Mi
Vaticano es la tumba de John Keats.
Juan Carlos Mestre, La tumba de
Keats.
El
único verdadero viaje, el único baño de juventud sería el de no andar hacia
nuevos paisajes, sino tener otros ojos.
Marcel Proust, En busca del tiempo
perdido.
Escribir sobre
Roma es como echarse una carrera, montado en bicicleta, sobre la cuerda floja y
malabar de un circo. El gran circo romano, Circo Máximo, escaparate antiguo y
moderno donde nos hemos visto reflejados tantas veces.
(Texto incluido en mi libro Viajes sin mapa, de 2008)
(Texto incluido en mi libro Viajes sin mapa, de 2008)
Tanto se ha escrito sobre
esta ciudad, que a uno le entra como pánico al intentar contar algo original sobre ella, lo cual que es un
ejercicio de titanes o gladiadores. Sin embargo, siempre puede resultar
estimulante y atrevido adentrarse en la Ciudad
Eterna, tal vez con la mirada inocente de un niño que se asombrara de
cuanto ve, escucha y degusta. A uno, en todo caso, le gusta escribir sobre
aquello con lo que está o cree estar familiarizado, y Roma es una de esas
ciudades en las que uno se siente como si estuviera en casa. Roma es, incluso
en la actualidad, una ciudad hecha a escala humana, pintada con los colores
terrosos de la piel, y el naranja tostado de la carne humana. Hay ciudades,
como es el caso de la capital italiana, en la que nada más poner los pies, te
sientes cautivado. Hay un aroma especial, natural, impregnado por la pasta, las
pizzas y el café, un clima extraordinario y un colorido que te invitan a
quedarte. A uno, dicho sea de paso, le gustaría quedarse a vivir en Roma una temporada.
Desde que
visitara esta ciudad en 1988, en un viaje iniciático por Italia, he estado en ella varias veces. A lo mejor es
cierto eso de que, quien arroja una moneda a la Fontana de Trevi, vuelve a
Roma. En realidad, esto no deja de ser una superstición. Pues uno sólo cumplió
con este ritual la primera vez. Luego uno ha vuelto a Roma sin haber lanzado la
moneda a la fuente porque lo que se quiere de verdad a menudo se suele
conseguir. Hubo un tiempo en que sentía devoción por Italia, y acostumbraba a
viajar a este país todos los años. ¿Quién no se siente a gusto en un país
hermano? Un país tan próximo en cultura, lengua, forma de ser y entender la
realidad. Ahora he vuelto a recuperar el
gusto por este país, y esta ciudad de ciudades. Roma es como la mamá que uno
siempre lleva presente en el corazón. “Roma, cuerpo de diosa litográfica y
fuerte, ruina y mitología, temperatura de oro”, según Umbral.
El capitolio |
A uno le gusta
Roma, incluso sin haber estado nunca en ella, como diría el mago Fellini acerca
de Viena. Y aunque esto parezca una tontería, no lo es tanto habida cuenta de
que Roma está presente en el subconsciente, allí donde van a parar las
imágenes, desde que uno era un niño. La
Roma de Fellini, Pasolini, Rossellini, De Sica, Vacaciones en Roma de Wyler, y aun la mirada poética de Greenaway
acerca de la arquitectura romana han calado hondo. Roma forma parte de nuestro
imaginario colectivo. Cuando uno visita su foro, el Coliseo, el Capitolio, sus
monumentos milenarios, su Vía Appia Antica siente como escalofríos.
