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15/10/2015
Oscura lucidez
Mario Pérez Antolín, cuya trayectoria como escritor y especialista en aforismos resulta indiscutible, habida cuenta de los libros que ha publicado, entre ellos ‘La más cruel de las certezas’ -en una evidente referencia a la muerte-, nos obsequia ahora con nuevo libro, ‘Oscura lucidez’ (Baile del Sol, colección Textos del Desorden, 2015), que nos invita a repensar la realidad, porque «donde no hay cámaras ni focos, la realidad desaparece», a adentrarnos en los subterráneos de lo humano-animal, a introducirnos de lleno en un universo en el que «se valoriza lo trivial y se banaliza lo primordial», donde «todos somos locos, los unos de los otros», tal y como nos propone Luis Vélez de Guevara, cita que emplea Pérez Antolín al inicio de su volumen.
Con precisión y brevedad, espíritu analítico y sutil ironía, con tino, el escritor abulense, nacido en Alemania, nos plantea un recorrido, a través de seis etapas (aparte de un prólogo y un epílogo), por los grandes temas universales, entre otros, la libertad, el amor y el sexo, la muerte, «que siempre nos coge desprevenidos», como ya hiciera en su anterior obra. También en esta ocasión encontramos, además de aforismos, poemas, microrrelatos, diálogos reveladores, un pensamiento elaborado, «cuando pienso, lo hago mediante frases», que es capaz a la vez de emocionarnos, de sacudirnos las entrañas, de removernos la conciencia, para hacernos partícipes del tiempo-espacio en que vivimos, en esta sociedad consumista y videovigilada, autómata, cuya política está degradada, porque Pérez Antolín es un pensador, un filósofo, que realiza una labor de síntesis y, al mismo tiempo, de reflexión crítica, según el prologuista Joan Subirats. Un libro, ‘Oscura lucidez’, que amerita de varias lecturas y relecturas; y nos permite replantear respuestas y reformular preguntas. Literatura y filosofía en estado puro, «porque la filosofía que no parte de lo cotidiano para ir a lo auténtico se despeña». Una reflexión poderosa como la que nos legara, por ejemplo, el maestro Kafka (a quien Mario le dedica una sentencia) porque acaso «la única manera de recuperar la lucidez es regresando al silencio y a la oscuridad», a sabiendas de que el saber produce dolor, en ocasiones un dolor inmenso, «el sufrimiento es el precio que hay que pagar por el don de la lucidez», matiza Pérez Antolín al tiempo que, en una pirueta catártica, impregnada de sarcasmo, agrega: «Yo escribo estas cosas para que no se queden dentro dañándome y para que otros, una vez leídas, sufran por haberlas dejado entrar».
Con precisión y brevedad, espíritu analítico y sutil ironía, con tino, el escritor abulense, nacido en Alemania, nos plantea un recorrido, a través de seis etapas (aparte de un prólogo y un epílogo), por los grandes temas universales, entre otros, la libertad, el amor y el sexo, la muerte, «que siempre nos coge desprevenidos», como ya hiciera en su anterior obra. También en esta ocasión encontramos, además de aforismos, poemas, microrrelatos, diálogos reveladores, un pensamiento elaborado, «cuando pienso, lo hago mediante frases», que es capaz a la vez de emocionarnos, de sacudirnos las entrañas, de removernos la conciencia, para hacernos partícipes del tiempo-espacio en que vivimos, en esta sociedad consumista y videovigilada, autómata, cuya política está degradada, porque Pérez Antolín es un pensador, un filósofo, que realiza una labor de síntesis y, al mismo tiempo, de reflexión crítica, según el prologuista Joan Subirats. Un libro, ‘Oscura lucidez’, que amerita de varias lecturas y relecturas; y nos permite replantear respuestas y reformular preguntas. Literatura y filosofía en estado puro, «porque la filosofía que no parte de lo cotidiano para ir a lo auténtico se despeña». Una reflexión poderosa como la que nos legara, por ejemplo, el maestro Kafka (a quien Mario le dedica una sentencia) porque acaso «la única manera de recuperar la lucidez es regresando al silencio y a la oscuridad», a sabiendas de que el saber produce dolor, en ocasiones un dolor inmenso, «el sufrimiento es el precio que hay que pagar por el don de la lucidez», matiza Pérez Antolín al tiempo que, en una pirueta catártica, impregnada de sarcasmo, agrega: «Yo escribo estas cosas para que no se queden dentro dañándome y para que otros, una vez leídas, sufran por haberlas dejado entrar».
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