Os dejo esta segunda parte de México, publicada en el Buscador. Que la disfrutéis. La primera también podéis encontrarla en este mismo blog, bajo el título De viaje a México, el ombligo de la luna (I)
http://www.nocedadelbierzo.com/archivos/Mexico_2_parte.pdf
Basílica de Guadalupe (foto de Fernando Ortega)
Ciudad de los tres ombligos, ciudad del hedor torcido,
ciudad del tianguis
En Xochimilco
Ciudad de los ombligos en
referencia a sus antiguos lagos: Texcoco (Tetzcoco), Chalco y Xochimilco. O
bien El lugar del ombligo de
la luna en referencia a Mēxihco, voz náhuatl formada
por Metl (luna); xictli (ombligo) y co (lugar). Me entusiasman estas
definiciones, harto líricas, cuyo nombre oficial sería Estados Unidos
Mexicanos, cual si fueran Estados Unidos Norteamericanos (con sobresalientes diferencias
entre unos y otros, quede clarín clarete).
Atlantes de Tula
En Teotihuacán
Al igual que USA, también México es un rebaño de Estados Unidos de Norteamérica.
Tanto es así que, en su día, se extendía por Texas, Arizona, Nuevo México, California,
incluso Utah, Nevada y aun partes de Colorado y Wyoming. Ese era antaño Mexiquito: grande y lindo. Qué
maravilla. Aun así, reducido en extensión y belleza, a resultas de pésimas
gestiones gubernamentales, este país conserva más de una treintena de lugares
de interés cultural y natural, considerados algunos como Patrimonio de la
Humanidad: Teotihuacán, Chichén Itzá, Palenque, el centro histórico de Oaxaca y
Monte Albán, Puebla, Guanajuato (sede del Festival Cervantino), Zacatecas o el
centro histórico de la Ciudad de México y Xochimilco, entre otros.
Zacatecas
Quetzalcoatl en Teotihuacán
Chichén-Itzá
Biodiverso
Espectacular la Barranca
del Cobre, en la Sierra Tarahumara. Nunca olvidaré aquel viaje en tren desde
Chihuahua hasta Los Mochis, haciendo parada en este Colorado mexicano. Siempre
recordaré a aquel viejecito sombrerudo
que, luego de chuparse medio frasco de alcohol de 90º, orinó en el suelo del
tren.
Cerro del Tepozteco (Tepoztlán)
Monte Albán
México cuenta con una
biodiversidad impresionante en cuanto a flora, fauna, reservas, ecosistemas,
parques y monumentos naturales... Abundante en oro (Iguala), plata (Taxco),
petróleo y gas natural, entre otros. Rico en maíz y chocolate (productos
originarios de esta tierra). Con una gastronomía deliciosa, Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Humanidad desde 2010. Comida sabrosísima, aunque se me antoje
una bomba para quienes no estén habituados a la manduca condimentada. Se trata
el suyo de un magnífico maridaje entre la cocina española y la indígena, que
hace las delicias de cualquier paladar capaz de soportar el picante y los
sabores fuertes. No hay más que untarse con chile chilpotle (exquisito con
huevos fritos como desayuno para comenzar la jornada) o bien degustar un mole
poblano, que es un guiso consistente, hecho con múltiples ingredientes. Una
auténtica delicia. Aparte de un amplio surtido de botanas y antojitos mexicanos
(enchiladas, quesadillas, tacos, burritos...), que pueden tomarse a cualquier
hora del día o de la noche en los puestos callejeros -aunque conviene echar
ojito u oclayo, por aquello del smog-, merece la pena tomarse unos
tamalitos de dulce o bien un pozole. Y como postre entrarle a la cajeta, que es
como un dulce de leche. Todo ello acompañado con un champurrao o atole (qué rico, el último que tomamos -¿te acuerdas?-
fue en Tapia de Casariego, Asturias). Y para hacer la digestión puedes servirte
un mezcalito oaxaqueño, o en su defecto un Tequila Hornitos Reposado con
sangrita. Buen apetito. Y seguir lidiando o montando toritos bravos.
Taxco
En la sierra Tarahumara
Tulum
Entre fiestas y velorios
Sigo recordando aquel
jaripeo o rodeo en el Estado de México, en Ixtapaluca/Indiapaluca. Vaya espectáculo. Y qué guamazo (en mi pueblo decimos hostión) se llevó el jinete o charro.
“Déjenlo... no se metan, pendejos, que le falta el aigre". Como para quedarse sin respiración.
Así es este país, que
se mueve entre la fiesta y el velorio, entre el grito: ¡Viva México, cabrones!
y el silencio. La vida como “nostalgia de la muerte”, porque muerte y vida se
confunden. Dos caras de una misma realidad. “Qué más me puede ocurrir, qué me
peguen un tiro”, me soltó a bocajarro un cuate
al poco de aterrizar en el D.F. Hostias, se me han quedado parados hasta los
vellos del pubis.
Teatro Juárez, Guanajuato
Palenque
Aquí se le rinde culto a la
pelona, a la llorona, acaso porque la vida no vale nada. La vida no vale un
carajo ni en León Guanajuato ni en Silao y mucho menos en Ciudad Juárez, donde
las mujeres, sobre todo, son acribilladas en un quítame allá esas
pistolas.
El
mexicano –según Octavio Paz- adula la muerte, y aun la festeja, la cultiva, se
abraza a ella. Como ocurre en el Día de Difuntos. Entonces, el paisanaje come
panes cual si fueran huesos, elaboran calaveras de azúcar, cada cual con su
propio nombre (este menda aún conserva una). En realidad, en este país no es
necesario celebrar el Día de Muertitos para arrumacarse
con la muerte. Impresionante el festejo de este señalado Día en San Andrés de Mixquic.
Cada farra puede ser un pretexto (los pretextos los inventaron los pendejos)
para acabar saltando por los aires/aigres
de un balazo en la sesera. No me chingues, güey, porque te voy a madrear bien
padre hasta que se te salga el pulque por la entrepierna. No resulta difícil
que una noche de fiesta acabe en una noche de duelo.
En
las fiestas, los mexicanos se abren al exterior, estallan, descargan su
pistola, que es como descargar su alma, saltan el muro de soledad (os convido a
que os deis un paseo por El
laberinto de la soledad), se desnudan, se lanzan al vacío briagos o motorolos perdidos, enmariguanados
tal vez, después de atizarle un lingotazo a la botella de tequila. Lo
importante es salir, abrirse paso, a ritmo de quebradita, en la cantina de al
lado, embriagarse de ruido, de gente, de colorido. "No mames,
cabrón, ese pinche güey se la buscó", porque cada quien tiene la muerte
que se busca. "A estas alturas ya estará tocando el arpa con el arcángel
San Gabriel". Así se las gastan los léperos,
que andan todo el santo día de relajo,
lanzando albures a sus carnalitos y carnalitas.
“Castellano y morisco,
rayado de azteca”, este es México, país
que da para componer muchas odas, principiando por su lengua, impregnada de
castellano antiguo, castellano modulado, con palabras y expresiones propias. Y
toda la castellanización de terminología náhuatl, aparte del english, que deviene en una suerte de spanglish (escuchad a Molotov). Y si
entramos en las muchas y variadas lenguas indígenas, entonces flipamos: náhuatl, maya yucateco, mixteco, zapoteco, lacandón, huichol,
purépecha o michoacano...
Algún día regresaré “al
país de la cortina de nopal”.