Esta reseña, en versión algo más reducida, también puede leerse en el Diario de León del pasado domingo 8 de julio.
La luz de mi noche es un excelente libro de fotos nocturnas, de José Luis Presa, paisano y amigo de la Ribera del Órbigo, de Benavides, para más señas.
"Pasa, abre los ojos y disfruta, sueña... La Luna no está lejos".
Gracias, José Luis, por obsequiarnos esta obra llena de luz -luz de luna-, en nuestro firmamento misterioso y estrellado. Y aun por invitarnos a realizar contigo, de tu mano fotográfica, este viaje al fin de la noche, "entre la peña sagrada y el fugo purificador", mientras sentimos las caricias de su enigmática belleza. Me encantó participar con esos dos textos titulados Camino al cielo y Lago de Carucedo.
Tu trabajo es realmente hermoso porque logras retratar, como nunca nadie lo ha hecho antes (vaya osadía la mía) todos esos lugares y puntos estratégicos de tu tierra, de nuestra comarca, de nuestro mundo entorno, con esa magia y ese buen hacer que me emociona. "Plantados frente a la recortada silueta de una torre podemos reconocer el pálpito de la emoción", nos dice Justo Sellés, quien pone texto a una de tus fotografías.
Algunas de tus fotos, como ya te dijera, me recuerdan al mejor Van Gogh -pintor por el que siento auténtica devoción- y otras me hacen pensar en Dalí (otro de mis fetiches pictóricos, incluso literarios, pues el tipo éste escribió mucho y rico).
Con tus encuadres y tu forma de iluminar, de una forma original, nos empapas los sentidos de sabores, colores, sonidos, texturas aromáticas. Es probable que aciertes siempre con el balance de blancos, aunque a veces se revele dramático, para que el conjunto resulte armónico.
Ahí están retratados tus monasterios e iglesias, castillos y palomares, pallozas y bodegas, ríos, lagos, pantanos y montañas, campos de girasoles y pacas de yerba, la piel de las amapolas y las estrellas, la Vía Láctea, las playas y acantilados, los árboles (el xardón de Otero, el arce de Fombasallá o el milenario tejo de San Cristóbal de Valdueza), las brañas y las plantas (que trepan por la belleza innata), Las Médulas y Las Hoces de Vegacervera o las entrañas de una mina de Toreno...
Además de tu faceta como fotógrafo (autodidacta, te dices, quién lo supondría), está tu labor como autor, porque cada foto va acompañada de un texto, que desvela o construye todo un mundo en torno a la imagen tomada. En ocasiones, una imagen vale más que mil palabras (depende, claro está, de quién sea la imagen y la palabra), pero en tu caso, si bien las imágenes hablan por sí solas, las palabras que las arropan tampoco desmerecen en absoluto. Me refiero a las tuyas. Pues en tu libro también figuran textos, algunos de gran belleza, escritos por autores y autoras del terruño, como el sublime trovador Mestre, que rinde homenaje poético al arce de Fombasallá (el retrato de la bondad de un dios), César Gavela, Carmen Busmayor, Pedro Trapiello, Fermín López Costero, Ester Folgueral, Emilio Gancedo, Carlos Fidalgo, Abel Aparicio, Santiago Macías, Nicanor García, Pedro Muñoz, entre otros y otras.
Supongo, José Luis, que estarás muy satisfecho con este magnífico trabajo. O eso al menos creo, después de verte la tarde de San Juan en la presentación que hicieras en tu pueblo, Benavides de Órbigo, con la presencia de la alcaldesa, el editor, el diseñador y un buen puñado de amigos, amigas, familiares, seguidores y otros... penitentes que tuvimos el placer de arroparte en un acto emocionante.
Este libro es una magnífica invitación a descubrir el aspecto íntimo de nuestra Ribera del Órbigo así como el resto de la provincia leonesa (incluso nos enseñas algunas fotos tomadas en Galicia, Alicante o en México, como esas tortugas de Quintana Roo), porque tus imágenes nos ayudan a reflexionar acerca de nuestras esencias, nos acercan a la belleza de lo cercano, de lo cotidiano, y nos muestran el alma de nuestras vegas de chopos y lúpulo y aun las riberas cereales, nos adentran, en definitiva, en nuestros paisajes (que son nuestra memoria), los cuales nos devuelven a nuestras raíces, acaso a una época de serenidad y ternura, algo por lo que uno siempre está luchando.
Espero, querido José Luis, que nos sigas mostrando el espinazo de la noche con tus puestas de luna. Y continúes reinventando nuestros paisajes y nuestros sueños.
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