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sábado, 11 de agosto de 2018

La luz mágica de Fermín López Costero

Pues sí, queridos cuates, queridas cuatas, la luz mágica de nuestro querido y siempre recordado Fermín López Costero nos guió ayer tarde en Noceda,  en la casa de la cultura del útero de Gistredo, un sitio extraordinario (otrora la casa de Perullos, que ya tenía encanto), en un encuentro memorable. Así lo viví. Así lo sentí. 




Fermín nos envolvió, nos iluminó con sus palabras, con la magia de sus espíritu. Por fortuna, las personas no mueren hasta que alguien deja de recordarlas. 
El recuerdo mantiene viva la llama del espíritu. Y a Fermín, el gran escritor cacabelense, universal ya, lo seguimos recordando con cariño, con gran afecto, porque él fue y seguirá siendo una persona entrañable. En esta ocasión (siempre intento que salga lo mejor posible) creo que la elección de los participantes en este Noveno Encuentro literario fue acertada, buena, "muy lindo, todos gente buena", me recuerda el periodista, escritor, amigo y colega de tantas batallas Eduardo Keudell, que también asistió al evento. Y colaboró con un hermoso y filosófico texto, Emoción de censura, en este reciente número de la revista La Curuja, en el cual rendimos homenaje al "maestro", como nos dijera de Fermín la poeta berciana Loli Prieto, que, al igual que los demás convidados, nos emocionó con sus palabras y la lectura del poema Alas, incluido en su poemario La fatalidadque por cierto abre las páginas de de este número estival de La Curuja. Curiosa y mágica coincidencia que Loli Prieto también eligiera este poema antes de haber leído la revista. Me gustó mucho la intervención de todos/todas ante un público entregado, en el que estaban, entre otros, Jorge, el hijo de Fermín (al que no reconocí en un inicio, porque ya es todo un mozo, y uno lo recordaba siendo un niño), la madre de Jorge, María José Castellanos, compañera de instituto, de aula, a quien no veía desde hace más de treinta años (tampoco la reconocí, hasta que no me dijo que era ella) y la novia de Fermín, Isabel Bailez, que nos dijo unas palabras de agradecimiento, muy sentidas, antes de dar por finalizado el encuentro. 
Foto: Elba Casado


Además, estuvieron Paula Bailez, la hermana de Isabel, algunos amigos de Fermín, la poeta ponferradina Laura Manrique (que acompañaba a la poeta Marina Díez), la poeta y narradora Ana María Romero Yebra (gracias por tu libro colectivo, Almería de cine), junto con su marido el músico Jose,  buenas alumnas/os de escritura como Elba (gracias por las fotos), Ana y José Luis y aun de la Universidad de la Experiencia, como Trini..., familiares nuestros, amigos (Mingo/Raquel, Milín/Elena, Mar, José Manuel Nogaledo, Antonio Vega (editor de ileon), Benjamín y Pedro, Andrea, Nina, Presen, Elsita, Nanci Álvarez de Paz... gente del pueblo... Espero no olvidarme de nadie, cosa difícil). Eché en falta a algunos habituales, como los grandes amigos Javi y Ana, que aún no han podido venir de Bilbao, Ricardo... Emilio el de Mari Ángela y su mujer Marta, Flor Villagrá, Elena de Bilbao... y aun Auri, que tenía ganas de ver también a una de nuestras invitadas, Marina Díez (Marina Sope). Bueno, estuvo la gente que pudo. Y quienes en verdad desearon acompañarnos, lo cual siempre se agradece, el arropamiento, el calor. En el fondo, somos animales sociales, en el buen sentido digo lo de animales (monos vestidos). 
Y nos gusta el cariño de otros humanos/animales. 
El acto comenzó con unas palabras de bienvenida y otras de recuerdo al gran Fermín, con un nudo en la garganta por parte de este menda/maestro de ceremonia (si tal puede decirse) para a continuación dar lectura (algunos párrafos) de un texto que le dedico en este reciente número de La Curuja. 
Una vez introducido el encuentro, dimos paso al primer interviniente, el mayor de la tribu, el buen amigo y escritor Antonio Merayo (quien también ha organizado muchos encuentros, sobre todo en Gijón), el cual le dedicó palabras entrañables a Fermín. Y nos leyó incluso un poema suyo que no llegó a incluir en su poemario La fatalidad, pero que sí nos había adelantado -recordaba Antonio- en word a él y a uno mismo. 
Elba Casado

