El reciente visionado de Drácula, de Coppola, por enésima vez, ha resucitado en mí el deseo por aunar varios textos, publicados en este mismo espacio, para que quienes deseéis leerlo os resulte más fácil. También lo encontraréis en este enlace del Diario de León:
http://www.diariodeleon.es/noticias/filandon/nueva-resurreccion-de-dracula-mitico-vampiro_564909.html
En realidad, el Drácula de Stoker nunca ha muerto, aunque ahora estamos asistiendo a una nueva resurrección del mítico vampiro, gracias a su biznieto Dacre Stoker, que tiene nombre de pirata y suponemos que alma crística.
Desde que en 1897, Stoker alumbrara a su bebecito, han sido muchísimas las adaptaciones fílmicas que se han hecho, entre otras la de Coppola, que me parece soberbia.
Trinity College en Dublín
Antes de entrar de lleno en la obra, que sin duda me ha marcado, sobre todo las primeras sesenta o setenta páginas, decir algo sobre el autor, este dublinés de salud delicada, que tuvo alguna que otra mala experiencia con los médicos durante su infancia. Al parecer, pasó sus primeros siete años en cama, mientras su madre le contaba cuentos de fantasmas e historias verídicas sobre la plaga de cólera de 1832 que asoló Irlanda. Ya mocín matrimonió con una joven que había sido novia del escritor y dandy Oscar Wilde, su paisano y compañero de estudios en el Trinity. Se dice que Stoker estaba obsesionado con el ideal de mujer pura, y la suya era frígida.
Stoker fue una especie de beau de jour o bello de día, porque durante el día llevaba una ajetreada vida pública, y por la noche se desmelenaba y tenía una vida de dudosa reputación, incluso le gustaba frecuentar putas, de ahí que muriera de sífilis. Si es que hay que andarse al quite.
Drácula es una novela gótica tardía, "la más bella", según Oscar Wilde, y a buen seguro la que más veces se ha adaptado al cine, si exceptuamos algún drama de Shakespeare como Romeo y Julieta.
En España, la obra no se tradujo hasta 1962, y en Rumanía, salvo algunos fragmentos, vio la luz en 1928, aunque cuando comenzó a tener éxito fue en 1974, cuando se celebró el primer Drácula Tour por la Transilvania. En las rutas habituales, que proponen las agencias turísticas, se suele visitar el castillo de Bran, al sur de Brasov, en Rumanía, aunque es la medieval y hermosa ciudad de Sighisoara, en la Transilvania meridional, donde está la casa de Vlad Tepes, El Empalador, Dracul o Dragón (siglo XV), cuya afición era empalar, en largas estacas, a sus enemigos los turcos. También asaba a niños para que luego se los comieran sus madres, hervía, vivos, a gitanos, o abría los senos a las mujeres para que se los comieran los hombres. Orson Welles, aparte de otros muchos directores, adaptó la novela e interpretó al conde en su famosa dramatización radiofónica de 1938.
Brasov-Transilvania
La novela se gestó a partir de un material diverso, desde bibliografía sobre mitología y supersticiones, descripciones topográficas y costumbres de los países del Danubio tomadas de viajeros contemporáneos suyos, notas sobre teorías de los sueños, información sobre lesiones cerebrales y coágulos de sangre, anotaciones de horarios de ferrocarril hasta manuales sobre el tiempo, características de los vampiros, etc. Pues se trata de una amalgama de folclore e histórica auténtica. Se cuenta que Stoker ideó la novela a partir de una pesadilla que tuvo, tras cenar tarde una ración de cangrejos aliñados. En el Dácula de Stoker hay algunas influencias de El vampiro (1816), de Polidori y El retrato de Dorian Gray (1891), de Wilde, así como Carmilla (1872), de Le Fanu y El parásito (1894), un relato de su amigo Conan Doyle.
Stoker tomó de Doyle la idea de la sangre como elixir de vida. También La rama dorada (1890), de Frazer, que da cuenta de la creencia en los poderes mágicos de la sangre, y la práctica habitual de alimentarse de sangre para acrecentar la fuerza y el vigor, está en Drácula. Otro de los temas que figura en la novela de Stoker es el doble. Y en esto se adelanta a Lovecraft, que luego escribiría Die Doppelgänger.
