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sábado, 26 de febrero de 2022

La fragua literaria leonesa: Luis García Trapiello

 

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Luis García Trapiello: “Se dice ‘democrático’ a defender como iguales la opinión del necio y el conocimiento del sabio”

El profesor de Filosofía, poeta, novelista, ensayista Luis García Trapiello, autor de 'Herederos de una guerra' y coautor de 'Un mismo viento', tiene previsto publicar en octubre otra de sus novelas a través de la editorial Sargantana. 



Profesor de Filosofía, poeta, novelista, ensayista, Luis García Trapiello es uno de los hermanos de la saga artística de los Trapiello.
Manuel Cuenya | 24/02/2022 - 11:32h.

Profesor de Filosofía, poeta, novelista, ensayista, Luis García Trapiello es uno de los hermanos de la saga artística de los Trapiello. A este respecto él mismo dice que sus seis hermanos y sus dos hermanas tienen una vena artística.

"Unos escribimos, otros pintan o esculpen, ellas crean con sus manos. Es cierto que en lo primero destacan Pedro y Andrés y en lo segundo, Seve. Uno se alegra por ello, hoy, nadie duda de su gran calidad literaria y artística", apostilla Luis, nacido en Manzaneda de Torío, su espacio recurrente, pues, en su opinión, no hay más patria que aquella que fue nuestra infancia, porque "las demás son políticas, postizas, añadidas, cambiantes... aunque son necesarias". Su patria o matria es por tanto esa "a la que regresamos, sin nostalgias, si acaso con melancolía, esa es la que nos constituyó durante los primeros años de vida: el agua y sus fuente, la del Encanto, el río Torío y sus presas, los prados siempre verdes, el monte y sus delgados robles, las paleras y los chopos sin negar los frutales que, en temporada, nos encandilaban con sus manzanas, peras, cerezas... y no olvidemos los pájaros, los cencerros y el silbo del correo que se alargaba en el valle", evoca Luis al tiempo que trae a las mientes estos sus versos:

"En esta mi patria no hay días, tampoco hay noches

y los fríos planetas que en ellas transitaron

han abandonado las órbitas de sus nombres;

por eso no importa que la fuente del Encanto,

adornada con un viejo y espinoso endrino,

se haya quedado sin palabras y su murmullo

no sea sino silencio profundo, no importa,

porque en esta patria mía aún de su agua bebo".

Como poeta ha publicado un par de poemarios: 'Así es', editado por OléLibros, que es, según su creador, un camino de la exterioridad hacia la interioridad, desasosiego, siendo el recurso a la naturaleza su expresión. Y regresos a esa patria en la que encontramos consuelo. "'Así es' corresponde al título de la obra del intelectual Luis García Trapiello, experto en múltiples saberes. En este caso, saberes que dan forma a una cosmovisión compleja del ser humano y, sobre todo, sus atribuciones religiosas. Leída la obra, sorprenden dos aspectos: su extensión para un libro de poesía y en verso libre... Pero lo inesperado en la obra es la mezcla de un mundo literario doble: el sentido filosófico y el valor material de las plantas, de los colores, de lo concreto... de la vida, al fin", escribe el crítico literario Nicolás Miñambres a propósito de este poemario.

Iguales porque somos libres

Asimismo, es coautor de 'Un mismo viento' (Telos), ilustrado por su hermano Seve, en colaboración con la filósofa y poeta Ana Noguera Montagud, donde se van entremezclando poemas escritos por ella y por él sobre la igualdad entre mujeres y hombres, con el noble objetivo de que seamos conscientes del abuso y la desigualdad que sufren las mujeres. "Los hombres levantaron templos con el gran Logos, /gruesos muros  que encierran la oscuridad y el miedo./ Y del Logos hicieron otras muchas palabras,/ unas disimuladas, otras grandilocuentes:/ esencia y trascendencia, debido y obligado,/ rey, súbdito y pobre, vicio, pecado y muerte.../ Y engendraron el 'no', un simple golpe de aire/ con el que cerrar puertas y ventanas del alma:/ no al aire y a la luz, no al perfume y al juego,/ no a la risa y al diálogo de los labios abiertos", poetiza Luis en su poema 'Natura versus Logos'. "Por eso, con esta obra queríamos explicitar que no hay una voz femenina y otra masculina (en los poemas no se señala la autoría), sino que lo que hay es la pertenencia, o no, a un mismo paradigma ético y estético", apunta él, cuya pasión por la poesía se remonta a sus primeros años de bachillerato elemental.