Loba capitolina |
Es una
emoción tan intensa que te ayuda a repensar tu realidad y la historia al
completo. Mas no es sólo la Roma antigua, monumental, la Roma Imperial y Papal,
la que logra estremecerte, sino la Roma que tienes ante tus ojos, la Roma que
saboreas, las diferentes Romas que han quedado en pie para regocijo de oriundos
y viajeros: Aurelia, San Pietro,
Trastevere, Ostiense, Tuscolana,
Tiburtina, Termini. Cuando uno llega a la capital Imperial en tren desde el
norte del país va adentrándose poco a poco en cada una de esas Romas hasta
llegar a la legendaria y cinematográfica Estación
Termini. Y es que Roma llegó a ser, además de capital mundial, cargada de historia, la ciudad del cine, la Cinecittà de Europa. Desde que Fellini
nos dijo adiós, Cinecittà ya no es ni su sombra. Pero aún así merece una
visita, sobre todo para aquellos amantes del séptimo arte.
Cinecittà
Roma es en sí
misma un gran plató de cine. Es probable que sea una de las ciudades más
filmadas del mundo. Fellini llegó a reinventar Roma en algunas de sus
magistrales películas como La dolce vita
y la propia Roma. Anita Ekberg
surgida como una loba o matrona capitolina de la Fontana de Trevi es una escena que ha quedado grabada en la retina
de la memoria de cualquier cinéfilo. Y es que Roma tiene mucho de Mamma. Por otra parte, está la propia
ciudad del cine (Cinecittà) a las
afueras de la capital, en el sureste, a la que se puede llegar en metro. En
esta grandiosa ciudad del cine rodó Fellini gran parte de sus películas,
incluso construyó en plató la famosa Vía Vittorio Veneto, que sigue siendo una
de las vías más animadas y lujosas de la ciudad.
Para acceder a
Cinecittà se necesita un permiso previo, aunque uno siempre tiene la
posibilidad de darse una vuelta por los alrededores y echar algún vistazo al
interior. Enfrente de Cinecittà está
el antiguo Centro Sperimentale di
Cinematografía, hoy Escuela Nacional de cine, donde se han formado grandes
directores del cine italiano, y algunos prestigiosos del cine Latinoamericano
como es el caso de Julio García Espinosa o Gutiérrez Alea, alias Titón. Incluso
García Márquez, el premio Nobel, llegó a estudiar en este centro, que fundara
el Duce.
Calles, callejuelas, fuentes y plazas
Roma, aunque sea una ciudad
grande, está hecha para pasearla y recorrerla a pie o en vespa. Como vemos a
Moretti en Caro Diario. A medida que
uno la recorre se va encontrando con calles, callejuelas, fuentes y plazas
únicas, porque Roma es sobre todo una ciudad de fuentes y plazas o de
plazas-fuente.
Fontana de Trevi |
Roma es la ciudad del agua, y por supuesto del agua potable. No
en vano tuvieron la ingeniosa idea de construir esa ciudad en lugar tan
privilegiado, y a tan pocos kilómetros de la Playa de Ostia. En cualquier
esquina, calle o plaza te topas con una o varias fuentes, y eso se agradece
mucho, más que nada en verano, que suele atizar el sol. Roma es sin duda la
capital de las fuentes y las plazas, algunas realmente hermosas y pintorescas:
la fuente de los Cuatro Ríos en la Piazza Navona, la del Tritón en
la plaza Barberini y, al pie de la
Escalinata de la Trinidad del Monte, la Fuente de la Barca, obras del maestro
Bernini, la de las Náyades en la República, la mítica
Fontana de Trevi, las Cuatro Fuentes, que representan
al Nilo, al Tíber, a Juno y a Diana. O
una sencilla y retirada que hay en el Trastevere, en Vía della Cisterna, que es una cuba de la que brota el agua.
Campo dei Fiori |
Uno siente
especial predilección por Campo dei Fiori,
donde por cierto hay dos fuentes, además de la imponente estatua de Giordano
Bruno. Campo dei Fiori, sin llegar a ser un lugar muy visitado por turistas y
viajeros, es una plaza popular, en la que montan un mercado de frutas, y donde
uno puede saborear un excelente cappuccino en el café Magnolia al precio
increíble de 0,90 céntimos. Por supuesto, uno debe tomarlo en barra, si no
quiere que le encasqueten tres euros en terraza. La picaresca italiana está a
la orden del día. La clave, como todo en esta vida, consiste en andar
despierto. Aquí y allá. Y al lado de Campo dei Fiori está la Bruschetteria de la Via dei Giubbonari,
en la que se comen deliciosas pizzas al
taglio. La caprese, en
particular, está muy buena. Tan buena como la rubiecita que te las corta y
calienta en el horno.
