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sábado, 13 de diciembre de 2025

Los chicos del coro, de Barratier

  • Los chicos del coro, como se tradujo en España, o bien Les choristes, su título original, es una producción francesa de 2004, coescrita y dirigida por el productor, guionista, actor, guitarrista y letrista parisino Barratier, que obtuvo un gran éxito de crítica y público en su país y fuera del mismo. 
  • Una joya de la cinematografía que fue nominada al Óscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa y también como canción original. Asimismo, consiguió el César a la mejor música escrita para una película, debida al compositor francés Bruno Coulais (conocido por sus composiciones para bandas sonoras de cine), el César al mejor sonido y una nominación en la categoría de mejor película europea en los premios Goya de 2006, que no ganó, porque el premio fue para Match point, de Woody Allen.  https://cuenya.blogspot.com/2009/12/proposito-de-match-point-y-el-azar.html

  • El propio Barratier se inspiró en su infancia, en el divorcio de sus padres y la ausencia de éstos (por su profesión de actores), para realizar esta ópera prima ambientada en la Francia de finales de la década de los cuarenta, que está basada en La cage aux rossignols (La jaula de los ruiseñores), de Dréville, y nos hace rememorar Au revoir les enfants, de Louis Malle 
  • El director de Los chicos del coro dijo que en cada uno de los personajes de esta película hay algo de él mismo como niño, habida cuenta de que la infancia es un tema universal.
  • Al igual que ocurre en Au revoir les enfants (Adiós, muchachos, 1987), una película autobiográfica basada en la experiencia del cineasta francés Malle (autor de la también impactante película Damage/Herida), que fue alumno de un internado católico en Francia durante la Segunda Guerra Mundial,  Los chicos del coro también está ambientada a finales de los cuarenta, tras la Segunda Guerra Mundial, porque en esa época se crearon los centros de reinserción, como el terrible internado, en medio de la campiña francesa, donde se desarrolla la acción de esta película.
  • En aquella época, tanto en Francia como en España, la letra con sangre entraba; incluso en épocas posteriores -hablo de los cincuenta, los sesenta y aun los setenta-, la enseñanza se basaba en la rigidez y en el castigo. Y es en este ambiente, recreado de un modo extraordinario, en el que se desarrolla esta película cuyo tema central es la educación a través del arte de la música (como vínculo para la amistad y solidaridad entre los estudiantes), en concreto del coro/coral que forma el protagonista, Clément Mathieu (interpretado por el actor Gérard Jugnot como educador empático), capaz de acoger y valorar con cariño a cada uno de sus alumnos, un coro conformado por estudiantes como Pierre Morhange (interpretado por Jean-Baptiste Maunier), que es un estudiante rebelde, problemático, pero con una voz prodigiosa, o Pépinot (interpretado por Maxence Perrin), un niño huérfano -clave en la trama- que espera la llegada de su padre todos los sábados, aunque nunca aparece, y establece una relación tan cercana con Mathieu, que al final éste ejerce de padre. 
  • Los personajes
  • Los personajes de la película, en especial Morhange y Pépinot, a través de su participación en el coro, con el apoyo de su educador Mathieu, aprenden a superar sus obstáculos y desarrollar su potencial creativo.

  • Entre los personajes principales también está Rachin (interpretado por Berléand como antagonista), el autoritario director del internado, que aplica su principio de "acción y reacción", con el que mantiene a raya, bajo un control estricto a los alumnos, y a la vez se muestra escéptico sobre los beneficios del coro, oponiéndose al educador Mathieu; Violette Morhange (interpretada por Marie Bunel), que es la madre soltera de Morhange, de la que se enamora Mathieu, que quiere de un modo altruista lo mejor para ella y su hijo. 
  • Aparte de los personajes principales, están los  secundarios, que forman parte del coro, como Mondain (interpretado por Grégory Gatignol), un estudiante con antecedentes de delincuencia, cuyo papel es decisivo en el desarrollo de la trama, porque su conflicto con el director del internado acaba provocando un incendio en el internado; Chabert (interpretado por Kad Merad), un profesor que procura mantener la paz entre los estudiantes y la administración; Langlois (interpretado por el actor Du Jenerand), otro profesor del internado que, al igual que Chabert, intenta batallar con los estudiantes y el director Rachin... O bien Carole Weiss, la actriz que interpreta a la condesa, que se queda fascinada con Pierre Morhange, el joven talentoso para la música. 
  • Se nos presenta a modo de flashback narrativo la historia de Clément Mathieu (Gérard Jugnot), un músico fracasado que acaba ocupando el puesto de vigilante del internado Fondo del estanque, cuyo nombre es ya el preludio de lo que le espera. Nada más entrar en el internado, Mathieu conocerá al director del colegio, Rachin (Berléand), que se muestra como un personaje severo. En lo alto de las escaleras, con un fondo gris, nos hace presagiar un tiparraco terrible. Esta película está contada desde el punto de vista de la infancia. A modo de recuerdo, a través del diario de Mathieu, nos cuentan la historia Morhange (Maunier-niño)/Jacques Perrin-adulto-conocido también por su actuación en Cinema Paradiso, y Pépinot (Maxence Perrin-niño-hijo en la vida real de Jacques Perrin/Didier Flámand-adulto). 
  • Mathieu se nos presenta como un tipo bonachón, humano, a veces cómico, que huye de los elogios y la vanidad, y es capaz de cambiar la vida de los chicos cuando descubre que algunos alumnos tienen talento musical. Entonces, les enseña a apreciar la belleza de música y la verdad del canto, con lo cual logra remover la afectividad de los chicos, haciendo que perciban la música como algo fuera de lo común y no como una obligación. De este modo comienzan a cambiar su comportamiento y a superar sus problemas personales, gracias a la capacidad transformadora de la música y la importancia de la educación y el apoyo emocional en su desarrollo. Pero se encontrarán con los obstáculos que les pone el cruel Rachin, cuyo sistema de disciplina resulta ineficaz. 
  • Después del incendio que sufre el internado, Rachin despide a Mathieu. Y el propio director acaba expulsado. Antes de partir del internado, Mathieu le regala a Pierre Morhange una partitura de una canción que compuso para él y le augura un futuro brillante como músico. A pesar de la partida de Mathieu, la influencia del coro perdurará en la vida de los estudiantes. A través de un salto temporal, vemos a Morhange ya adulto convertido en un famoso director de orquesta, el cual recibe la triste noticia del fallecimiento de Mathieu. 

  • Morhange acaba encontrando el diario de Mathieu, donde relataba sus experiencias en el internado y el nacimiento del coro. A través de la lectura de este diario, Morhange se entera de que Mathieu había estado enamorado de su madre Violette y que había sido el impulsor del éxito del coro, así como de su propia carrera musical. Al final de la película, Pierre y Pépinot, ambos músicos profesionales, se reencuentran y le rinden homenaje a Mathieu. 

  • Los chicos del coro sobresale, aparte del trabajo actoral, fundamentalmente de Gérard Jugnot (reputado actor francés), por la excelente, inolvidable banda sonora, compuesta por Bruno Coulais, que logró gracias a los Petits chanteurs de Saint Marc, en Lyon, entre los que se halla la voz del joven Maunier, que resultó perfecto para interpretar el papel de solista.  En cuanto a la fotografía, cabe señalar los colores fríos empleados para el internado y los cálidos tonos para los exteriores y escenas más alegres. 

  • Se trata de una película entrañable, con ciertas dosis de humor, que  trata temas universales como la amistad, la educación, el amor, la realización personal y la superación de adversidades, que nos emociona y a la vez nos permite reflexionar acerca del papel esencial que juega la música en nuestras vidas, en este caso en la vida de estos chicos de internado.  

  • Cabe recordar que en el año de 2022 se estrenó en el Teatro de la Latina de Madrid una adaptación musical de esta película. 

martes, 9 de diciembre de 2025

Ciclo de cine y música en el Campus de Ponferrada

Como ya viene siendo habitual a lo largo de estos últimos años, para este curso 2025-26 he programado un ciclo de cine y música orientado al alumnado del Programa Interuniversitario de la Experiencia (PIEx) en el Campus de Ponferrada (ULE). 

En esta ocasión dedicaremos esta semana, desde hoy martes 9 a este viernes 12 de diciembre, este ciclo en el que proyectaremos cuatro películas que me parecen reseñables acerca de la fusión entre imagen y música. Como dice la intrépida periodista Mar Iglesias de La Nueva Crónica, "el ciclo propone un viaje por diferentes formas de entender la música en el cine, desde el biopic de un genio clásico hasta el musical frenético del siglo XXI, pasando por los coros infantiles y la psicodelia rock de Pink Floyd". 