"Hace unos años, un hermano encontró en el desván de nuestra casa familiar una revista del colegio en la que, en la sección de poesía, había una firmada por mí. 'Soledad'", recuerda Luis, para quien la poesía es un acto de comunicación y, como tal, le interesa aquella que no le obliga a someterla a un proceso de descifrado, normalmente infructuoso. "¿Alguien daría por buena una conversación con una persona amiga en la que no entendiésemos nada de lo que aquella nos dice? Si las palabras del otro nada nos dicen, son simples 'flatusvocis', en su sentido literal, no filosófico", añade él, que es coautor del libro de texto de Filosofía de 3º de B.U.P. 'Logos para Legos' y también del ensayo 'Crítica de la didáctica de la Filosofía' (Gregal Llibres).

Habida cuenta de que Luis es poeta y ensayista, está convencido de que, tanto a través del ensayo como de la creación literaria, podemos relacionarnos con los otros, porque ambos son actos comunicativos, pero es verdad –aclara él– que en el ensayo uno procura la precisión terminológica, que no haya confusión con los conceptos usados, pura Razón; "mientras que en la forma poética uno busca, si no la equivocidad, sí la ambigüedad, generando un espacio que permita a quien lea lo escrito construir su propio contenido, Razón cargada de sentimiento. Pero tanto en el ensayo como en la poesía decimos al otro lo que pensamos sobre el ser y el existir, lo que sentimos por ser y existir", precisa Luis, que es 'promotor, junto con Bernardo Lerma Sirvent, del grupo de didáctica de la Filosofía 'Embolic'. Y para quien la Filosofía está presente en todo lo que escribe. Es por eso que también en su novela 'Herederos de una guerra' (Incipit Editores) quiso trasladar una reflexión ética sobre la Guerra Civil. "No narro una historia que transcurre durante ella, no, la protagonista es la propia Guerra Civil en sus tres batallas más crueles: Teruel, Levante (Sierra de Espadán) y Ebro", aclara Luis, que, a tenor de los comentarios que le llegan acerca de su novela, considera que no fue desacertado hacerlo así.

(Puedes leer esta fragua entera en este enlace de ileon.com: https://ileon.eldiario.es/cultura/la_fragua_literaria_leonesa/126566/luis-garcia-trapiello-se-dice-democratico-a-defender-como-iguales-la-opinion-del-necio-y-el-conocimiento-del-sabio)

martes, 22 de febrero de 2022

Madrid, con aroma a mar ensoñado, dehesa y serranía

 3 de enero de 2022

El viaje se prolonga por esta capital extraordinaria que es Madrid, los Madriles, el centro de la península, de nuestro país de paisitos. Y en este caso el viajero callejea por el castizo y multi culti barrio de Lavapiés, que conserva su sabor ancestral, de otros tiempos, a la vez que ha ido incorporando, con el transcurrir de los años, toda una cultura universal, pudiendo uno disfrutar de la cocina india o árabe. Por ejemplo.

Además de todo ese Madrid de corralas. Me presta, casi siempre que aterrizo en la capital del Reino, darme un garbeo por Lavapiés. Por cierto, he pasado por la calle Sombrerete y no he reparado en la estatua de Agustín Lara. Volveré.


Viajar a Madrid de vez en cuando tiene sus recompensas, porque uno puede disfrutar de su cultura, de su paisaje y su paisanaje. Otra cosa sería vivir allí, aunque tampoco estaría mal si uno tiene bastante tiempo libre para callejear, para saborearlo en todo su esplendor, porque Madrid, como todas grandes ciudades y ciudades grandes, atesora mil encantos. Y mil y un misterios.

Siempre encuentra uno un pre-texto para regresar a esta villa cargada de historia, que resuma arte por todos los poros de su intra-ánima. Esta ciudad literaria, que engatusa al viajero hasta que se rinde de puro placer. Otra cosa sería, decía, vivir allí de continuo y no gozar de tiempo libre.

4 de enero de 2022

Un magnífico descubrimiento esto de treparse a la terraza del hotel Riu, desde donde se gozan de extraordinarias panorámicas a la ciudad de Madrid. Lástima que el día de hoy esté grisáceo. Y no se pueda apreciar la capital del Reino como uno desearía. Prosigo re-descubriendo esta ciudad con tanta belleza.

Era la primera vez que me subía a la azotea del hotel Riu. Siempre hay una primera vez. Y espero que no sea la última. Porque me quedé con las ganas de otear un Madrid nítido desde las alturas, de cielo despejado, azulito. Como un mar de fantasía. Incluso dejarme caer al atardecer cuando se pone el sol.

