La
exposición del fotógrafo Robés en la Casa de las Culturas de Bembibre me ha
devuelto a La Habana, esa ciudad que me fascinó la primera vez que la visité,
hace ya algunos años, y a la que tuve la ocasión de volver posteriormente,
quizá para intentar entenderla un poco más y mejor, porque las ciudades, como
las personas, requieren de tiempo y dedicación para llegar a medio conocerlas o
conocerlas. En mi último viaje a la capital cubana coincidí, en la Plaza de
Armas, con el inolvidable Mario Gaviria, un prestigioso sociólogo con quien compartí
agradables momentos en esta bella y decadente ciudad, que el artista
villafranquino Robés nos muestra ahora -antes ya lo hizo en Ponferrada y en
León- a través de luces contrastadas, “por donde anidan los sentimientos...”.
Unas sugerentes
imágenes en blanco y negro que nos adentran en sus gentes y sus paisajes
urbanos: rostros cuarteados de hombres y mujeres fumándose un puro, niños con
la sonrisa de la esperanza y a veces con la mueca de la incertidumbre, mujeres
sensuales, ‘almendrones’ destartalados que te conducen a orillas del Malecón y por
las calles de la ciudad… Estampas llenas de fuerza y de vida que nos acercan a
un mundo, que parece otro, y que en realidad lo es, porque no hablamos de una
ciudad cualquiera, donde la vida diaria se torna del color de las amapolas,
sino de una experiencia a todo dar, una locura, un lugar único, sobre todo si
uno tiene que inventarse y reinventarse, ‘conseguir’, algo habitual entre la
población habanera, habida cuenta de la situación política y económica que vive
la isla caribeña desde hace años, muchos ya, bajo un sistema dictatorial, falto
de libertades, cuya sociedad está sometida y controlada de un modo
inimaginable, y donde hasta los propios vecinos o vecinas (los chivatos y
chivatas, nomás) podrían delatarte por contrarrevolucionario y truncarte la
vida. La Habana son muchas habanas, que a uno como ‘yuma’ le resultan
incomprensibles, puro surrealismo, por más vueltas que le de al asunto.
‘Suite Habana’, ‘Habana blues’, ‘Buena
vista Social Club’, La Habana que nos han enseñado tanto Zoé Valdés, Cabrera
Infante o Pedro Juan Gutiérrez, incluso La Habana de Lezama Lima, y por
supuesto La Habana que ha retratado Robés, con mirada acariciadora y neorrealista,
además de la que uno mismo ha tenido la suerte de conocer gracias a ilustres
como Gaviria y algunos otros oriundos, me han marcado de un modo definitivo y
me han ayudado a saborear el aroma a ron y guarapo de una tierra familiar y a
la vez lejana.
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