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sábado, 29 de junio de 2013

El verano berciano

(Diario de León, 31/07/200)
http://www.diariodeleon.es/noticias/bierzo/el-verano-berciano_33893.html 
 
El verano es una estación hecha a medida de los guajes, que se pasan el día, y la tarde-noche si procede, en la piscina del pueblo o en el monte de los orgasmos soñados. Cuánto orgasmo soñado en el vaivén de una noche de blanco satén. 
Es cuando los chavales aparcan los libros y los cuadernos en el trastero de los olvidos y ensayan aventurillas con los amiguetes de turno. A ver quién saca las mejores tajadas. Y luego a vivir de los recuerdos hasta el próximo verano. 
Lo más interesante de esta época para los rapaces quizá sea que se acaba la tortura de los exámenes y de paso se libera la adrenalina atesorada durante el curso escolar. Además se dan rienda suelta a los entusiasmos. En el verano todo, o casi todo, está permitido. Y es por esta razón que el personal se vuelve hambriento de nuevas sensaciones, y la vida se resuelve por el cauce sudoroso de las pachangas populares. 
Entre feria y feria una pelota al aire. ¿Dónde toca y nos tocan hoy? Es una estación en la que tienen cabida las libertades más insospechadas y las pasiones más convulsas. El verano está bien para quienes se largan a la playa a meditar sus trascendencias vitales, o a los montes de Venus, en busca de calma chicha y bronceado carnosito. El tostado como símbolo de salud y bienestar. El bronceado como vestuario erótico tras el que se esconden los instintos más infantiles y pecaminosos. No olvidemos que el niño es un perverso polimorfo. 
El verano, en definitiva, está pensado para andar en bicicleta, y pasear las ilusiones por el jardín de las delicias. El verano también invita a cobijarse a la sombra de un castaño cuando el calor aprieta y las ovejas sestean su silencio de animales gregarios. Una estampa preciosa. 
Bajo un salguero, y con un cacho de pan y un chorizo ibérico, el verano se te mete en las entrañas y te ayuda a sentir el color dorado de la estación más lírica del año. El lirismo casi siempre es del color del oro. Hay a quienes no les gusta el verano, quizá por no tener que soportar el calor y el pegajoso tufo de las ropas sudadas, y prefieren pasar por alto esta estación. A decir verdad, el verano en el Bierzo, y sobre todo en el Bierzo Alto, resulta agradable al sereno de las noches estrelladas. 
El verano era verano cuando uno se lo pasaba de a muertito contemplando la belleza poética del mundo desde el alto del Xafra. O desde los campos de trigo de Las Chanas. Y uno vivía en la orilla mítica de las felicidades. Eso se terminó. Ahora vivimos un verano de despacho y café con leche (a veces toca un pinchito de tortilla). Y el tiempo, y el buen clima, parecen acortados por la existencia laboral. Hasta septiembre. 
*Así era el verano, hace unos años, porque ahora el verano ha vuelto en todo su esplendor a insuflar felicidad. 

miércoles, 26 de junio de 2013

La fragua literaria leonesa: César Cabezas



“Hay momentos en la vida en los que te acompaña la suerte”

        El profesor y narrador César Cabezas, autor de ¡Ay, Arturo, Arturo…! está con un proyecto de libro que incluirá unos dos mil doscientos textos de todo tipo. Poemas, aforismos, microhistorias...



César Cabezas Prieto se dedica a la Literatura desde hace muchos años y lo sigue haciendo con pasión y entrega, tanto en su labor narrativa como en la de profesor.  Ejerció como Catedrático de Lengua y Literatura en el Instituto Álvaro de Mendaña de Ponferrada, y ahora como profesor tutor de la Uned y docente y coordinador de la Universidad de la Experiencia en el Campus de Ponferrada. Un excelente trabajo el suyo al frente de esta Universidad para Mayores, que disfrutan, aprenden (y enseñan, claro) con sus clases y sus actividades complementarias.