Me fascina caminar por la Gran Vía, que es un poco como caminar por Manhattan, pero con el encanto que procura saberse en una tierra familiar y a la vez cosmopolita, de teatros y de cines, de bares y cafeterías tan nuestras, tan con aroma a jamón serrano y calamares fritos. Porque a eso me huele a veces Madrid. A mar y dehesa y serranía. A ese mar ensoñado, que luce en el horizonte helicoidal de las sonrisas.
También me gusta adentrarme en la bohemia de Malasaña, haciendo un alto en la casa leonesa, que ya siento como mi casa.

5 de enero de 2022

Agustín Lara en Lavapiés
Por este Madrid de Madriles donde caben desde las afamadas letras (no en vano existe el barrio de las letras en torno a Huertas, que Margarita Álvarez Rodríguez conoce bien) hasta el Palace o el Gijón, que ya no es lo que era desde que Umbral falleciera. Eso creo. Pues Umbral hizo de Madrid un inmenso libro, que es pura vida andante y sonante, al igual que lo lograra el bohemio y lúcido Valle-Inclán. Ahí sigue en pie el Callejón del gato con sus espejos deformantes. Y toda esa estética expresionista.
El Madrid de Recoletos y del paseo del Prado (me ha encantado hacer una visita a este museo del Prado para volver a ver cuadros de Velázquez, Goya, Rubens, El Bosco, Durero o Bruhegel el Viejo, entre algún otro), el Madrid de Colón, con el centro cultural Fernán Gómez. Y también el Madrid de la casa América y la biblioteca Nacional presidida por San Isidoro y Alfonso el Sabio. Y sí, por fin me encaré con Agustín Lara en Lavapiés. De Madrid al cielo.

Desde que nos dejara Umbral, La noche que llegué al café Gijón, Madrid ha perdido la impronta de uno de nuestros más grandes escritores y columnistas y ensayistas, como lo era este monstruo de las letras, con sus placeres y sus días, con su prosa dinamitera y su poesía brotando como un manantial impregnado de tristeza infinita, como la que le quedó al coloso de Mortal y rosa tras la muerte por leucemia de su hijo Pincho.

En el Gijón también se daban cita artistas como Manuel Alexandre (inolvidable su papel en El año de las luces) y Wolfgang Burmann (de la saga Burmann), que fue profesor de la ya desaparecida Escuela de cine de Ponferrada. Un tipo estupendo Chinín Burmann, que me contaba anécdotas extraordinarias. Escenógrafo de películas como Abre los ojos, Remando al viento o La flor de mi secreto, entre otras. https://cuenya.blogspot.com/2010/10/manuel-alexandre.html
Ahora es Justo Sotelo quien lleva la batuta en el Gijón. O eso creo. Y me ilusiona que así sea, porque me parece que Justo es un escritor con mucha cultura y sensibilidad.

Madrid es Cervantes (con su casa en el barrio de las letras...), Quevedo (con su calle...), Lope de Vega (con su casa museo...), Calderón de la Barca (con su estatua en la Plaza de Santa Ana), Larra (con El día de difuntos de 1836), Valle-Inclán (Luces de bohemia, La noche de Max Estrella, como recorrido literario), Ramón Gómez de la Serna (con El rastro), Umbral (Travesía de Madrid, Spleen de Madrid...), Cela (con La colmena)... Julio Llamazares (El cielo de Madrid), Andrés Trapiello (Madrid) y tantos otros ilustres e ilustrados.

El cielo de Madrid se le llama ahora a la terraza del hotel Riu, que antes mencionaba, desde donde se tienen panorámicas de toda la ciudad, con el templo Debod, la casa de campo, el palacio Real, la Gran Vía en primer plano y en segundo plano las cúpulas y los tejados de color rosa y las zonas verdes.
La monumentalidad y la vida del Madrid de los Austrias sigue embelesando al viajero, que se siente dichoso.

jueves, 17 de febrero de 2022

La fragua literaria leonesa: José María Sánchez Macías

 

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

José María Sánchez Macías: “Me han marcado Machado, Lorca, Cernuda y Claudio Rodríguez, entre otros”

El poeta berciano José María Sánchez Macías, autor de 'Paisajes del alma' (1999), 'Viaje a contraluz' (2007) y 'Por un sueño entre palabras' (2018), tiene previsto publicar su cuarto poemario en el mes de abril cuyo título es 'Creciendo la mirada', con prólogo de la periodista y poeta Mónica López Bordón. 



José María Sánchez Macías
José María Sánchez Macías.
Manuel Cuenya | 17/02/2022 - 15:04h.

...Aceptar la realidad sin delirios,

seguir caminando con confianza,

paso a paso se hace el camino,

la vida palabra a palabra.

Caer, levantarse con más brío,

emocionarse de forma extraña

sin perder nunca el sentido.

