Vistas de página en total

martes, 19 de enero de 2010

Plataforma

Después de la visita de Auster a León, con motivo del premio Leteo, he vuelto a recordar que hace unos años también estuvo Michel Houellebecq, de la mano de Fernando Arrabal, a quienes no vi, aunque Rafa Saravia me hizo saber que este fenómeno de las letras francesas estuvo en su casa, habida cuenta de que él es el organizador de estos eventos leteos. Hace tiempo leí algo sobre este escritor, quizá cuando publicó Las partículas elementales, época en la que uno andaba por los parises, creo recordar. Existe incluso una adaptación fílmica de esta novela, que no he visto, por cierto. Aunque supe del tal Houellebecq y de su literatura hace ya algunos años, es ahora cuando de verdad lo estoy leyendo.
Este tipo es como el Henry Miller francés, el Dostoievski de Memorias del Subsuelo, el Camus de El Extranjero, o el marqués de Justine.
Su prosa, tan deudora de Sade, se acerca también a Miller en esa su narración impregnada de sexo, en la que incluye pasajes reflexivos gloriosos. Considerado como antiislámico, llegó a tener problemas en su país, Francia, y decidió ubicarse durante un tiempo en el Cabo de Gata de Almería, alejado del mundanal ruido. Ahora no tengo noticias de que siga en Almería, aunque a lo mejor continúa en esta tierra azul y sureña.
Su narración, en primera persona, nos acerca su figura hasta el punto de que nos creemos sus historias, cual si fuéramos nosotros quienes las protagonizáramos. En realidad, lo que nos cuenta es su propia vida, o eso parece, aunque por momentos la ficcione. Toda novela es autobiográfica, y toda autobiografía es una novela, asegura Llamazares en Escenas de cine mudo.
Houellebecq es el enfant terrible de la literatura francesa y también de la literatura del mundo occidental, al que también atiza buenos palos, porque no deja títere con cabeza.
El comienzo y final de Plataforma resultan extraordinarios. Como debe ser siempre en una novela. También he leído La Posibilidad de una isla, que si bien resulta interesante, se me antoja menos amena y divertida que Plataforma, aunque mantenga asimismo buenas dosis de crítica.
“Nadie llega a ser nunca un verdadero adulto”, escribe Houellebecq al inicio de Plataforma, ni siquiera cuando se mueren nuestros padres. “La gente desconfía de los hombres que a partir de cierta edad se van solos de vacaciones: creen que son muy egoístas y probablemente un poco viciosos”. “Todo llega a su fin, incluida la noche”. “No tenía ni una pareja sexual regular ni un amigo realmente íntimo”. “Las mujeres... se mueven con dificultad en un universo desprovisto de toda relación afectiva”. “En cuanto tienen unos días de libertad, los habitantes de la Europa occidental se precipitan al otro confín del mundo, cruzan medio planeta en avión, se comportan literalmente como si acabaran de fugarse de la cárcel”. Esto parece tan real como la vida misma. Como si el personal quisiera huir de sí mismo, eso sí, el gentío que mueve guita. “Como todos los habitantes de la Europa occidental, quiero viajar”, escribe, como identificándose con la tropa. “En el fondo lo que quiero es hacer turismo”, añade. “Cada cual tiene los sueños de los que es capaz, y mi sueño es encadenar al infinito los circuitos de la Pasión, las Vacaciones en color y los Placeres a la carta. “Me decidí por Tailandia”, tal vez como destino exótico y sin duda prostibulario, porque Cuba, según el narrador, tiene sólo exotismo político. Y ya sabemos lo que se cuece en esta isla, que podría ser paraíso, si el paisanaje no viviera una suerte, mejor diría desgracia, de infierno a base de racionamientos, represiones, controles, etc., aunque a decir verdad a los cubanos, por lo general, y no conviene generalizar, se les ve más saludables que los escuchimizados europeines que, amparados en el dinero, viajan a Cuba en busca nomás de sexo con jineteras, habanos y ron.
“Coger un avión actualmente... equivale a que a uno lo traten como a una mierda... estrés tan intenso que algunos pasajeros han muerto por culpa de una crisis cardíaca durante vuelos de larga duración.... Nos vemos privados de cigarrillos y de lectura, y cada vez con más frcuencia de alcohol... A las muy cerdas (se refiere a las azafatas) aún no les ha dado por el registro personal". Vaya como se despacha el autor francés, al que en el fondo no le falta razón. Si es que nos tratan, cada vez más, como a borregos. Y no digamos en Gringolandia. Capítulo aparte. Al parecer, su libro Plataforma causó revuelo en Francia por sus declaraciones contra el Islam. No olvidemos que en París hay incluso un Instituto del Mundo Árabe, toda una institución, y hay barrios enteros donde domina lo árabe, como Barbés, entre otros muchos. “Durante las primeras horas de vida de un grupo -se refiere a los turísticos- sólo se observa una sociabilidad fáctica, caracterizada por el empleo de frases multiuso y un compromiso emocional limitado”. Propio de los tours donde te la envainan y empaquetan.