«En el corral de los políticos, los cerdos hozan la tierra»

http://www.diariodeleon.es/noticias/cultura/en-corral-de-los-politicos-los-cerdos-hozan-tierra-_806486.html 

martes, 25 de junio de 2013

A mis alumnos de la Universidad de la Experiencia

  (Diario de León, 21/05/2007)

http://www.diariodeleon.es/noticias/bierzo/alumnos-de-experiencia_323697.html 

Recupero este artículo, que escribiera en el 2007 sobre mis alumnos de la Universidad de la Experiencia. 
 
DEDICO ESTE ARTÍCULO a los alumnos de la Universidad de La Experiencia de Ponferrada, donde he tenido la suerte de colaborar desde que se pusiera en marcha, y en especial a quienes forman parte del taller de teatro, en el que he participado como profesor, lo que es un privilegio, puesto que he aprendido mucho en ese proceso de retroalimentación en que consiste la enseñanza-aprendizaje, sobre todo cuando uno cuenta con la participación activa y voluntariosa de alumnos aventajados, trabajadores y con gran entusiasmo, capaces de entregarse en cuerpo-alma. 
 
Me siento encantado porque, además de aprender mucho de ellos y con ellos, también me han abierto las puertas de su espíritu, y han logrado emocionarme. Gracias a su esfuerzo, constancia y dedicación hemos podido montar una obra teatral, que será representada en el Campus de Ponferrada el mismo día en que a buen seguro se publicará esta columna. 
 
El teatro debería ser una materia obligatoria en la enseñanza primaria, secundaria, y aun en la universidad, porque a través de él se recoge la dimensión artística del diálogo, la construcción dialéctica de la razón, el intercambio de ideas y sentimientos, la participación, la escucha activa, etc. Pararse a escuchar al Otro es lo que facilita la comunicación, tan difícil y descuidada en nuestros días. Una época, la nuestra, deshumanizada y llena de ruido informativo. 
 
La comunicación real entre humanos se hace cada día más difícil, aunque paradójicamente vivamos en la era del Internet. Las dificultades comunicativas a menudo generan alteraciones en la vida diaria y trastornos psíquicos. Y el teatro, que es terapéutico y comunicación en vivo -una suerte de comunión del actor con público-, ayuda a mejorar la relación entre seres humanos. Aparte de entretenernos, divertirnos y hacernos reflexionar -como el extraordinario espectáculo que La Zaranda nos ofreció recientemente en el Bergidum- nos ayuda a leer y escribir mejor, a mostrarnos ante el Otro, a expresar nuestras emociones, que en la vida cotidiana tanto nos cuesta. 
 
Es habitual que la enseñanza se centre en lo intelectivo en detrimento de lo afectivo. En cambio, en el teatro se trabaja con ambos aspectos, y en ocasiones se llega a recuperar el atletismo afectivo del que nos hablara Artaud en El teatro y su doble. Por todo ello reivindico el teatro como un arte vital y me alegro de estar en la Universidad de la Experiencia con gente tan experimentada y afectuosa.

lunes, 24 de junio de 2013

Ámsterdam, colorida y excitante

 Aunque podéis encontrar otras entradas dedicadas a Amsterdam en este mismo blog, os dejo ahora el texto-repor que publiqué en el Diario en 2010.

Ciudad lírica y de cuento

Ámsterdam, la Venecia del Norte, sorprende siempre al viajero

 Diario de León, 05/12/2010 

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/ciudad-lirica-y-de-cuento_569650.html 


Siento devoción por Ámsterdam. Una ciudad de cuento, colorida y excitante, tocada por la inspiración humano-divina, ciudad-fetiche, ciudad-bicicleta, ciudad-museo al aire libre, ciudad de belleza comestible, con aroma a hachís y marihuana, a arenque y fluido rojo... Sólo hay que callejear por su lindura encarnada y fosforescente, por sus puentes y esa su forma en tela de araña, que te atrapa y te engatusa, y te convida a amarla sin interrupción, con un alucinatorio y delirante sentido de la subconsciencia. 


Vuelvo a Ámsterdam, después de mi último viaje Inter-Raíl por Europa, y lo hago en avión, que es otro modo de viaje, quizá menos poético que en tren, aunque elevarse por las nubes tiene su encanto y procura cierto grado de éxtasis. Despegar se me hace pura levitación. 


