los otros. Los otros especulares.
No seamos tan cabrones, tan egocéntricos, tan relamidos. Porque polvo somos y en polvo nos convertiremos. Pero por el momento sintamos el placer del día a día, con poco o nada, porque a fin de cuentas la vida es un milagro, aquí y allá. Milagro, no en sentido religioso, sino en el sentido literal del término. Vivir cada día es un auténtico regalo.
La vida es un gran obsequio. Que algunos aprovechan, eso sí, para beneficiarse de los demás, para enriquecerse a costa de los demás. Para vivir la vida de varias generaciones, sin vivirla, porque la vida es finita. Y no da para mucho. O sí. Depende de lo que se ansíe.
Ha llegado la hora de abrazarnos.
Sin miedo, sin miedos, por favor.
Muy lúcidas tus reflexiones Manuel. Conservemos la calma y no perdamos la cordura.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy bueno, Manuel. Estupenda reflexión.
ResponderEliminarMaravillosa reflexión de un paisano!!!
ResponderEliminarMe gusta lo que dices, cómo lo dices, y en qué andas, apelando al gracejo que nos están secuestrando... gracias, Manuel... hay que seguir meditando en un aparte de tanta basura en tiempo real, de este ruido blanco que nos devora la eternidad del alma...
ResponderEliminarTodo es un absurdo. ¿Cuantos seres mueren en este holocausto del siglo XXI ahogados en el Mediterráneo mientras, uba vez más, nos tocamos los huevos? El virus somos nosotros. Y es la gran excusa de un capitalismo que hace años pierde fuelle por todas sus costuras.
ResponderEliminarMuy buen escrito, Manuel, una gran reflexión entre lo absurdo, lo racional y el limbo que luchan contra un monstruo gigante que es "miedo". Una pandemia que neutraliza y paraliza al ser humano, para lo que hay que luchar con la meditación, el raciocinio y la motivación. Muy buena la metáfora que hacer con la monja.
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