Autor en busca del body massage, así se ve el yo o superyo, quizá el ello, del autor. Personaje en busca de sexo, siempre pagado, porque Francia, a pesar de todo, es un país frío como un témpano. Depende de la región, no obstante, y de con quien te encuentres. Sexo sí, pero frialdad emocional también. La lógica que aplasta el sentimiento. “¿ A quién se le habría ocurrido que Francia era el país de la chocarrería y el libertinaje? Francia era un país siniestro, totalmente siniestro y burocrático”, señala el narrador, que nos sumerge en estas sentencias: “Las tailandesas son las mejores amantes del mundo”. Lo desconozco, luego no puedo ni opinar. “Uno cobra conciencia de sí mismo en su relación con el prójimo; y por eso la relación con el prójimo es insoportable”. Qué terrible. El otro siempre se ve, sobre todo en Occidente, como invasor del espacio, violador de la intimidad. “Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos”. Quizá convendría leer más y mejor las páginas de la realidad para extraer conclusiones favorables a la especie humana. “El turismo sexual era el futuro del mundo”. Una afirmación ciertamente categórica. Sí, el sexo mueve el mundo. Nada que ocultar. “La lucha racial no es ni económica ni cultural, sino biológica y brutal: es la competencia por la vagina de las mujeres jóvenes”. Algo exagerado tal vez, puesto que la superestructura está, me da la impresión, en función de la infraestructura, según el materialismo antropológico. “En los próximos años aumentará la violencia racial en Europa”. “Acumulamos recuerdos para sentirnos menos solos en el momento de la muerte”. “Vivía y moriría solo, como un animal”. Puro existencialismo. “El mundo tendía a parecerse cada vez más a un aeropuerto”. “La gente habla mucho de los viajes organizados, pero es un falso compañerismo, saben muy bien que nunca se volverán a ver. Y es muy raro que tengan relaciones sexuales”. “Los participantes rehuyen los temas serios, como el trabajo o el sexo”. “Se ha vuelto muy raro encontrar mujeres que sientan placer y tengan ganas de darlo”. Vivimos en una sociedad ensimismada y vuelta del revés. Apijotada. “Se entiende que los hombres quieran ahorrarse problemas a cambio de una pequeña suma. En cuanto tienen cierta edad y un poco de experiencia, prefieren evitar el amor; les parece más sencillo ir de putas”. Al final todo se resuelve desgraciadamente con dinero, bestial realidad. Incluso el matrimonio puede resultar un contrato mercantil. Tu me das y yo te doy. Como veíamos en alguna peli de Visconti.
“LAS MUJERES SE PARECERÁN CADA VEZ MAS A LOS HOMBRES; de momento siguen muy apegadas a la seducción; mientras que a los hombres, en el fondo, lo de seducir se la suda, lo que quieren sobre todo es follar. La seducción sólo les interesa a los tíos que no tienen ni una vida profesional excitante ni ninguna otra fuente de interés en la vida. A medida que las mujeres presten más atención a su vida profesional, a sus proyectos personales, a ellas también les parecerá más sencillo pagar por follar; y se dedicarán al turismo sexual”. Qué fuerte y que profético. “El amor santifica”. “No consigo meterme en la cabeza que un ser humano pueda preferir el sufrimiento al placer... habría que reeducarlos, amarlos, enseñarles el placer”. “Está la sexualidad de la gente que se ama y la de la que no se ama. Cuando ya no hay ninguna posibilidad de identificación con el otro, la única modalidad que queda es el sufrimiento... y la crueldad”. “Deseo de seguridad, de afecto y estético”. “Para atraer a la gente hay que usar muchos tópicos sobre los países árabes: la hospitalidad, el té con menta, las fantasías, los beduinos...” “Para mí, París nunca había sido una fiesta”. París no sólo es fiesta sino una ciudad a veces neurótica, violenta, amargada. “Si no hubiera un poco de sexo de vez en cuando, ¿en qué consistiría la vida? Una lucha inútil contra las articulaciones que se anquilosan o la formación de caries”. “El país se volverá capitalista -se refiere a Cuba-, sólo es cuestión de tiempo”. Tarde o temprano, aunque se resista el hermano de Fidel. “Cuba es una oportunidad única en la zona Antillas-Caribe”. “Toda la humanidad tendía instintivamente al mestizaje, a la indiferenciación generalizada, y lo hacía a través de la sexualidad. El que había llevado el proceso a su término era Michael Jackson: ya no era ni blanco ni negro, ni joven ni viejo, ni hombre ni mujer”. Un producto único en su especie, al parecer pederastón y pedófilo. Ahora debe estar