En esta ocasión viajo acompañado, lo que sin duda da otra dimensión al viaje, porque al fin viajar, la mejor forma de viajar «es sentir, sentirlo todo excesivamente», como nos recuerda Pessoa. Por eso uno, habituado a vagar solo, descubre o redescubre otra forma de sentir. 


Aterrizo en Schiphol, que se perfila, al igual que la ciudad, como una tela de araña, y desde ahí me encamino, en el trenecito amarillo yema de huevo de las ilusiones, hacia la Estación Central (Centraal Station), cuya arquitectura me resulta similar a la del Rijksmuseum (pinacoteca que le quita a uno el hipo). 


Nada más poner los pies en el edificio de la Estación Central (donde por cierto pueden alquilarse bicis), todo me resulta cercano, como si el buen rollito impregnara el ambiente. Y encima luce el sol, qué maravilla. En vez de coger la arteria principal y animada del Damrak, me dirijo a la derecha, por el Singel, en busca del que será mi alojamiento. 


Aunque sea tu primera vez en esta ciudad, te sentirás bien. Y si nunca has viajado a Holanda, todo lo que allí veas te parecerá diferente. La llamada Venecia del Norte resulta especial, única, con sus casitas inclinadas y flotantes, sus puentes y canales de fantasía, callejuelas coloridas por las que conduces tus ideales de viajero al fondo de la noche, y a veces tus obsesiones más estimulantes y aventureras.
Si Ámsterdam es una ciudad de cuento, Holanda se me antoja un país de hadas con los ojos marinos de lo celeste y la sensualidad de lo hechizante, así como de príncipes y angelitos montados en la bici de lo libertario. 

Los amsterdameses y sobre todo las amsterdamesas suelen ser agradables, y en ocasiones se me antojan excitantes. En el fondo, uno se siente bien en esta ciudad, porque sus habitantes te acogen con entrega y cariño. 


Volendam

Viajar a Holanda -ese país bajo el mar y por encima del cielo sensual y sagrado de los sueños-, es recorrer sus verdes y húmedas praderas a través de un cuento de infancia, saborear arenques en Volendam y queso y leche evaporada en Monickendam o en Alkmaar, echarse una siesta a orillas de algún canal, y acabar poniendo en marcha las aspas de algún molino de viento, sintiéndote Quijote y berciano y universal, en una sin par aventura. 



Ámsterdam es una ciudad cuya belleza esencial, ganada al mar, está construida y reconstruida a escala humana. Quizá por esto hay un proverbio que asegura que Dios creó el mundo, excepto Holanda, que fue creada por los holandeses. Una ciudad en la que nada da la impresión de desentonar y todo está construido para ser disfrutado. Las esencias viajan en tranvía y en bicicleta, las verdades y las bellezas también. 


Hace ya más de veinte años que visité la ciudad por primera vez, aunque he tenido la suerte de volver a ella en múltiples ocasiones, que es como acaso se llega a sentir.
En una de estas visitas a esta lírica metrópoli, mi amiga holandesa Chantal, que en realidad es (o era) una querubina con rostro sonriente y ojitos vivaces, me hizo descubrir el Begijnhof, rincón donde uno siente lo sacro, la serenidad del espíritu, un lugar tranquilo y recogido, paradójicamente cercano a la bulliciosa plaza Spui. En esta pequeña «isla» de retiro espiritual vivían en tiempos las «beguinas» o novicias encargadas de bordar y ayudar a los enfermos. Después de algunos años, regreso a este jardín idílico o «huerto» epicúreo, en compañía de mi gran amiga, con la nostalgia y a la vez alegría de algún paraíso recuperado. Merece mucho la pena dejarse caer por este espacio místico y tal vez mítico en medio de la bohemia juerguista y el turisteo juvenil, sobre todo si uno la visita en fin de semana y en época veraniega.

