Soy París, todos y todas somos París en estos
momentos de tristeza, después de la barbarie cometida a sangre fría por unos
fanáticos en la ciudad más turística del mundo, la urbe en la que viven miles
de extranjeros, un buen número de españoles y españolas, entre los cuales se
hallan, por ejemplo, la pintora berciana Ángela Cobos, originaria de Noceda, la
actriz ponferradina Otilia Laiz, a quien recuerdo en su papel en ‘La
comunidad’, de Alex de la Iglesia, o bien el cineasta Chema Sarmiento, que
recientemente estuvo en Santa Marina de Torre para recoger la Pica de Oro, que
le concediera la Asociación Carqueixa. Uno mismo vivió en la capital francesa
en la década de los noventa, época en la que la ciudad de la luz exhalaba un
tufo violento, sobre todo en determinados barrios periféricos, pero también en
el corazón de Châtelet-Les Halles o en el multirracial Faubourg Saint-Denis.
Ayer, en La Nueva Crónica.
Je suis París
París, que ya sufriera los graves atentados contra ‘Charlie
Hebdo’ a principios de este año, se ha convertido en el escenario predilecto de
los yihadistas para rematar su faena con este surrealista crimen contra cientos
de personas, contra la humanidad, en definitiva, como nos recuerda el
presidente Obama. Surrealismo en estado salvaje, tal como en su día llegara a
imaginar Luis Buñuel, uno de los cineastas más originales que ha dado el
llamado séptimo arte. Hoy, el creador de ‘El fantasma de la libertad’ se
quedaría a buen seguro sobrecogido con esta puesta en escena, impregnada de locura,
porque la vida (en este caso la muerte brutal) siempre supera cualquier
ficción.
Ahora me siento conmocionado. Me pongo en la piel de
las familias de todas las víctimas, me religo con ellas a través del dolor y el
espanto, mediante el afecto, y sospecho que esta guerra –porque esta es una
guerra en toda desregla- no ha hecho más que empezar. Y no lo digo con afán
pesimista, antes objetivo, habida cuenta de que los terroristas islámicos han
decidido (hace ya tiempo) tomarse la venganza por su cuenta y riesgo, heridos,
en su fuero interno, porque el mundo Occidental (con los Estados Unidos a la
cabeza) han arrasado literalmente, con sus bombas y sus misiles, algunos de sus
países. Y, como es habitual en esta vida absurda por instantes, siempre pagan
justos por pecadores. Los peces gordos, los cabrones de altos vuelos, las arman
pardas (utilizando, en este tablero de ajedrez perverso, peones con el cerebro
lavado y planchado), ya sean de una religión u otra, de una cultura u otra,
mientras el pueblo acaba pagando todos los platos rotos. Y a partir de estos
tiempos nuevos, tiempos salvajes, nadie estará a salvo en este mundo
deshumanizado, vuelto del revés, porque nos tendrán agarrados por las pelotas,
esclavizados al miedo y al horror (control férreo y despótico), con la
consiguiente y absoluta falta de libertad. Si antes, cada vez que viajábamos a
algún país, nos trataban a baquetazo, como a borregos, y nos miraban hasta la
talla de nuestras prendas interiores, a partir de ahora nos radiografiaran el alma.
Y nos la acabarán robando o mutilando. El odio hacia el Otro (Otra) se
incrementará, con el consiguiente disparo de la xenofobia, los muros, las
alambradas y las fronteras se alzarán de nuevo (en realidad siempre han estado
en pie, no sólo en “tierra santa”, sino en todo el orbe). Los países ricos
seguirán explotando y vendiendo sus armamentos a los pobres. Y la historia de
la infamia y la perversión continuarán. Muertos ya en vida, ni viajar fuera del
país podremos. Vaya panorama. Je suis
París pero también soy español y oriental y ciudadano del mundo, porque nada de
lo humano me es ajeno.
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