Las películas que he tenido a bien seleccionar para este ciclo son las siguientes: Amadeus (1984), de Milos Forman, dedicada al genio Mozart https://cuenya.blogspot.com/2025/09/amadeus-de-milos-forman.htmlMoulin Rouge (2001), de Baz Luhrmann, sobre el París de la bohemia y el amor como algo esencial en la vida de los seres humanos https://cuenya.blogspot.com/2025/12/moulin-rouge-de-baz-luhrmann.htmlLos chicos del coro (2004), de Christophe Barratier, su ópera prima, que deslumbró al público no sólo francés sino al resto del mundo con su sublime banda sonora, la música como revulsivo y un arte que nos eleva como seres humanos y nos permite incluso ser mejores personas, y The Wall (1982), de Alan Parker, a partir del legendario disco del extraordinario grupo musical Pink Floyd https://cuenya.blogspot.com/2025/06/the-wall-de-alan-parkerroger-waters.html

"El ciclo... se presenta como una oportunidad para disfrutar del cine desde una perspectiva formativa y divulgativa. Desde biografías musicales hasta musicales pop, pasando por coros infantiles y rock psicodélico, la propuesta combina entretenimiento, aprendizaje y debate en un entorno universitario abierto a la cultura", apunta Mar Iglesias, gracias por hacerte eco, como suele decirse, de esta propuesta. Gracias a ti y por supuesto a otros medios, que también han dado difusión al mismo. Salud. 


https://www.lanuevacronica.com/el-bierzo/campus-ponferrada-celebra-ciclo-cine-musica-con-cuatro-peliculas-iconicas_187277_102.html


https://bembibredigital.com/mas-noticias/91684-ciclo-de-cine-y-musica-organizado-por-manuel-cuenya-en-el-campus-de-ponferrada

https://www.elbierzodigital.com/ciclo-cine-musica-campus-ponferrada/ 

Moulin Rouge, de Baz Luhrmann

Antes de adentrarme en Moulin Rouge (2001), la película del guionista, director y productor australiano Baz Luhrmann, me apetece hacer mención al Molino Rojo, mítico cabaret parisino,  fundado a finales del siglo XIX, en la Belle époque, por el español Oller y el francés Zidler, el cual aparece en la película como Harold, aunque su auténtico nombre era Charles. Conocido en el mundo entero, el Molino Rojo está ubicado en el bulevar de Clichy (me estoy acordando de Días tranquilos en Clichy, del fenómeno Henry Miller https://cuenya.blogspot.com/2011/07/henry-miller-un-coloso-de-la-literatura.html), bajo la colina de Montmartre, barrio de la bohemia por excelencia, con la famosa place du Tertre, donde el arte cobra vida, los artistas callejeros pintan y exponen sus obras al aire libre, y los músicos tocan sus piezas, incluso con un serrucho, como uno que me dejó impresionado. 

Cerca de esta plaza se halla el Espacio de Dalí, un museo dedicado a la obra de este genio del siglo XX, que compartió Residencia de Estudiantes en Madrid con otros dos genios, a saber, Luis Buñuel y Lorca. 

La colina de Montmartre, que ofrece bellas vistas a la ciudad de París, fue la cuna del impresionismo (recientemente he visto Los colores del tiempo, de Klapisch, que habla entre otros asuntos del impresionismo pictórico; espero reseñarla) y sigue ofreciendo, incluso en la actualidad, un aspecto bucólico. Otrora la colina de Montmartre contaba con varios molinos de viento, localizados en su mayoría en la rue Lepic. En la actualidad, se conserva al menos un molino de viento del siglo XIX, el famoso Le Moulin de la Galette, que fue pintado por Van Gogh, Toulouse-Lautrec (pintor que hace su aparición en la película de Baz Luhrmann como un amigo del protagonista y es el personaje principal en la película filmada por Huston en 1952, de la que luego diré algo) y Auguste Renoir (el padre del cineasta Jean Renoir, que llevó al cine el impresionismo pictórico de su padre en películas como Una salida al campo). 

Foto: Manuel Cuenya

Respecto a la película Moulin Rouge (1952), dirigida por John Huston, podría decirse que se centra en la vida bohemia de París y la de Toulouse-Lautrec (pintor y cartelista francés postimpresionista, que representa la vida nocturna parisina de finales del siglo XIX), con una estética y un tono más realista que esta película de 2001. Curiosamente, la película de Huston, al igual que esta de Luhrmann, ganó dos Óscar a la mejor dirección de arte y al mejor diseño de vestuario. https://cuenya.blogspot.com/2015/11/je-suis-paris.html

Cabe recordar que en la rue Lepic, aparte de hallarse el molino de la Galette, vivieron Van Gogh y su hermano Theo, también en esta calle vivió el escritor Céline (Viaje al final de la noche), el cantante y actor italo-francés Yves Montand le dedicó una canción a esta rúa y existe un café en la misma (Café des 2 moulins) donde se rodó alguna secuencia de la película Amélie, cuya música, inolvidable, corresponde al compositor Yan Tiersen https://cuenya.blogspot.com/2009/11/yann-tiersen.html 

Moulin rouge. Foto: Manuel Cuenya

La historia de París, que en tiempos fue capital del mundo -en realidad lo sigue siendo-, da para más de una misa de doce, la ciudad de la luz bien vale una misa. A vuestro antojo. 

París y el Moulin Rouge

París (una ciudad recreada en estudio) es donde se ambienta a principios del siglo XX Moulin Rouge (2001), una película musical dirigida por Luhrmann y protagonizada por la diva Nicole Kidman (Satine), que luce como la estrella -pues es una estrella, cuyo papel en Eyes wide shut de Kubrick se me antoja extraordinario también-, y el actor escocés Ewan McGregor (Christian), conocido asimismo por su interpretación en Trainspotting (1996), una película de culto británica, que cuenta la historia de unos jóvenes heroinómanos de los suburbios de Edimburgo.  https://cuenya.blogspot.com/2015/01/paris-arabe.html

Moulin Rouge (2001), que fue un éxito comercial, con ocho nominaciones a los premios Óscar (entre ellos a la mejor película y la mejor actriz para Nicole Kidman, consiguiendo asimismo estatuillas  al mejor diseño de vestuario y la mejor dirección artística que nos muestran una estética determinada, la de esa época), está inspirada en la ópera La traviata de Verdi, que a su vez se basó en la novela La dama de las camelias, de Alejandro Dumas. Y al igual que La traviata, esta película nos muestra una historia de amor romántico, el clásico triángulo amoroso del melodrama. Un joven escritor bohemio (Christian) llega desde Londres a París en busca de inspiración para su nueva obra, y acaba enamorándose de Satine, que trabaja como cortesana en el Moulin Rouge (cual si fuera un personaje más), pero ella, que está enferma de tuberculosis (una de las grandes epidemias del siglo XIX), se debate entre el amor que siente hacia Christian y el interés por un rico pero villano duque, el personaje antagónico (Richard Roxburgh), que podría convertirla en una gran actriz financiando su espectáculo teatral. Spectacular, Spectacular. El amor, ay, el amor. 

Desde la colina de Montmartre. Foto: M. Cuenya

“Lo más grande que te puede suceder es que ames y seas amado”, dice Christian, porque la película es un musical romántico, atípico y visualmente impactante, que rescata canciones de la música pop de bandas como The Beatles (All you need is love), The Police (Roxanne), Nirvana (Smells like teen Spirit), Queen (The show must go on)... David Bowie (Nature boy), Madona (Like a Virgin) o Elton John (Your song), acaso para conectar con el público de hoy en día.