Stoker nos describe a Drácula como alguien alto y viejo, con bigote largo y blanco, vestido de negro de la cabeza a los pies, de rostro fuerte, aquilino, con los orificios nasales arqueados, de frente amplia y abombada, con el pelo escaso en torno a las sienes, y abundante en el resto de la cabeza, cejas pobladas, boca con expresión cruel, dientes blancos y afilados, que sobresalen por encima de los labios, de un rojo notable, de orejas pálidas y puntiagudas, barbilla amplia y recia, mejillas firmes y delgadas, manos toscas, con dedos cuadrados y pelos en el centro de las palmas, uñas largas y cuidadas, aliento fétido, etc. Por lo demás, Drácula habla un excelente inglés y tiene una sonrisa encantadora. Este personaje es como un símbolo del deseo subconsciente y la fuerza física y mental, cuyo afán es transgredir las normas de una sociedad hipócrita y represiva: la victoriana. Podríamos verlo como un libertino cuya sed de novedad resulta insaciable. Pensemos que para un victoriano el sexo era algo contaminante y satánico, y el acto vampírico supone una iniciación sexual, un intercambio de fluidos, en este caso de sangre. Si Stoker murió de sífilis, hoy habría espichado de sida.
Sighisoara-Transilvania
Cuenta el doctor Freud que los temores morbosos son deseos sexuales reprimidos, y Drácula rezuma morbo por todos los poros de su alma, y además es incestuoso y necrófilo. Si es que lo tiene todo. Un perverso polimorfo, por decirlo de un modo psicoanalítico, al que le encantan las orgías sadomasoquistas. Según la alegoría cristiana, el vampiro aparece como un reverso diabólico de la cristiandad puritana. Y Drácula es como una parodia grotesca de Cristo: “aquel que coma mi sangre y beba mi sangre vivirá eternamente... porque la sangre es vida”. Alguien que nos promete la resurrección y la inmortalidad. Drácula es asimismo un personaje con resonancias a lo Shakespeare, con ciertas similitudes con Macbeth, cual guerrero que vive en un castillo deshabitado, aparte de tres hermanas misteriosas o determinado sonambulismo. Incluso me atrevería a decir que, en esta novela gótica, hay algunas citas de Hamlet. Para no empacharos ahora, seguiremos con esta novela, que da mucho juego, sin duda.
Estructura narrativa cinematográfica en Drácula, la novela de Stoker
Se trata de un relato de estructura simétrica, con tres partes: Harker llega al castillo de Drácula y se adentra en un mundo de pesadilla; Drácula llega a Inglaterra y asedia a unos burgueses relacionados con Mina (la prometida de Harker) y su amiga Lucy; Drácula es expulsado de Inglaterra y perseguido hasta su castillo, donde es asesinado.
Hay un empleo de técnica narrativa especial, digamos “cinematográfica”, que consiste en que la narración progresa a base de testimonios escritos (cartas, diarios, notas, telegramas) por diferentes personajes. Se yuxtaponen puntos de vista diferentes acerca de un mismo personaje. Esto es algo similar a lo que hizo Orson Welles en Ciudadano Kane (incluido el flash back).
En la novela también hay un salto hacia atrás: comienza con el Diario de Harker un 3 de mayo que se prolonga hasta un 30 de junio, luego éste se interrumpe antes de la noche en que Harker se despide de todos, y en el Capítulo V leemos una carta de Mina a Lucy con fecha de 9 de mayo, eso sí, con esta brusca variación del punto de vista y del marco geográfico. Tanto Welles como Hitchcock sentían atracción por esta novela. La técnica empleada en la novela funciona bien hasta la mitad, y consigue que el lector intuya el peligro que acecha a los personajes antes de que ellos lo perciban, porque cada uno de ellos posee sólo informaciones parciales. En realidad, Stoker aplica algo que está en la base del cine de suspense, véase Hitchcock, proporcionar al público una información que no posee el personaje. Al inicio de la novela (trascripción del diario de Harker) el lector descubre progresivamente (a la vez que el personaje) la amenaza por fenómenos extraños: fuego azulado, aullidos de lobos, comportamiento sospechoso del conde, encuentro con las vampiresas, etc.