Panteón |
Otra calle mítica y chic es la Vittorio Veneto, donde
están algunos de los mejores bares y restaurantes de la ciudad. Esta es la vía
por excelencia de La dolce vita, el dolce
far niente, la calle en la que Fellini rodara algunas de sus mejores
secuencias, la calle del Café París, cuya entrada está repleta de fotos del
gran cineasta italiano. Hay incluso una placa, al lado del Café París, dedicada
al maestro: “A Federico Fellini che fece di Via Veneto il teatro della dolce
vita” (20 Gennaio 1995). También al
cineasta le han dedicado el Largo Fellini, que está al final de Vía Veneto, en
el límite con Villa Borghese.
Villa Borghese es
como el gran pulmón de la ciudad, un parque agradable, al que los romanos y
algunos turistas van a estirar las piernas y oxigenar sus neuronas, a pasear en
bici o en cochecitos de alquiler. Desde Villa Borghese se tienen magníficas
panorámicas de la ciudad, sobre todo al atardecer, cuando se pone el sol.
Termas de Caracalla |
Otra vía asociada
al cine y los cineastas es Porta San Sebastiano, que está al lado de las Termas
de Caracalla. En esta vía están las casas de Alberto Sordi, Mastroianni,
Roberto Benigni y Anna Magnani. “En la Casa de Sordi vive su hermana porque él
no estaba casado”, agrega un señor. “Y esta es la casa de Mastroianni, cuando
vivía con Catherine Deneuve”, señala con entusiasmo. “Y esta es la casa de Benigni,
y la otra de la Magnani”. La vía di Porta
San Sebastiano es idílica para vivir. Es como si de repente uno entrara en
un bosque encantado, donde cantan las chicharras y silba el ruiseñor. La Vía
Porta San Sebastiano se prolonga con la Vía Appia Antica. Si uno dispone de
tiempo merece la pena darse un paseo a lo largo de esta Vía, aunque sólo sea
hasta la tumba de Cecilia Metella.
Uno no debe dejar
de visitar, además de la Navona, las plazas del Panteón, Spagna y el Popolo.
piazza Navona |
Desde que viera
la película El vientre de un arquitecto
de Greenaway el Panteón es como el símbolo supremo de Roma. Uno visita este
monumento como quien se adentrara en otra dimensión.
A Piazza Spagna uno va sobre todo a sentarse, en
compañía de otros muchos turistas e italianos, en las Escalinatas de la
Trinidad, a fumarse un cigarrillo, mientras contempla el vaivén de la
muchedumbre, al tiempo que disfruta de un cielo azul despejado, comestible y
protector. A uno se le antoja que el cielo de Roma siempre es azul. A esta
plaza van los italianos a ligar con las guirufas, que se tienden al sol
con los muslos al aire y unos escotes que provocan vértigo. En esta plaza
también está la casa-museo de los poetas románticos Shelley y Keats, lo cual que es otro motivo para
darse un garbeo por la misma. Devotos, y aun fetichistas, de los poetas
ingleses están de enhorabuena porque en esta casa-museo se pueden ver
manuscritos, cartas, incluso mechones de la cabellera de Keats. Sabemos que los
románticos ingleses, por lo general, se sentían muy atraídos por la capital
italiana. El extraordinario clima de Roma atrae mucho a los turistas de los
países nórdicos. Shelley y Keats están enterrados en el cementerio protestante
de la ciudad.
