Siento escalofríos, una emoción intensa, cada vez que la veo y son muchas las veces que la he visto.
Y espero seguir disfrutando, riéndome con sus personajes extravagantes, con sus imágenes impregnadas de belleza erótica y lirismo, con sus delirantes y surrealistas escenas, como la del Tío loco subido a un árbol, pidiendo a gritos una mujer: "voglio una donna".
Es tal su fuerza, el poder hipnótico de sus imágenes y su música (grandísimo Nino Rota) que uno se queda enganchado desde principio a fin. Una película redonda, o mejor dicho circular, estructurada en función de las estaciones del año, que comienza con la primavera (la vida) y acaba con la primavera (la vida), con el regreso de "le manine" (los vilanos), tras la muerte de la madre de Titta (el prota) y la boda de la Gradisca (personaje que despierta las pasiones del macherío). Y aun con la muerte del año viejo y el nacimiento del nuevo año a través de la hoguera (tema carnavalesco) con la quema del muñeco.
A este respecto, cuando uno ve algunas películas de Berlanga, nota como ciertas similitudes entre el cine del fallero y el grande de Rímini.
Fellini, con la ayuda de su guionista Tonino Guerra, nos ofrece, con impresionantes dosis de
fantasía, su propia vida como niño y adolescente en la ciudad de Rímini ("una dimensione de la memoria... de la memoria inventata", según él) en los
años del fascismo. Y nos muestra, con una puesta en escena carnavalesca,
momentos inolvidables (como el abuelo perdido en la niebla: "Mi sembra di non stare in nessun posto. Forse la morte è cossì?" o la aparición de un pavo real en medio de
una gran nevada o el propio Titta hipnotizando a un pavo), y secuencias
antológicas, como la visión efímera y ensoñadora del Rex (el transatlántico), el desfile fascista, los amigos de Titta bailando en medio de la niebla abrazados a parejas fantasmales, el encuentro de la Gradisca y el sultán en el Gran Hotel, la propia boda
de la Gradisca, o la impactante escena del Tío loco (que pide a gritos una mujer), desde que su familia lo saca del manicomio hasta que una monja enana logra bajarlo de una higuera, que nos invitan a
reflexionar (pues pone en cuestionamiento, a través de parodias, la Escuela -maestros y maestras de atar-, la Familia -un tío loco, un zángano, un abuelo chocho y cachondo, una madre, la de Titta, amargada...-, la Iglesia -un confesor más preocupado por la estética de una flores que por la propia confesión de Titta- y el Estado: el Duce como un monigote, una voz sin cuerpo que habla y manda) y sobre todo a reír, a veces con una carcajada llena de nostalgia.
Un viaje a un pasado fantaseado, un viaje conmovedor filmado con la deliciosa subconsciencia o surrealidad de los sueños, tal vez el mejor de la historia del cine, aunque esto sea muy atrevido decirlo.
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La película, aunque en ningún momento aparece la palabra Fin, se despide de la mano de un vendedor ambulante que nos dice: "Vi saluto, andate a casa", Adiós, iros para casa; como si se hubiera acabado la función, la representación carnavalesca. Y, en vez de Fin, vemos el título Amarcord. Pues seguiremos recordando y amando. Amore è ricordo.
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