En momentos duros, de dolor, agradece uno tantas muestras de cariño por parte de gente cercana, incluso de personas que uno no creía tan próximas. Resulta incluso sorprendente. Y hasta se religa uno con la especie humana (también con la animal), que por instantes muestra un rostro amable. En el fondo, quiere uno creer que no somos tan cabrones, ni tan pendejos, aunque tampoco sea oro molido todo lo que reluce en 'los nuesos' montes terrenales. El dolor parece que uniera a los seres humanos, acaso porque todos y todas estamos en el mismo barco.
Cada vez que menciono la palabra barco me echo a temblar. Y siento que me inundo de recuerdos. Es como si me sumergiera en el océano. Ese otro barco, por ejemplo, en el que mi padre viajara al Brasil. Inevitable que lo traiga a mi memoria. Tan reciente está su fallecimiento. O bien ese barco, que tantas veces navegara mi amigo argentino-berciano Eduardo Keudell, y que desapareciera en el mar, rumbo a Río de Janeiro, con algunos amigos y conocidos a bordo, entre ellos los médicos Jorge Benozzi y Alejandro Vernero, que me acogieran en la Argentina con proverbial hospitalidad. Ese día, en esa ocasión, no iba por fortuna el escritor Eduardo Keudell, con quien estuviera conversando hace poco y al que espero ver prontamente, quizá para charlar al calor de un buen asado argentino.
Nunca olvidaré los paseos con Jorge por el gran Buenos Aires, o cabalgando algún caballo, como un gaucho berciano, por la estancia de Alejandro en la provincia de Entre Ríos. Ahora sólo me queda, nos queda el recuerdo, en forma de espíritu, de ellos. La nostalgia de otro tiempo. El reencuentro con ellos, quizá, en otra dimensión. Aunque, por el momento, mi entendimiento no me permite concebir tales reencuentros ni tales dimensiones. Ideas o ilusiones trascendentales al más puro estilo kantiano. Como el propio filósofo alemán dijera a propósito de Dios, mundo y alma. Creo recordar. Volver a la filosofía como ejercicio saludable. Volver a Iberoamérica como la tierra donde tantos españoles emigraran en otros tiempos, entre ellos muchos bercianos, como mi padre (berciano de adopción, ya que a él lo parieron en Vega de los Árboles, La Vega, aldea próxima a Mansilla de las Mulas). Iberoamérica como tierra de la prosperidad, donde tanta gente fuera a parar en busca de un futuro mejor, cuando en la llamada madre patria se vivía en condiciones precarias, adversas, me atrevería a decir, y bajo un régimen castrador. En el fondo, España debería seguir mirando hacia nuestra América, manantial de estimulación para cualquiera que se dedique al asunto de componer con la palabra, y aun por otras muchas y variadas razones.
Hoy, que nos hemos reunido la familia (eché tanto en falta a mi padre, que no puedo evitar gritarlo), me he sentido arropado, sobre todo por conversaciones mantenidas con mis hermanas, en esta ocasión con mi hermana mayor Merce y mi hermana pequeña Feli. Y también por ver, tan alegres y divertidos, a mis sobrinos nietos Lucas (que lleva el nombre de mi padre) y Noa (al pronunciar estas palabras, ay, me siento viejo de repente). También tengo otros sobrinos nietines, no quiero olvidarme de ellos: Amara, Adrián y Nil. Cómo pasa el tiempo.
Los niños, las niñas como algo realmente extraordinario, que procuran vida, que contentan con sus sonrisas, con sus juegos.
Hoy ha sido un día intenso, un día de emociones y reflexión, con mi familia, con algunos amigos, como Tomás y su hijo, el bueno de Tomi, con quien he estado un gran rato charlando sobre lo divino y lo humano, fundamentalmente sobre la espiritualidad, habida cuenta de que para ser espiritual no hace falta creerse religioso, ni mucho menos, ni siquiera tener ningún tipo de formación académica. Ser o aspirar a ser espiritual en un mundo capitalista (en el peor sentido del término) es un modo de estar y ser en el mundo. Cuánto ser y cuánto estar me ha salido. Joder. Y no digo mundo materialista (tal vez valdría en su acepción grosera), porque el materialismo gnoseológico es una filosofía, con mucho fundamento, ideada por el filósofo y maestro Gustavo Bueno, al que tanto le debemos en el plano del saber. Ojalá las personas fuéramos algo más espirituales de lo que habitualmente nos mostramos (en el sentido de hacer el bien, ser solidarios, empáticos...). Ojalá. Entonces, el mundo no estaría tan podrido, a sabiendas (quiero recalcarlo) de que, en estos momentos de dolor, la gente cercana (y no tan cercana) se ha portado muy bien. O esa es mi impresión al respecto.