Personajes

Aparte de los papeles protagonistas de Christian, interpretado por McGregor (que es como Armando de La dama de las camelias y  Alfredo de La Traviata, un joven romántico, apasionado, que cree en el amor como algo esencial en la vida) y la estrella o "diamante reluciente" Satine (interpretada por Nicole Kidman, que se parece a Violetta de La traviata y a Margarita de La dama de las camelias. Al final de la película, le pide a Christian que escriba su historia de amor), el reparto lo conforman Harold Zidler (interpretado por el actor británico Jim Broadbent), que es el director del Moulin Rouge y obliga a Satine a que seduzca al personaje del duque para que éste financie el nuevo espectáculo; el duque (interpretado por el actor australiano Richard Roxburgh), que también aparece en La traviata y La dama de las camelias. El duque es utilizado en la película por Zidler, Satine, los bohemios y Christian para que financie la obra que mantenga vivo el Moulin Rouge. A cambio de financiar la obra teatral que vemos en la película, el duque, que está enfermo de celos, pide que Satine mantengas relaciones amorosas sólo con él. A ellos se suma la figura de Toulouse-Lautrec (interpretado por el actor y productor de origen colombiano John Leguizamo), que ejerce como Celestina o Celestino para que se encuentren Satine y Christian, y así se enamoren; Absinthe o el Hada Verde (interpretada por la cantante y actriz australiana Kylie Minogue), que canta The sound of music, y Marie (interpretada por la actriz australiana Kerry Walker), que se parece al personaje de Julie de La dama de las camelias, y se ocupa de cuidar de las bailarinas del Moulin Rouge, en especial a Satine. 

Puesta en escena

La puesta en escena, teatral y barroca, nos guía a través de la historia, creando emociones y sensaciones visuales, con ricos decorados, múltiples escenarios, juego de luces y muchísimos bailarines, con movimientos de cámara hipnóticos, el uso de una estética colorida, llamativa, con colores vibrantes y contrastantes para evocar las emociones y el ambiente de los cabarets, al tiempo que se utilizan tonos más oscuros para enfatizar el drama amorosocon una fotografía que mezcla tonos saturados para expresar emociones, con un ritmo vertiginoso (propio de un videoclip que conectara lo clásico con lo vanguardista) y un montaje frenético mediante la fragmentación de las secuencias, con encuadres oblicuos, asimétricos, picados y contrapicados. Un montaje dinámico de planos cortos, con transiciones entre escenas a través de rápidos barridos, que nos seduce como espectadores, llevándonos al trance de principio a fin. 

A través de la música y la imagen, con elementos de la Belle époque y el París bohemio, asistimos a un espectáculo psicodélico, sinestésico, porque llegamos a escuchar la imagen y ver la música. En este sentido, los cambios en la música (tono, registro, timbre) se reflejan en los colores, en la fotografía. A través de su estilo visual, su banda sonora ecléctica, su estructura rítmica, su narrativa, la película se ha convertido en todo un clásico del cine contemporáneo, aunque se trate de una película posmoderna que rompe con la narrativa clásica.  

Espectáculo

Desde el inicio asistimos a un espectáculo, vemos cómo se abre el telón y se nos ofrecen los títulos de crédito, parece que nos adentráramos también en un cuento en blanco y negro: 

"Había una vez un muchacho muy extraño y encantado... Dicen que viajó muy lejos... Por tierra y por mar... Y entonces un buen día, un día mágico... Y se cruzó en mi camino... 

...Uno aprende que lo más importante en la vida es amar y ser amado... La mujer que amaba está muerta", así de contundente. 

La película por tanto comienza por el final (como tantas buenas obras en el cine, véase American beauty, y en la literatura, léase El túnel, de Sábato, La lluvia amarilla, de Llamazares, o Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, entre otras), un final contado desde la voz en primera persona de Christian como el recuerdo triste de un amor muerto, una historia construida a través de saltos temporales hacia el pasado, una historia de amor escrita por el propio protagonista. 


Cuando se nos presenta el Moulin Rouge, como si fuera un personaje más, se introduce el color. A partir de entonces, la pantalla se llena de principio a fin de color, haciendo un uso simbolista a la par que expresivo del color con el objetivo de llamar nuestra atención, empleando tonos brillantes y cálidos, donde sobresale el rojo pasional. 

Cuando Christian llega al Moulin Rouge, unos artistas bohemios que trabajan en el cabaret, liderados por el pintor Toulouse-Lautrec, lo acompañan en la aventura de crear un nuevo espectáculo financiado por el duque y del que Satine será la protagonista. Un espectáculo que promete ser vanguardista. A través de estos personajes, la película se convierte en una reflexión sobre el propio mundo del espectáculo, "los de los bajos fondos no podemos permitirnos el lujo del amor", le dice más o menos Zidler, el duelo del cabaret, a Satine. Como espectadores, asistimos a una representación dentro de otra representación. 

El telón se cierra pero el espectáculo debe continuar, the show must go on, con esta maravillosa película, que nos habla de la verdad y la libertad, de la belleza y del amor.  

martes, 2 de diciembre de 2025

Alaridos de amor, de Roberto Arias Alba

Vaya aquí esta reseña sobre Roberto Arias Alba, que presentó su reciente poemario Alaridos de amor el jueves 20 de noviembre en la Biblioteca municipal de Ponferrada. Y tuve el gusto de arroparlo en el acto, en el que también estuvieron en la mesa los escritores Manuel Ángel Morales, Emilio Vega y Paco Arias Ferrero, con la música del cantautor José Luengo, que nos recordó al amigo escritor Fermín López Costero y también al Umbral de Mortal y rosa, así como Palabras para Julia, de José Agustín Goytisolo. Con un público entregado entre el que se encontraban amigas escritoras como Nidia, Edith o Elba, entre otros, como por ejemplo Ed. 

M. Á. Morales, Roberto Arias, Paco Arias, Emilio Vega y José Luego









Conozco a Roberto Arias Alba desde hace años y hemos compartido encuentro poético en O Barco de Valdeorras, antes en A Rúa, y también en Quiroga, Galicia.

Roberto Arias Alba es en verdad un poeta romántico o posromántico, con esa su mirada acerca del mundo, un poeta nacido en el corazón del Bierzo, en Valtuille de Abajo, que ahora compone versos y contempla el mundo desde su ataraxia estoica, desde su jardín epicúreo en Cacabelos, el cual le resulta inspirador y aromático, con ese aroma a vino que embriaga las palabras. Me apetece recordar ahora a un buen amigo de Cacabelos, ya fallecido, quien fuera gran poeta y narrador, llamado Fermín López Costero, y aun al artista cacabelense Pepe Sánchez Carralero, que dice haber nacido encima de una bodega.

Roberto, que es autor de varios poemarios, entre ellos,  Te vi partir hacia el infinito Entre la dulce espesura del bosque, o Hilvanando palabras (con su primo, aquí presente, Paco Arias Ferrero), aparte de algunos inéditos, acaba de publicar ahora este nuevo libro, Alaridos de amor, título poderoso, al que le deseamos un largo recorrido.

En su poesía Roberto busca de un modo deliberado la tranquilidad, o sea la ataraxia estoica, los silencios evocadores… la comunión con la naturaleza, con los paisajes bercianos, que aparecen en toda su obra, su deseo es por encima de todo la búsqueda de la belleza; belleza, bondad y verdad (los grandes valores de la Humanidad, de los que nos hablara el filósofo Platón), porque Roberto es esencialmente un hombre bueno. Como dijera de sí mismo el poeta Antonio Machado: “Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,/ pero mi verso brota de manantial sereno;/ y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,/ soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”. 


Roberto se siente enamorado de su Bierzo, “el país de la niebla”, al que califica de vergel, paraíso, acaso el “paraíso perdido de los Dioses”, tierra hermosa, acogedora, abierta, una comarca próspera en muchos sentidos, “la voz de los almendros”, con un microclima y un paisaje privilegiados, un entorno que predispone al impulso creador en cualquiera de las facetas posibles, ya sea pintura, poesía, o cualquier otra.

Esta es su visión, un tanto idealizada y bucólica de su paraíso, porque él es, como ya dijera, un poeta romántico (con una impronta de Gil y Carrasco), que cree en el amor, en la ternura (recurrentes en sus poemarios, también en este Alaridos de amor). En todo caso, Roberto ha encontrado en el Bierzo su inspiración, su lugar en el mundo, acaso su temperatura afectiva adecuada para seguir componiendo versos y poemarios. Y cuando uno encuentra todo eso, cuando uno encuentra el amor (Palabras para ella) puede darse por satisfecho. Y hasta se alegra uno de que una persona como el autor de Pentagrama amarillo (Hontanar, 2008) se sienta feliz poetizando el mundo desde su aldea global, si bien es consciente de nuestro corto existir, de nuestra efímera singladura y aun de los desastres que asolan el mundo como el hambre, la pobreza, el abandono o el racismo, el egoísmo, la corrupción o la insolidaridad.

