La eterna primavera en Las Palmas
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Las Canteras, Las Palmas |
La isla de Gran Canaria me cautivó en mi primer viaje a la misma. Y ahora, en mi segundo viaje, donde he puesto pies y alma, me he sentido igualmente enganchado, no sólo por su agradable temperatura ambiental -la eterna primavera, como dicen los mejicanos de Cuernavaca, otro paraíso, que recuerdo con afecto-, sino por su temperatura afectiva. Se respira un aire sereno (sobre todo en comparación con el aeropuerto de Madrid, que es una locura, donde todo el mundo anda estresado y malhumorado).
En Gran Canaria se vive a otro ritmo, más humano, y la gente resulta por lo general cercana, hospitalaria, dulce. Con esa dulzura que te hace el día más llevadero. Qué tengas buen día, eso suelen decirte. Me lo llegó a decir también el responsable de El buen jamón, un sitio al que iba encantado a desayunar un bocadillo de jamón, que me sabía a gloria bendita. Un hombre que resultó ser de un pueblo de Salamanca. |
Mercado de Vegueta |
¡Ya decía que el jamón estaba exquisito! Jose, creo recordar que se llama este casi paisano, pues Salamanca es para mí tierra familiar, donde pasé algún tiempo extraordinario, y adonde sigo yendo, cada vez que puedo, con devoción. "El día que decidí venir a Las Palmas fue lo mejor de mi vida, recordó él, porque aquí -añadió- la gente es diferente a mi tierra, aquí la gente es más abierta, con otra mentalidad". Eso creo también. Al menos tengo la sensación de que se trata de una tierra acogedora, donde las personas no te miran por encima del hombro.
Como destino vacacional, en todo caso, es magnífico.
Sólo su capital, Las Palmas, que es sin duda una gran ciudad, además de una ciudad grande -la más poblada del Atlántico-, ya merece al menos una visita. Como me dejó muy buen sabor de boca en la primera visita, pues por eso me he animado a volver, porque creo que sí hay que regresar a aquellos sitios que te han procurado buenas vibraciones. Y este es el caso.
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Puerto de Las Palmas |
Hay que visitar en verano lo que se vio en invierno, y de noche lo que se visitó de día, como nos dijo el premio Nobel portugués Saramago, cuyo libro Viaje a Portugal es fantástico, además de Ensayo sobre la ceguera, que me dejó huella.
Como anécdota me apetece recordar que en la bahía de la ciudad de Las Palmas se rodaron algunas secuencias de la película Moby Dick, de Huston, basada en la novela de Melville.
Sólo su playa kilométrica Las Canteras ya resulta fascinante, recorrerla de punta a cabo dejándose empapar por los efluvios marinos. Recorrerla literalmente desde La Puntilla, a los pies del barrio de pescadores de la Isleta, hasta el auditorio Alfredo Kraus, que es todo un faro de luminosidad, también musical. Incluso caminar desde La Puntilla hasta el Confital, que es un espacio natural con una playa salvaje.
Un paseo a lo largo de Las Canteras se me antoja realmente animado, porque te vas encontrando con un variopinto paisanaje. Abundan los bares y los restaurantes, en los que te ofrecen todo tipo de comidas.
Y luego sus barrios, como el de Triana (en referencia a los trianeros provenientes de Sevilla, se trata del corazón comercial y cultural de la ciudad, donde se encuentran, entre otros, el Gabinete literario o la casa-museo Galdós, en concreto en el número 6 de la calle Cano, con el legado de este canario ilustre, pintado por Sorolla, que llegó a ser elegido diputado en las cortes por Las Palmas, incluso el propio teatro Pérez Galdós, en la desembocadura del barranco del Guiniguada), o la Vegueta, con su colorido y su exotismo, con sus colores azules y amarillos, que traslada al viajero a una Hispanoamérica ensoñada y ensoñadora.
Hay algo en Vegueta que me hace rememorar La Habana Vieja. Con un acento dulzón y danzón bastante similar. |
Barranco de las madres en Firgas |
La Vegueta, con su mercado, y también con su catedral, de fachada neoclásica de piedra negra y dos torres gemelas, aunque éste no sea el único estilo que nos muestra, porque también es gótica y renacentista. Desde una de las torres se tienen maravillosas vistas de la ciudad. Con las casas consistoriales y la solariega plaza de Santa Ana enfrente.
