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sábado, 20 de octubre de 2018

Carta desde nuestro molino

La narradora Mercedes González Rojo, otrora concejala de cultura en Astorga, maragata de nacencia y algo nocedense (recuerdo a sus primas veranear en el útero de Gistredo desde siempre), me invitó a participar en una exposición 'De arte a la palabra' para conmemorar el Día Mundial de la Salud mental en el Conservatorio de León.
Qué curioso, la salud mental, algo con lo que debería estar familiarizado porque hasta llegué a hacer prácticas como becario Erasmus y luego Leonardo Da Vinci en el Hospital psiquiátrico de La Chartreuse, en la ciudad francesa de Dijon, precisamente en arte-terapia. El teatro como soporte terapéutico. 
En cuanto me lo pidió Mercedes -uno que es muy mandadín- me puse manos al lío. Y con la transpiración del autor francés Daudet (el de Tartarín de Tarascón) me dio por componer este texto, 'Carta desde nuestro molino'. 'Cartas desde mi molino', de Alphons Daudet, me ha inspirado como título. Aunque el contenido sea otro. También el Molín de Ampuero (ubicado en el barrio de Vega del útero de Gistredo), que en tiempos me sirviera como encabezamiento de una columna semanal en Diario de León, ha sido otra rueda de inspiración. 
Una entrañable amiga me recuerda también el cuadro del gran Van Gogh, 'El molino de Daudet en Fontevielle'. 
A partir de cuadros concebidos por personas con discapacidad mental (sin llegar a explicitarla) o otras sin discapacidad (elegí uno de una chica/mujer búlgara asentada en la zona de Astorga llamada Iablena Petrova, según me recuerda Mercedes G. Rojo), escribí este texto/carta, que espero os guste. 

Te escribo desde este molino, ese que ves en el dibujo que te envío. ¿Te preguntarás qué hago viviendo en un molino? Pues te lo contaré. Decidí apartarme de la ciudad porque ya estaba cansado de las prisas, de lo artificial. Y me vine aquí, en medio de esta campiña verde y arcillosa, a este molino, que he logrado restaurar con mis propias manos, lo cual me entusiasma. El dibujo, tan colorido, tan llamativo, lo ha hecho Elba, que ya está hecha toda una mocina. Te encantaría verla, tan crecida, tan feliz, ella lo ha pintado, también con sus manos, con su sensibilidad, en eso se parece a ti.  Imagino que te hará ilusión recibirlo, porque ella lo ha hecho con todo su cariño. “Esto es para mamá”, me dijo. Me da mucha ternura que lo haya pintado para ti, para que veas dónde vivimos ahora. Deseo que nuestra hija disfrute de la naturaleza, de todo lo bueno que tenemos, porque ya sabemos que en ocasiones, más de lo que uno quisiera, la vida nos muestra sus garras. Y es entonces cuando comenzamos a replantearnos la existencia, lo efímero que resulta todo… Pero ahora no quiero ponerme trascendental, que bastante hemos sufrido, primero con tu partida. Y luego con su manifestada melancolía. Discúlpame, por favor, que te diga esto. Te echamos mucho en falta, la niña siempre se acuerda de ti. Y me dice que cuándo vendrá mamá. Yo, para tranquilizarla, le digo que vendrás pronto. No sé si ella entiende bien el concepto del tiempo. Al menos como lo entendemos nosotros. En realidad, me gustaría mucho que algún día regresaras, o que al menos nos rindieras una visita, nos alegraríamos mucho. Y te mostraríamos nuestro molino de agua, a orillas de un río, que ahora hemos convertido en nuestro modo de vida, sencillo, como puedes ver o intuir. A lo mejor ella, cuando sea adulta, desea irse a vivir a otro lugar. Y quiere ser artista, como su mamá. En realidad, ya es toda una artista. Mientras, te mandamos un gran beso y te abrazamos con todo el amor del mundo.  “Mamá, te quiero mucho, vente pronto”, me dice Elba al oído.
Sabes que te seguiremos llevando en nuestro corazón. Siempre tuyos.
                                               Elba y Alfonso

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