Su vocación proviene de su época adolescente en la que leía sobre todo a poetas de la Generación del 27. Y por supuesto a Juan Ramón Jiménez, el andaluz universal, uno de sus poetas preferidos, con cuya poesía se siente identificado.

La identificación de un berciano del Noroeste mágico, como es su caso, con un andaluz nos hace pensar en la capacidad de evocación, también universal, de la poesía. Y de que en el fondo nada de lo humano nos es ajeno.

Aparte de Juan Ramón Jiménez, se confiesa devoto de la poesía de Bécquer y Rosalía de Castro, de Miguel Hernández y Alberti, o de César Vallejo y Alfonsina Storni, entre otros y otras. 

Foto tomada de La Nueva Crónica

A través de su escritura expresa lo que siente y piensa, que es una manera de crear belleza y compartirla con los demás, como él mismo asegura.

La escritura, en sí misma, ya le resulta satisfactoria con sus evidentes beneficios catárticos, terapéuticos, lo que le impulsa a continuar con esta bella y noble labor que es escribir poesía. En su afán por crear se nos revela como un poeta total, como dice en el prólogo de Alaridos de amor Paco Arias Ferrero, en éste y también en sus anteriores poemarios.  

https://www.lanuevacronica.com/el-bierzo/poeta-berciano-roberto-arias-presenta-su-ultimo-trabajo-en-ponferrada_185342_102.html 

domingo, 30 de noviembre de 2025

Mar Adentro, de Amenábar

Mar adentro, mar adentro.
Y en la ingravidez del fondo
Donde se cumplen los sueños
Se juntan dos voluntades
Para cumplir un deseo

Un beso enciende la vida
Con un relámpago y un trueno
Y en una metamorfosis
Mi cuerpo no es ya mi cuerpo
Es como penetrar al centro del universo

El abrazo más pueril
Y el más puro de los besos
Hasta vernos reducidos
En un único deseo

Tu mirada y mi mirada
Como un eco repitiendo, sin palabras
"más adentro", "más adentro"
Hasta el más allá del todo
Por la sangre y por los huesos

Pero me despierto siempre
Y siempre quiero estar muerto
Para seguir con mi boca
Enredada en tus cabellos

(Ramón Sampedro, Los ensueños, Cartas desde el infierno) 


Después de ver una vez más la película Mar adentro (en este caso para una clase que impartiré a mi alumnado la próxima semana), recuerdo con cariño la visita que el genio Amenábar hiciera a la Escuela de Cine de Ponferrada allá por principios de los años dos mil https://cuenya.blogspot.com/2010/05/proposito-de-amenabar.html

En aquella ocasión -lo puedo recordar, no porque sea Funes el memorioso de Borges, sino porque lo dejé escrito (para eso sirve también la escritura, para rememorar)- me habló de que tenía intención de adaptar El Perfume, la novela de Süskind https://cuenya.blogspot.com/2010/05/el-perfume.html, pero al final se decantó por hacer la premiada Mar adentro (Óscar a la mejor película de habla no inglesa, Goya a la mejor película, al mejor director y al mejor guion original de Amenábar y Mateo Gil), quizá su obra más lograda, tal vez con la inspiración/transpiración de El hijo de la novia (2001) https://cuenya.blogspot.com/2014/10/el-hijo-de-la-novia-en-tardes.html, que es una película extraordinaria, que vimos hace poco para comentarla en la clase. Bueno, uno la ha visto en diversas ocasiones. https://cuenya.blogspot.com/2014/10/el-hijo-de-la-novia.html Y siempre hay alguna escena que me hace saltar las lágrimas, porque quizá la grandeza de esta película argentina (entre otros recursos) es que nos hace reír y llorar a partes iguales, como ocurre con el cine de otro genio, el memorable Chaplin https://cuenya.blogspot.com/2011/04/chaplin.html

El asunto es que Mar adentro (2004), dirigida por Amenábar y protagonizada por el fenómeno Javier Bardem (Goya al mejor actor, tal vez el mejor del cine español) y las actrices Belén Rueda (premio a la mejor actriz revelación, está soberbia en su papel de Julia como abogada, que sufre de una grave enfermedad cerebral) y Lola Dueñas en su papel de Rosa, con sus ganas de vivir y su entrega amorosa (premio a la mejor actriz, me encanta esta actriz, es una de mis preferidas del cine español), también nos hace llorar y reír, porque el protagonista de la historia, Ramón Sampedro (encarnado de un modo auténtico por Bardem) nos arranca en más de una ocasión la sonrisa con su sentido del humor. Y nos la arranca ya desde el inicio cuando Sampedro le dice al personaje de Gené (Clara Segura, a quien vemos también la película El 47) que "es difícil estar tranquilo, con el panorama que tengo delante..., se te transparenta la falda... ya me levanto yo ahora y voy  preparando café". 


Para componer esta película, Amenábar toma como punto de partida la historia real de Sampedro, un marinero gallego de Porto do Son que quedó tetrapléjico a resultas de un accidente que sufriera siendo joven en la playa de As Furnas un día de resaca marítima al arrojarse al agua desde una roca. "El mar me dio la vida y el mar me la quitó", dice de un modo revelador Bardem. 

Asimismo, Amenábar hace su propia versión de Condenado a vivir (2001), un telefilme dirigido por Roberto Bodegas, que en un principio estaba previsto que impartiera clases en la Escuela de cine de Ponferrada. 

La película de Amenábar, en la que me centraré, cuenta la historia de Sampedro, el cual llegó a escribir, durante su postración en la cama durante casi treinta años, dos libros: Cartas desde el infierno (1996), que incluye cartas, poemas y cuentos, además de Cuando yo caiga (1998), un poemario póstumo escrito en gallego, aunque publicado en castellano, con prólogo del escritor Manuel Rivas, y poemas como éste, que me late impactante: 

Cuando yo caiga, como fruto maduro del árbol de la vida,
dejadme allí mismo, donde yo caiga,
para que me abrace el sol y el viento y la luna,
que la vida me devore mordisco tras mordisco.

Que cada cual recoja el amor que me dio:
la luz, su luz; el agua, su agua,
la tierra, su ceniza; su espíritu, el viento.
Que coja cada cual lo que precise.

Pero que no me esconda la codicia humana
en el calabozo de los muertos, en una jaula sagrada
aferrada a un recuerdo, llorando como un niño
que no quiere devolver lo que se le prestó.

De la semilla al fruto fui empujado por el amor,
cuando vuelva al origen, derribado o caído,
amigo o enemigo, que no te cause espanto,
aunque te parezca que ya no tengo vida,
no es que esté muerto, me estoy recreando.

No me cubras de tierra, ni me metas en un nicho.
Si no quieres verme, llévame a campo abierto,
déjame mirando al cielo para irme esparciendo
entre todo lo que quiera llevarse de mí algo.

Un gusano, una mosca, un pájaro cualquiera…
hasta que me consuman por amor regalado
para empujar la vida soñando pero libre,
que cada uno recoja lo que me dio prestado.

Así, cuando caiga, dejadme caído
para retornar a la vida allí donde yo caiga.

El conflicto que plantea Mar adentro es cómo Ramón Sampedro, después de tantos años inmovilizado, él que era un aventurero, reivindica su derecho, su libertad a morir de un modo digno, porque, en su opinión, "vivir es un derecho, no una obligación", porque para Ramón Sampedro su vida, tal y como está, ya no tiene sentido, lo que plantea el debate sobre la eutanasia, que en España estuvo prohibida hasta hace pocos años. Por tanto, Mar adentro, que se me hace una película conmovedora desde principio a fin (también en este reciente visionado se me han estremecido las entrañas en varias secuencias), está narrada con talento, sensibilidad, verdad y belleza. 


Mar adentro nos habla de la vida y la muerte (cara y cruz de una misma realidad), del derecho a elegir nuestro propio destino, a disponer con libertad de nuestra vida, y por supuesto del amor de los seres queridos. Vemos cómo la familia cuida con amor a Ramón Sampedro, aunque el sacerdote interpretado por el actor y director teatral Josep María Pou, precisamente tetrapléjico y en silla de ruedas en la película, diga que Ramón Sampedro no recibe el cariño de su familia y por eso desea quitarse de en medio, algo que entristece y enfurece a su cuñada, interpretada de un modo magistral por la actriz gallega Mabel Rivera en su papel de Manuela. No en vano, Mabel Rivera recibió el Goya a la mejor interpretación femenina de reparto. Cabe señalar que Mabel Rivera es la abuela de Ainara, la chico que desea ser monja de clausura en la película Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa https://cuenya.blogspot.com/2025/11/los-domingos-de-alauda-ruiz-de-azua.html

El cariño, el amor es clave, eso creo, para que Ramón Sampedro estuviera durante tantos años con vida, hasta que llegó el momento que no podía soportar más tanto sufrimiento, tanto dolor, aunque en la película fantasee en sueños con Julia (momentos de gran belleza) y sienta el amor de Rosa, que, por amor, hace lo que le dice Sampedro que haga; que lo asista en el suicidio procurándole cianuro en un vaso. 

