Con la inspiración de los ejercicios de estilo de Queneau, Marta Moral Tomé nos ofrece este relato en tres estilos, que nos arranca la sonrisa por la forma o las formas que emplea para narrar esta historia con un trasfondo trágico.
(Taller de composición de relatos de la Universidad de León, impartido por Manuel Cuenya)
La semana pasada en la plaza más concurrida del barrio contemplé a una mujer que portaba una grandiosa melena rizada coronada con una cinta brillante arcoíris. Detrás de la rasurada patilla asomaba la diminuta oreja abarrotada de una hilera de piercings. Caminaba absorta examinando el contenido de su móvil, cuando tropezó con un individuo que degustaba un pastel de crema. En el encontronazo el dulce manjar se estampó contra el suelo. El hombre, malhumorado, reprendió enérgicamente la distracción de la joven.
Esta mañana volví a verla de nuevo en el andén de la estación de Chamberí sin poder apartar los ojos del mismo móvil. Imitaba alocadamente la coreografía que le proporcionaba el aparato. En su despiste no tuvo oportunidad de ver la máquina de tren que la arrolló.
Distracción, a su puto rollo
Mira, tronco, había mogollón de peña por todos los laos en la plaza del barrio ¡Flipa eh! Del antro del Pelas salió una piba, bueno un pibón. La tía era guapa, guapa a rabiar. Una leona con la melena de los Iron Maiden. Iba empanáa mirando su móvil, a su puto rollo, con una cara de flipáa. Se cruzó con un pringao que se zampaba un pastel reventado de crema. ¡No veas colega! Se metió un piñazo con el glotón… que el pastel salió volando por los aires y se estampó contra el suelo. Mira tú, la bulla que le metió aquel pringao, con tóa su mala baba, a la tronca. Fue de órdago. Ella pasó de tóo y se piró de allí sin hacer ni puto caso.
Hoy he visto otra vez a la leona en la estación de metro de Chamberí. Tenía pinta de ser una tía enrolláa. Seguía flipáa con su móvil. Movía su cuerpazo a todo meter. Era la reina de la movida underground. Qué marcha la tía. De pronto, toda la peña, que estaba en el andén, flipó en colores porque la máquina la enganchó por la melena y arrastró su cuerpo hasta dejarlo tatuado en la pared del túnel.
La distracción, Pop Star
¡Qué guay, tía! La semana pasada vi una escena súper top, fue lo más. Vi a una niña súper mona con una melena con el método curly. Llevaba una cinta en la frente llenita de brillantes de Swarovski que le hacía parecer una Pop Star. Caminaba sin apartar la vista de su iPhone y súper concentrada en la pantalla. De pronto apareció un hombre que estaba saboreando un pastelito de crema súpermono. Tenía unas bolitas de color rosa que estaban hechas de fondant y de muffins, o sea monísimo. De repente el hombre chocó con la supermodelo y el pastel se precipitó al suelo. ¡Pobre pastelito! Él se puso rosita, como el pastel. Muy airado le gritó improperios y la reprendió por su despiste.
Esta mañana, en el andén del metro de la estación de Chamberí, volví a ver a la Pop Star, que está, jo, divina de la muerte. Parecía que estuviera bailando delante del público más in del momento y como si su IPhone dirigiera sus pasos y sus movimientos en una perfecta coreografía. La distracción le hizo bajar del estrellato cuando su resplandor quedó prendido en la máquina del tren.