Después tomó la palabra Inés Diago, actriz portentosa, que nos sobrecogió con su interpretación, la interpretación de algunos textos del genio Lorca, quien preconizara su propia muerte, al igual que lo hiciera Fermín. 
Enorme Lorca, como poeta, cuya poesía es puro ritmo, musicalidad, y descomunal como dramaturgo: siento devoción por La casa de Bernarda Alba (que algún día espero adaptar), Yerma. Y también Bodas de sangre
En tercer lugar intervino la narradora Vanesa Díez, que nos metió a todos en el bolsillo leyéndonos un cuento hermoso, de creación propia, un cuento nada infantil, pues ella suele escribir para un público infantil, habida cuenta de que es maestra, maestra que estuvo a punto de impartir clases en el Bierzo (hasta pensó en alquilar una casa en Villar de las Traviesas). Pero al final se fue a Sabero. Y ahora trabaja y vive en la zona de Valporquero, donde da clases, escribe y organiza eventos varios. 
Después de Vanesa Díez (estupenda), dimos paso a Loli Prieto (gracias Loli por obsequiarme con tu reciente poemario, Poesía pendular del valle dormido, que leeré encantado). Y gracias por tu intervención y la lectura de alguno de tus poemas, recordándonos asimismo a Fermín, "el maestro", como tú le dices, persona sencilla, humilde, que también asistiera a una de las presentaciones de tu libro. Enérgica, valiente, transparente, te nos mostraste. 
La joven poeta Marina Díez (Marina Sope, porque sus orígenes están en Sopeña del Curueño, de donde también es originario el poeta Jesús Díez) nos recitó, con dulzura (ella es dulce, aunque el trasfondo de sus versos sea potente) algunos de sus poemas, incluso uno que le dedica a la Laguna del Ratón, situada en la zona de San Justo de Cabanillas, próxima a Noceda, que incluyéramos en La Curuja de verano del pasado año. 
Marina (también conocida en los ambientes literarios como Marina Mariposas), acaso porque en sus tres poemarios publicados hasta ahora nos habla del amor (de ahí el sobrenombre de Mariposas)/desamor) y también del maltrato que sufren las mujeres. Gracias por dar voz a los/las sin voz. Y por tu pasión por la poesía. 
Ruy Vega/César López, sobrino carnal del excelente periodista y narrador Gonzalo López Alba, quien también falleciera en febrero de este año, nos recordó con emoción a Fermín, su obra, aunque él no lo llegara a tratar. 
Ruy es un magnífico narrador y poeta (lee mucha poesía y eso se nota en lo que escribe), que está haciendo maravillosas críticas literarias en La Nueva Crónica y en la 8 Bierzo, la tele local, junto con la gran María de Miguel. 
También Ruy se dedica, en esta tele, a comentar películas. Gracias, amigo Ruy, por tu labor, por tu entusiasmo por el cine y la literatura, pasiones que compartimos, ya sabes. 
Y para finalizar el encuentro, el broche de oro lo puso Isabel Llanos, poeta y actriz leonesa (aunque ella vive en Barcelona), que nos cautivó con su interpretación, una vez más, aunque en esta ocasión Isabel estuviera más suavecita, pues el pasado año su interpretación estuvo impregnada de erotismo. Y al público le encantó. 
Cabe señalar que tanto Inés Diago como Isabel Llanos han estado recientemente haciendo un original espectáculo teatral en algunos pisos de la ciudad de León. Os deseo lo mejor. Y os doy mi enhorabuena. A ver si lográis traeros ese espectáculo a Ponferrada. 
Antes de dar por finiquitado el encuentro, con las palabras afectuosas de Isabel Bailez, el alumno de escritura José Luis Rodríguez Souto nos leyó una carta que le escribiera el maestro Antonio Pereira al maestro Fermín López Costero (de igual a igual). Y aun un relato, con su punto de humor y su final impactante, que escribiera Fermín, titulado Más allá del horizonte, introducido con una cita de Rulfo. Y cuyo protagonista es Severino Cubelos (repaso en el archivo curujero y veo, para mi sorpresa, que ese chistoso cuento, con su toque erótico también, está incluido en el número 10  de la Curuja, en su primera época. Fermín siempre presente). 
La tarde, bien emotiva, se prolongó hasta la medianoche (algo más) en el restaurante Las Fontaninas, al amor de una buena conversación y unas viandas exquisitas, como siempre. Gracias, Natalia y Miguel, por vuestra hospitalidad. Lástima que no pudieran quedarse todos los convidados. No obstante, disfrutamos quienes nos quedamos. Me alegró conoceros: Jesús y Eduardo. Hasta el próximo encuentro. 

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