Mirar la vida con otras gafas,

disfrutar con lo más nimio,

sin pretender mover montañas,

sin renunciar al sueño dormido.

(José María Sánchez Macías, 'Creciendo la mirada')

Autor de tres poemarios 'Paisajes del alma' (1999), 'Viaje a contraluz' (2007) y 'Por un sueño entre palabras' (2018), el berciano José María Sánchez tiene previsto publicar su cuarto poemario en primavera, en concreto en el mes de abril, que es sin duda una buena época para dar a conocer un libro. Nos adelanta su creador que a través de su obra 'Creciendo la mirada' no sólo crece su mirada sino que podrá crecer la mirada de quienes se asomen a sus páginas y se sumerjan en las mismas.

Se trata de un poemario que aborda, a su juicio, temas como la libertad, la responsabilidad, la conciencia, el amor, la justicia, la sensibilidad, la utopía, el carpe diem y la fuerza de voluntad, entre otros. En realidad, la escritura, la poesía es un modo de estar en el mundo. Y por supuesto de reivindicar un mundo mejor. Siempre podemos aspirar a construir un mundo mejor que el que tenemos. Siempre es posible hacer que el mundo sea más habitable no sólo para nosotros sino para nuestros descendientes, para futuras generaciones. Y esa es asimismo la labor del poeta: lograr que nos concienciemos de la importancia de los grandes valores. De habitar un mundo más justo, responsable y amoroso que el que tenemos en estos momentos.

Este cuarto libro, aún inédito, está prologado por la poeta y periodista Mónica López Bordón, a quien entrevistamos hace años en este mismo diario: https://www.ileon.com/cultura/035556/monica-lopez-bordon-ser-periodista-es-una-forma-de-vivir-muy-intensa-al-igual-que-la-escritura

Ella misma, cuya poesía intimista está marcada por los grandes temas universales como el amor y la muerte, decía que ser periodista es una forma de vivir intensa. Es probable que escribiendo –también leyendo– se viva de un modo más intenso que si no se hace. Aunque la mayor parte de la Humanidad ni escribe ni lee (sobre todo porque no sabe hacerlo, habida cuenta del analfabetismo, también funcional, que reina aún en la Tierra) y logra sobre-vivir a las adversidades con casi nada.

Cuenta Mónica López Bordón, en el prólogo al libro de Sánchez Macías, que es "un canto a la vida, a la esperanza, una mirada de autoconocimiento donde el poeta mantiene una búsqueda permanente de la paz", algo que agradece Sánchez Macías a la prologuista de su próximo poemario, porque, en su opinión, la paz interior es la fuente de la felicidad necesaria en cualquier aspecto de la vida. En todo caso, la búsqueda de la paz interior en el ser humano es un ideal que se ha perseguido a través de la filosofía, como hicieran por ejemplo los filósofos estoicos y epicúreos con la ataraxia, que es la serenidad, la tranquilidad del alma, del espíritu, de la mente. Y también mediante el budismo, que también es una suerte de filosofía.  "Sánchez Macías trabaja la lírica con honradez, integridad y naturalidad; logra llegar al corazón de los lectores de una manera armoniosa", escribe López Bordón.

(Puedes seguir leyendo esta fragua en este enlace de ileon.com: https://www.ileon.com/cultura/la_fragua_literaria_leonesa/126349/jose-maria-sanchez-macias-me-han-marcado-machado-lorca-cernuda-y-claudio-rodriguez-entre-otros)

lunes, 14 de febrero de 2022

Túnez, inolvidable

1 de enero de 2022 

Todo va llegando a su fin, como la vida misma. Y este viaje o viajes por este país, al que ya considero mapa afectivo gracias a la hospitalidad de tanta gente, está tocando a vísperas.

Aún queda mañana, día del señor, de Allah, quería decir, pero ya me lo tomaré de relax aunque el vuelo a Madrid sea a la tarde noche. Pero entre pitos y flautines se echa pronto el tiempo encima.
Me siento algo preocupado porque he agarrado un resfriado del copón bendito. Quizá sea algo más. Espero que no. Por mi propio bien. He comenzado a toser, aparte de estornudar como bruto. Y eso no me hace ninguna gracia. A ver, que dijo un ciego.
M'rabet

