Confieso
mi devoción por El callejón de
los milagros. Parece que de
repente me entrara una vena mística, que pa' qué. Me trae muy buenos recuerdos
esta película de mi época en México, que fue donde la vi por primera vez. Me
encantó y me sigue gustando, como si fuera la primera vez. Supongo que será
porque se trata de una buena película, aunque decir esto así no signifique
mucho. Bueno y malo son conceptos maniqueos. ¿Verdad? En cualquier caso, está avalada
por varios premios, entre ellos, la Mención Especial en el Festival
Internacional de Cine de Berlín en 1995 por su excelente calidad narrativa
o el Premio Goya en 1996 a la Mejor Película Extranjera en lengua
española.
Basada
en la novela homónima del Nobel Mahfuz, El
callejón de los milagros está
dirigida por el solvente Jorge Fons, cineasta mexicano, tal vez no demasiado
conocido fuera de su país, pero con una larga y exitosa carrera cinematográfica
(véase Rojo amanecer). En
todo caso, Fons, con la ayuda de su guionista Leñero, que construye magníficos
diálogos, hace propia su historia, trasladando todo el meollo del cogollo a
México, su tierra, porque el Nobel egipcio sitúa su novela en El Cairo en los
años 40.
Por
tanto, Fons da una vuelta de tuerca a la novela y la lleva a su terreno, que es
el que mejor conoce, y eso se nota y se siente con gran emoción, porque lo que
nos cuenta y cómo nos lo cuenta es realmente extraordinario.
El Cairo
de los años 40 de Mahfuz se transforma, en esta obra maestra del cine, en la
vida de unos singulares personajes (es una gran peli de personajes encarnados por excelentes
actores y actrices), a los que no parece sonreírles la vida, en la Ciudad de
México, años 90.
Personajes atrapados, obsesionados con el dinero y el sexo,
como motores vitales, incapaces de salir de la miseria... moral en la que viven
inmersos. La película, en la que se entrecruzan las historias
-aderezadas con humor y montadas de un modo innovador y
fragmentado- se estructura en cuatro episodios, que son contados, con un lenguaje coloquial,
"chilango", propio de los habitantes del D.F., desde tres puntos
de vista. Hay incluso escenas que parecen repetidas porque son tomadas desde
diferentes ángulos de cámara o puntos de vista, con saltos temporales hacia
atrás. El montaje es del prestigioso Carlos Savage, conocido por sus colaboraciones con Luis Buñuel en películas como Los olvidados, Él, Nazarín o Él ángel exterminador, entre otras muchas y grandes.
Los puntos de vista son el
de Don Ru (Rutilio, interpretado por el actor Gómez Cruz), el dueño de la
cantina donde se reúnen los parroquianos a darle al dominó, al trago y al
palique; el punto de vista de Almita (Salma Hayek, cuya interpretación resulta
sensual, engatusadora y en verdad reveladora) que busca volar, y el de la
ingenua Susanita (que interpreta la actriz Margarita Sanz, ganadora de un
premio Ariel por su actuación), que es la dueña del vecindario donde vive
Almita y el resto de personajes. Los cuatro episodios, todos ellos con el callejón
de los milagros como escenario -de ahí el título-, corresponden a los tres
puntos de vista de los protas, además de un cuarto episodio, "el
regreso" (Abel regresa en busca de su amada, Almita), que sirve para
concluir una trama amorosa con regusto amargo. El amor y la muerte abrazados y
fundidos en el Fin.
El primer episodio, después de mostrarnos el callejón de
los milagros, corresponde a Don Ru, el jefecito de una cantina, "Los
Reyes
antiguos", donde los habituales juegan al dominó, el típico machito
mexica, con mala baba, que trata a su esposa (Doña Eusebia) como a una
mierda,
se enseña con su hijo Chava y su empleado el Güicho (un raterillo) y
acaba
sucumbiendo -ironías de la vida- a los encantos de un jovencito, Jimmy
(empleado de una tienda de ropa). Algo que le revela a Abel (el
peluquero).
Estupendas las partidas de dominó (que sirven para introducir cada uno
de los
capítulos) con un cuarteto de cine, a saber, el doc, que es un dentista
tuerto enredado en asuntos turbios; Zacarías, que es un mugroso y
vividor, que
maneja a los mendigos y acosa a Flor, la dueña de la carnicería del
callejón;
Ubaldo, el hombre culto, "el pinche poeta", porque se la pasa,
mientras juega al dominó, recitando versos de Amado Nervo, a la vez que
cita a
Dante o a Platón, y Don Fidel, el dueño de una joyería, que le propone
matrimonio a Almita, aunque es su madre, Doña Cata, quien lo quiere para
ella.
El segundo episodio se centra en Almita, que está enamorada de Abel,
aunque este decide emigrar a los Estados Unidos con su amigo
Chava (el hijo de Don Ru y Doña Eusebia). Almita, al marcharse Abel,
acaba hipnotizada por un padrote o chuloputa, José Luis (interpretado de un modo estupendo por el actor mexicano, aunque nacido en Madrid, Giménez Cacho, al que hemos visto recientemente en Blancanieves, de Berger), que le promete
el paraíso y la
mete de lleno en el mundo del puterío de lujo.
El tercer episodio está dedicado a Susanita, la
ricachona casera del vecindario, donde viven todos los personajes, como en una
colmena. Es una solterona avara y "necesitada" que aspira a cumplir
su sueño amoroso. Y para ello recurre a Doña Cata, la madre de Almita, para que
le lea el destino con las cartas del tarot. Doña Cata le dice que encontrará al
hombre de su vida, porque "las cartas lo averiguan todo" y de
este modo "la adivinadora" se ahorrará el alquiler de Susanita, quien, tras echarle
los perros al Chava, acabará topándose con el Güicho, el cual le hace la corte
sólo por interés. Y el cuarto, el regreso, que cierra la peli con un
desenlace trágico.
Una película que nos muestra un México tan real y tan vivo como la vida misma.
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