Ramón Sampedro, que fue un trotamundos antes de su fatídico accidente (que se nos muestra a través de fotos en la película), sueña asimismo con volar hasta el mar, también en busca de su amor imposible: Julia, que nos escalofría el alma al final de la película, sentada a orillas del mar, mientras vemos a Gené (Clara Segura) hablándole de su amigo Ramón, al que ya no recuerda. 

Respecto a su familia, Ramón Sampedro vive en el campo con la  cuñada, con el marido de Manuela y hermano de Sampedro (el cual se muestra contrario a que su cuñado quiera poner fin a su vida, imponiéndole su opinión de hermano mayor, encarnado por el actor pontevedrés Celso Bugallo, que también recibió un Goya como mejor actor de reparto), el sobrino adolescente de Sampedro, que para él es como su hijo, interpretado por el actor santiagués Tamar Novas, que logró el Goya al mejor actor revelación (conmovedora la escena entre Sampedro y su sobrino cuando a Sampedro se lo llevan a casa de Rosa en Boiro-queda pendiente una visita a esta localidad en la comarca del Barbanza), y el padre de Sampedro (interpretado por el actor catalán Dalmau, ya fallecido). 


Además de todos los premios que ya he señalado, Mar adentro recibió el Goya al mejor maquillaje y peluquería (la caracterización de Bardem es sobresaliente), a la mejor fotografía de Aguirresarobe (nacido en Éibar, lugar en el que tantas veces estuve en casa de mi hermana, mi cuñado y mis sobrinos), que es uno de los grandes directores de foto en el mundo (el cual ha trabajado, entre otros cineastas, con Almodóvar, Milos Forman o Woody Allen en Vicky Cristina Barcelona y Blue Jasmine), al mejor sonido de Ricardo Steinberg https://cuenya.blogspot.com/2010/02/ricardo-steinberg.html (un profesional estupendo, con quien tuve buen trato en la Escuela de cine de Ponferrada, que ha trabajado con directores, aparte de Amenábar, como Almodóvar, Erice, Cuerda o Gonzalo Suárez. En Mar adentro también lo acompañaron con el sonido Juan Ferro -a quien también llegué a conocer-, Alfonso Raposo y María Steinberg) y a la mejor música original de Amenábar, que ha compuesto músicas para otras películas suyas, entre ellas, Tesis, Los otros o Mientras dure la guerra (dedicada a Unamuno), incluso La lengua de las mariposas, de Cuerda. 

Siento que soy tú, y quiero en este instante 

Que se pare el tiempo 

Para que lo hermoso tenga eternidad 

Ahora que mi deseo es igual al tuyo, 

Ahora que amor, vida y muerte son pura verdad, 

Ahora que todo es placer y el dolor no existe, 

Ahora que principio y fin son exactamente igual. 

Ahora que mi deseo es igual al tuyo, 

Ahora que mi voluntad es tu voluntad. 

(Ramón Sampedro, Cartas desde el infierno)

Para Mar adentro Amenábar contó asimismo con la colaboración del excelente músico/gaitero gallego Carlos Núñez -al que he podido escuchar en varias ocasiones, incluso en el Festival del botillo de Bembibre https://cuenya.blogspot.com/2015/02/festival-del-botillo.html- y la diosa musical Luz Casal cantando Negra sombra de Rosalía de Castro -se me erizan todos los huesitos-, que nos mete de lleno en una Galicia de morriña, melancólica, mágica, donde se rodó, aparte de Madrid y Cataluña, una buena parte de la película. Asimismo, Mar adentro contiene temas de la música clásica como el Nessun Dorma, de Puccini (Nessun dorma! Nessun dorma!/ Tu pure, o, principessa/ Nella tua fredda stanza/ Guardi le stelle/ Che tremano d'amore/ E di speranza...), o Cossì fan tutte, de Mozart, entre algunos otros.   

Estamos ante una película memorable, una obra maestra que nos emociona y nos invita a reflexionar acerca de la vida y de la muerte. 

domingo, 23 de noviembre de 2025

El viaje de mi padre, de Julio Llamazares

Sólo el título, El viaje de mi padre, ya resulta entrañable, porque Julio Llamazares es un hombre entrañable, que escribe con sus entrañas (algo que uno echa en falta en tantos escritores y escritoras, que lo hacen de un modo artificial, en ocasiones retorcido). Dime cómo escribes y te diré quien eres. Y alguien como Julio, capaz de escribir obras sublimes como La lluvia amarilla https://cuenya.blogspot.com/2009/07/llamazares-y-la-lluvia-amarilla.html o Escenas de cine mudo https://cuenya.blogspot.com/2010/07/escenas-de-cine-mudo-de-llamazares.html, entre otras, puede contarnos con maestría, y por supuesto con verdad y belleza, una historia conmovedora como ésta acerca de las andanzas de su padre Nemesio y un amigo de su padre, Saturnino, durante la Guerra Incivil española. 

"Saturnino Díez Tascón, maestro de Aviados, una aldea cercana a La Vecilla y a La Mata de la Bérbula, el pueblo de mi familia paterna y donde yo estaba entonces de vacaciones, era, en efecto, el amigo del que mi padre tanto me habló, su compañero de profesión y de estudios antes de acceder a ella y, en la guerra, su inseparable cómplice", escribe Julio Llamazares. 

"Mi padre apenas viajó. Solamente, ya jubilado, en una ocasión a Cuba para visitar a una hija que hacía allí una especialización médica y algo, muy poco, dentro de España. Pero con dieciocho años hizo por obligación un viaje que le llevó a cruzar la península ibérica de extremo a extremo y que le marcaría por siempre, pues fue para ir a la guerra, de la que volvió milagrosamente, ya que le tocó participar en algunas de las peores batallas de la contienda civil española: la de Teruel y la de Levante, con un punto de inflexión en la sierra de Espadán, en la provincia de Castellón, donde a punto estuvo de perder la vida (...)", cuenta Llamazares en el preámbulo de su libro, escrito con una prosa sencilla (en apariencia sencilla), que es como creo que se debería escribir (como hace asimismo Delibes), una escritura que es pura poesía (no en vano él es poeta), esa que brota como un manantial de las profundidades del alma humana, una escritura que es rítmica, que nos lleva de la mano por donde él camina, "la espina dorsal de la península ibérica", siguiendo las huellas de su padre durante la Guerra Incivil, haciendo un viaje similar al que pudo haber realizado su padre, incluso en los mismos meses del año, eso sí, ochenta y pico años después, de modo que el autor de esta obra trata de meterse en la piel de su padre, un ejercicio realmente de empatía, amoroso, y es que el padre (bien lo sé) ejerce, incluso sin estar ya físicamente, como un faro, un guía, alguien que siempre estará presente en la vida mientras uno tenga dos gotas de sangre y la memoria para recordar. 

Lástima que, cuando su padre le contaba aquellas historias, reconoce su hijo, "no le hacía mucho caso (recuerdo, sí, escucharle hablar del frío de Calamocha y del descubrimiento del mar en el puerto de Castellón, un mar que tanto Saturnino, su compañero radiotelegrafista, como él veían por primera vez a casi mil kilómetros de su provincia) y ahora me arrepiento de ello, pues me gustaría saber más detalles de aquel viaje bélico, algo que ya no es posible", porque su padre -escribe Julio- "murió pronto (con setenta y seis años, en 1996) y sus recuerdos quedaron en ese limbo de la memoria en el que se desvanecen las vidas de los que nos precedieron y a los que no escuchamos cuando estaban vivos". 

