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sábado, 23 de abril de 2022

Sierra de Gata, una experiencia inolvidable

El viajero no lleva un itinerario preciso a la hora de recorrer Extremadura, con lo cual se dejará llevar, que tal vez sea la mejor forma de conocer y adentrarse en un territorio. Dejarse fluir. Nomadear. 
Robledillo de Gata

El viajero sigue en Plasencia, en este momento tomándose un aperitivo en El refugio, que es una de esas tascas de toda la vida donde te sirven buenos pinchos y raciones. 
El viajero, que no es otro que este menda lerenda, tiene previsto acercarse a Trujillo, que es cuna de conquistadores, bueno, Extremadura es tierra de conquistadores. En Trujillo nacieron Pizarro y Orellana. 
Robledillo de Gata

De repente, me doy cuenta de que estoy contando este viaje en presente y en tercera persona del singular. Que es un modo de contar como cualquier otro. Y me acuerdo de que en Extremadura vive el amigo Agustín de Burgos, que no es de Burgos sino de Oropesa de Toledo, vaya lío. Entonces se me ocurre mandarle un mensaje de WhatsApp. Oye, amigo Agustín, que estoy por tierras extremeñas, en concreto en Plasencia. ¿Por dónde anda vuecencia? El mensaje me lo estoy inventando ahora, aunque más o menos venía a decir lo mismo. 
Robledillo de Gata

Por cierto, ahora le mando mi felicitación por su cumple, que es hoy mismo, la festividad de los Comuneros en Castilla y León, en este  sábado invernal que invita a permanecer al amor de la lumbre. 
Estando en Plasencia le mando un mensaje a Agustín. Y a continuación hablamos por móvil y quedamos en que nos veremos y así lo hacemos. Además él va a pasarse por Plasencia. Un plan que se perfila magnífico. Ya hacía tiempo que me había invitado a hacerle una visita.
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En el corazón de la sierra de Gata. Suspendido en un tiempo dorado. Enclavado en la memoria ancestral.
Nos vamos a Hoyos, donde él vive con su mujer Amina y su hijo Amir. A su hijo, que es un niño sonriente, cariñoso e inteligente, no lo conocía, salvo a través de fotos. Pero a Amina la había visto con él en el Bierzo hace años. 
Con Agustín en Trevejo

Me reciben con hospitalidad proverbial, algo que agradezco mucho.
A Agustín lo conozco desde hace treinta y un años, que se dice pronto. Y aunque no nos hemos visto en tantas ocasiones después de la etapa universitaria salmantina, hemos logrado mantener contacto a lo largo de los años. Por cierto, vivíamos en la avenida de los Comuneros en la ciudad charra. Qué tiempos aquellos de juventud e ilusiones. 
Hoyos es la capital administrativa de la mancomunidad de la Sierra de Gata. Una población pequeña y tranquila, que me sorprende por su verdor. Da la impresión de que fuera un pueblo norteño, tal vez un pueblo de Galicia, incluso del Bierzo. 
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Con el amigo Agustín en las ruinas del castillo de Trevejo. Un escenario de leyenda romántica, que tanto me hace rememorar al castillo de Cornatel. A Agustín, que ahora vive en Hoyos, lo conocí hace treinta años (31 exactamente) durante mi etapa universitaria de posgrado en Salamanca.
Un gran placer revivir momentos gloriosos de aquella época.
Agustín, que trabaja como agente forestal en la zona, me guía por lugares que de otro modo sería cuasi imposible conocer. Un lujo que a uno le entusiasma. 
Hoyos

Podemos visitar todo el entorno, que muestra una naturaleza esplendorosa. Amina dice que Robledillo de Gata es quizá la aldea que más le gusta de la zona. Algo que corroboro. Me fascina Robledillo, incluso me da la impresión de que se tratara de un pueblo del Bierzo, con su arquitectura de madera y adobe, y su paisaje, del que brotan los manantiales y en el que abundan las cascadas. Uno de los pueblos más bonitos de España. O eso dicen. A uno en todo caso le parece una chulada. Lástima que el clima no sea el más apropiado para recorrer esta aldea suspendida en tiempo, aunque la lluvia le dé como cierto aspecto de lugar romántico. 
Trevejo
Otro espacio, también teñido por el romanticismo, me parece Trevejo, que se eleva sobre un cerro cual si fuera un castro poblado de casas de piedra y un castillo en ruinas, con el poder de un imán. Al lado de esta fortaleza, que a uno le hace rememorar el castillo de Cornatel en el Bierzo, se erige una iglesia. Asimismo, existen unas tumbas excavadas en el suelo de granito, que configuran un escenario propio de otra época. 
Trevejo

