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domingo, 10 de enero de 2010

Versiones cinematográficas de Frankenstein


23/05/2010
MANUEL CUENYA
Aunque hay varias versiones cinematográficas del mito Frankenstein, entre otras las filmadas por Fisher, director experto en dráculas; incluso una española, la que hiciera Jesús Franco, La maldición de Frankenstein, me centraré en cuatro películas, a saber, el Doctor Frankenstein y La novia de Frankenstein, de James Whale; Frankenstein de Shelley, de Brannagh, y Remando al viendo, de Gonzalo Suárez.


El Doctor Frankenstein (1931), del británico James Whale es una versión simplificada, como no podía ser de otro modo, de la compleja y filosófica novela de Mary Shelley. No obstante, el director logra crear una película visualmente muy atractiva, creando una ambientación sobrecogedora, tanto en interiores como en exteriores "naturales", gracias a una tenebrosa foto en blanco y negro y unos encuadres deudores del expresionismo pictórico alemán, con una puesta en escena expresiva, inquietante, en la que la interpretación de Boris Karloff (entonces desconocido) resulta decisiva en el papel de monstruo, aunque éste le había sido ofrecido en un primer momento a Bela Lugosi (el legendario Drácula), que lo rechazó, porque pensaba que sus dotes como actor no se reflejarían tras la excesiva cantidad de maquillaje que requería el personaje. El maquillaje del monstruo fue diseñado por Jack Pierce. Varias capas de gasa y sustancias tóxicas se usaron para crear la apariencia única de la criatura mediante un método doloroso que llevaba mas de cuatro horas diarias de aplicación.
En 1935, con el mismo equipo de filmación, Whale dirige La Novia de Frankenstein, que retoma la idea apuntada en la novela de Shelley de crear una hembra que consuele al monstruo, y nos muestra escenas memorables, de una gran ternura, como la de Frankenstein en la casa del ciego (fiel a la novela) o el nacimiento de su novia ante su mirada expectante. Gran parte del espíritu filosófico de la novela de Shelley está reflejado en esta película, considerada como una de las mejores del cine de terror, aunque más que por secuencias de terror se caracteriza por sus atmósferas góticas. Karloff vuelve a encarnar al monstruo, que no provoca horror sino compasión, y Elsa Lanchester interpreta de un modo magistral a su novia. Los efectos especiales son impresionantes para la época. La iluminación y la escenografía, en la línea de su anterior película, resultan igualmente espléndidas. Conviene destacar, asimismo, el prólogo de la película, en el que vemos a Mary Shelley contando, a los poetas Percy Shelley y Lord Byron, cómo continúa la historia del monstruo.
Frankenstein de Mary Shelley (1994), de Kenneth Brannagh, es quizá la más fiel adaptación del relato de Mary Shelley. Como hiciera Coppola con el Drácula de Stoker, quien tras su magistral adaptación al cine, quiso llevar a la pantalla Frankenstein, y en realidad lo hizo, porque es su productor. Por su parte, Brannagh la dirigió y la protagonizó en el papel de Víctor Frankenstein, mientras que el monstruo fue encarnado por Robert de Niro, con una caracterización que no hacía ninguna referencia a Boris Karloff, ni falta que le hace.
La versión de Branagh lo tuvo difícil porque, por un lado, ya existían varias adaptaciones de la novela, algunas bastante fieles, y por otro, incomparables obras maestras como La novia de Frankenstein de James Whale.
Brannagh se propuso que su adaptación sobresaliera de las demás como la más compleja y artística. Como hiciera Coppola con su Drácula, pero el realizador americano consiguió glosar en su film referentes cinematográficos, literarios, pictóricos y hasta operísticos, logrando una película de gran riqueza conceptual y narrativa, integrada con la evolución del relato. En cambio, el Frankenstein de Brannagh, por su parte, no ha pretendido ser tanto una síntesis de los previos Frankensteins existentes sino aprovechar todas las resoluciones visuales de Coppola y hacerlas propias, lo que dio lugar, en la peli del actor y director británico, a una saturación de planos con ganas de impresionar al espectador y una mareante sucesión de travellings circulares. La muerte de Justine, la criada de los Frankenstein, que en la novela es juzgada por la muerte de William, el hermano pequeño de Víctor, es linchada en esta película por una muchedumbre enfurecida. Y así, en este plan. Conviene resaltar, no obstante, la soberbia labor de los intérpretes, sobre todo la de Robert de Niro, un verdadero monstruo... de la interpretación.

Para finalizar, está Remando al viento (1988), película que en su día me cautivó (la vi en Oviedo, de donde es originario su director), y que pasado el tiempo me sigue gustando, sobre todo ese inicio en un mar lleno de témpanos de hielo, bajo un cielo grisáceo, que recuerda un cuadro de Caspar David Friedrich (rodado en Noruega) con la música Vaughan Williams como fondo, en concreto la Fantasía de Thomas Tallis, que me eriza el alma -ahora la estoy escuchando y creo levitar-. 
A decir verdad, una buena música salva en ocasiones una película mediocre. No obstante, la película de Suárez -a quien sigo recordando, claro está, después de su etapa como director honorario de la Escuela de Cine de Ponferrada- cuenta con los atractivos suficientes para engancharnos, sobre todo a quienes nos entusiasma la literatura, y en este caso la recreación del mito de Frankenstein, que en la película es la proyección poética, un tanto perturbada, de la mente de Mary, pues el monstruo/muerte está en ella, como una medium que invocara al espíritu perverso encargado de aniquilar a los seres más cercanos y queridos. Rodada en sugerentes escenarios naturales, como algunas playas de Asturias, de Llanes y alrededores, donde gusta o gustaba veranear a Gonzalo; Ginebra y Venecia, entre otros, y con un reparto de lujo, entre ellos Hugh Grant, que entonces no era una estrella mediática, en el papel de Byron o nuestro José Luis Gómez (por quien siento devoción como actor y director teatral) como Polidori, aparte de Lizzy McInnerny (Mary) o Valentine Pelka (Percy), etc.
Avalada por varios premios Goya, entre otros, a la dirección de Gonzalo (con quien compartí varios momentos en el Bierzo), a la dirección artística de Chinín Burmann (a quien también le mando un cariñoso saludo), a la foto de Carlos (el hermano de Gonzalo, con quien compartí varias horas en la Escuela de Cine y en el restaurante Burbia de Ponferrada), y a Goldstein y Steinberg, que estuvieron nominados al Goya por el mejor sonido aunque al final no ganaron. Por cierto, adelanto que Steinberg estará en Tardes de Cine de Bembibre en el mes de febrero. Dicho lo cual, Remando al viento bien se merece un visionado.
Remando al viento


Ahora me vine a la memoria que también en la hipnótica película de Erice, El espíritu de la colmena, hace su aparición el primer Frankenstein de Whale. Tras ver esta película, la pequeña Ana, una de las protas, se pregunta el por qué de la muerte, por qué el monstruo mata a la niña, y luego se lo cargan a él. El asombro y misterio que provoca la muerte, simbolizada en el monstruo, en la mirada de una niña inocente. Un mundo hecho de silencios, soledad y muerte (nuestra España de posguerra) visto y mostrado con los ojos ensoñadores de una niña que confunde realidad y ficción.

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