En México sentiste la vida
como si
fuera la muerte
rozándote
bajo el volcán de las pasiones. 
Después de un tiempo
enroscado al universo
lograste entrar
al fin
por la puerta del mezcal
no bien le hincaste el diente
al hongo
ya estabas caminando
sobre el ombligo de la luna. 
En México
cabalgaste el ánimo
a lomos de una sonrisa
plateada
punto y media redicha
y acabaste relinchando 
ensueños
por los poros
secarrales
del rancho 
donde hierve el jaripeo
el griterío: 
viva Méjico,
cabrones.
En medio del bullicio
tu sombra de gachupín 
te ametralló
pero tu
esencia 
de viejo hidalgo
te hizo empuñar el coraje
a ritmo de quebradita
te
echaste al palenque
como gallo peleonero
y saltó la sangre
Rulfo te fusiló con
sus cuentos
sin embargo, te armaste de valor
para encarar la muerte
una vez
más
quizá de espaldas al espejo de la agonía
que te cogió a la trampa
por
detrás
empitonándote
hasta las trancas
tu hedor a muerto 
te delató
aun antes
de celebrarse 
el día de las calaveras
antes incluso 
de que te compusieran
estrofas
mientras renace el ave fénix
sulfurado
en el precipicio
Volviste a caer
en la espiral espasmódica de la
fiebre
no sin antes probar un tamalito de chile
que te devolvió al comal
y te
introdujo 
de manera harto surrealista
en el agujero de las erupciones
que saben
a final esperanzador
como una bandeja 
llena de mangos y papayas
En México sentiste
la vida 
y la muerte
alcoholizado de azul y calor
a la vez que dabas vueltas 
en
la noria de los voladores
Papantla circense
con aroma a pulquería.
 
 
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