El problema, en todo caso, es que la población mundial, por lo general, no es tan mala como a menudo se dice, al contrario, sólo que está bajo el imperio de la maldad, eso sí, esa maldad que atesoran los psicópatas, quienes dominan el mundo, porque son ellos los que nos manejan como marionetas a su antojo. Seres sin escrúpulos, que se regodean en el sufrimiento humano, que pisan, humillan y ejercen su violencia, en todas sus variantes, sobre el común de los mortales, que lo único que hacen (hacemos) es trabajar, sobrevivir para seguir alimentando la cadena, la máquina perversa del poder. Sometidos a su antojo. La ignorancia y el miedo, consustancial al ser humano, como herramientas clave, esenciales, para dominarnos, apriscarnos, mantenernos a raya. Y el que decida salirse del rebaño, de la gran manada, ya sabe lo que le espera... Bueno, también los chivatos, los envidosos, los resentidos y resabiados... contribuyen a nutrir y endiosar a los psicópatas (que por lo demás suelen ocupar altos cargos, en todos los estamentos de la sociedad), para seguir encerando y atizando a la Humanidad en aras de sus intereses despóticos, megalómanos.
Psicópatas encarnados no sólo en figuras archiconocidas como Hitler, Musolini, Franco, Stalin... sino en tipitos y tipitas que te llegan a sonreír mientras te la clavan en todo el meollo del cogollo. 'Jefesitos y Jefesitas' de algo suelen ser los muy pinches güeyes.
Hoy también nos ha visitado el antiguo cura parroquial de Noceda, José María, cuya visita hemos agradecido mucho, esto lo digo en nombre propio y de mi familia, porque se trata de hombre cercano, un tipo divertido que, con sus palabras de afecto y amistad, nos ha hecho pasar una tarde agradable, recordando, por supuesto, a mi padre, al que le tenía, sin duda, cariño, aunque mi padre no fuera devoto de la iglesia, ni falta que hace, y ni siquiera fuera a misa, salvo por algún compromiso social, porque, al final, acudir a misa, al menos para uno, es un acto social, más que un ceremonial religioso. La misa como teatro. Pero este es otro cantar, en el que ahora no voy a entrar, pues ya lo he hecho en otras circunstancias. Por otros motivos.
También hoy (bueno, ayer, que ya son cerca de las dos de la mañana, o sea, lunes) ha venido a visitarnos el perro Pancho (en esta ocasión acompañado por su padre Sultán) para recordarnos, con ternura, esos paseos que diera con mi padre por Noceda del Bierzo. Juguetón y despierto, entusiasta y cariñoso, Pancho ha jugado conmigo a ese juego que a él tanto le gusta: lanzándole, en ocasiones varias, una pedrecita para que él, encantado, vaya en su búsqueda, regresándola al punto de partida. Fiel como un perro (qué potente). Una vez más, esto me ha recordado que los animales, en este caso un perro, son seres sensibles, adorables, tanto o más que algunos seres humanos. Por fortuna, la etología nos ha confirmado que los animales, al menos algunos, también piensan, sienten, se emocionan incluso, y hasta sueñan. Pues procuremos soñar, incluso despiertos, en esta noche que por otro lado sigue siendo dolorosa. De repente me asalta esta frase: "Tan pueril es vivir de sueños como de silogismos", creo recordar que escribiera Umbral en ese diario brutal y hermoso, poético y catártico, que es 'Mortal y rosa', escrito a raíz de la muerte de su hijo Pincho. Pues si no nos quedan sueños y razones para seguir viviendo, qué nos queda. Hasta mañana.
Claro que nos une el dolor. Obvio que compartimos el mismo barco. Cierto que, no todo el monte es orégano. Que la envidia es el pan de los mediocres. Tenemos que aprender a querernos a nosotros mismos, con nuestros defectos y nuestras virtudes. A comprobar las cosas, sin dejarnos llevar por las opiniones de terceros( que a saber lo qué buscan con sus historietas y sus postureos).Una vez aprendida la lección,la empatía brota, cual flor primaveral y la envidia desaparece del diccionario.
ResponderEliminarAmérica del Sur es nuestra segunda casa, no en vano pululan por allí parte de nuestros genes.
¿Y el espíritu? Vivir hacia dentro para crecer hacia fuera, sin necesidad de que el ego luzca como un grano purulento en la frente, ni sea vital lucir mantilla o rezar el padre nuestro.
Pero hay que sufrir mucho y tener la piel curtida de cicatrices para comprender nuestra levedad en la vida, nuestra insignificancia,nada que hacer cuando la parca se presenta de visita. Tan sólo utilizar el momento para liberarse del equipaje superfluo y seguir adelante, despacio, muy despacio.
Un abrazo muy fuerte,Manolo.
Que es lo real, lo que vivimos o lo que soñamos? A veces agradezco soñar para encontrarme con quien ya no puedo vivir.
ResponderEliminarUnha aperta moi forte.
Me ha emocionado!
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