El Bierzo, en otoño, es una preciosa pintura impresionista. Recuérdese que el impresionismo pictórico se basaba en la yuxtaposición de pinceladas, que el observador reconstruye en su cerebro.
Ese contraste de colores que nos obsequia el Bierzo también nos ayuda a imaginarnos en pleno campo impresionista cual si fuéramos artistas de la paleta. A los pintores impresionistas les encantaba salir al campo a merendar, corretear y ligar llegado el caso. El campo es balsámico. Procura serenidad al espíritu y relajación al cuerpo. La ansiedad, tan propia de los tiempos vertiginosos que vivimos, a menudo nos impide ver con claridad nuestro mundo entorno. Pero uno necesita vivir de claridades y lo más despierto, a ser posible.
Ahora, en esta época de lujuria de neón y antros alucinógenos y pastilleros, el personal parece haber perdido el gusto por la belleza natural, la belleza campestre. Hay como un ferviente deseo por enjaularse como los monos en el zoo, en los espacios cibernáuticos, en horas en que los resucitados y los murciélagos duermen un sueño eterno y sanguinario. Da la impresión de que el gentío prefiriera encerrarse en lugares ruidosos, antinaturales, contaminados, enfermizos, quizá.
Los impresionistas buscaban en la naturaleza su fuente de inspiración. Es cierto que la naturaleza puede imitar al arte, como nos enseñara Oscar Wilde, pero el arte también acostumbra a imitar a la naturaleza. La naturaleza como espejo en que se reflejan las impresiones de una realidad transformada en arte sublime. Los impresionistas gustaban de captar las sensaciones fugaces de belleza, la luz en determinados momentos del día, el reflejo de la luz en las aguas de los ríos y los lagos, la luz filtrada a través de las hojas de los árboles.
Los impresionistas, como buenos amantes de lo bucólico, buscaban en definitiva la quinta esencia de su arte en el campo. El Bierzo entero es un precioso cuadro, que en otoño adquiere unas tonalidades para ser degustadas y luego retratadas. El Bierzo es una región privilegiada para un pintor o una pintora con vocación campestre.
El otoño berciano florece como una hoja amarilla en mi subconsciente. “Todo a mi alrededor se ha ido tiñendo de amarillo como si la mirada no fuera más que la memoria del paisaje y el paisaje un simple espejo de mí mismo" (La lluvia amarilla, Julio Llamazares).
El Bierzo en otoño, el Bierzo en verano, primavera e invierno. La pasión por estos paisajes me impulsó a comenzar una serie de paisajes en collages. Tras unos meses lejos, echo de menos el forzado contraste en sus colores. Gracias por el artículo, Manuel.
ResponderEliminar