Me ha gustado volver a Las Palmas y recorrer otros sitios que no llegué a ver en mi primera visita. Y por supuesto me gustó volver a ver a la simpática y amable Blanca, la chica de la recepción del CoolivingC, donde me alojé también en esta ocasión. Incluso en verano el clima resulta estupendo, sobre todo en Las Palmas, otra cosa es si uno se adentra en el interior de la isla, como en Tejeda, por ejemplo, donde la temperatura puede superar y supera los treinta grados centígrados. O bien cuando a uno le toca una ola de calor. Luego hablaré sobre mi experiencia en Tejeda. Mas he de reconocer que no pasé realmente calor, salvo en algún momento puntual. Y en el alojamiento estuve de maravilla sin necesidad de aire acondicionado, que no me gusta nada, porque suele destrozarme la garganta.
A pie, en guagua, como se tercie, es un placer recorrer la capital insular marcada por el espíritu de Galdós, Negrín (presidente del Gobierno durante la Segunda República) y Alfredo Kraus, entre otros, en la que Cristóbal Colón (quién también cuenta con una casa en Las Palmas) hizo sus oraciones (es un decir) antes del llamado Descubrimiento de las Américas.
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Paseo de Gran Canaria en Firgas |
Pues sí, aquí vivió Cristóbal Colón antes de poner rumbo a las Indias. En la casa de Colón (que visité en mi primer viaje a la isla) se documentan los viajes de este gran almirante y el papel estratégico del archipiélago canario en la navegación transatlántica. Y hasta existe una réplica de la Niña. La Niña fue una de las dos carabelas (Santa María era una nao) que usó Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo en 1492, junto a la Pinta y la Santa María.
Es un placer recorrer la isla, re-descubrirla, adentrarse en sus secretos, saborear su gastronomía de puchero, ropa vieja, papas arrugás con mojo picón y pata de cochino, entre otros manjares. Lástima que al final no probara el potaje de berros. Lo que me ha dejado aún regusto es el mousse de gofio. Una auténtica exquisitez. Ojalá pudiera conseguirlo en la península.
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Catedral de Arucas |
En cuanto a gastronomía, también recuerdo con mucho agrado las tapas con arte (carne de cabra, garbanzos con pulpo...) que preparaba el bueno del bar Domínguez, que además me quedaba al lado del hospedaje. Y el descubrimiento, al lado de la plaza de Santa Catalina, de la casa bar Leo, especializado en platos colombianos, como el sancocho de costilla, entre otros, donde conocí a la canario-colombiana Yaritza, una joven camarera despierta, con mucha luz en la mirada y en la palabra, a la que le entusiasma Galicia. Y además vende hornos gallegos, según me aclara ella.
El vuelo desde Madrid en Iberia Express fue bien, tanto a la ida como a la vuelta. He de decir que cada vez me gustan menos los aeropuertos, sobre todo el de Madrid, donde te tratan como a perro sarnoso. En el aeropuerto somos rebaño apriscado. Toda una odisea que convendría relatar de modo detallado.
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Telde |
Aunque llegara de madrugada a la isla. Eso tiene la ventaja de aprovechar luego el día después de dormir unas pocas horas de mañana. Por fortuna, Blanca ya me había preparado los códigos de la entrada al edificio, al piso y a la habitación. Y funcionaron correctamente. Y también pude coger una guagua que me llevó desde el aeropuerto, que queda a unos veinte kilómetros de Las Palmas, hasta el centro, en concreto hasta la estación de San Telmo. Y desde ahí al alojamiento un paseíto nomás por nomás, coser y cantar, o sea.
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Con Blanca |
Al día siguiente de mi llegada, después de dormir unas horas (con la ventaja de una hora menos respecto a la península), como había adelantado, ya estaba Blanca en la recepción, que me recibió sonriente, lo que agradezco mucho. Charlamos y me recomendó algunos sitios para visitar en esta ocasión. Y lo tomé casi al pie de la letra, porque ella es oriunda y conoce bien la isla. Cuando uno encuentra alguien así, es toda una bendición. Mi gratitud para ti, Blanca.