Trasfondo filosófico en Drácula
En esta novela está presente el miedo a la muerte y deseo de inmortalidad. El miedo al paso del tiempo y el deseo de eterna juventud. También en El retrato de Dorian Gray, de Wilde, figura este mismo temor. El miedo a los muertos es el miedo a lo desconocido, porque nadie ha vivido su propia muerte, el mito del vampiro como expresión de los deseos y temores inconscientes; en el fondo, lo que se teme es lo que se desea. El vampiro representa lo reprimido, el ello, lo instintivo. Y Drácula se nos aparece como liberador de los impulsos reprimidos por la sociedad victoriana. O como el padre acaparador de las hembras. El castigo de la carne simbolizado en el crucifijo que quema la carne. La pérdida de identidad: dejar de ser uno y convertirse en otro (el tema del Otro, tan presente en el cine y literatura de terror). Temor que está en todos los mitos del terror: espectros, vampiros, zombies, Jeckyll y Hyde, ladrones de cuerpos, hombres-lobo, etc. La identidad no existe porque uno no es el mismo ahora que hace un segundo. Y la pérdida de identidad es uno de los motivos universales de angustia. Se trata del miedo del ser humano ante su propia indefinición. Stoker expresa sus ideas a través de un singular personaje, como es Renfield. También aparece la sangre como portadora de vida (idea que toma de la Biblia y de La rama dorada, de Frazer, base de la moderna antropología cultural). Asimismo, el vampirismo se relaciona con el pensamiento inconsciente, el hipnotismo, el magnetismo. Incluso se cita a Charcot, maestro de Freud, en esta novela.
Castillo de Bran-Transilvania
Versiones cinematográficas de Drácula
En 1921 se rodó una versión sobre Drácula en Hungría, pero se perdieron las copias. Entre las versiones cinematográficas más acertadas destacaría: Nosferatu de Murnau (se cambiaron nombres, localizaciones y algunos episodios para evitar el pago de derechos. Figura el Conde Orloc como fantasma o sombra); Drácula de Browning; Drácula de Fisher; Nosferatu de Herzog, que es una traslación casi literal del Nosferatu de Murnau, al que se le cambia el final, y sobre todo el Drácula de Coppola, aunque también están los Drácula de John Badham y El conde Drácula de nuestro intrépido Jesús Franco, que al igual que el Drácula de Coppola (como sugiere el título: Drácula de Stoker), es una versión literal. Sin embargo, Coppola añade un prólogo y epílogo, que cambian el sentido último de la novela. En la novela, Drácula no es el prota. Ni siquiera es un personaje: sólo sabemos de él por lo que otros nos cuentan. En la versión de Franco, el conde luce bigote como en la novela o como en el episodio londinense de Drácula de Stoker. El Drácula de Fisher, aunque incluye varios cambios respecto a la novela, nos muestra un espíritu fiel a la novela de Stoker.
Tod Browning es un director recordado gracias a dos títulos, a saber, Drácula (1931) y la impresionante Freaks (1932). La puesta en escena de Drácula, el primero de los monstruos clásicos de la Universal, se convirtió en el referente moderno del Conde de Transilvania, obviando por completo la creación de Murnau.