Sí, también creo que, una vez que ha muerto nuestro ser querido (nuestros seres queridos), es cuando somos conscientes de su verdadera valía, de su memoria, de habernos parado más y mejor a escucharlos. "Luego nos arrepentimos de ello y, como yo ahora, tratamos de reconstruir sus pequeñas historias con los retazos de lo que se quedó en el aire y aún alcanzamos a recordar. Por desgracia, éste es nuestro destino como generaciones, un destino que se repite y se repetirá siempre".  Aunque ese sea nuestro destino, el autor de Distintas formas de mirar el agua ha logrado, a través de El viaje de mi padre, reconstruir la memoria de aquella época, la de la Guerra Incivil, que viviera/sufriera su padre y el amigo de su padre, entre otros muchos seres humanos que perdieron la vida en esa contienda fratricida.  

Me fascina esa sensibilidad suya, esa forma de mirar el mundo, de sentirlo, "para sentir lo que ellos sintieron siquiera sea referido al clima", según nos cuenta Llamazares en referencia a su padre y el amigo de su padre

Llamazares en Lugueros

Tras la dedicatoria: 

A los que perdieron la guerra civil española, de uno y otro bando. A los que pierden todas las guerras, Julio Llamazares nos recuerda algunos potentes versos de Gallo rojo, gallo negro, de Chicho Sánchez Ferlosio (por cierto, en el final de la película El 47 también los canta una adolescente con una emoción estremecedora: "Cuando canta el gallo negro/ es que ya se acaba el día./ Si cantara el gallo rojo/ otro gallo cantaría...") y nos muestra los suyos propios en una canción de cuna para su padre: "...Y tú, con los zapatos sucios de miedo y de tristeza, te/ marchaste a pisar aquella España llena de/ sangre y de inmisericordia".

Después de unos versos que el gran poeta José Antonio Llamas https://cuenya.blogspot.com/2021/05/la-fragua-literaria-leonesa-jose.html   https://cuenya.blogspot.com/2015/08/vi-encuentro-literario-en-noceda-del.html le dedica a su amigo Julio Llamazares, me resulta especialmente conmovedor este pasaje: "me acerco después de subir la cuesta al pequeño camposanto de La Mata de la Bérbula, donde mi padre reposa en la misma tierra en la que nació por expresa voluntad suya. Me he acercado a visitarlo esta mañana de enero en la que el sol, aunque con menos fuerza, resplandece como aquella de agosto de 1996 en la que lo trajimos a enterrar aquí... Como las cruces rotas o desaparecidas ya. Entre ellas, la de mi padre, que yo mismo planté en la tierra siguiendo su petición, exhibe, en cambio, claramente su nombre y apellidos así como las dos fechas a las que se circunscribió su vida...Todo esto lo pienso mientras contemplo su sepultura, alargada como él era y con las flores de noviembre ya resecas, y cuando, después de escuchar un rato el silencio, el único que habita este lugar en el invierno, salgo del cementerio evocando la mañana de verano en la que me despedí de él con las últimas estrofas del soneto de mi amigo Toño Llamas", que me hace rememorar el inquietante inicio de El sur, de Adelaida García Morales https://cuenya.blogspot.com/2014/10/el-sur.html: "Mañana, en cuanto amanezca, iré a visitar tu tumba, papá. Me han dicho que la hierba crece salvaje entre sus grietas y que jamás lucen flores frescas sobre ella. Nadie te visita. Mamá se marchó a su tierra y tú no tenías amigos. Decían que eras tan raro... Pero a mí nunca me extrañó. Pensaba que entonces tú eras un mago y que los magos eran siempre grandes solitarios". 
A partir de aquí, el creador de El viaje de mi padre ha logrado meternos de lleno en su historia, la historia de su padre y el amigo de su padre. "...Con los vecinos de La Mata compartiré un año más estos paisajes que me enseñó a mirar y a querer, para contarle mi intención, que nunca imaginaría, y para confesarle mi arrepentimiento por no haberle escuchado como debía cuando recordaba historias de aquella aventura suya que ahora pretendo reproducir con los pocos datos que he reunido", relata Llamazares, quien, con el silbido de un tren como si la mañana quisiera subrayar la hora en la que comienza el viaje, da inicio al suyo, que lo llevará a cruzar España de punta a punta un día de enero mientras recuerda al gran poeta y narrador portugués Miguel Torga (a quien también rememora en su visita a São Martinho de Anta en Trás-os-Montes)
Plaza de San Martinho de Anta
y por supuesto el autor de
Las lágrimas de San Lorenzo nos habla de la ribera del río del Curueño https://cuenya.blogspot.com/2021/08/la-memoria-de-la-ribera-del-curueno.html, el río de su infancia, el río de su memoria emocional, esto es El río del olvido. "Desde el corredor que se abre al jardín que hoy ocupa el primitivo corral, se ven la vega de La Mata y el caserío de La Vecilla al fondo y la ribera del río Curueño hasta que desaparece al sur, cerca ya de su unión con el Porma. Como desde el cementerio, el paisaje está triste en este tiempo, falto de la vegetación que en verano lo cubre de felicidad. Qué pensaría mi padre la mañana en la que se fue de aquí, asomado, pues estoy seguro de que se asomó a mirar el paisaje como yo ahora antes de despedirse de sus padres... Mi padre... su presencia se siente en esta casa aún, no en vano fue el que más la habitó, y más esta mañana en la que he venido para repetir el viaje que él hizo hace ochenta y seis años partiendo de ella. ¿Qué pensaría al cerrar la puerta detrás de él como yo hago ahora y al embocar el camino que conduce a La Vecilla...?... 
Río Curueño a su paso por La Vecilla
¿Qué sentiría aquel casi adolescente caminando en solitario hacia un destino del que lo ignoraba todo pero que enfrentaría con miedo, pues ya conocía lo que era la guerra?", escribe Julio Llamazares, que emprende viaje desde la estación de tren de La Vecilla a Carrión de los Condes, en Palencia, siguiendo las huellas de su padre, "el adiós de verdad de mi padre... comenzó en esta estación de tren que hoy espera solitaria la llegada de unos convoyes en los que apenas viajan personas, pues los pueblos de su recorrido están vacíos y, cerradas ya las minas, no transportan el carbón que fue el motivo de que se construyera. Por las ganas yo me subiría a él, pero, como he venido en mi coche, no podré hacerlo", cuenta el escritor mientras recuerda un poema de Antonio Gamoneda, "quien lo escribió cuando, siendo joven, viajaba también en el tren". 
Las palabras del poeta Antonio Gamoneda vuelven a sonar en la cabeza del narrador de El viaje de mi padre mientras camina por la calle Ancha de León, "la antigua vía principal romana, en dirección a la catedral..., alfa y omega de este León que aún conserva su trazado antiguo, la cuadrícula del campamento romano que fue su origen". 
El viaje desde León a Carrión de los Condes lo hace en medio de la niebla. Sin duda, es un buen motivo para mostrarnos Carrión de los Condes, el pueblo sin tiempo. "—El pueblo está medio vacío —me dice una mujer a la que le pregunto por su salud demográfica a la vista de tanto local cerrado como me encuentro... El paseo por Carrión confirma lo que la señora de antes me comentó de su decadencia". Y es que nuestra España está medio vacía, o vacía y vaciada, abandonada, como ya nos dijera el propio escritor en La lluvia amarilla. 
"Imagino la emoción y el miedo con los que mi padre y sus compañeros... viajarían en aquellos camiones por esta carretera por la que ahora yo voy mirando el paisaje, que no es otro que la vega del Carrión... Palencia no tarda en aparecer en medio de la llanura que el río Carrión y el canal de Castilla", según nos cuenta el escritor-viajero, que nos invita a viajar también a Palencia porque "a pesar del frío, pasean muchos palentinos mirando los escaparates y saludando a los conocidos como en la película de Juan Antonio Bardem". Se refiere, cómo no, a la película Calle Mayor https://cuenya.blogspot.com/2013/03/calle-mayor.html
Desde Palencia el escritor nos lleva hasta Venta de Baños, a su estación de tren, en otros tiempos importantísima: "los trenes hacían escala en Venta de Baños y el pueblo estaba lleno de trabajadores del ferrocarril..Pese a su actual soledad y apariencia, tan estratégica era que, en la Guerra Civil, el edificio era defendido por ametralladoras, según testimonio de Saturnino que refrendé luego en los libros de historia". 
La niebla lo invade todo dando la impresión de que no existiera este pueblo. 
El escritor-viajero continúa su viaje por Valladolid hasta Ariza, ya en la provincia de Zaragoza, "me dispongo a recorrer los doscientos cincuenta kilómetros que al parecer tuvo y tiene la línea de Valladolid a Ariza como mi padre y sus compañeros del Regimiento de Transmisiones hicieron para ir a la guerra, sólo que ellos en vagones de ganado y yo en coche. El mes del año es el mismo, pero la diferencia de temperatura es mucha. A pesar de la niebla no hace demasiado frío y cuando se disipe hará menos aún". 
Siguiendo el Duero cruza la ribera (Tudela de Duero, Peñafiel, Aranda...) que es famosa en el mundo entero por sus vinos. 
"En la llanura su horizontalidad conmueve tanto como su soledad en medio de los viñedos y de los pinos... En la estación de Aranda, cuando mi padre y sus compañeros llegaron a ella, la actividad debía de ser enorme, con ferroviarios y militares yendo de un sitio a otro por los andenes y los trenes echando vapor y humo mientras los avituallaban para continuar camino". 
También ahora Llamazares despierta nuestro deseo por viajar a esta ribera, como ya lo hiciera en su inacabado Cuaderno del Duero. 
"El cuaderno de aquel viaje lo publiqué tal y como lo escribí y en él había descripciones de estos paisajes y pueblos de la ribera que valdrían para hoy", apostilla el escritor en El viaje de mi padre.  
Torreón medieval de La Vecilla