Ambiente juvenil y festivo
 
Es habitual que si uno llega a Ámsterdam en temporada alta, sin reserva de habitación, tenga dificultades para encontrar alojamiento, al menos decente, sobre todo en periodos vacacionales o en determinados fines de semana, porque es ésta una ciudad muy visitada y que gusta mucho a los jóvenes gustosos de farra. Si bien cuenta con una amplia y variada oferta hotelera -algo abandonada a tenor de lo visto-, en ocasiones podría resultar insuficiente. No se caracteriza -al menos lo que conozco- por exuberantes y exóticos hoteles, antes al contrario, da la impresión de que la mayor parte de hotelitos y hostels, sobre todo estos últimos, no van muy allá, porque tal vez están pensados para una chavalería que no hace remilgos a nada y se apaña con cualquier cosa. Hay hoteles (véase por ejemplo el Tourist Inn), que por lo demás también funcionan como hostels, esto es, que cuentan con dormitorios donde meten a varios en literas. «Cuadras», como a buen seguro diría un buen amigo. En cualquier caso, la modalidad de alojamiento hostel funciona mucho y bien en toda Europa, sobre todo para mochileros o inter-raileros, con poca guita y deseosos de viajar por el viejo continente a como dé lugar. 

Ámsterdam sorprende por su dinamismo y su sentido hospitalario, adonde van a parar también todos los colgados y flipadas del orbe. Mucha marcha día y noche. 


Aparte del singular barrio Rojo (Rosse Buurt) y sus aledaños, se caracteriza por su ambiente festivo, liberal y vagamundo. El Dam, Rembrandtplein y Leidseplein (incluidos sus alrededores) son plazas en las que se encuentran nutridos coffee shops (véanse los legendarios Bulldog, Extase, Babá, Smokey, entre otros), restaurantes y discos. Es probable que sus ciudadanos hayan heredado ese espíritu festivo, tan español. No en vano, y durante un tiempo, Holanda estuvo bajo el mandato de Carlos V y luego de Felipe II (si nos fiamos de la historia) y gran parte de los judíos perseguidos en esta España «piel de vaca machorra tendida al sol y bocabajo» y aun en Portugal fueron a parar a Ámsterdam, que los acogió con los brazos abiertos. Como es el caso del filósofo Spinoza, que aunque nacido en esta ciudad tolerante, rica y calvinista, pertenecía a la comunidad de sefarditas, agrupada en el barrio judío de Joden, en concreto en la Jodenbreestraat, donde también vivió Rembrandt, el genial pintor de los autorretratos, que tuvo a bien reinventar la pintura y la luz empolvada. 

Además del archiconocido barrio Rojo y sus ramificaciones por la Spuistraat -lugar transitado por propios y extrañas-, esta ciudad de cuento de hadas goza de buena salud, eso sí, con sus hedores a pis -ahí siguen en pie los urinarios de color verde oxidado- y el envolvente e intenso tufo a hash y maría mezclados con arenque y sexo. No hace falta adentrarse en ningún coffee shop pues el olor te sube y te baja por donde quiera que camines, sobre todo por el Rojo y sus alrededores. «Éxtasis, crack, hachís...», te ofrecen los camelleros a tu paso por las calles y callejuelas del Rojo, alguna hay tan estrecha, que te hace chocar con el viandante que camina en dirección contraria. 


Ámsterdam, que cuenta con copiosos, variados e interesantes museos, es en realidad un gran museo al aire libre. Enfrente de la casa-museo de Rembrandt está una de las casitas con más gracia de la ciudad, y detrás ésta se halla el magnífico mercado de Waterlooplein, donde uno puede vestirse con ropas de ocasión, siempre o casi siempre en buen uso, por poco dinero. A quien le agrade el mercadeo, le encantará darse una vuelta por este rastro o zoco. A decir verdad, el espíritu judío está presente, aparte del Jodenbuurt (donde también pueden visitarse la sinagoga portuguesa y el museo histórico judío), en toda la ciudad, como el barrio de Jordaan, famoso por albergar en su día a refugiados como el filósofo Descartes, que vivió en la calle Westermarkt, al lado de la iglesia Wester (Westerkerk), donde supuestamente fue enterrado Rembrandt. 


Uno, que es entusiasta de las alturas, disfruta subiendo al mirador de esta iglesia, que le procura espléndidas panorámicas sobre la ciudad. Al pie de la Westerkerk se halla un monumento dedicado a Ana Frank, y unos metros más adelante se encuentra su casa-museo, cuyas colas de turistas acaban espantando a cualquiera, que no desee formar parte del rebaño. 