Bela Lugosi, quien ya había interpretado este personaje en la obra teatral de Broadway, fue el elegido, tras la muerte de la estrella del cine mudo, Lon Chaney. La iluminación y parte de la estética con la que se trató al Hannibal Lecter de Jonathan Demme está inspirada en el personaje de Lugosi. Tras el éxito de la película de Browning sobre Drácula, la Universal produjo una versión en español, rodada en Méjico, que calcó el metraje anglosajón. Bela Lugosi interpreta al conde, y su caracterización será recordada como un cásico: contenido, tenso y sobrio, compuesto con suprema elegancia y refinamiento. El terror que inspira es más espiritual que físico; basado sobre todo en la intensidad de su mirada y la "expresión" de su rostro casi impasible, empolvado y cadavérico. Vestido con elegante traje victoriano y capa, está más cerca de un aristócrata misterioso y fascinante, que de un monstruo sediento de sangre. Su lenguaje es el de miradas y sonrisas. Su maldad se capta por una simple alteración de sus rasgos faciales. No exhibe sus colmillos, ni muestra la sangre; ni siquiera recurre al espectacular maquillaje de Nosferatu. Su trabajo es ascético, interior. El actor llegó a identificarse con su personaje de tal modo que dormía en un ataúd y viajaba en un coche fúnebre. Acabó desequilibrado y víctima de los estupefacientes, en 1956. Vivió sus últimos años en el mundo de fantasía de sus pelis, y fue enterrado con su capa de Drácula. Esta película está basada en la obra teatral del mismo nombre, también interpretada por Bela Lugosi, quien le rogó al director de la Universal, Carl Laemmle, que le dejara el papel protagónico. La foto de la película corresponde a Karl Freund –operador de otras pelis del expresionismo, cuya estética recoge Browning y el cine americano de horror-. La película de Browning está dividida en dos partes: a) Drácula aparece como amo de un universo extraño, donde las criptas, cubiertas con telarañas, se alternan con lóbregas escalinatas, encontrando su máxima expresión en la cuidada fotografía en blanco y negro del hermoso y siniestro castillo gótico; acentuando el lado romántico de la narración. b) El Conde Drácula se instala en la convencional sociedad londinense. Y es cuando el impacto del comienzo se desvanece cuando la acción se traslada a Inglaterra. Este es el primer film de terror sonoro, junto con Vampyr, de Dreyer, en la que destaca la banda de sonido: los sonidos ambientales potencian el entramado sonoro: sirenas de barcos, gritos de horror, aullidos de lobos, etc.
En la llamada década de los 60, destacan las producciones de la británica Hammer, sobre todo las dirigidas por Terence Fisher e interpretadas por Christopher Lee y Peter Cushing, en las que se renueva el género mediante el uso expresivo del color, una ambientación cuidada y mayores dosis de violencia y erotismo. Entre ellas, Drácula (1958) y Drácula, príncipe de las tinieblas (1966).
En el Drácula (Horror of Dracula), de Fisher, sobre un interesante guión de Jimmy Sangster, el papel de Drácula fue confiado a un actor conocido, aunque secundario: Christopher Lee, que alcanzó un gran éxito personal en el cine de terror. Actor de escuela, Lee obtiene un formidable partido de su delgadez y elevada estatura, su prestancia majestuosa y altiva, su apostura, su mirada fría y dura, su aire de dominio. Su maquillaje es eficaz, y su personaje resulta innovador, con un punto de erotismo, que no aparecía en las anteriores versiones cinematográficas. “He tratado de sugerir esto sin destruir el papel. No he olvidado que el conde Drácula era un gentleman…", dijo Lee. Las novias de Drácula (1960) también ahondan en este aspecto erótico, en el que un actor joven, rubio y apuesto, interpretado por el actor David Peel, se convierte en un vampiro seductor y libertino.
En la adaptación de Sangster/Fisher vemos, ya desde el arranque de la peli, y al final de los títulos de crédito, una sangre que salpica sobre la palabra Drácula anunciando el pre-gore. Nos muestra de modo explícito el sexo y la violencia. Sin embargo, es una fiel adaptación de la novela de Stoker en lo esencial de la trama argumental y los recursos narrativos. En cierto modo, se respeta la técnica narrativa de la novela en el inicio de la película con la voz en off que corresponde al diario de Harker. La voz en off es la del propio Harker, lo que hace difícil sospechar que dentro de poco estará muerto, como el prota de Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses), de Wilder, el muerto de Rashomon, de Kurosawa, la voz en off de un personaje que narra su propia muerte en Casino de Scorsese, o el punto de vista de un muerto inconsciente de su propia condición, como ocurre en El sexto sentido. También en la peli hay una variación brusca del punto de vista, al desaparecer el personaje con que nos habíamos identificado (recurso que también emplea el mago Hitchcock en Psicosis). El punto de vista que domina es el de Van Helsing, aunque hay otros como el de Lucy para narrar su vampirización, por ejemplo, la caída de las hojas como presagio de la llegada de Drácula (conviene aclarar que en la novela, Lucy anota en su diario las pesadillas y sucesos extraños); el de Arthur (en la novela corresponde al Dr. Seward) desde el que se narra el acoso de Lucy a su sobrina; el punto de vista de Mina (como en la novela) que nos conduce a los sucesos previos a su vampirización (dada en elipsis). Conocemos el peligro que corre Mina antes que ninguno de los personajes. Buena idea de guión. Hay una yuxtaposición de puntos de vista a través del conocido como montaje paralelo.