descansando eternamente. Un día lo vi asomar el hocico tapado en un hotel de Disneyland. Esto es verdad. “Pobre pueblo cubano... Ya no tienen nada que vender, salvo sus cuerpos”. Y a este paso se caerá en pedazos La Habana entera. “A Fidel le gusta el poder. Es cierto, quiere controlarlo todo; pero es desinteresado, no tiene grandes propiedades ni cuentas en Suiza”. Si el narrador lo dice, a lo mejor es su colega. “A partir de los veinticinco o treinta años a la gente no le resultan nada fáciles los encuentros sexuales nuevos; y sin embargo siguen necesitándolos... Se pasan treinta años de su vida, casi toda su edad adulta, en un estado de carencia permanente”. “La gente cada vez tiene menos ganas de intercambiar algo... La única práctica que significa algo en este momento es el sadomaso...”. “Los occidentales... han perdido por completo el sentido de la entrega... No consiguen que el sexo sea algo natural. No sólo se avergüenzan de su propio cuerpo... no sienten la menor atracción hacia el cuerpo de los demás... Nos hemos vuelto fríos, racionales, extemadamente conscientes de nuestra existencia individual y de nuestros derechos”, sobre todo los occidentales que nos creemos la mamá de los pollitos. “Si uno quiere sexo de verdad, los países del Tercer Mundo”. “Desde la aparición del islam, nada más. La nada intelectual absoluta, el vacío total. Nos convertimos en un país de mendigos piojosos... el islam nació en pleno desierto, entre escorpiones, camellos y toda clase de animales feroces... musulmanes: miserables del Sahara... el islam sólo podía nacer en un estúpido desierto, entre beduinos mugrientos, que no tenían otra cosa que hacer, con perdón, que dar por culo a sus camellos... Cuánto más monoteísta es una religión... más inhumana y cruel resulta... y de todas las religiones el islam es la que impone un monoteísmo más radical. Desde que surgió ha desencadenado una serie ininterrumpida de guerras de invasión y de masacres. No habrá nunca sitio en tierras musulmanas para la inteligencia y el talento... Al leer el Corán se queda uno impresionado por el lamentable aire de tautología que lo caracteriza. ¡Un Dios único! ¡Qué absurdo! ¡Qué absurdo, inhumano y mortífero! Un dios de piedra... un dios sangriento y celoso. Mujeres musulmanas: informes bultos de grasa debajo de unos trapos -creo que aquí se ha pasado el narrador veinte mil caminos-. En cuanto se casan, sólo piensan en comer. El desierto sólo produce desequilibrios y cretinos... Como ese ridículo coronel Lawrence, un homosexual decadente, un patético presumido”. Vaya estopa que le arrea al islamismo. "Chirac: tenía cara de imbécil ... ese gran pánfilo”.
De repente cambia el tercio, y nos mete de lleno en las playas salvajes y orgiásticas de Cap d'Agde, que vaya escenarios de perversión y lujuria. Lo digo sin moralina y con la verdad al desnudo. Y lo digo porque, obviamente, sé de lo que hablo. "Parejas libertinas que uno se podría encontrar perfectamente en Cap d’Agde”. Vuelve a terciar, esta vez para el Caribe. “En santo Domingo también trabajan las camareras del hotel", se entiende que con la clientela, claro. Y ahora sale a relucir la ética kantiana. "Kant: la dignidad humana consiste en someterse a las leyes sólo si uno puede considerarse también legislador.”. “La vida es cara en Occidente, hacía frío, la prostitución era de mala calidad”. “El problema de los musulmanes es que el paraíso prometido por el profeta ya existía aquí abajo... muchachas disponibles y lascivas que bailaban para el placer de los hombres... Su sueño -se refiere a los musulmanes- era sumarse al modelo norteamericano: la agesividad de algunos sólo era consecuencia de una envidia impotente. Especie de cloca, de desagüe terminal adonde van a dar los variados residuos de la neurosis occidental”. “En el fondo los seres humanos se parecen muchísismo... La gente que se aburre fomenta distinciones y jerarquías”. “Cuando la vida amorosa se acaba, toda la vida se vuelve un poco convencional y forzada”. “Se puede vivir en el mundo sin comprenderlo, basta con que te proporcione alimentos, caricias y amor”. Qué verdad. “Seguiré siendo hasta el final un hijo de Europa, de la angustia y de la vergüenza. No odio Occidente, todo lo más lo desprecio con toda mi alma. Apestamos a egoísmo, masoquismo y muerte. Hemos creado un sistema en el cual ya no se puede vivir... seguimos exportándolo. No merezco que nada me sobreviva; habré sido un mediocre en todos los aspectos. Algún tailandés me encontrará al cabo de unos días... los cadáveres apestan enseguida. La mayor parte va a la fosa común. Alquilarán mi departamento a un nuevo inquilino. Me olvidarán. Me olvidarán enseguida”. Demoledor, monsieur Houellebecq.

No hay comentarios:

Publicar un comentario