Desde este fabuloso promontorio o mirador, que es Trevejo, se tienen panorámicas ensoñadoras sobre el valle del Jálama (Xálima, como se dice en su lengua) y aun de otros horizontes, que acarician la frontera portuguesa. 
Aunque Trevejo se muestra al visitante como una aldea cuasi fantasmagórica, cuenta con un bar, uno de esos abarrotes que disponen en su despensa de todo tipo de alimentos. Y el dueño es un rapaz al que conoce Agustín. 
En realidad, Agustín es como Dios (eso le llegó a decir alguna vez el amigo Abel, al que haré referencia más explícita en una próxima entrada, con motivo de nuestra visita a la ciudad de Cáceres). 
Desde Trevejo

En el transcurso de mi breve estancia en estos pagos, Agustín me presenta a personajes realmente exóticos, por decirlo de algún modo, como un concejal de Hoyos, que además se dedica a la creación pictórica y literaria, o bien otro artista al que le han dedicado una calle... además de Alfonso, que es un tipo bohemio que vive desde hace años en una tienda de campaña -ahora ubicada en una cabaña que él mismo se ha construido- y con el que charlamos sobre lo humano y lo divino. Alfonso no se fía nada del sistema orwelliano en el que estamos viviendo. Ni de las vacunas que nos están inyectando para contrarrestar los efectos del virus corona... Todo un personaje, que, según Agustín, tiene fe en los extraterrestres. Aunque ese tema no lo tocamos. Charlamos con Alfonso y un amigo, Jose, que ha venido a visitarlo desde Madrid.
Baño de la Cochina

Estoy hablando de una zona conocida como el Baño de la Cochina en Villasbuenas de Gata, donde algunas personas acuden para bañarse con lodo porque dicen que es saludable para enfermedades de la piel y reumáticas. 
Agustín también me presenta a unos holandeses intrépidos que están montando un camping y necesitan naturalmente todos los trámites pertinentes, entre los que se hallan algunos que dependen también de él. 
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Público
Próximo a la frontera portuguesa, en el valle de Jálima (Sierra de Gata) se halla San Martín de Trevejo, con sus casas tradicionales, la fala de sus vecinos (mañegu) y el arroyuelo discurriendo por el medio de sus calles, lo que le confiere un aspecto pintoresco, como de otra época.
La sierra de Gata atrae a muchos hippies, me viene a decir más o menos el amigo Agustín, el cual me presenta también a Belén, una chica que vivió en Corea del Sur, con quien entablamos una interesante conversación. De repente, me hace recordar que, durante mi estancia en la ciudad francesa de Dijon, conocí a una chica coreana, con quien tuve bastante trato. 
San Martín de Trevejo

Si bien Robledillo de Gata está considerado como uno de los pueblos más bonitos de España -merece la pena tomarse un café o una cerveza en Casa Manadero-, San Martín de Trevejo, casi en la raya con Portugal, es otro de los pueblos que merece ser visitado, aunque uno se quede, de todas todas, con la belleza ancestral de Robledillo. 
San Martín de Trevejo llama la atención porque aquí se habla a nosa fala, que tanto nos recuerda al leonés o asturleonés. Aunque a una señora que nos atiende en el soportal de un bar de la Plaza Mayor parece que le da vergüenza soltarse a falar su lengua con nos, acaso creyendo que no vamos a entenderla. Y eso que le digo que vivo en el noroeste. En realidad, ella también habita un noroeste de verdor y brumas.
Plaza Mayor de San Martín de Trevejo

De manantiales y regatos o ribazos, como los que se dejan correr por las calles de San Martín entre las singulares casas donde en tiempos, quizá también ahora, se bebía el vino de pitarra o tinaja de barro. 
Cabe subrayar que esta fala es un dialecto galaico-portugués con claras influencias del asturleonés, que se habla en el valle de Jálama: San Martín de Trevejo (el mañegu), Eljas (lagarteiru) y Valverde del Fresno (valverdeiru). 
Embalse de la Atalaya

No puede despedirse uno de la Sierra de Gata sin echarle un oclayo al embalse de la atalaya, en el municipio de Villamiel, que es un remanso de paz, un sitio de gran belleza. En verdad, siempre quedan sitios que merecerían una visita. Pero lo importante en este caso es la generosidad del amigo Agustín y su familia, que convierte este viaje en algo inolvidable. 

3 comentarios:

  1. Por lo que cuentas ¿quién mejor que Agustín para enseñarte esa bella zona?: la Sierra de Gata, y a sus 'gatos'.
    Un abrazo, Manuel.

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  2. Hace menos de un año que anduve por esos lares y corroboro su belleza.
    Un abrazo, Manuel.

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