El cementerio protestante
A la entrada del cementerio
hay una placa con una inscripción que reza así: “Cimitero Acattolico per gli
stranieri al testaccio. Protestant Cemetery”. Está ubicado cerca del metro
Pirámide, en Vía Caio Cestio, número 6, al lado de la Pirámide Cestia, en el
sur de la ciudad. No resulta complicado llegar a pie, aunque uno tenga que
caminar desde Estación Termini.
El cementerio es pequeño y acogedor, y desde donde
está la tumba de John Keats se tienen vistas hermosas sobre la Pirámide. Al lado de
Keats están los restos de su amigo y poeta Joseph Severn (fallecido en 1879).
No lejos de éstas se pueden ver las tumbas de Percy Bysse Shelley y su hijo
William. P.
B. Shelley, quien fuera amigo de Byron, huyó a Roma con la que luego sería su
mujer, Mary W. Shelley, autora de Frankenstein. En
este cementerio, "el
lugar más santo de Roma”, según Oscar Wilde, también
está la tumba del hijo de Goethe y de Antonio Gramsci. Aunque no hay guía que
te indique las tumbas no resulta complicado encontrarlas, porque están bien
señalizadas, salvo la de Gramsci. Roma, como
París, es también un gran cementerio o catacumba donde están enterrados
insignes artistas e ilustres difuntos.
Roma Termini
Roma es una
ciudad donde el alojamiento, ya sean hoteles, hostales o pensiones, no resulta
barato al viajero, mochilero o turista de pocos posibles. Sin embargo, en los
últimos años se ha ampliado la oferta con los hostels y los bed and
breakfast. En los aledaños de Estación Termini uno puede encontrar varios
de estos alojamientos. En concreto, en la Vía Palestro, número 49, hay varios hostels y bed and breakfast. Entre ellos está el Much More, cuyo gerente es Americo,
un tipo simpático y amable, con quien uno ha tenido el placer de charlar. Es el
Much More un alojamiento más que recomendable, no sólo porque es un sitio con
precios razonables, sino porque es quizá uno de los hostales más limpios de
cuantos haya visto, y la atención de Americo y una señora, que es como la
encargada, hacen de este pequeño y acogedor hostal un hotel de primera. Hasta
tienen la deferencia de servirte el desayuno en la habitación y a la hora que
les digas. Un desayuno, por lo demás, excelente. En los alrededores de Estación
Termini hay mucha vida día y noche. Es una zona animada. Ya se sabe que en
torno a las estaciones de tren se mueve mucho el personal, y Termini es una
estación enorme. Justo
enfrente de Termini, en la Vía Marsala,
número 68, hay una Tavola Calda en la que se come bien y a precios asequibles.
Trastevere
Este es uno de
los barrios más pintorescos de Roma, donde hay multitud de pequeños
restaurantes o tavolas caldas, que sirven comida típica. Hay un ristorante, Rugantino, en la piazza Sonnino, que sirve comida para rechuparse los dedos: lasagna al forno, saltimbocca, etc. La
última vez me sirvió una chica llamada Kicca,
siciliana de Catania, con un rostro de ángel. Y eso hizo que la comida fuera
aún mejor.
Piazza de Santa María in Trastevere |
El Trastevere conserva ese aspecto decadente,
que lo vuelve romántico, íntimo. Aquí, más que en ningún otro lugar de Roma,
uno se siente como en su pueblo, en su hogar. Este es el barrio donde vive o
vivió el cineasta Bertolucci, así como nuestro gran poeta Rafael Alberti, quien
se convirtió “en vecino de este barrio para cantarlo
humildemente, graciosamente, rehuyendo la Roma monumental, amando sólo la
antioficial, la más antigoethiana que pueda imaginarse: la Roma trasteverina de
los artesanos, los muros rotos, pintarrajeados de inscripciones políticas o
amorosas, la secreta, estática, nocturna y, de improviso, muda y solitaria:
(¡Ah!, quien no ha visto esta parte del mundo/ no sabrá nunca para qué ha
nacido), escribió Giuseppe Gioachino Belli con orgullo” (La arboleda perdida,
2, Tercer y Cuarto libros (1931-1987).
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