De Aranda hacia la provincia de Soria, remontando el Duero, con Langa como primera población de Soria, el escritor-viajero prosigue su trayecto por San Esteban de Gormaz y también por el Camino del Cid Campeador tras las huellas de su padre. Nos enseña las poblaciones sorianas de El Burgo de Osma, Berlanga de Duero, la comarca de Almazán..."Yo sigo camino... por la carretera en seguida llego a la raya de Castilla y Aragón, la antigua frontera entre los dos reinos que recuerda todavía en lo alto de una muela el castillo de la Raya... y a cuyos pies una ermita continúa dividida...: al parecer, la mitad de la ermita está en Castilla y la otra mitad en Aragón. Ariza, mi destino desde Valladolid, es ya Aragón inequívocamente...Ariza, pese a su historia, es hoy un pueblo sin mucha vida, un lugar como tantos otros del alto valle del Jalón, el río que comunica la meseta castellana con el Ebro".
El escritor sigue rememorando el viaje de su padre por estas tierras aragonesas: "Bastantes menos -se refiere a grados de temperatura-debía de haber cuando mi padre cruzó a esta misma hora este valle del Jalón, pues, a juzgar por el testimonio de Saturnino, en Calatayud estuvieron parados cinco horas, hasta que salieron en dirección a Teruel cerca de la medianoche. Imagino qué irían pensando y cómo se sentirían sabiendo —como sus compañeros de vagón— que el frente de guerra ya estaba próximo". 
La llegada del viajero a Calatayud es buen motivo para recordarnos que es: "La segunda ciudad de Zaragoza, famosa en toda España por haber sido la cuna de una mujer de vida azarosa, la popular Dolores de la canción, y menos por haberlo sido también del poeta latino Marcial, el autor de los célebres Epigramas". Y a quienes no conocemos estas tierras, el escritor nos mete el gusanillo en el cuerpo para visitarlas, porque uno ha estado de paso nomás en Zaragoza hace ya un montón de años. 
El viaje continúa por el valle del río Jiloca, cuyo curso transcurre por las provincias de Teruel y Zaragoza. "La nieve y el frío polar que ese año asolaron Aragón y gran parte del país fueron en la provincia de Teruel dos enemigos más para ambos ejércitos, ninguno de los cuales estaba preparado para un temporal así... mi padre y Saturnino... nunca se olvidaron del frío de Teruel... En Villafeliche un letrero señala que por aquí, antes que mi padre y yo, pasó el Cid Campeador... Va a ser ése mi destino: el de seguir los pasos de otros en busca de no sé muy bien qué. O sí: en busca de esa huella en el paisaje que los hombres vamos dejando a lo largo de la historia y que es nuestra verdadera memoria. Porque el paisaje nos sobrevive a todos, sobrevive al paso del tiempo y a los sucesos de los que fue testigo y cuyo rastro queda impreso en él para siempre.", nos cuenta este poeta romántico o posromántico para quien el paisaje es memoria. 
"Para el hombre romántico, el paisaje es, además, la fuente principal de la melancolía. Símbolo de la muerte, de la fugacidad brutal del tiempo y de la vida —el paisaje es eterno y sobrevive casi siempre al que lo mira—" (El río del olvido). 
La memoria de la nieve y también El libro del frío (Gamoneda) como claves para entender la obra de Julio Llamazares. Y Daroca, en la provincia de Zaragoza, como antesala de Teruel, donde tuvo lugar una de las batallas más sangrientas de la Guerra Incivil española, con temperaturas gélidas como ocurriera asimismo en la batalla de Stalingrado de la Segunda Guerra Mundial. 
"El frente de guerra ya estaba muy cerca: a seis kilómetros de Daroca da comienzo la provincia de Teruel... De todo lo que mi padre y su amigo y compañero de aventuras Saturnino me
contaron de Teruel lo que más grabado se me quedó no fueron las escenas de guerra y los muertos, fue el frío de Calamocha, al que ambos se referían continuamente con horror. Y eso que los dos pasaron mucho en su vida, que transcurrió en el caso de ambos en León, una provincia tan fría como la de Teruel... la Guerra Civil sigue presente entre los vecinos de todos estos pueblos
de Teruel". 
A diez kilómetros de Calamocha está, según Llamazares, Caminreal, "el pueblo en el que finalmente se detendrían y en el que acamparon hasta que cayó Teruel...La imagen de la estación de Caminreal, en la que desembarcó mi padre una madrugada gélida de 1938, es ahora una estampa del Far West más que la de un lugar de Aragón, una fotografía de cine en la que sólo falta un tren envuelto en vapor deteniéndose ante un andén desierto... Caminreal... es un pueblo tan tranquilo que cuesta imaginar aquellos días pese a las historias que recuerdan sus vecinos". 
La siguiente parada: Rubielos de la Cérida, el pueblo de las trincheras. "Teruel fue la única capital de provincia española que cambió de manos dos veces a lo largo de la guerra", nos dice Llamazares, cuyo paisaje le hace recordar "al de las películas sobre la Guerra Civil de García Berlanga o del inglés Ken Loach, rodadas algunas por esta zona, o al de la que dirigió el francés André Malraux en plena contienda. El título con que la bautizó: Espoir. Sierra de Teruel https://cuenya.blogspot.com/2025/11/sierra-de-teruel-de-malraux.html, hace alusión a estas sierras que recorren una provincia tan hermosa como dura tanto por su climatología como por la delgadez y pobreza de sus suelos". 
El viaje prosigue por Singra, al noroeste de la provincia de Teruel, el altiplano montaraz de los altos de Celada, las trincheras del Cerro Gordo, los llanos de Caudé, la ciudad de Teruel, "la capital del arte mudéjar... los treinta y cinco mil vecinos de Teruel se conocen todos. Desde la guerra apenas ha duplicado su población, lo que dice mucho de su anquilosamiento... Su insólito emplazamiento en lo alto de una muela inexpugnable unido a su falta de crecimiento han hecho que la ciudad conserve todo el sabor de su historia"
Sea como fuere, Teruel existe, aunque uno no haya estado en esta capital, que es mucho más pequeña que Ponferrada. "—Pero ¿Teruel existe de verdad? —le digo a la camarera del café Turia, en el que entro buscando un poco de compañía... 
—Hombre, yo creo que sí… —me responde la chica, sorprendida".
El autor nos propone una interesante visita por Teruel: la catedral, algunos edificios de la plaza del Torico, el antiguo monasterio de las Claras, el Seminario, el paseo del Óvalo... Me los apunto para cuando tenga a bien visitar esta ciudad. 
"De su paseo por Teruel... lo que Saturnino recordaba muchas décadas después era el gran rastro de destrucción y los muertos abandonados por las aceras, pero también, con un punto de ternura, la visión en algunas casas de las camas hechas, muchas de ellas con sábanas de hilo, un verdadero sueño para unos soldados que llevaban semanas durmiendo en el suelo... Vine aquí buscando una fantasía, la que albergó la memoria de mi padre toda su vida, pero ahora que estoy en Teruel siento que esa fantasía nunca existió excepto en mi conciencia culpabilizada por no haberle escuchado cuando debí hacerlo. Sólo así puedo entender mi desasosiego, que me acompaña desde que comencé este viaje pero que hoy, en Teruel, siento con más intensidad quizá porque sigo sin saber cuál es su verdadero objetivo. ¿Conocer los lugares en los que mi padre se jugó la vida como tantos jóvenes de su edad? ¿Sentir lo que él pudo sentir pisando los escenarios que pisó con sus botas militares mucho antes de que yo naciera? ¿Experimentar el frío y el miedo que él experimentó, algo que ni siquiera he podido hacer, puesto que las temperaturas son muy diferentes a las que le tocó soportar a él cuando estuvo aquí, aquel terrible invierno de 1938?".
De Aragón al mar (junio de 2024). "Tras la toma de Teruel, mi padre y Saturnino, junto con otros muchos soldados, fueron llevados a Zaragoza, donde permanecieron descansando un mes... Por dónde pasearían mi padre y Saturnino con aquellas chicas zaragozanas
que los ayudaron a olvidar las pesadumbres de la guerra no es difícil suponerlo". 
La llegada del escritor-viajero a Zaragoza lo hace, a su entender, con la animación y el bullicio que le son propios. "Por el paseo de la Independencia la animación continúa acentuada por la hora, que saca ya a la gente mayor a pasear y a los jóvenes a invadir los parques y los jardines, incluido el del bulevar central del paseo. El paso de los tranvías, que la recorren de arriba abajo, hace que la Gran Vía zaragozana se convierta en un escenario casi cinematográfico, un cristal que transparenta la vida de la ciudad y la de los zaragozanos mismos... De vuelta al centro de Zaragoza, pienso en qué harían mi padre y sus compañeros en aquellos días de 1938 antes de regresar al cuartel después del paseo. ¿Entrarían a ver a las vedettes del Plata y de otros cafés cantantes, de los que Zaragoza entonces estaba llena según se cuenta? ¿Se sentarían en alguna sala de cine a soñar despiertos, solos o en compañía de aquellas novias que, al decir de Saturnino, se echaron mi padre y él?". 
De Zaragoza a Castellón por Fuentes de Ebro: "Aunque
animado, Fuentes no deja de ser un pueblo y su ritmo no tiene nada que ver con el de una ciudad", el valle de Rodén, Quinto, los paisajes lunares camino de Caspe por la ribera del Ebro... "Hasta La Zaida, que es el siguiente pueblo después de Quinto, el paisaje sigue igual, con el Ebro humedeciendo la ribera, pero a sus lados la tierra se hace más árida, tanto que parece arena. Es como si el río atravesara un desierto, que es lo que es la estepa ya por aquí... Por estos pueblos de la ribera baja del Ebro limítrofes con el desierto de los Monegros y con el Bajo Aragón de Teruel se establecieron durante la Guerra Civil las colectividades agrícolas que implantaron los anarquistas llegados de Cataluña en los primeros meses de la contienda y que han inspirado algunas películas de cine y muchas historias.". 
Caspe, la capital de la comarca del Bajo Aragón, gracias a los inmigrantes, es una Babel, donde hay gente de cincuenta y tres países. "El resultado es que Caspe parece una gran Babel sólo que con la arquitectura típica de un pueblo aragonés... pienso en la
paradoja que supone que la ciudad que albergó un Gobierno que promovió la utopía anarquista de la colectivización de la tierra y su autogestión por los campesinos sea ahora refugio de extranjeros que, como los españoles hasta que estalló la guerra y después, trabajan para sus propietarios a cambio de un sueldo", reflexiona el escritor cuya llegada a Alcañiz coincide con que ya está anocheciendo, aunque a la mañana siguiente podrá visitar esta ciudad en la provincia de Teruel, donde puede visitar, gracias a su sagacidad, un refugio antiaéreo. Después de comer y recoger sus cosas, el viajero sale camino de Torre Miró, "el puerto que comunica Alcañiz con Castellón y que debió de ser por el que pasó mi padre en su viaje al mar, pues Morella fue uno de los lugares que se quedaron en su memoria y en la de su compañero y amigo Saturnino para siempre". Su viaje continúa rumbo a La Cerollera, el pueblo de los maquis o guerrilleros, "agarrada a la ladera de un vallejo cuyos bancales luchan contra los pinos que amenazan con invadirlo todo". 
Cabe recordar que las historias de maquis están presentes en Luna de lobos, novela que el autor le regala a Ángel, uno de los personajes de El viaje de mi padre. 
El escritor-viajero continúa por el Puerto de Torre Miró (por Morella) ya en la provincia de Castellón, siempre tras las huellas de su padre. "Camino de Morella mi padre y Saturnino aún no sabían cuándo se terminaría su viaje, pero para muchos soldados como ellos el suyo se había terminado ya. Por las laderas de Torre Miró, como por las montañas de toda la zona, cientos de combatientes yacían muertos en las trincheras o entre los pinos mientras que los que continuaban con vida huían en dirección a Morella perseguidos por la aviación enemiga". 
Resulta revelador cuando, en el transcurso de un conversación con un tal Ismael, el narrador le dice: "—No todos los que hicieron la guerra con Franco eran de derechas... Ni los que la hicieron con la República eran de izquierdas todos. Muchos no eran de ningún bando, lucharon en el que les tocó". 
El autor sigue preguntándose: "¿Qué harían mi padre y Saturnino en Morella en el tiempo que estuvieron en el pueblo antes de que les ordenaran seguir hacia Castellón? ¿Pasearían por estas calles por las que yo vago ahora embriagado por su belleza y su soledad? ¿Se detendrían igual que yo cada pocos pasos para mirar arriba el castillo pese a que no estaría iluminado como esta noche, al revés: la oscuridad lo protegería de los bombardeos?". 
La Mata de la Bérbula

