Este artículo escribía para Diario de León hace años, unos diez, al que ahora doy otra vez vuelo porque tengo la impresión de que estuviera vivito y coleando.
El
Bierzo es una cubeta sedimentaria del Terciario y Secundario, de
características similares a la cuenca de París, esto es L’île-de-France, la
enorme periferia parisina, que se extiende por el Oeste hasta lugares tan
turísticos como el Reino de Disney, en Chessy Marne-La-Vallée.
Geológica
y morfológicamente somos casi iguales. Tenemos un cuerpo en forma de hoya o
cazuela que se parece a la Isla de Francia. Mas el Bierzo es una olla a presión
a punto de saltar por los aires.
En
nuestra ínsula también contamos con un río, el Sil, que hace las funciones de
Sena, aunque en el Sil no haya barcos mosca o bateaux mouches que nos brinden la oportunidad de darnos un garbeo
turístico por esta comarca leonesa. A decir verdad, al Bierzo le vendría bien un poco de turismo fluvial.
Thalys en la Gare du Nord de París
Nuestra
comarca es una pequeña isla si la comparamos con la francesa. Pero no deja de
ser una isla en medio de unos mares de secano, espejismo que se colorea con los
pinceles de la realidad cual pintura impresionista.
El Bierzo desde las peñas de Ferradillo
El
Bierzo es una isla maravillosa en la que se cuecen botillos con cachelos, si
bien estamos apartados de la tarta de chocolate y las golosinas que saben a
poder. Y todo nos queda a desmano, incluso
la noble capital leonesa se halla lejos de nosotros. O nosotros de ella. Y
Valladolid parece inalcanzable en el horizonte castellano y estepario. Ancha y
distante está y es Castilla. Dicho así podría resultar exagerado. A veces las
exageraciones a primera vista encubren verdades palpables, con olor a cuerno
achicharrado. Las apariencias no sólo ocultan verdades sino que también las
desvelan. En esencia, no hemos abandonado
la caverna platónica, y seguimos prisioneros del mito, al que le cuesta hacerse
logos, esclavizados a esa dialéctica
del regressus que nos impide
progresar al ritmo adecuado y subirnos al tren de gran velocidad. Cuando nos
toque de veras, acaso será de gusarapo
flipado, o cucaracha tullida, a la que
le faltará maría y aun otros habanos
que fumar. “Un trazado de velocidad alta... que a la vuelta de unos pocos años
se revelará como de una obsolescencia integral”, según Roberto Arias. Cuando nos
llegue esta velocidad, los franceses ya estarán con unas aceleraciones que
podrían meternos vértigo.
Bierzo brumoso y mágico
Una vez
más los bueyes vanguardistas de esta Europa de tiburones van por delante de
nuestras insuficiencias treneras. Y
la Isla de Francia goza, desde tiempos de Maricastaña, de una red extraordinaria
de comunicaciones. El tren y el RER llegan a todos los rincones. Uno, que tiene
el culo pelado de trotar en burra por
los rincones bercianos, agradecería que al menos nos obsequiaran un trenecito
que fuera algo más que un chucuchú.
Doy por descontado que muy tarde llegaremos a un train à grande vitesse.
En muchas ocasiones es bueno echar mano de la memoria histórica.
ResponderEliminarGracias Manuel por devolvernos este relato