Que los afectos es lo único importante en un ser humano ya lo sabíamos. Lo único que nos queda en este mundo loco y vuelto del revés.
Ahora la ciencia, la neurociencia, la neuroeducación, la neurodidáctica nos dicen que "el cerebro necesita emocionarse para aprender". Sólo aprendemos aquello que amamos.
Es imprescindible estar motivado, centrado, con toda nuestra atención focalizada, para aprender algo. Por eso la curiosidad nos ayuda a explorar, a adentrarnos en territorios desconocidos, a conocer.
Romper con lo rutinario, salirse de las veredas trilladas, abandonar la zona de confort, viajar, en definitiva, una vez más, para emocionarnos y aprender.
Hay que encender la llama de la emoción para acercarnos al conocimiento, al saber. A través de las emociones aprendemos de un modo más efectivo, más eficaz, acaso el único válido. Las emociones nos mueven, la memoria afectiva es nuestro gran patrimonio, porque somos fundamentalmente seres emocionales (eso también lo sabíamos).
Se nos ha contado, por activa y pasiva, que somos seres racionales. Craso error. Y nuestra educación/des-educación se ha fundamentado en la razón y todo un universo de reglas, normas, convenciones... que nos aterrorizan y acaban paralizando nuestras entendederas. Y eso, además, nos ha vuelto autómatas, máquinas de un engranaje, por lo demás perverso, algo que aprovecha el sistema caníbal que nos gobierna, sometiéndonos a su antojo.
Somos "animales racionales", se nos ha dicho. Yo me atrevería a decir que animales, demasiado bestiales. Racionales, en menor medida, a veces ni en medida. Y si no fíjense en los tipos y tipas que arrasan nuestros bosques y nuestros hábitats, nuestra casa del ser. Y toda esa chusma que se regodea en el sufrimiento humano, véase los psicópatas de todo pelaje. En este caso la racionalidad, el sentido común (prefiero decir de la comunidad) resulta inexistente a todas luces.
Desde hace años, también sabemos de la importancia que tiene la inteligencia (capacidad de adaptarse al medio) emocional. Y es por esa vía por la que debiéramos caminar. El aprendizaje a través de mapas afectivos. ¿No os parece?
Abandonemos de una vez por todas ese aprendizaje basado en memoria de lorito, en memoria de elefante, como le ocurriera al bueno de Funes, el memorioso, el cuento de Borges, que gozaba de una memoria prodigiosa, enciclopédica, aunque le faltaba lo más importante, la capacidad de procesar y entender con espíritu analítico la realidad. "Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin
embargo, que no era muy capaz de pensar".
Es habitual, por otro lado, en nuestro sistema absurdo, premiar la memoria de papagayo. Véase, tal y como están concebidas, oposiciones de todo tipo, por poner un solo ejemplo. Con lo cual Funes hubiera sido un estupendo opositor.
Lo que tendríamos que potenciar es nuestra memoria afectiva, nuestra memoria semántica. Y por supuesto estimularnos, motivarnos, captar nuestra atención como un modo extraordinario de centrarnos en lo que realmente nos interesa, suscita nuestra curiosidad y por ende nos pone en el camino del aprendizaje, del genuino aprendizaje, afectivo/efectivo.
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