Estamos en pleno Carnaval botillero, botillos aquí y allá: Losada, Turienzo Castañero (enhorabuena Olano), San Pedro Castañero (felicidades Luis Amigo), etc. El convite berciano por excelencia, el festival de las carnes condimentadas con pimentón. Con Valentín Carrera como gran pregonero de Bembibre.
El invierno berciano es propicio para organizar festivales y convites botilleros. A otros les da por montar festivales de cine y Olimpiadas (véase Vancouver, cuántos recuerdos). Cada cual a su bola... de nieve. En el Bierzo, en todo caso, es época de botillo. Salta a la vista que a los bercianos nos fascina zampar. Y zampar, a ser posible, bien. A lo grande. Nada de pijadinas. A un berciano no se le engaña el estómago con cualquier mariconada. La comida es algo que nos hace sentir a gusto. ¿A qué tontuelo le amarga un dulce? Me da la impresión de que los bercianos somos como los romanos clásicos de la postmodernidad.
Si bien en la Roma actual no tengo noticias de que se “jante” botillo. ¿O sí, estimado Curiel? ¿Qué se cocina por ende en bajo, Miguel?
El invierno, que suele ser algo crudo por estos pagos bercianos, sobre todo por los altos, se sobrelleva metiéndole mano y boca a las carnes picantes, sazonadas con pimentón. Es ésta una buena forma de entrar en calor. No hay más que comer un botillo para que te salgan los fríos del pellejo y se te curen los resfriados, aseguran algunos entendidos en la materia.
El invierno, que suele ser algo crudo por estos pagos bercianos, sobre todo por los altos, se sobrelleva metiéndole mano y boca a las carnes picantes, sazonadas con pimentón. Es ésta una buena forma de entrar en calor. No hay más que comer un botillo para que te salgan los fríos del pellejo y se te curen los resfriados, aseguran algunos entendidos en la materia.
Al final, va a resultar que el botillo es el remedio casero a nuestros males sagrados, medicina infalible, terapia eficaz a nuestras ansiedades existenciales. Mientras a nuestros cerdos no se les boten las tuercas y les patinen las encefalinas en el charco helado de las chifladuras, el berciano seguirá comiendo botillo, su manjar preferido. O al menos eso parece.
Aunque, a partir de ahora, también podríamos ir pensando en celebrar algún festival gastronómico en honor a esos inmigrantes de patera que intentan cruzar el estrecho en busca de una ilusión, una esperanza que en ocasiones se tuerce y revienta como una granada. La ensoñación de la tierra prometida. Una tierra en la que Mahoma no es profeta. Y el cerdo es una divinidad hecha botillo.
El Bierzo ha sido y aún es tierra de inmigrantes: caboverdianos, pakistaníes, portugueses, etc. Seamos solidarios con ellos. Hagamos que se sientan como en su casa. Invitémoslos a degustar cuscús, por ejemplo. Organicemos un festival gastronómico en el que el plato rey o príncipe o faraón sea un “tajine” berebere, cuyo sabor y olor nos sitúe más allá de nuestra frontera, y nos ayude a comprender la importancia del mestizaje cultural y/o gastronómico en una época, la nuestra, en la que se sigue hablando de la extranjería, como si un extranjero fuera un bicharraco a aniquilar, cuando en realidad deberíamos hablar de integración. Qué se lo pregunten a algunos "ayuntamientos" en boca de todos.
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