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domingo, 24 de marzo de 2019

Por el Duero

El Duero (el Douro, como le llaman nuestros hermanos portugueses) es uno de los ríos más importantes de nuestra geografía. El más importante a buen seguro del Noroeste de la Península Ibérica, con un recorrido de cerca de 900 kilómetros, lo que nos da una idea de su relevancia. 
El Duero desde Miranda do Douro
Y lo mejor de todo es que este río, que nace en la serranía de la provincia de Soria, nos religa a españoles y a portugueses, porque discurre por Burgos (Peñaranda, Aranda...), Valladolid (Peñafiel, Pesquera, Tudela, Simancas, Tordesillas...),  Zamora (Toro, Fermoselle...) y Salamanca (Aldeadábila, La Fregeneda...) hasta adentrarse en Miranda do Douro, que es realmente tierra hermana incluso en su hablar (el mirandés está emparentado con el leonés), también en su sentir. 
Castelo de Miranda

Sólo el término Trás-os-Montes me hace soñar. ¿Qué habrá detrás de la sierra de Gistredo?, me preguntaba siendo un rapacín. 
Mi curiosidad sigue intacta, como cuando era un niño que se preguntaba qué había detrás de algo. ¿Qué hay detrás de una persona? ¿Qué hay al otro lado de la vida? ¿Qué hay? ¿Qué habrá detrás, una vez que alcance la cima de la cuesta de Carralacueva?, me preguntaba también. Pues aquel territorio parece marcar, delimitar mi pueblo por el lado este, donde están situadas las localidades de San Justo y Cananillas de San Justo. 
Fermoselle

Los ríos, como los lazos de amistad, nos unen, porque ellos no entienden, por fortuna, de fronteras. Y siguen su curso natural. 
Ni que decir tiene que me gusta el agua, los manantiales, las fuentes, los ríos y los lagos, el mar, todo aquello que fluye, porque el agua es vida. Y me entusiasma la vida. 
Barca d'Alva

Me gusta el fluir, los fluidos. Y el río Duero forma parte de este fluir, que es la vida. Un fluir unido asimismo al vino. Pues por donde discurre el Douro, tanto en España como en Portugal, el vino es esencial: ahí está toda la Ribera del Duero y el vino de Oporto, con sus grandes bodegas en Vila Nova de Gaia, en la otra orilla del río. 
La Congida

Mi útero de Gistredo, la Noceda en que me nacieran, es tierra abundante en manantiales, incluso curativas, y en veneros (hasta una ruta existe, la de Veneiro). 
Supongo que Noceda, que también es tierra de nogales y castaños, ha tenido mucho que ver en mi querencia por el agua. 
Presa de Saucelle en provincia de Salamanca
No es mi intención hacer un recorrido literario por este río, que tanta literatura nos ha dado, comenzando por el bueno de Antonio Machado, y terminando, por ejemplo, por Cuaderno del Duero, de Julio Llamazares, o bien Corazón de roble, de Ernesto Escapa. Sin olvidarnos de autores como Unamuno, Gerardo Diego, Miguel Torga o el Nobel Saramago, entre otros muchos. 

El asunto es que, a comienzos del año de 2012 (lo recuerdo porque aún conservo por fortuna fotos), me lancé a la aventura, no con la proeza de recorrerlo a nado, ni tan siquiera con la malévola idea de arrojarme a él para experimentar una muerte por ahogo, ironías y humor macabro aparte. 

Mi idea era la de conocer de primera mano, al menos una parte de su recorrido, con el objetivo de escribir algún libro para la editorial Everest. Pero aquella idea se truncó, se quedó sólo en eso, en un embrión, un esbozo, un proyecto, que nunca llegaría a ver la luz. Cosas que ocurren en la vida, me atrevería a decir que gran parte de las veces. 
Mirador de Penedo Durao

Dicen en mi pueblo (creo que es de dominio público) que todo aquello que no puedas hacer por ti mismo, date por jodido, así a la llana y sin rodeos. Y todo aquello en lo que no metas toda la carne en el asador, tampoco va a resultar nada fácil. A veces ni metiéndola toda. Me refiero a la carne. 
Pues eso, que ahora me da por recordar que algún día, enero de 2012, tuve la ocasión de darme un un garbeo por los Arribes (algunos escriben las Arribes) de tierras zamoranas, incluso salmantinas, adentrándome asimismo en localidades portuguesas como Miranda do Douro, Barca d'Alva o Freixo de Espada à Cinta. 
Freixo de Espada à Cinta

Recuerdo aquel viaje como un sueño, o una alucinación. Con el agua penetrándome, penetrando en mis ojos, deseosos de alcanzar de un solo vistazo todo el esplendor (o el fluir) que procura el Duero. 

Recuerdo en especial aquellas imágenes espectrales de La Congida, un día radiante de enero. Y el pueblo de Fermoselle (fermoso nombre) para un lugar con el encanto del empedrado de sus calles, donde el tiempo pareciera haberse detenido, y sus bodegas subterráneas. Conocida como capital de los Arribes del Duero, te hace sentir en paz. 

Recuerdo aquellos miradores hacia los cañones de los Arribes, que te quietan el hipo. Y la sensación de sobrevolarlos como un zopilote. 
Recuerdo aquellos paisajes impregnados de agua, con sus presas y sus embalses. Y la estampa de una mujerica a la sombra de un freixo o fresno con su espada al cinto como símbolo de la población portuguesa de Freixo. 
España y Portugal hermanados por un río, el Douro, que es una gran arteria de vida y vino, agua y emoción por la que podemos navegar cual si estuviéramos en un sueño. 
La desembocadura del Douro en Porto es también una alucinación poblada de belleza y amor. 


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