Ahora, después de mi estancia en la isla, siento que aún me quedaran muchas cosas por hacer, por visitar (entre otras muchas Moya, Artenara...), pero es que la isla no se agota, aunque haya gente que insista, pesadamente, en que ya en una primera visita la conoció. Yo me atrevería a decir que pasó por allí. Nomás. Conocer, conocer, sólo se conoce cuando se vive allí y se adentra uno una y otra vez en la misma. Sea como fuere, procuré descubrir y redescubrir esta isla visitando lugares del norte, del este y del sur.
Gáldar y su cueva pintada
Creo que el norte de Gran Canaria ofrece un paisaje de poblaciones con encanto, entre ellas Gáldar, que es por cierto la localidad en la que vive Blanca. Situada en el noroeste grancanario, llegó a ser capital de la isla en tiempos prehistóricos. Es conocida sobre todo por su Museo y Parque Arqueológico, con su Cueva Pintada (decorada con formas geométricas por los aborígenes canarios; lástima que no dejen hacerle fotos a la misma, acristalada que se mantiene, para que no se deteriore), la cual viene a ocupar en la mitología canaria el lugar de Altamira (Santilla del Mar) en la Península. Este Parque Arqueológico es uno de los yacimientos prehispánicos más importantes, si no el más (antes de la llegada de los españoles a las islas a principios del siglo XV) relevante presente en Canarias. Por lo demás, Gáldar me lució engalanada porque celebraban la fiesta en honor a Santiago, de ahí su plaza e iglesia de Santiago de los Caballeros.
Arucas o Arehucas y el ron
Otro sitio, que me recomendó Blanca, es Arucas. Se encuentra a poca distancia de la capital insular, en el norte. Arucas -o Arehucas, si nos remontamos al topónimo aborigen-, tiene un bonito casco histórico, donde sobresalen, en mi opinión, la catedral (San Juan Bautista, una auténtica joya y todo un símbolo, con sus elevadas torres, visibles en la distancia) y la exótica casa Gourié del siglo XVI (actual Museo Municipal). La pequeña y coqueta Arucas conserva un aire de ciudad hispanoamericana, caribeña, según una buena amiga, después de ver algunas foticas. Arehucas es asimismo el nombre de su famosa fábrica de ron, donde el visitante, previo pago de entrada, puede recorrerla con una guía magnífica, y por supuesto degustar algunos tipos de rones, todos ellos buenísimos, la verdad sea dicha. Una linda experiencia, con sabores y aromas inolvidables. |
Museo del ron |
Firgas, villa del agua
Otra de las poblaciones que más me gustó fue Firgas porque me procuró buenas vibras. Y eso lo noté en cuanto puse los pies -supongo que también el alma- en la misma. A unos quinientos metros sobre el nivel del mar, en el norte de la isla, Firgas es un auténtico mirador, con bellas panorámicas al entorno, como el barranco de las madres, la villa de Moya (lástima que al final no la visitara, el tiempo siempre se queda corto), la montaña de Arucas o la bahía de Las Palmas.
Lugar abundante en agua, Firgas es una población conocida por sus manantiales de agua mineral, su embotelladora, su antigua acequia real, cerca de la plaza de San Roque, y su molino de gofio del siglo XVI. Cerca de Firgas también se hallan los baños de Azuaje.
Singulares se me antojaron el Paseo de Canarias, que tiene esculpido en el suelo las siete islas principales del archipiélago, así como sus escudos heráldicos, y su prolongación en el Paseo de Gran Canaria, donde antaño se ubicaba la calle Real de Firgas. Una belleza es la cascada de unos treinta metros de largo realizada con piedra de cantería donde corre con fuerza el agua, rematada con un curioso monumento que representa la riqueza del agua. En uno de los laterales pueden verse los escudos heráldicos que representan a todos los municipios de la isla Grancanariona, además del escudo propio de la isla, pintados sobre azulejos.
