Foto: Tomás Álvarez * |
El pasado viernes 31 de enero tuve la ocasión de presentar del agua y del tiempo en Astorga, de la mano del gran periodista y escritor Tomás Álvarez, quien me dedicó estas entrañables palabras, las cuales reproduzco en este blog.
Agradezco, querido Tomás, tu lectura y análisis de este librín,que tantas satisfacciones me está procurando. Y por supuesto que hayas tenido la generosidad de presentarme en Astorga, en la Casa Panero, lugar emblemático, ante un auditorio numeroso y entregado.
Fotos: Cortesía de la poeta y narradora Lidia Fos. Mi gratitud para ti, querida Lidia.
Fotos: Cortesía de la poeta y narradora Lidia Fos. Mi gratitud para ti, querida Lidia.
Tomas Alvarez
1 de febrero a las 11:55
Del agua y del tiempo, de Manuel Cuenya, es un excelente libro que anoche me tocó presentar junto con el autor, en la Casa Museo de Leopoldo Panero.
*En la foto, las montañas de Gistredo, un espacio bienamado por el escritor berciano, vistas desde los montes de la Cepeda)
http://tomasalvarez.com/manuel-cuenya-agua-y-tiempo.htm
Manuel
Cuenya: Del agua y del tiempo
Palabras de Tomás Alvarez en la
presentación del libro Del agua y del tiempo, del escritor leonés Manuel
Cuenya.
Del agua y
el tiempo
Por
Tomás Alvarez
“Que el mundo es horrible es una verdad que no necesita demostración”. Ya en la primera página, Manuel Cuenya conmociona al lector con este trallazo que corresponde a un escrito de Ernesto Sábato.
…Y continúa
con una serie de consideraciones sobre la voracidad de los seres humanos y el
afán de los controladores del mundo por reducir a la humanidad al papel de un
rebaño, para acabar incitando al lector a soñar, buscar la belleza y
convertirse en música.
Así es
Cuenya, y así su obra, en la que hay desgarro, tragedia, amor, belleza y
poesía.
Podría
parecer a algunos esta obra una creación contradictoria, pero en realidad no lo
es. Es más bien una visión del mundo a través de una mirada hiperestésica,
capaz de percibir con exaltación los sufrimientos, dolores y amores, el
desgarro por la injusticia o el gozo por sentir algo tan sencillo como el rumor
y la transparencia del agua.
Gracias
Manuel por invitarme a esta presentación. Es la segunda vez que presento un
trabajo tuyo. Hace algo más de dos años fue con tus “Mapas afectivos” y ahora
es con Del agua y del tiempo.
Cuenya es un
hombre muy ligado a la cultura, profesor, escritor… Aparte de los libros
citados tiene otros varios como Trasmundo, Viajes sin mapa, Guía de Bembibre,
el Bierzo y su gastronomía y la fragua de Furil; escribe en diversos medios y
edita una revista cultural la Curuja.
De su último
libro, Del agua y el tiempo, he de decir que su lectura me ha emocionado.
De principio a fin.
Y el placer
de esa lectura –créanme- facilita inmensamente mi participación porque cuanto
elogio vaya a hacer de la obra será algo realmente sentido por mí.
Latido existencial
Latido existencial
Me enganchó
el libro desde el primer capítulo, que arranca con la dedicatoria a un hombre
que me honró con su amistad: Ernesto Sábato.
Y esa
dedicatoria viene perfectamente a cuento, porque en todo el libro hay un latido
existencial, una vivencia acusada de los sentimientos, las angustias,
esperanzas, la lucha contra el tiempo y la estupidez humana, manifestada en el
destrozo del universo, las guerras o sencillamente el aullido sordo de los
muertos que permanecen en las cunetas de España.
Personalmente,
admiro a los intelectuales en cuya mirada, en cuyos escritos y en cuyas obras
se detecta el amor y el compromiso con la tierra.
Sábato,
precisamente, tenía ese compromiso. Hablamos muchas veces de estas cosas en los
días en los que la Dictadura argentina agonizaba. Sabía de su dolor por los
desaparecidos en la Escuela de Mecánica de la Armada, sabía del dolor por las
atrocidades de las Fuerzas Armadas y la humillación del Pueblo. Y ese dolor
existencial lo traspasaba a sus lienzos.
La primera vez que fui a su casa a tomar el té, con él y su mujer, Matilde, me quedé impresionado por sus lienzos expresionistas en los que se detectaba la tormenta que azotaba su mente: le dolía el país.
La primera vez que fui a su casa a tomar el té, con él y su mujer, Matilde, me quedé impresionado por sus lienzos expresionistas en los que se detectaba la tormenta que azotaba su mente: le dolía el país.
Empecé con
la frase se Sábato recogida por Manuel Cuenya: “Que el mundo es horrible es una
verdad que no necesita demostración”.
Pero esta
frase condenatoria no es absoluta. Recuerdo hablar con él intimidades que
prueban la belleza de la vida. Sábato era un experto científico conocedor de
los temas de la Energía Atómica y la Física cuántica. Pero en 1943 abandonó su
brillante carrera y se retiró a una hacienda solitaria del interior de la provincia
de Córdoba. No tenían luz eléctrica en casa, pero él recordaba como la hacienda
estaba iluminada por la luz de su mujer, Matilde, y de su hijo recién nacido,
Mario. El mundo no es tan horrible, pues.