Apertura cultural
 
La apertura cultural y el mestizaje están asegurados, y las ancestrales y siempre sanas costumbres se respiran al borde de la calle, aunque por el Rojo pulule algún que otro esnifado con deseos de pegarte un tirón a la bolsa. La poli, montada en bici o bien a caballo, está siempre al quite. Y nadie parece salirse de la raya. 


Por más veces que uno visite esta ciudad, resulta fascinante el barrio de Nieuwmarkt (El Mercado Nuevo), aunque paradójicamente sea el más antiguo, colindante con el barrio Rojo, en el que puedes saborear un bocadillo de arenque crudo, tomarte un zumo natural o bien chutarte con una dosis de leche evaporada/koffiemelk (Halvamel), aunque para esto último tengas que acercarte al supermarket Albert Heijn. 


Nieuwmarkt es una especie de Chinatown en chiquito, con sus tiendas y escaparates por los que asoman hocicos de cerdo rostizado y aun otros caretos y esqueletos animalescos, con sus bares y terrazas, con su vivacidad y meridional puesta en escena. Nieuwmarkt, que cuenta con el De Waag como símbolo histórico, es asimismo la antesala de las vitrinas donde exhiben sus cuerpos las trabajadoras del sexo (que también cotizan, y disponen de una escultura, situada al lado de la iglesia Oude, en pleno barrio Rojo).
La generosidad y la tolerancia se respiran en cada brisa marina, como en la canción de Jacques Brel: «en el puerto de Ámsterdam hay marinos que comen en manteles blanquísimos pescados resplandecientes... y huele a bacalao hasta en el corazón de las patatas fritas». Incluso las patatas fritas, que tanto gustan a los holandeses, están deliciosas en su salsa, con mayonesa, con lo que se tercie. Se nota el olor a bacalao y a mejillón en los numerosos puestos callejeros y saben ricas y picantes esas «croquetas» de carne y pasta, que uno puede retirar en los Febo -o similares- que hay por doquier. No dejes de probar estas delicias holandesas, te encantarán, aunque sea nomás simple fast food. 


Y si te apetece ir de compras, aparte de sus «mercados de pulgas» y de ocasión, lo mejor es que deambules calle arriba, calle abajo, por las peatonales Kalverstraat y Nieuwendijk, donde hallarás recuerdos simpáticos, entre ellos algunas postales chistosas y atrevidas, o algún molino o «molen» inspirador. Se cuenta que Hema (en Nieuwendijk, 174) es el más barato de la ciudad.
La arquitectura y la urbanización resultan impactantes, con numerosos parques y jardines, sobre todo en la periferia (aparte del proverbial y céntrico Vondelpark), y fecundos carriles-bici, hechos ex profeso para las verdaderas reinas, las bicis, que se encuentran por todas partes. Una estampa sorprendente ver a los ejecutivos, móvil en mano, pedaleando por la ciudad, y una imagen de ternura, contemplar cómo, tanto unas como otros, portan en sus «reinas» a tropas de rapacines. 


Por tanto, no es la ciudad del demonio en persona, como algunos pudieran creer, ni de los alucinados de los coffee shops (donde se sirve yerba, aunque no está bien visto el alcohol) y del museo del hachís y la marihuana, o bien de los chiflados de los museos erótico y del sexo (incluida la Condomerie), y aun del museo Van Gogh y la fábrica Heineken, entre otros (que también). Antes al contrario, es un sitio con sabor a tulipán, como Chantal. 


Los paseos en barco, en tranvía o en bicicleta están pensados para deleitar la vista y estimular la imaginación. Y cuando los rayos solares se reflejan en las aguas tranquilas de sus canales de Prinsengracht (del Príncipe), Keizersgracht (del Emperador) y Herengracht (de los Señores), el surrealismo aflora en lo mejor de nuestro subconsciente. Es probable que sea la ciudad más lírica de Europa. 


