La noche en calma invita a soñar. Y soñar es algo que no podemos ni debemos perdernos porque tu noche es mi noche. Soñar, incluso despierto. Hamacado por el silencio de la oscuridad, que se perfila serena. El silencio, ay, convertido en música tranquilizadora. Dejarse arrullar por el silencio. Abrazar la noche. Dormir en paz. Sentir que la vida es Amor. Regresar a una infancia dulce y soñada. Hablar con el tiempo presente. Aquí y ahora. Besar el silencio. Volver a la serenidad. Alcanzar las estrellas. Tocar el meollo de la noche, que se revela hipnótica. Seguir amando. En silencio. Acunado por un tiempo fluido y aromático. Acariciar la noche. La noche en calma, que palpita bajo tus párpados, vitales y rosa. Soñar incluso dormido. Soñar es algo esencial, insustituible. Dejarse amar. Amar y ser amado. Lo mejor que te puede pasar. Volver a dormir bajo un castaño milenario, a orillas de un manantial. Sentir el tiempo. La cara visible de la luna. Estar y ser. Saber que la vida es intensa. Hablar con el amor. Amor. Tú. Cerca de ti. Beso tu noche. Beso tu sueño. Y tiemblo. Porque estoy. Y fluyo. La noche, esta noche de sueño, bajo la sonrisa iluminada de tu tiempo. Vibrando hacia el universo por los valles y montañas de nuestro aquí y ahora.
Soñar, sí, soñar que tocamos el centro del universo, infinito y rojo.
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