Tuve la
suerte de gozar a un tiempo de una magnífica relación de amistad con él y
también con Borges. Con Sábato me encontraba ante el pueblo doliente, con
Borges me hallaba ante el loco que por las noches hablaba con Virgilio y que en
la mesa del restaurante contaba divertidos chistes e historias de judíos,
emigrantes y porteños.
Eran dos
modelos intelectuales… Uno en la tierra y el otro fuera del tiempo.
Sinceramente, siempre me incliné hacia aquellos que sienten con más vigor el
pálpito del pueblo y de la tierra.
Manuel
Cuenya está en esta línea.
En ese
primer capítulo ya se detecta a la par el amor al territorio con la
preocupación por un mundo en el que los poderosos marcan a fuego en la
humanidad la vocación gregaria del rebaño.
También en ese primer capítulo se adivina que la angustia existencial se atenúa mediante el amor a los demás, a la vida y la belleza.
También en ese primer capítulo se adivina que la angustia existencial se atenúa mediante el amor a los demás, a la vida y la belleza.
Hay varias
partes diferenciadas en su libro. La primera es Matria.
Matria es la
tierra del escritor, el mundo de Gistredo; con un cielo poblado de aullidos de
lobo y cantos de aves de ribera, un olor a madera vieja y a heno reseco, y una
sociedad de gentes que habitan o habitaron estas tierras, desde labriegos a
mineros silicóticos, pandereteras o incluso los cadáveres de los
luchadores que murieron por balas asesinas y aún yacen bajo el barro de las
cunetas.
Comparto con
Cuenya también el amor a Gistredo.
Para quienes
no les suene mucho el nombre explicaré que Gistredo es una sierra de los
Montes de León, que va desde el valle del Tremor al del Sil, con veinte
picos por encima de los 2.000 metros de altura, y cuyas nieves ponen un fondo
blanco buena parte del año a los paisajes de la Cepeda, por donde paseo cada
día.
Memoria y
muerte
Sobre el
espacio definido en Matria, el útero de Gistredo, hay unos seres que habitan en
unos pueblos menguantes donde lo que más crece son los cementerios.
“Intentas
abrir la persiana del porvenir y sólo encuentras vísceras” dice Cuenya.
¿Vale la
pena soñar- se pregunta en uno de sus relatos- en un campo de exterminio donde
la poesía dejó de tener sentido mientras la sangre mana por las alcantarillas
de la doble moral?
Se suceden
textos de gran vigor, y se alude en varios de ellos a los asesinados, porque
el tiempo no borra las heridas, ni la memoria. Y los barrancos siguen oliendo a
carne fratricida.
Es un texto en el que asombra el vigor expresionista de las descripciones, en las que a veces nos descubre un paisaje que nos recuerda al lugar de Comala del mejicano Juan Rulfo.
Es un texto en el que asombra el vigor expresionista de las descripciones, en las que a veces nos descubre un paisaje que nos recuerda al lugar de Comala del mejicano Juan Rulfo.
Amor y Vida
Amor y Vida
es la siguiente parte del libro, y en mi humilde opinión es la más maravillosa.
El alma del escritor, aterida por el terrible paisaje humano de nuestro tiempo,
la alienación y la barbarie, se serena y glorifica con la vida, la belleza, la
armonía y el amor.
El amor y la pasión reordenan el mundo. Y lo siembran de esperanza:
El amor y la pasión reordenan el mundo. Y lo siembran de esperanza:
Caminaremos
sin fin
a través de sendas de amor
Atravesando puentes, cascadas, montañas y lagos
Hasta alcanzar el éxtasis…()
Tocaremos el cielo
Desde el balcón de nuestros sueños
Y viviremos en la cumbre nevada de las ilusiones
a través de sendas de amor
Atravesando puentes, cascadas, montañas y lagos
Hasta alcanzar el éxtasis…()
Tocaremos el cielo
Desde el balcón de nuestros sueños
Y viviremos en la cumbre nevada de las ilusiones
De
otras sendas
Varios
trabajos aluden en el siguiente apartado a la incierta búsqueda de la
felicidad.
Desde la
angustia, Manuel Cuenya incita a volar, a luchar por los ideales, a sentir, a
amar.
En otros
trabajos redescubrimos al Cuenya viajero por México o Israel. En este último se
refiere al sarcasmo de la Navidad en una tierra árida armada hasta los
dientes.
“Al otro
lado, tu Jerusalén milagrera te espera con brazos de fusiles y ojos
ensangrentados”, - dice este escritor berciano que contrapone el rostro
ingenuo y sonriente de la Navidad con la historia de genocidios y holocaustos.
Dioses
humanos
Termina su
andadura con un breve epígrafe titulado “Dioses humanos”, que se cierra con un
emocionante Me enseñaste a volar.
Es un texto
escrito que Manuel arranca de sus entrañas para explicar el dolor, tras la
muerte del padre: “Hay días –Manuel- que mejor sería arrancarlos del calendario”
Manuel
Cuenya nació en un valle del Bierzo… pero su mirada es universal y la temática
del libro nos lleva cuestiones fundamentales de la existencia y la dignidad del
ser humano.
En “Del Agua
y del tiempo” el lector hallará mucho más que ciento veinte páginas en
las que se tocan asuntos trascendentales con una pluma cargada de vigor, a
veces llena de lirismo, otras con magníficos trazos expresionistas.
Sinceramente, recomiendo la lectura de la obra.
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