El día de hoy sirvió para medinear en un sábado harto calmado. Incluso el M'rabet, que es un histórico bar restaurante extraordinario, quizá el primero en abrirse en la medina hace siglos, estaba cerrado por ser feriado. Si es que vivo en otro mundo. Ni en este ni en aquel.
El M'rabet está al ladito de la mezquita Zitouna, la mezquita de la aceituna, ricas son también las aceitunas en este país, que sabe y huele a aceite de oliva. Y a cuscús y a dorada y a atún a la parrilla; exquisito el del restaurante Neptuno, en la rue du Caire, cercano al hotel África.
Tiempo para algunas panorámicas de la capital, incluida la torre del reloj de la Avenida Bourguiba. Y excursión a Sidi Bou Said, donde estuve con mi amiga tunecina nada más comenzar el viaje. Y es que Sidi Bou es un sitio mágico, incluso con muchos visitantes.
Sidi Bou

Un lugar donde quedas atrapado por el blanco y el azul y por el hipnotismo del horizonte marino. En esta ocasión no le entré a los bambaloni o bambalouni, que es como una porra o churro de rueda.
Volveré a Sidi Bou siempre que pueda.
Al lado del hotel en la capital tunecina está el parque Belvedere, que es como un Retiro madrileño aunque bastante más descuidado.
La verdad es que, quizá por tenerlo a la mano, no le he hecho ni caso. Sea como fuere, que exista un parque de estas características en Túnez es algo que se me antoja magnífico.
Seguiré soñando, hoy algo malito.
Espero no amanecer peor mañana, que me espera un largo día.
Con noche en Madrid, por favor.

Mezquita Zitouna
El hecho de haber tomado notas en el muro de Facebook, el cara libro, la libreta actual, me ha permitido rememorar mi viaje. De lo contrario, algunas impresiones tal vez se hubieran perdido en el baúl de los olvidos. La memoria da de sí lo que da. Hoy ya es 14 de febrero, día de San Valentín y dizque de los enamorados, con lo cual ya ha transcurrido casi casi un mes y medio desde aquel uno de enero, San Manuel (San Manuel Bueno, mártir, como la obra de Unamuno), mi toca-yo, que sentí con nostalgia porque ya se acercaba el fin del viaje. Y además estaba con resfriado. Al final, los días dieron de sí lo que dieron. Me sentí a gusto. Y eso me motiva, me estimula, para volver en otra ocasión a este país, que está sufriendo demasiadas crisis. Qué pena que el mundo entero esté en crisis, con un polvorín mediático en el horizonte como lo es Rusia y Ucrania, porque polvorines y polvorones hay muchos, demasiados.

Sidi Bou
Recuerdo que subí a la azotea del hotel en busca de panorámicas de la ciudad de Túnez. Y también a algún que otro lugar de la Medina para tener una impresión de esta capital, que es bastante grande de extensión para la población que alberga. Eso creo.
Me hizo ilusión volver a Sidi Bou, aunque en esta ocasión fuera solo. Y comprobar, una vez más, que es un lugar bello, cargado de buenas vibraciones. Un sitio buena onda, como dicen en México, que deja a uno enhechizado, absolutamente enamorado.

2 de enero de 2022

He venido hasta La Goulette, la Goleta, que hace referencia a un buque en honor al puerto. Un buen lugar para pasear al borde de la mar. Y para comer buen pescado a la parrilla y fruits de mer. O bien un clásico de la cocina tunecina como son los bricks. Deliciosos. También para despedirme de esta tierra. Aunque quizá aún me dé tiempo a acercarme a la medina. Me quedo con las ganas de ir al M'rabet a tomarme un té.
La Goulette

El día está gris, algo raro, porque he tenido días espléndidos de sol y azul durante mi estancia en este país.
Mi resfriado se va sosteniendo. Por fortuna. Así que estad tranquilos, familia y demás seres queridos. Aunque me siento nostálgico. Hoy no está mi amiga tunecina para acompañarme por estos sitios, incluida La Marsa o Sidi Bou, como cuando llegué a su país. Así que es día de recuerdos. Al día siguiente de mi llegada a Túnez -pues la llegada al aeropuerto fue sobre las dos y media de la madrugada- sí lucía el sol. Inolvidable.
La Marsa

Mientras, sigo contemplando la suavidad de las olas, las barcas que portan sueños e ilusiones, los aviones que surcan el firmamento y la animación que suele tener La Goulette.
Al final he logrado acercarme al M'rabet, enclavado en la medina, al lado de la mezquita Zitouna. El M'rabet me parece un lugar magnífico. Con su parte interior, que es todo un fumadero de shishas o cachimbas. Y el exterior, que podría ser un patio andaluz, además de su restaurante. Y como casi es la hora del té, me voy a tomar un té a la menta con almendras y dulcecitos. Qué buena pinta.
Este sitio me trae muy buenos recuerdos de mi visita hace dos años, antes de la pandemia. Creo que estoy de
enhorabuena
. Luego tocará ir al aeropuerto y hacer los trámites burocráticos pertinentes. Qué pesadez. Espero que todo vaya bien. La suerte está echada.
Sidi Bou


