Si bien no pude acudir ayer lunes a Astorga, invitado por la Concejalía de Cultura, Eduacación e Igualdad de esta ciudad episcopal y gaudiana, sí escribí este texto en homenaje a Miguel Castaño y la libertad, que leyó la Concejala de cultura, Mercedes Rojo.
http://www.lacronicadeleon.es/2013/05/20/vivir/la-exposicion-de-miguel-castano-como-reivindicacion-de-la-libertad-de-prensa-183759.htm
http://astorgaredaccion.com/not/1367/la_libertad_de_prensa_como_trasfondo_de_la_inauguracion_de_la_exposicion__miguel_castano__politico_y_periodista_/
Con motivo de la exposición que se inaugurará en Astorga sobre Miguel Castaño, quiero rendirle mi pequeño homenaje a este periodista y político leonés, quien fuera Diputado en Cortes por León y alcalde de esta ciudad durante la II República. Fusilado a manos del ejército franquista unos meses después de que estallara la Guerra Civil/Incivil por atreverse a ejercer la libertad de opinión, de pensamiento, de expresión, Miguel Castaño luchó por una sociedad más justa y democrática. Ese es el precio que a veces (muchas, por cierto) se paga cuando uno aspira a ser libre, nomás, en un mundo castrador, sobre todo en tiempos de convulsión, de crisis, no sólo económica, sino anímica, espiritual, en definitiva.
http://www.lacronicadeleon.es/2013/05/20/vivir/la-exposicion-de-miguel-castano-como-reivindicacion-de-la-libertad-de-prensa-183759.htm
http://astorgaredaccion.com/not/1367/la_libertad_de_prensa_como_trasfondo_de_la_inauguracion_de_la_exposicion__miguel_castano__politico_y_periodista_/
Con motivo de la exposición que se inaugurará en Astorga sobre Miguel Castaño, quiero rendirle mi pequeño homenaje a este periodista y político leonés, quien fuera Diputado en Cortes por León y alcalde de esta ciudad durante la II República. Fusilado a manos del ejército franquista unos meses después de que estallara la Guerra Civil/Incivil por atreverse a ejercer la libertad de opinión, de pensamiento, de expresión, Miguel Castaño luchó por una sociedad más justa y democrática. Ese es el precio que a veces (muchas, por cierto) se paga cuando uno aspira a ser libre, nomás, en un mundo castrador, sobre todo en tiempos de convulsión, de crisis, no sólo económica, sino anímica, espiritual, en definitiva.
La libertad, ese bien tan preciado, ese
tesoro, que nos convierte en verdaderamente humanos. El ideal de libertad en un
mundo cada día más controlador, acaparador, donde se impone un sistema
antropófago, apisonador, que nos acaba devorando. El Gran Hermano nos esclaviza
y nos conduce por sus veredas. En realidad, todos y todas formamos parte de
este gran rebaño (aunque tendemos a auto-engañarnos), que habitamos los
primeros, segundos, terceros… y aun quintos mundos, en los que los propios vecinos
y vecinas podrían convertirse, llegado el caso (con frecuencia, me atrevería a
decir) en “chivatos” del poder imperante. Dispuestos a juzgarnos, como en un
proceso absurdo, kafkiano, y a condenarnos al infierno. El infierno, en verdad,
no son sólo los otros sino uno mismo.
La telepantalla
gigante, inmensa, nos vigila donde quiera que nos hallemos y nos impide
comportarnos con absoluta libertad. Estamos viviendo, desde hace tiempo, bajo
el yugo de la esclavitud (otra forma de esclavitud posmoderna) en la que
predomina el tener sobre el ser. Y ahí que nos tienen agarrados. Vivimos, desde
hace años, en un mundo distópico, como el que propusieran Orwell en su
legendario 1984 o Huxley en Un mundo feliz. Libertad o felicidad. He
ahí el dilema.
Vivimos dopados por un supuesto
bienestar, que no es tal (en el llamado Tercer Mundo ni siquiera podemos hablar
de bienestar, antes al contrario) y dejamos de ser libres, de ejercer nuestra
libertad (esa, la que debiera guiar al pueblo) en el momento en que sucumbimos
al hiper-capitalismo despótico, a los “ismos” (fascismo, nazismo, comunismo…)
que desean a todo trapo darnos candela, meternos en vereda, reducirnos a meras
marionetas, simples números, autómatas, acabar con nuestra libertad personal,
social.
Deseo que, a través de este homenaje a
Miguel Castaño, tomemos conciencia, al menos, del mundo en que vivimos, y
hagamos valer nuestra libertad (y la de nuestros congéneres) por encima de
todo.
Un canto a la libertad como algo
posible, realizable, en un mundo difícil, en manos de un ente monstruoso, del
cual formamos parte y partida, no lo olvidemos. El miedo a la libertad también
nos configura.
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