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sábado, 6 de junio de 2020

Máscaras

El Carnaval, este carnaval, se está alargando en el tiempo. 
¿Quién iba a decirnos qué tendríamos un carnaval tan primaveral, casi veraniego? ¿Pero el Carnaval no fue en febrero? Ah, sí, si hasta estuve danzando por Oporto y aun por Povoa de Varzim, donde se celebraba un festival literario, en el que por cierto participaron el escritor Luis Sepúlveda (pobrecito Sepúlveda, que acabó sucumbiendo al puto corona, virus que pareciera creado en laboratorio, aunque se escapara sin querer) y la escritora Rosa Montero, que dice escribir para ahuyentar la muerte, porque, cuando uno escribe, tiene la impresión de ser eterno. 
"Te escribo para exorcizarme de ti, que como un buitre carcomes mis entrañas. Para ahuyentar la muerte que mira por mis ojos de ausencia", escribe el colombiano Juan Mario Sánchez Cuervo. "Escribir/para curar/en la carne abierta/en el dolor de todos/en esa muerte que mana/en mí y es la de todos/escribir/para ahuyentar la angustia que describe/sus círculos de cóndor/sobre la presa" (Chantal Maillard). 
Eyes wide shut

El Carnaval se está extendiendo en el tiempo. Y en el espacio. Pues con tanta máscara y mascarilla esto parece un carnaval en toda regla. ¿Verdad? Y es que los humanos, demasiado humanos, por lo demás, gustamos de las máscaras. 
Hay quienes tienen más capas que una cebolla. Y ahora, a las máscaras habituales, sumamos otra máscara. O mascarilla. Como si estuviéramos en un baile de disfraces. En un baile macabro de disfraces. Como vemos en Eyes wide shut, la película-testamento de Kubrick. 

Acaso estamos en la bella y aromática Venecia navegando por entre los canales en góndola. Que ya sabemos, incluso sin haber leído Muerte en Venecia, de Mann, que las góndolas semejan ataúdes flotantes.  
Hace unos días escribía sobre esta novela, que adaptara al cine el director italiano Visconti. 
https://cuenya.blogspot.com/2020/05/muerte-en-venecia.html
También hace un tiempo hacía referencia a un cuento de Poe, La muerte de la mascara roja, acerca de una terrible plaga, que tanto nos hace recordar nuestra situación vírica. 
https://cuenya.blogspot.com/2020/04/poe-su-corazon-y-su-mascara-roja.html
El breve e intenso cuento del maestro Poe es una alegoría gótica sobre la muerte como algo inevitable. Por mucho que nos encerremos en una burbuja, o pretendamos ocultarnos en algún rincón secreto, la Parca, guadaña en mano, acabará rebanándonos el pescuezo. 

Si lo pensamos bien, qué mierda de vida. Nos ponen en el camino (En el camino, On the road, como la novela de Kerouac) y cuando queremos darnos cuenta se nos ha pasado la vida, siempre como un suspiro. De la brevedad de la vida, que nos dijera Séneca. Sabio texto el del filósofo en el que se nos alerta precisamente de la brevedad de nuestra existencia. Para evitar que la vida parezca breve -agrega Séneca- hay que estar ociosos, qué curioso, porque si uno anda atareado la vida huye aprisa. Busquemos por tanto la contemplación, el éxtasis. Sólo contamos con el pasado, que es cierto, el presente, que es muy breve, y el futuro, que es incierto. Y nos produce temor. 
Mientras, seguimos con nuestro ritual de máscaras y mascarillas, con nuestro bozal a cuestas. Para no contagiar, claro. Y que no nos contagien. Acaso para no mordernos. No más de lo que ya lo hacíamos. Porque la gente anda con el estrés subido, el estrés pos-traumático. Y las iras a flor de piel. 
Aunque sospecho que el maldito virus de los demonios, si se empeña en jodernos, lo hará con máscaras y sin mascarillas. Que por mucho que nos protejamos, siempre estaremos expuestos, aunque viviéramos en una burbuja, porque la enfermedad y la muerte no entiende de barreras ni de fronteras.  
Si mantenemos la distancia (castos y puros que nos volveremos todos y todas), ya será suficiente para que el virus permanezca a raya. Y dicho esto, ahora no vayamos todos a desmadrarnos porque la vida sean dos días (mal contados, parece que ni siquiera supiéramos contar los días, como tampoco se han sabido contar los muertos). Cuánto cuento. 

El ceremonial mascaril nos está convirtiendo aún más si cabe en teatreros, ofreciendo nuestras mil y una caras y caretas de animales irracionales (racionales de a poquito, en situaciones muy puntuales). Si nos desveláramos (nos quitáramos literalmente el velo, el disfraz) nos daríamos cuenta de nuestros bajos instintos, de nuestras pasiones desbocadas, de nuestros auto-engaños y mentiras... de todas nuestras miserias. 
"La idea de 'persona' debería sustituirse por la idea de 'máscara', de 'disfraz': pues la persona o el yo esconde, bajo su aparente unidad, una multiplicidad. Bajo el yo indiviso se esconde Multitud. Cada uno de nosotros encierra, por tanto, una multitud de máscaras. No hay unidad sino desdoblamientos y travesti", escribió el filósofo Eugenio Trías en su Filosofía y Carnaval
Desdoblados y travestidos que andamos todos (y todas) por este valle de lágrimas y rosas tatuadas en el confín de nuestros horizontes ensoñados. 
Con tanto ritual de máscaras, con tanta mascarada (el antropólogo Julio Caro Baroja era un experto en mascaradas) a este paso ni dios va a reconocernos, ni siquiera nosotros mismos. El aura de misterio está asegurada. La representación escénica y la fiesta dionisíaca también. 
Hemos regresado a la Comedia dell'Arte. 

3 comentarios:

  1. Esperemos que este bicho diabólico, coronawuhan, con doble máscara no nos pille a los que hemos tenido la suerte de librarnos después traernos locos y sin tregua por todos los rincones del mundo. A este miserable bichejo hay que desenmascararlo y que los maestros de la pluma escriban las historias crueles que no ha creado, no se puede ir de rositas. Desgraciadamente es un buen momento para crear y narrar buenas obras sobre su careta y otras máscaras con rostro humano.

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  2. Recomiendo lectura de las Meditaciones de Marco Aurelio, el "emperador filósofo" que aprendió a su vez de Platón y de Séneca y de todos los sabios de su tiempo. Está publicado en Alianza Editorial. Un libro corto pero intenso. Ojalá leyeran nuestros políticos al menos el primer tercio, porque serían más sabios para gobernar/opositar que esos títulos de máster que les regalan a algunos para subir a lo más alto a jodernos la vida más allá del encierro y de las mascarillas y de los muertos. También sería estupendo para cualquier ciudadano que se deja arrastrar por cualquier eslogan o cretinidad propagada por whatsapp.

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  3. Ya lo decía el gran Calderón de la Barca en El gran teatro del mundo. Representamos un papel que un día nos será arrebatado. Y ahora y siempre llevamos una máscara que nos esconde de los demás y de nosotros mismos. Lo que pasa es que antes se veía menos. Esta máscara será transitoria, son peores otras.

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