Me entusiasmó volver al M'rabet después de aquella mi última visita y viaje pre-pandemia, donde todo era diferente, donde todo era mejor, sin duda, aunque no lo sabíamos, e incluso renegábamos de nuestra forma de vida. ¿Os acordáis? Hasta que llegó el Comandante en forma de bichito y mandó parar. Y paró todo en seco. A la brava. Por eso debemos ser conscientes de lo que teníamos y perdimos en algún momento. Aunque, siendo optimistas, tal vez volvamos a recuperar aquella normalidad. Si bien es cierto, es muy probable que vengan nuevos virus, tal vez peores que éste. Y el Corona siga entre nosotros ad aeternum. Eso seguro. Aunque nos resistamos a creerlo.

Disfruté mucho de esta visita reciente al M'rabet porque, además, me trajo muy buenos recuerdos. Y a la vez me procuró morriña. Es que uno es un morriñoso. Porque estaba pensando en que tenía que ir al aeropuerto para coger el avión rumbo a Barajas. Y sólo de pensar en los trámites burocráticos y en las colas, me daba un vahído.
En esta ocasión el taxista, bien educado, llegó como un rayo al aeropuerto, donde ya se intuían largas colas.
Lo que no imaginaba, aunque tendría que haberlo tenido presente, es que ya en el aeropuerto -menos mal que fui con suficiente antelación, en esto uno ya tiene cierto callo-, me iban a pedir también un formulario de sanidad para entrar en España.

Un formulario online. Que había que cubrir. Por fortuna, aún tenía la tarjeta telefónica tunecina con la que podía conectarme sin problemas a Internet, porque lo de conectarse a Internet en el aeropuerto no parecía a priori cosa sencilla. Y la conexión a la Red es fundamental para este tipo de trámites. Como bien sabemos.
Después de sudar literalmente la gota gorda (empapadito me quedé, teniendo que cambiarme más tarde, cuando pude respirar hondo, no fuera a empeorar del resfriado), viendo que daba errores y más errores la página de Internet donde estaba el formulario, o tal vez mi patosidad era el propio error, demandé la ayuda de una joven tunecina, que también estaba en la cola para coger la tarjeta de embarque, la cual, con destreza, me ayudó amabilísima a cubrir el formulario de sanidad, sin el cual no hubiera podido embarcar. Olé.
A decir verdad, un tipo ya me había expedido la tarjeta de embarque a expensas de que le presentara la descarga del formulario de sanidad con su correspondiente código QR. Al fin, con el móvil de la chica tunecina y el mío propio logramos llegar a buen puerto después de una angustiosa odisea. Gajes del oficio, que se dice. Lo demás ya fue pan comido, como suele decirse. En otra cola, para pasar control de la policía, conocí a Mari Carmen, gaditana que vive en Madrid, convencida de que no nos daría tiempo a embarcar. Visto lo visto, no iba desencaminada, la verdad. Pero como quiera que la compañía Tunisair siempre vuela con retraso, sí llegamos a tiempo para el embarque, teniendo que esperar más de una hora, creo, debido a su retraso, con lo cual el avión al aeropuerto de Adolfo Suárez Barajas también llegó a las mil y monas.
Avenida Bourguiba

Esta es la cara oculta, la trastienda de los viajes, lo que a menudo no se cuenta. O bien se pasa por alto.
Si Barajas parecía toda una romería, cuando emprendí viaje a Túnez el 19 de diciembre de 2021, el aeropuerto Túnez-Cartago también me dio la impresión de que fuera otra romería.
Hasta la próxima.

domingo, 13 de febrero de 2022

Mahdía, arena de oro

 29 de diciembre de 2021

Los días se pasan volando cuando uno está de danzarín o giróvago por el mundo adelante. Hoy me la he pasado viajando, desde la isla de Yerba hasta Mahdía. No es que haya una distancia enorme. Pero este es otro mundo. Y ahora no voy a quejarme ni hacer estúpidas comparaciones. 
Amanecer en Mahdía

Gracias Raque por la recomendación de acercarme a Mahdia, donde tú estuviste hace años.
He llegado ya algo tarde, con lo cual no he podido entrarle ni tomarle la temperatura a este lugar como quisiera. Esto de tomar la temperatura me ha quedado algo macabro en tiempos de Corona.
La temperatura, sin fiebre ni febrícula, bien agradable.
Además, de noche todos los gatos (también las gatas) son pardos. Por cierto, hay gatos que disfrutan con las basuras. Ya lo había dicho: es una pena que haya tanta basura por doquier. La verdad es que no se ven papeleras, cubos de basura, contenedores, con lo cual el personal lanza las cosas donde le peta. Vaya desastre.

