Corvara, Val Badia |
Canazei |
Siento una fusión con el paisaje, acaso como un romántico que sintiera la naturaleza como algo divino, que lo es. La Naturaleza es divina. Y uno es un romántico de la época actual o un pos-romántico.
Un viaje al corazón calizo de las montañas, que encierran el misterio de la belleza, es una experiencia inolvidable. Un rito cuasi místico que entraña mucha emoción.
La Marmolada |
Desde el refugio de Castiglione Marmolada contemplo, bajo la lluvia, un glaciar de otrora con la perplejidad de un niño que mirara el mundo por primera vez, con asombro y devoción.
El refugio de Castiglione, que Álida y Jordi conocen bien, se me antoja un sitio estupendo para reponer fuerzas tomando una pasta con corzo. Y un strudel de postre. De repente, el verano se transforma, a estas alturas, en una especie de invierno.
La Marmolada es, cabe señalarlo, el pico más alto de las dolomitas, superando los 3000 metros.
Dolomitas de Brenta |
En el fondo uno lleva su paisaje, la memoria de su paisaje, adonde quiera que va. Y hasta las dolomitas me hacen fantasear con las hoces de Vegacervera.
Las dolomitas (lo digo en femenino, que es lo correcto, según me cuentan) configuran el paisaje del Trentino Alto Adige, una zona que también está salpicada de bellos lagos. Y castillos que nos hacen fantasear con el romanticismo, una vez más.
Lagos y castillos en un entorno privilegiado, con nieve en invierno (habría que visitarlos en esta estación) y coloridos en verano. Uno quisiera algún lago para Noceda del Bierzo (se dice que, hace millones de años, Noceda puedo haber sido un lago), incluido un castillo, por ejemplo, en las Peñas de la Gualta, dominando el valle uterino. Pues eso, prosigamos soñando.
Lago Molveno, al fondo dolomitas de Brenta |
El Oeste del Trentino resulta igualmente fascinante, atravesando el Val di Non o el valle de los manzanos (una sidrina vendría bien para combatir el calor de principios de julio) y visitando los lagos de Molveno y Toblino.
Lago Molveno |
El azulado y turístico lago de Molveno, a los pies de las dolomitas de Brenta. Y el lago Toblino con su castillo, que me traslada, bajo su luz irreal, a una época romántica, tal vez a ese filandón que organizaran a orillas del lago suizo de Leman, en Ginebra, Polidori, Lord Byron y la propia Mary Shelley, entre algún otro como su amantísimo novio Percy B. Shelley (enterrado en el cementerio protestante de Roma), logrando Mary llevarse la gata al agua con esa obra extraordinaria que es Frankenstein (me enternecen los pasajes en que el monstruo toma la palabra, para decirnos, a grandes rasgos, que sólo necesita amor, una mujer a su imagen y semejanza, con quien compartir amor).
Bueno, Polidori, el médico de Byron, también consiguió escribir El vampiro.
Pues sí, el lago de Toblino me hizo viajar a otra época, a otro tiempo impregnado de romanticismo y tal vez de literatura fantasmagórica.
No me extraña que los viajeros románticos sintieran una hipnótica fascinación por los Alpes, por las grandes montañas, por la belleza del abismo. Y también por esos lagos de los que brotan los monstruos y las leyendas.
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