La caldera volcánica de Bandama
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Caldera de Bandama |
El recorrido de la isla continuó por Bandama, situada en el noreste. A poca distancia de Las Palmas, aunque da la impresión de adentrarse en otro territorio. En realidad, esta isla, redonda como una galleta, es bastante más pequeña que la comarca del Bierzo, que sigo descubriendo cada día. Me impresionó la caldera volcánica de Bandama. Se calcula que esta caldera, junto con el pico del mismo nombre, que forman un monumento natural, se originó hace 4.000 o 5.000 años durante una gran erupción explosiva.
El nombre de Bandama proviene de Van Damme, un comerciante flamenco de Amberes que compró el terreno en el siglo XVI para destinarlo al cultivo de la vid. Se sabe que esta caldera ya estaba poblada por los antiguos aborígenes de la isla durante su última erupción. Y el último habitante fue un tal Agustinito, que permaneció en la misma hasta el 2020. Se puede caminar a través de un sendero de 3'5 kilómetros que rodea toda la caldera y que parte desde un campo de golf. Asimismo, es posible acceder por un sendero hasta el fondo de la misma.
Las vistas a la caldera son inolvidables.
Vivir cada instante con intensidad es uno de los mejores regalos de la vida. Aquí y ahora. En la caldera de Tejeda, en el centro de Gran Canaria.
Los roques de Tejeda
Hipnótico me resultó el escarpado interior de la isla a través de una carretera tortuosa llena de curvas. Con la impresión de subir al cielo hasta alcanzar el pueblo de Tejeda, situado a más de mil metros sobre el nivel del mar. Apenas separan cuarenta y tantos kilómetros Las Palmas de Tejeda pero uno tiene la impresión de viajar a otro mundo. Al interior de una caldera volcánica, entre barrancos y formaciones geológicas de gran belleza paisajística, con la montaña sagrada del roque Bentayga, que fuera lugar de adoración de los antiguos pobladores e importante alcázar defensivo, de 70 metros de alto a 1.414 sobre el nivel del mar. Detrás, se halla el roque Nublo, de 80 metros de alto a 1.813 sobre el nivel del mar, al que no llegué (en otra ocasión, tal vez), que es todo un símbolo pétreo de Gran Canaria. |
roque Bentayga |
Un día memorable disfrutando de la gran vista panorámica de la formación volcánica de la caldera de Tejeda. Un lugar espiritual para practicar la meditación trascendental. Lástima que no pasara la noche porque cuentan que el firmamento sobrecoge. El cielo nocturno está calificado entre los tres mejores del mundo. La verdad sea dicha, mis experiencias con firmamentos sólidos, protectores, han sido en el Sáhara y también en mi pueblo de Noceda del Bierzo.
No sé si, a resultas del paisaje volcánico, o bien por la charla y las cervezas con una pareja de chilenos, entré en trance como un derviche o santón. Literalmente, me tomé un carro de cervezas con Tsering y Erik, quienes me dijeron que vivían en el sur de la isla, creo que entre Maspalomas y Puerto Mogán (sitios ambos que puede visitar en mi primer viaje). |
Erik y Tsering |
Confieso que aun gustándome la birra, no soy dado al trinque, que luego a uno lo califican de briago. Lo cierto es que a Tsering (actriz que trabaja en hostelería) y Erik (músico apasionado del sur portugués) se les veía habituados a trasegar cerveza. Fue divertido conocer a esta pareja de bohemios chilenos, los cuales se habían tomado el día para visitar esta zona. Un genuino viaje al centro de la tierra. En plan -ahora se dice mucho esto- Julio Verne. |
Tejeda |
Esta cuenca de Tejeda, que parece una tempestad petrificada, según el filósofo Unamuno, una tempestad de fuego, de lava, con sus totémicos roques y sus abruptos barrancos resultó espectacular para el viajero. Y hasta me atrevería a subrayar que para cualquiera. Pero, como decía, lo mejor fue entablar contacto con estos seres fenoménicos, con quienes no sólo me divertí sino que aprendí un montón. Al final, lo que llena al viajero es el paisanaje, o este tipo de personas. |
Telde |
También me habían hablado de Telde como un lugar chulo. O a lo mejor me lo imaginé. Pero, por lo que sea, no me pareció con tanto encanto, que a buen seguro lo tendrá. Qué se le va a hacer. No obstante, sí hice alguna fotica como recuerdo de mi paso por este lugar, donde entablé conversa con un paisano enrollado, que hasta me ofreció agua fresca, que en esta tierra, salvo en Firgas, no suelen verse fuentes por las plazas, como ocurre en muchos pueblos y ciudades de la península. Al menos agua potable. El agua es oro. Y en un futuro no tan lejano será oro puro. Pura vida. El agua es la vida. Eso ya lo sabíamos. Pero a menudo nos hacemos los mensitos, los pelotudos.