Camino de Castellón, el creador de El viaje de mi padre viaja por Vallivana, Chert, Salzadella, "el paraíso de las cerezas", Cabanes, Puebla Tornesa...Villafamés, lugares que a decir verdad uno desconoce. Y por fin la Plana de Castellón, "reverberante como un gran delta lleno de verde y de construcciones; un verde intenso de naranjales y de cipreses y un mar de construcciones que hacen difícil saber dónde termina la huerta y dónde empieza la ciudad... El final de mi viaje está cada vez más próximo", nos anuncia el viajero. 
"La toma de Castellón, al decir de los historiadores, fue tan sangrienta como confusa y supuso la muerte de muchas personas, no sólo entre los combatientes de ambos ejércitos sino de civiles", apunta el escritor-viajero, recordando que está solo. "Lo estoy desde que salí de Zaragoza, al contrario que mi padre y su amigo Saturnino, que iban juntos y a los que imagino ahora deambulando hace ochenta y seis años por una ciudad que esta mañana estalla de limpia, con sus calles y jardines resplandecientes bajo la luz de la primavera, y que ellos encontraron llena de escombros y de cadáveres producto de la destrucción de varios días de asedio y de bombardeos". 
El mar como sueño. El Grao. "Cuando mi padre y Saturnino viajaron hasta el Grao (no sé si caminando o en algún tipo de vehículo), la ciudad y el puerto estaban separados por cuatro kilómetros que además serían muy peligrosos, puesto que la guerra seguía en los alrededores de Castellón. Nada que ver con lo que este mediodía sucede, con el autobús lleno de domingueros que van al Grao a comer y a pasar la tarde... El autobús me deja enfrente del mar, cuyo azul intenso deslumbra como debió de hacerlo a aquellos soldados que lo veían por primera vez. «¡El mar!», repetía Saturnino emocionado cada vez que recordaba ese momento muchas décadas después.". 
Final en la sierra de Espadán: "Cuando ya consideraban que, en efecto, su viaje al frente se había acabado y contaban los días para iniciar el de retorno a sus casas (aunque la guerra continuaba ya no era cosa de ellos), su regimiento recibió la orden de dirigirse hacia el sur de Castellón, hacia la sierra que separa la provincia castellonense de la de Valencia". 
Una guerra fratricida que sigue estremeciéndonos ochenta y muchos años después. Y que Julio Llamazares nos cuenta en un viaje nostálgico, escrito con belleza y verdad. 

He de confesar que me entusiasma la literatura de viajes (las crónicas, las aventuras...), pero también los relatos intimistas, la literatura de la memoria, el diario, y Llamazares nos relata este viaje como un excelente viajero que es, con sensibilidad, con pasión, donde el paisaje que es memoria y el paisanaje se funden en un abrazo lleno de ternura, el abrazo a un padre siempre presente.