Ámsterdam, como todo espacio que desee conocerse, da para muchas visitas, y en cada una de éstas uno descubre o redescubre algo novedoso, impactante, digno de ver y sentir. En este último viaje recorrí los lugares de costumbre -hay sitios que uno siempre visita-, y me dejé llevar, una vez más, por mi instinto en busca de belleza, que existe por todos lados, en esta urbe «construida sobre espinas de arenques», aunque protegida por diques, tal vez por eso sus casitas se tuercen y retuercen formando figuras de cómic, con sus fachadas pintorescas, llenas de escudos, reflejo de su pasado glorioso, comercial, marino. 


Siento gran cariño por esta tierra, en tiempos refugio de pensadores, capital de diamantes y tabernas de color tostado o bruine kroegen, molinos y proeflokaal (locales donde se degustan licores y ginebras auténticas), moradas sin persianas, vacas hedonistas, y un zoo animal (Artis Zoo, cuya entrada está custodiada por dos águilas doradas), que cohabita en perfecta armonía con el zoo humano. 

Tot ziens.

sábado, 22 de junio de 2013

De viaje a México, el ombligo de la luna (II)

Os dejo esta segunda parte de México, publicada en el Buscador. Que la disfrutéis. La primera también podéis encontrarla en este mismo blog, bajo el título De viaje a México, el ombligo de la luna (I)

http://www.nocedadelbierzo.com/archivos/Mexico_2_parte.pdf



Basílica de Guadalupe (foto de Fernando Ortega)
Ciudad de los tres ombligos, ciudad del hedor torcido, ciudad del tianguis



En Xochimilco
         Ciudad de los ombligos en referencia a sus antiguos lagos: Texcoco (Tetzcoco), Chalco y Xochimilco. O bien El lugar del ombligo de la luna en referencia a Mēxihco, voz náhuatl formada por Metl (luna); xictli (ombligo) y co (lugar). Me entusiasman estas definiciones, harto líricas, cuyo nombre oficial sería Estados Unidos Mexicanos, cual si fueran Estados Unidos Norteamericanos (con sobresalientes diferencias entre unos y otros, quede clarín clarete). 

Atlantes de Tula
En Teotihuacán
         Al igual que USA, también México es un rebaño de Estados Unidos de Norteamérica. Tanto es así que, en su día, se extendía por Texas, Arizona, Nuevo México, California, incluso Utah, Nevada y aun partes de Colorado y Wyoming. Ese era antaño Mexiquito: grande y lindo. Qué maravilla. Aun así, reducido en extensión y belleza, a resultas de pésimas gestiones gubernamentales, este país conserva más de una treintena de lugares de interés cultural y natural, considerados algunos como Patrimonio de la Humanidad: Teotihuacán, Chichén Itzá, Palenque, el centro histórico de Oaxaca y Monte Albán, Puebla, Guanajuato (sede del Festival Cervantino), Zacatecas o el centro histórico de la Ciudad de México y Xochimilco, entre otros.
Zacatecas

Quetzalcoatl en Teotihuacán

Chichén-Itzá
Biodiverso



         Espectacular la Barranca del Cobre, en la Sierra Tarahumara. Nunca olvidaré aquel viaje en tren desde Chihuahua hasta Los Mochis, haciendo parada en este Colorado mexicano. Siempre recordaré a aquel viejecito sombrerudo que, luego de chuparse medio frasco de alcohol de 90º, orinó en el suelo del tren. 
Cerro del Tepozteco (Tepoztlán)


        
Monte Albán
México cuenta con una biodiversidad impresionante en cuanto a flora, fauna, reservas, ecosistemas, parques y monumentos naturales... Abundante en oro (Iguala), plata (Taxco), petróleo y gas natural, entre otros. Rico en maíz y chocolate (productos originarios de esta tierra). Con una gastronomía deliciosa, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2010. Comida sabrosísima, aunque se me antoje una bomba para quienes no estén habituados a la manduca condimentada. Se trata el suyo de un magnífico maridaje entre la cocina española y la indígena, que hace las delicias de cualquier paladar capaz de soportar el picante y los sabores fuertes. No hay más que untarse con chile chilpotle (exquisito con huevos fritos como desayuno para comenzar la jornada) o bien degustar un mole poblano, que es un guiso consistente, hecho con múltiples ingredientes. Una auténtica delicia. Aparte de un amplio surtido de botanas y antojitos mexicanos (enchiladas, quesadillas, tacos, burritos...), que pueden tomarse a cualquier hora del día o de la noche en los puestos callejeros -aunque conviene echar ojito u oclayo, por aquello del smog-, merece la pena tomarse unos tamalitos de dulce o bien un pozole. Y como postre entrarle a la cajeta, que es como un dulce de leche. Todo ello acompañado con un champurrao o atole (qué rico, el último que tomamos -¿te acuerdas?- fue en Tapia de Casariego, Asturias). Y para hacer la digestión puedes servirte un mezcalito oaxaqueño, o en su defecto un Tequila Hornitos Reposado con sangrita. Buen apetito. Y seguir lidiando o montando toritos bravos. 
Taxco

