Palabras para… En los últimos tiempos
parece que nos rondaran y aun persiguieran las palabras. Hamacarse en las
palabras, acostarse con ellas, es un ejercicio saludable y excitante, que a uno
le sigue procurando éxtasis. Pura levitación. Como si de repente me pusiera a
girar en plan peonza, véase a los derviches giróvagos, en medio del espacio
interestelar. El pasado ‘finde’ se
celebró el Día Internacional de la Poesía, lo que fue un buen motivo para
acercarme, siempre en excelente compañía, a la ciudad de Astorga, donde se
daban cita algunos y algunas grandes de la lírica leonesa, que nos deleitaron
con sus versos, incluso un joven del público, que nos enganchó con su defensa
de las mujeres sometidas al yugo castrador de nuestra sociedad deliberadamente
machista. Esa tarde en Astorga, que también era día de reconocimiento a la
mujer, se me antojó, una vez más, una gran ocasión para reflexionar sobre la
poesía, que es y debería ser siempre vida, y me emocionaron algunos de los poemas
que allí se “entretejieran” y leyeran, además de uno que recitara una poeta, de
un modo magistral, del genio Lorca (que me sigue trastocando con su duende), o
bien se cantaran, como el ya clásico ‘Palabras para Julia’, del poeta José
Agustín Goytisolo, el hermano de otros grandes de la literatura en mayúsculas: Luis
y Juan, sobre todo éste último, por cuya obra siento auténtica devoción. A uno,
más allá de celebrar el Día de la Poesía, que es algo esencial, le gustaría
vivir en un permanente estado poético, y hasta transformar lo cotidiano vulgar,
la realidad grosera, que a veces nos envuelve con su fétido aliento, en algo artístico,
hacer de la vida y con la vida poesía, en estado puro, ser sublime sin
interrupción, como quisiera el autor de ‘Las flores del mal’, devolver vida a
la literatura, como pretendiera Henry Miller, vivir, en definitiva, la poesía
día a día.
Astorga, la ciudad de la estirpe
Panero, tristemente ya desaparecida, la ciudad del chocolate y las mantecadas,
la cecina y el palacio episcopal, celebró por todo lo alto el Día de la Poesía.
Y eso es de agradecer en estos tiempos, malos para la lírica -creo que nunca, a
lo largo de la historia, han sido buenos-, donde lo que prima e impera es la
dictadura del capitalismo salvaje, que todo lo traduce o procesa en
dinero-mierda, la moneda de cambio con la que algunos y algunas prostituyen su
espíritu (en ocasiones también su cuerpo). Como cada miércoles, éste también,
me reencontraré con mi grupo de teatro maragato y pronunciaré unas palabras
para… Astorga.
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