En el guión de Sangster hay una reducción, trasposición y condensación de personajes y situaciones. Asimismo, se da una reducción de las distancias o concentración espacial. Así logra unidad de espacio, y unidad de tiempo porque suprime los largos viajes de la novela. Y el argumento se reduce a la lucha entre Drácula y Van Helsing (unidad de acción) y suprime acciones paralelas: los devaneos amorosos de Lucy, la relación entre el Dr. Seward y Renfield, etc. Hay una eliminación y concentración de personajes y situaciones: Los cazavampiros se reducen a: Van Helsing y Arthur, las tres mujeres-vampiro se reducen a una, desaparece el Dr. Seward y su paciente Renfield, se suprimen los viajes en barco de ida y vuelta, aunque se conserva la aduana, se suprimen todas las transformaciones de Drácula en murciélago, lobo, ratas o niebla, se eliminan escenarios: abadía, hospital de Seward. Hay algunas variaciones en la trama: El propósito de Harker cuando visita el castillo no es formalizar un contrato de compraventa de una casa, sino matar a Drácula. Se eliminan preámbulos. Se plantea la lucha desde el inicio. La puesta en escena representa lo terrible de modo eficaz: Muestra la realidad misteriosa en el mismo encuadre que el prota, unos segundos antes de que este la perciba. Por ejemplo, las apariciones de la vampiresa, cuando Harker recoge el plato –sus pies aparecen por detrás- y cuando entra en la biblioteca, está tras la puerta-. Anuncia la aparición del vampiro por medio de signos: miradas de terror o deseo dirigidas fuera de campo, la sombra que avanza en la cripta, la luna entre las nubes, la caída de las hojas secas. El frío y el silencio de los pájaros que se citan al principio. Hay un uso frecuente de la elipsis y cortes de montaje, cuando Drácula se aproxima al cuello de sus víctimas. Por tanto, el acto vampírico está sugerido. Hay una contundencia física de objetos y símbolos: sangre, estacas, crucifijos que queman la carne, jadeos de los vampiros...
Drácula de Coppola
Drácula de Bram Stoker, dirigido por Francis Ford Coppola (1992), cuenta tanto con elementos de Nosferatu como del vampiro interpretado por Bela Lugosi y las producciones de la Hammer. Es una película realmente espectacular y hecha con estrellas como Winona Ryder, Anthony Hopkins, Keanu Reeves y Gary Oldman, que quizá sea la mejor interpretación del conde rumano que hayamos visto. Se trata de cuidada puesta en escena y efectos especiales impresionantes, que acompañan a un excelente guión, cuya adaptación se ajusta bastante al texto original escrito por Stoker.
Es una lectura cinematográfica harto fiel a la novela, aunque aparece exagerado el lado romántico de la novela. Tanto en la trama como en su desarrollo, la película conserva la estructura de la novela, pero la diferencia está dada en el tratamiento que hace de los personajes y de la historia. Aquí los personajes son ambiguos, ya que Drácula es el malo, y al mismo tiempo es el bueno que sufre por amor. Esta dualidad también está dada en el personaje de Van Helsing (Anthony Hopkins), que se distancia del clásico de Peter Cushing, porque al estar tan obsesionado por el mal, llega a parecer él mismo el malo de la película. La historia trata sobre el Príncipe Vlad, guerrero medieval, que por su romántica desesperación se transforma en un monstruo, y que, gracias a la supervivencia del amor durante cuatro siglos, retoma su condición humana. Gary Oldman personifica a un Drácula inédito, que sufre todo tipo de transformaciones físicas. Utiliza su apariencia monstruosa para atacar a sus víctimas y deja su forma humana para seducir a Mina (Winona Ryder), alejándose del modelo impuesto por Bela Lugosi y Christopher Lee, que eran siempre humanos. En realidad, la película refleja la suma de setenta años de Drácula en el cine, y nos muestra todos los recursos que se fueron utilizando durante todo ese tiempo. Coppola, amante de los mitos del terror, quiso, en su día, realizar una versión definitiva de la novela de Mary Shelley: Frankenstein, aunque al final sólo terminó coproduciendo Frankenstein de Mary Shelley (Mary Shelley`s Frankenstein, 1994) cuya dirección asumió Kenneth Branagh.