En la sierra Tarahumara
Tulum


         Entre fiestas y velorios



         Sigo recordando aquel jaripeo o rodeo en el Estado de México, en Ixtapaluca/Indiapaluca. Vaya espectáculo. Y qué guamazo (en mi pueblo decimos hostión) se llevó el jinete o charro. “Déjenlo... no se metan, pendejos, que le falta el aigre". Como para quedarse sin respiración.

         Así es este país, que se mueve entre la fiesta y el velorio, entre el grito: ¡Viva México, cabrones! y el silencio. La vida como “nostalgia de la muerte”, porque muerte y vida se confunden. Dos caras de una misma realidad. “Qué más me puede ocurrir, qué me peguen un tiro”, me soltó a bocajarro un cuate al poco de aterrizar en el D.F. Hostias, se me han quedado parados hasta los vellos del pubis.

        
Teatro Juárez, Guanajuato 
Palenque

Aquí se le rinde culto a la pelona, a la llorona, acaso porque la vida no vale nada. La vida no vale un carajo ni en León Guanajuato ni en Silao y mucho menos en Ciudad Juárez, donde las mujeres, sobre todo, son acribilladas en un quítame allá esas pistolas. 

         El mexicano –según Octavio Paz- adula la muerte, y aun la festeja, la cultiva, se abraza a ella. Como ocurre en el Día de Difuntos. Entonces, el paisanaje come panes cual si fueran huesos, elaboran calaveras de azúcar, cada cual con su propio nombre (este menda aún conserva una). En realidad, en este país no es necesario celebrar el Día de Muertitos para arrumacarse con la muerte. Impresionante el festejo de este señalado Día en San Andrés de Mixquic. Cada farra puede ser un pretexto (los pretextos los inventaron los pendejos) para acabar saltando por los aires/aigres de un balazo en la sesera. No me chingues, güey, porque te voy a madrear bien padre hasta que se te salga el pulque por la entrepierna. No resulta difícil que una noche de fiesta acabe en una noche de duelo. 

         En las fiestas, los mexicanos se abren al exterior, estallan, descargan su pistola, que es como descargar su alma, saltan el muro de soledad (os convido a que os deis un paseo por El laberinto de la soledad), se desnudan, se lanzan al vacío briagos o motorolos perdidos, enmariguanados tal vez, después de atizarle un lingotazo a la botella de tequila. Lo importante es salir, abrirse paso, a ritmo de quebradita, en la cantina de al lado, embriagarse de ruido,  de gente, de colorido. "No mames, cabrón, ese pinche güey se la buscó", porque cada quien tiene la muerte que se busca. "A estas alturas ya estará tocando el arpa con el arcángel San Gabriel". Así se las gastan los léperos, que andan todo el santo día de relajo, lanzando albures a sus carnalitos y carnalitas. 

         “Castellano y morisco, rayado de azteca”,  este es México, país que da para componer muchas odas, principiando por su lengua, impregnada de castellano antiguo, castellano modulado, con palabras y expresiones propias. Y toda la castellanización de terminología náhuatl, aparte del english, que deviene en una suerte de spanglish (escuchad a Molotov). Y si entramos en las muchas y variadas lenguas indígenas, entonces flipamos: náhuatl,  maya yucateco, mixteco, zapoteco, lacandón, huichol, purépecha o michoacano... 

         Algún día regresaré “al país de la cortina de nopal”.