Heteme aquí ante estas blancas páginas, escribe Unamuno en Cómo se hace una novela, buscando retener el tiempo que pasa... eternizarme en fin... tratando de derramar mi vida a fin de continuar viviendo... de arrancarme a la muerte de cada instante.
¡Qué horrible vivir en la expectativa, imaginando cada día lo que puede ocurrir al siguiente! Nada dura más que lo que se hace en el momento y para el momento. Se nace y se muere vivo. Todas las criaturas son su creador. Mentira la supuesta objetividad de Flaubert. En el principio fue el libro. O la historia. Ideas hechas carne. El hombre (y la mujer) es un animal que come pan, según Hesíodo, y no un animal político, como sostuviera Aristóteles. El ser humano de hoy es un animal que utiliza tarjetas de crédito. Y firma letras. Hoy me olvidé de la Visa, sólo tengo a mano la del Banco Santander. Toda novela es confesión y autobiografía. El vicio de la lectura lleva el castigo de la muerte continua.
Unamuno se somete a un juicio o tortura existencial de la que no sale ileso y acaba por no creerse de la misa la media, tanto es así que no cree ni en sí mismo. Soy personaje de ficción o sueño de otro sueño. ¿Quién soy yo? En los instantes en que me creo criatura de ficción y hago mi novela... me ha ocurrido soñar... que casi todos los demás están locos o yo lo estoy y puesto que no pueden estarlo todos los demás que lo estoy yo. Son las lenguas y las religiones las que separan a los hombres.
Proust, ¡qué tragedia la de su soledad! La tragedia humana es su sentimiento de muerte. Siempre se pierde el tiempo. El tiempo: he aquí la tragedia. Siempre en busca del tiempo perdido. El dolor es sombra y no cuerpo. El tiempo no es corporal. Es una forma a priori de la sensibilidad, según Kant. No encuentro poesía donde no hay cuerpo y carne de dolor humano, donde no hay lágrimas de sangre, escribió Góngora en Soledades. Nuestro gran error es haber puesto la cultura sobre la civilización. ¿Por qué no he de sobrevivirme a mí mismo? Sobrevivirme y examinar mi cadáver. Todo dios se muere, terrible realidad. Cristo es inmortal, Cristo es hombre, luego todo cristo es inmortal. Yo, que me creía muerto, voy a morirme. Lo que le parece realidad extraescénica es comedia de comedia, el noúmeno es de lo más fenomenal. El fondo de una cosa es su superficie. Lo acabado, lo perfecto es la muerte.
El lector (lectora) que busque novelas acabadas no merece ser mi lector o lectora, él o ella están ya acabados antes de leerme. Somos nuestra propia obra. Cada uno es hijo de sus obras. La política es novelesca y la novela política. El problema de la vida consiste en saber aprovecharse del azar, en darse maña para que no le canten a uno las cuarenta. ¡Paciencia y barajar! Todo ser humano es hijo de una leyenda, oral o escrita. La vida está hecha para ser vivida y no contada. Contar la vida, ¿no es acaso un modo, y tal vez el más profundo, de vivirla?
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