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martes, 24 de julio de 2012

Carnicer en Carracedo

Monasterio de Carracedo
El pasado sábado nos dimos cita un buen puñado de narradores, poetas y cantores (o canta-autores) para recitarle odas y romances al gran Ramón Carnicer, a quien nunca llegué a conocer, porque uno andaba en otras latitudes, tal vez menos espirituales. Pero este es otro cantar de ciegos, para ser interpretado por un coro de ángeles y ángelas, "oh seah", excuso decir o "dicir". 


Jesús Celis y Fermín López Costero
La reunión tuvo lugar en el artístico y lírico monasterio de Carracedo, lugar de inspiración para tantos poetas, léase nomás a Fermín López Costero y su Memorial de las piedras. 

Palabras, hechas carne y fuego, buena compañía, un espacio acogedor, una cocina sofisticada y sabrosa en La Tronera de Villadepalos nos reunieron en torno a la figura y obra de Carnicer, que se merece no sólo este sino muchos otros homenajes, aunque en vida los hubiera agradecido más y mejor este grande de las letras castellanas, a quien descubrí tardíamente, con más de treinta años a mis espaldas. ¿En qué andaría uno? 

Lo que me resulta curioso y hasta sorprendente -como dijera en mi intervención- es que la obra de Carnicer, que tanto me interesa y entusiasma por lo que tiene de viaje, y en concreto de viaje espiritual, me llegó más tarde que la obra de Juan Goytisolo, quien también por los sesenta escribiera un librito de viajes sobre la Almería profunda (léase Campos de Níjar)

Sólo cabe pensar -a veces conviene pensar- que mi ignorancia, unida al silencio impuesto a Carnicer por el poder bien-pensante, me lo dejaran aparcado, fuera de onda. Y esto dificulta enormemente la tarea. Qué pena me da, tanto por estar en la inopia (me refiero a mí, naturalmente) como porque esa obra de cabecera que es Donde Las Hurdes se llaman Cabrera no le procurara al bueno de Don Ramón buenas vibraciones por parte del la clerigalla y aun otros mandatarios y represores, que siempre están chingando con sus monsergas y cabronerías. 


Celis y Jovino
En cualquier caso, ahora, a estas alturas, ya sé algo de Carnicer y su obra. Y aprendí cosas también este pasado sábado en Carracedo de la mano de colegas y amigos, que le dedicaron desde versos hasta repasos ilustrativos de enorme valor. Como es el caso de Jovino Andina, que como suele ser habitual en su persona nos mostró una investigación estupenda acerca de una de las novelas de Carnicer, Todas las noches amanece (que por cierto tendré que leer), cuyos escenarios y personajes se intuyen o traslucen en Bembibre. 


Pilar Blanco
Celis y Fulgencio
Celis y Ernesto Escapa
Aparte de Jovino, cuya charla ilustrativa me encantó por didáctica e instructiva, también recitaron y opinaron muchos otros y muchas otras, entre ellos y ellas, la poeta, también bembibrense, Pilar Blanco, Ángel Fierro, Escapa, Carmen Busmayor, Toribios, José Enrique Martínez, Nicolás Miñambres, Mar palacio, Marino Castro, el propio Fermín López Costero, el intrépido pintor Carralero, Jesús Celis, el siempre humorístico Fulgencio, y un largo etcétera de autores y autoras. Olvidaba mencionar a Carmen Morala, una de las organizadoras de la jornada, que tuvo a bien leernos el texto que envió César Gavela desde Valencia. 


Busmayor, Prada, Morala, Toribios
Y como colofón (como suele decirse) el concierto del gurú y y trovador del Bierzo, Amancio Prada, quien figura en el último número de la revista La Curuja como un  ilustre e ilustrado en Noceda del Bierzo. 


Amancio Prada 
Amancio Prada, a quien he visto y escuchado en algunas ocasiones, me emocionó con su voz espiritual y poética y aun su fuerza sobre el escenario, a pesar de que una sulfatadora interrumpió en algunas ocasiones la actuación de este místico y romántico berciano de la música, que pone voz a poemas de Llamazares, Gamoneda, Rosalía de Castro, entre otros... Me entusiasmó su concierto en ese espacio cisterciense. Por fortuna, la sulfatadora (qué vulgaridad, al lado de lo sublime) dejó de sulfurarnos o sulfatarnos y Carralero -el creador de la Glorieta del Cine en Ponferrada-, que pasó delante del escenario en al menos dos ocasiones, dijo que ya había matado y rematado al dragón. 


Pepe Carralero y Clotilde
Un puntazo, el Pepín Carralero, que tuvo la fortuna, además de nacer encima de una bodega (hoy Museo cacabelense), de encontrarse, después de la comida, con su lechera Clotilde. Qué delicia los reencuentros con aquellos seres que nos devuelven a una infancia feliz y dichosa. 

Pues carta blanca para que nos sonría de nuevo y nos haga extasiarnos la música de Amancio Prada. 

1 comentario:

  1. Muy buen resumen de la feliz jornada, amigo Cuenya. Y gracias por la foto.

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