Por lo demás, sí he podido pasear por el paseo marítimo, el maleconcito. O algo tal que así. Y he probado el Leblebi, que es una típica sopa tunecina con garbanzos, bien aderezada, bien especiada, qué no falte el picante, amén de algún que otro bocado.
Mañana espero levantarme con el alba, cuando canten los gallos y suene el adhan, para darme un garbeo por esta Mahdia que al parecer está bien comunicada por línea férrea con Monastir (bella ciudad que puede visitar hace dos años) y la también sugerente Sousse, donde he estado en varias ocasiones.
Delices Plage

El Houria Sable D'Or, regentado por gente bien amable, es un sitio estupendo para descansar.
Ah, curiosamente me he encontrado con mi tocayo en forma de cafetería. Qué buen rollito.

Mahdía, cuyo nombre proviene del primer califato fatimí Mahdi, quien la fundó, me resultó una grata sorpresa. Me había hablado la amiga Raque de este sito, donde ella vacacionara hace años. Me habló de un lugar pequeño de pescadores. Pero la verdad es que Mahdía ha debido de crecer mucho en los últimos tiempos. No en vano es un destino turístico, aunque en esta mi primera visita no me topé con turistas, salvo con algunos del país.

Ya había dicho que el Corona se ha ensañado de lo lindo con el turismo en Túnez. Quizá tendré que volver en verano para comprobar que está atestado de turistas; es un decir, porque me ha gustado disfrutar de este entorno sin masificación. En el fondo y en la superficie a uno no le gustan los rebaños de gente. Ni las manadas. Disfrutar del mar, de los atardeceres y amaneceres radiantes en esta Mahdía en soledad cuasi mística se me antojó una experiencia única. Me encantó el alojamiento, el Sable D'Or, mirando al mar, a la playa.

Una auténtica gozada. Me encantó la hospitalidad de sus responsables, un matrimonio bien acogedor, con una hija joven igualmente despierta y gentil. Tuve la sensación de encontrarme en casa. Y eso es realmente maravilloso, cuando te hacen sentir que estás en tu hogar. Dan ganas de quedarse varios días en un hotel así porque uno se siente en la gloria. Me encontré asimismo con gente agradable en los cafés y restaurantes a los que fui. Y estuve muy a gusto recorriendo Mahdía, incluso adentrándome en su cementerio con vistas al mar, con sus tumbas de un blanco refulgente, como si me hubiera introducido en el cementerio marino de Paul Valéry, recordando aquellos versos que dicen: "a ese brillante espacio me abandono, / sobre casas de muertos va mi sombra... Los muertos se hallan bien en esta tierra/ cuyo misterio seca y los abriga.". 

Supongo que los muertitos estarán de enhorabuena escuchando las olas que vienen y van, como si se tratara de la mítica composición de Gainsbourg Je t'aime moi non plus. 
En esta península en la que se asienta Mahdía, se alza la fortaleza de Borj el Kebir, que al parecer fue escenario de batallas entre piratas y españoles, que quizá también fueran piratas, por hacerse con el control de Túnez. 

30 de diciembre de 2021

Una agradable sorpresa Mahdía, que hoy he podido recorrer con calma, tomando tiempo para saborear su aroma marino, pesquero. Pero también me ha encantado la hospitalidad de su gente, como la que me muestran los dueños del hotel Houria Sable D'Or o la del responsable del restaurante Delices Plage, que me invitó a degustar su plato de alubias con pollo. Un fenómeno, que me ha preparado asimismo un exquisito Leblebi. Picante, eso sí. 

Mahdía atesora muchos encantos como su Medina, su Gran Mezquita o su fuerte, además de sus cafeterías y sus hammanes.
He disfrutado mucho del paseo matutino por el Cabo África, con su faro y su enorme cementerio mirando al mar, algo que me ha recordado, salvando todas las distancias, a Luarca. Por cierto, me encanta Luarca.
Me he levantado bien temprano para la amanecida. Y me he puesto a medinear. 

Los lugares de costa tienen algo especial. Y este sitio -al que no parecen venir los turistas, por fortuna para uno, debido al Corona (todo Cristo está acojonado en Europa) y a que es invierno, aunque la temperatura me late magnífica- desprende una energía maravillosa. Confieso que no me gustan nada los espacios masificados. Soy un tipo de campo, o sea un campesino, y me gusta la naturaleza, a ser posible en estado puro (vaya ingenuidad la mía, habida cuenta de que eso ya no existe) y también cierta soledad de ermitaño, esa que me permite reflexionar, contemplar, viajar de un modo introspectivo. Viajar para conocerse sobre todo a uno mismo.

