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sábado, 23 de octubre de 2021

Se acabó la diversión, por Fernando Fernández

 Se acabó la diversión

Con sagacidad, sentido histórico y humor, habida cuenta de que la historia es cíclica y tiende a repetirse, el autor compone este texto reflexivo, alertándonos de lo que podría venírsenos encima a resultas de un cambio de era a otra a raíz de la pandemia mundial que aún estamos viviendo

(Relato del Taller de Escritura que imparte Manuel Cuenya en la Universidad de León)

FERNANDO FERNÁNDEZ SÁNCHEZ

Sin habernos percatado, durante este último año, hemos asistido al cambio de Era histórica. Atrás ha quedado la Edad Contemporánea y hemos aterrizado de bruces en la Era Covid.

Pero, antes, deberíamos poder retroceder algún tiempo en la historia. Pues eso, retrocedamos algo más de doscientos años. La Revolución Francesa supuso el intento universal de lograr una igualdad fraterna entre los humanos. Aquellas ideas revolucionarias, que facilitaron la libertad para los individuos, también lo hicieron para el sistema económico del capitalismo.

Los siglos XIX y XX han sido, para una parte de la Humanidad, sin duda decisiva, una época donde la libertad, pese a que hubo que pelearla en muchos sitios, consiguiera un desarrollo de los derechos civiles, que fueron finalmente declarados patrimonio de todos los habitantes de nuestro planeta. Esta parte del mundo civilizado ha llegado a disfrutar de unas cotas de libertad y de los derechos de las minorías como nunca se vieron.

Grandes avances tecnológicos para mejorar la salud, sobre todo dirigidos a los más afortunados, sociedades opulentas, dispendios infinitos, armas destructoras globales, y así un largo etcétera.

Sin embargo, este 12% de población mundial cultural y económicamente más desarrollada, que ha conseguido lo descrito, ha sido incapaz de llevar a feliz término los objetivos que la Revolución Francesa proponía. Antes al contrario, esta parte opulenta de los habitantes del Planeta se ha vuelto muy epicúrea. Ha buscado la felicidad por ella misma. De forma egoísta, sin sentirse hermanada con el otro. Qué difícil es ponerse en el lugar del otro. “San Paramí, que los santos no coman”, repetía con frecuencia mi padre al observar incoherencias sociales.

Pues bien, el hombre continúa jugando a “ser como Dios”, como leíamos en el Génesis (3:5) y era lo que pretendía el diablo. O bien hemos seguido la filosofía del ‘superhombre’, del que nos hablaba el filósofo Nietzsche, cuando decía que había que sustituir a Dios, porque «Dios ha muerto, queremos que viva el superhombre».

Y resulta que un bichito tan pequeño, como para que 1000 unidades de ellos quepan en fila en la sección de un cabello humano, nos ha vuelto locos.

Parafraseando al cantautor cubano Carlos Puebla en su conocido tema ‘Y en eso llegó Fidel’, nosotros, aquí y ahora, estamos obligados a decir: «Se acabó la diversión, llegó el Covid-19 y mandó parar».

A partir de esta pandemia universal ya nada será igual que antes. Besos, abrazos y ‘folleteos’ a doquier, y con quien nos guste, ya no serán posibles. Esa es mi impresión al respecto. La libertad que disfrutábamos voló como golondrina en primavera. De igual modo, a cómo andamos con nuestro DNI siempre a mano, así tendremos que andar con nuestra cartilla de vacunación y las PCR completamente actualizadas. O eso, o arriesgarnos a jugar a la ruleta rusa, yendo de valientes y despreciando nuestras vidas.

“La letra con sangre entra”, dice un refrán español. Nuestra actual percepción de individualismo, que nos ha penetrado hasta el tuétano, tendrá que cambiar para sentirnos miembros de una colectividad que va en un mismo barco. O colaboramos todos o nos hundimos todos. Aumentarán nuestros actos por mantener limpio el Planeta Tierra, saldrán a relucir mayores ideas para ayudar a los desfavorecidos, física e intelectualmente. Pero, también, lo harán los insolidarios y los prepotentes, aquellos que no sepan convivir en armonía con su vecino y con la Naturaleza. Por ello, me malicio que se producirá un Estado Policial Universal, al que todos estaremos sometidos.

Si es para el bien de la colectividad, perfecto. Mas si es, como siempre, para mantener el estatus de prevalencia de unos pocos, llegarán más revoluciones, y nuestra especie de ‘homo sapiens’ habrá demostrado que nunca fue la más inteligente del Planeta, pese a lo que dicen la mayoría de los antropólogos.

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