El fallecimiento de nuestra querida paisana berciano-porteña Isolina. En mi pueblo siempre oí decirle I(r)solina. Con esa erre en medio le da como más sonoridad al nombre. Sea como fuere, Isolina se nos ha ido, acaso a tocar el arpa con el arcángel San Gabriel, que así dicen en México lindo y querido, pero ella se habrá ido a algún cielo argentino, al bonaerense, nomás, que allí/allá es donde vivía desde hace muchas décadas, tal vez más de sesenta años.
El fallecimiento de nuestra vecina (casi familiar) de la calle de la Parada en Noceda del Bierzo coincide casi casi con la muerte del astro del fútbol, Diego Armando Maradona, al que todo el mundo quiere velar, darle un último adiós, antes de ser sepultado. Así que la Argentina está de riguroso luto por uno de los más grandes futbolistas de la historia, acaso el más grande, el pibe, el fenómeno que ganó el solito un Mundial de Fútbol. Y elevó al Nápoles italiano a las cotas más altas. Dejé de ser futbolero hace tiempo (el fútbol aporta entretenimiento, nada más, el opio del pueblo), pero reconozco que Maradona era una estrella en este deporte. Y siempre me han gustado ver los Mundiales, las Eurocopas, los grandes encuentros entre selecciones, incluso en la actualidad. Otra cosa, quede claro, es la vida privada de El Pelusa, que ahí ni entro ni salgo, porque, cada quien, vive como puede y le dejan. Que somos muy dados al cotilleo, a los chismes, a meternos donde nadie nos llama ni nos da bola, ni manija, ni siquiera vela de entierro.
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Qué tristes, los entierros. Y qué pena, tanto la muerte de Maradona como la de nuestra paisana (casi familiar) Isolina, la hija de Marcelino y Teresa, y la hermana de Josefa, Sindo (ya fallecidos también) y Fines, que aún vive por fortuna en el útero de Gistredo. Mi gratitud a su sobrio carnal Javi por enviarme una fotina suya.
La última última vez que Isolina visitó su pueblo natal de Noceda del Bierzo aún vivían Josefa y Sindo, incluido mi padre, hace ya varios años. No recuerdo exactamente cuántos. Espero, en todo caso, que se haya quedado con buen recuerdo de la tierra que la vio nacer. Isolina fue una de tantas emigrantes/migrantes que diera Noceda del Bierzo a las Américas.
Siempre he sentido afecto por la Argentina, tal vez porque idealizaba, siendo un rapacín, aquel país lejano, al que iban a hacer las Américas los nocedenses. O al menos emigraban en busca de un futuro dorado que su tierra les negaba. El mítico Tortoni en Buenos Aires. Foto: Cuenya
En la Argentina -donde tuve la ocasión de viajar hace años-, aún siguen viviendo algunos descendientes de Noceda como es el caso de José Antonio González Rodríguez, quien además ha colaborado con la revista La Curuja. Y en la Argentina también vive Abel Cuenya -a quien tuve la ocasión de conocer en el Bierzo-, el gran Américo Vázquez Vuelta, entrañable persona, escritor, médico, que de guajín estuvo en casa del hacendado Felipe (Felipote) como criado.
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Y en ese país exótico, donde los asados son una delicia gastronómica (asimismo se comen pizzas exquisitas, tan buenas o más que en Italia), también vivían los doctores Jorge Benozzi y Alejandro Vernero, a quienes se tragó el mar/la mar en una desafortunada travesía desde Buenos Aires a Río de Janeiro. Un recuerdo cariñoso para ellos, que me trataron con hospitalidad durante mi estancia allá. Del lado de allá.
Jorge en Buenos Aires y Alejandro en su estancia de la provincia de Entre Ríos.
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Jorge y Alejandro eran grandes amigos del amigo y colega Eduardo Keudell, periodista y escritor argentino, ya berciano, con quien tantas aventuras compartiera en la ex Escuela de cine de Ponferrada.
El fallecimiento de nuestra querida paisana (casi familiar) Isolina me ha hecho rememorar tantas cosas.
Da la impresión de que, a partir de una edad, ya todos fueran recuerdos.