Conócete a ti mismo y por ende conocerás a tus congéneres porque nada de lo humano te es ajeno.
Mahdía procura buenas vibraciones, con su luminosidad, con su calma, y también con su belleza mediterránea y magrebí.

He dejado bien claro, creo, que Mahdía es un destino más que recomendable si uno desea disfrutar del mar, de la buena gastronomía (hasta uno de esos bocadillos que hacen en los puestos de la calle está riquísimo), de una temperatura extraordinaria, incluso en invierno, del sosiego que procura un sitio de gentes tranquilas y hospitalarias. 

Medineando hasta me dio por comprar un cinturón a un tendero que resultó un tipo que conocía España, incluso había vivido en Barcelona, creo recordar. Me gustó el regateo porque le ofrecí exactamente lo que me parecía que debía pagarle por el mismo, ni más ni menos, con lo cual quedé satisfecho con la compra, y él también. Lo del regateo en las tiendas y zocos magrebíes es algo a lo que uno debe estar habituado, porque a ellos les encantan estos teje manejes. Y si no andas avispado, te llevan al huerto a la primera de cambio. Para ellos es algo que forma parte de su cultura. El que más chifle, capador, reza un dicho popular, que ya no se escucha ni siquiera en los pueblos del Bierzo.

Por cierto, para no perder tiempo ni saliva, cuando me preguntan de dónde soy en estos lugares digo que de Galicia, qué me perdonen los castellano-leoneses, porque si digo que soy de León o pertenezco a León, creen que les hablo de Lyon en la France. Bueno, prometo que la próxima vez que vaya a Túnez, por ejemplo, intentaré explicar, a quien lo desee, dónde se ubica exactamente el Bierzo y cuáles son sus bondades. 
 
31 de diciembre de 2021

Esta mañana me encontré en el hotel Houria Sable D'Or de Mahdía con otros huéspedes tunecinos en el desayuno. Muy amables. Con quienes charlé encantado, entre ellos el vigilante de noche del hotel. Un puntazo, el tío. Y luego decidí poner rumbo a Sousse desde Mahdía. Me habían hablado del metro del Sahel, en realidad un tren, que hace este trayecto. La verdad es que resulta cómodo y baratísimo. No obstante, esperaba que las vistas fueran mejores. En todo caso, el viaje desde Monastir hasta Sousse se reveló interesante en lo paisajístico porque bordea la costa. 

Hoy ha sido un día de viajes. Con tiempo para visitar los zocos, los souks. Iba a decir con tiempo para zoquear. Pero creo que este término no resulta muy apropiado. Parece que uno estuviera haciendo el zoquete, que también podría ser.
En Sousse lucía un día espléndido, lleno de azul comestible, que es un color que me he inventado.
A estas alturas del viaje me siento ya algo cansado físicamente, aunque mentalmente estoy hecho un león. Por fortuna. 

Me noto con la garganta ardiente, hecha una basura. A ver si he pillado el bichito cabroncete. De momento, en la farmacia me han dado un Hexaspray, así se llama, combinado con Paracetamol que ya traía por si las moscas o por cualquier otro bicho.
Si bien hoy es Noche Vieja, creo que me iré tempranito a dormir, que suelo despertarme con el alba. Y mañana Allah dirá. O quien tenga que decirlo. Supongo que uno mismo algo tendrá que decir.
Os deseo una Noche de estrellas. Con uvas o sin ellas. Yo igual me animo y hasta me tomo unos dátiles aquí en el hotel, que ya me da pereza salir fuera.


La verdad es que me dio morriña despedirme de Mahdía, del hotel, de la gente tunecina que me encontré en el desayuno, de ese mar acariciador, con su luz vibrante, de esos amaneceres que me cargaban las pilas. Me levantaba tempranito para ver amanecer, dejándome azotar por la brisa marina. Tal vez fue lo que me provocó el resfriado. Pero mereció la pena que el alba me impregnara con su rítmica aromática, con su sabor a salitre. 

Y también me ilusionó viajar en el metro o línea férrea de Mahdía a Sousse a orillas del mar, cruzando la bella ciudad de Monastir (monasterio), con su imponente Ribat, que fuera escenario de rodaje de la emblemática y desternillante película La vida de Brian. También la ciudad de Sousse, el anfiteatro romano del Djem (que creo haber visitado en mi primer viaje a Túnez) y aun Matmata sirvieron a los Monty Python para filmar esta comedia, esta sátira religiosa. 
Algún día regresaré a Mahdía.