En cambio, el visitante -parece que fuera un visitador médico, dicho así- sí percibió y sintió la belleza de Agüimes, localidad que se encuentra en el sureste de Gran Canaria, en un entorno con magia, donde sobresale el exuberante barranco de Guayadeque, que se abre en medio de un despliegue de crestas escarpadas. Cuentan los lugareños que es en primavera cuando la belleza de los almendros en plena floración rosa y blanca hacen las delicias de los visitantes.
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Agüimes |
Un gran placer pasear -aunque ataque la solana, aquí el clima se puso pelón- por el casco histórico de esta villa, uno de los más antiguos del archipiélago canario y de los que mejor conservan el estilo tradicional, que parece un decorado de cine con sus casas color pastel, por su entramado de calles, callejones y plazas de cuento, con diversas esculturas, entre ellas, la de un camello o de un burro, incluso las de algún músico y danzarín. Voglio vederti danzare, come le zingare del deserto.
El dromedario y el viajero -que en verdad es algo nómada, tal vez descendiente de arrieros maragatos (como fabulación, en todo caso, es hermosa)- se funden en una danza ancestral, en una simbiosis eterna en la vastedad de la Tierra.
La del camello invita a soñar con el Sáhara. Y con esas caravanas interminables hacia algún oasis. Siempre soñando con oasis. Pues seguiré soñando.
También llama la atención ese faro catedralicio, que orienta y atrae a los viajeros como un imán.
El sur grancanario, Maspalomas
Si bien ya había estado en mi primera visita a la isla de Gran Canaria, he querido volver a Maspalomas, en el sur, este pequeño desierto junto al mar, que resulta sorprendente.
Después de todo, Gran Canaria, aun siendo una isla española, está africanizada, por decirlo de algún modo.
Sólo debes dejarte envolver por las dunas y las olas del mar con un faro enclavado en la punta de Maspalomas, que data de 1861. El faro más popular de Canarias, símbolo de Gran Canaria. Bien de Interés Cultural. Desde la terraza de este faro se tienen lindas vistas. Reconozco que me entusiasman los faros.
Una tierra, Maspalomas, en la que también estuvo Colón en su cuarto viaje a América y algunos ilustres piratas. Desde hace décadas es una zona realmente turística, aunque protegida, pues se trata de una Reserva Natural Especial, un lugar en el que hay tres ecosistemas diferentes: las dunas, el palmeral u oasis y la charca, donde las aves migratorias hacen parada en sus viajes anuales, además de las playas, entre ellas la playa del Inglés (considerada como una de las más bonitas de la isla), que hacen las delicias de los visitantes. Se llamará del Inglés por los muchos ingleses o guiris que la frecuentan, supongo.
Este viaje ha llegado a su fin. Y es que todo tiene un comienzo y un fin. También el universo. Y hemos de aceptarlo. Qué sería de nuestras vidas sin un fin? Tal vez el tedio más absoluto. Aunque he de reconocer que, además de ésta, quizá estaría bien otra vida.
Para seguir viajando. Así que desde el faro de Maspalomas he decidido lanzar un grito profundo, melodioso, un canto de luz. Por los seres que atesoran la belleza de la luz y encima son capaces de irradiarla.
Por la isla de Gran Canaria, que tan buena energía me ha procurado.
Con nostalgia, espero volver a esta isla algún día.