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jueves, 3 de abril de 2014

Día Mundial del Teatro


                   La pasada semana celebramos el Día Mundial del Teatro, cuyo primer manifiesto se debe a Cocteau, excepcional dramaturgo y cineasta que llegó a decir que escribir es un acto de amor. La escritura teatral como genuina comunión en vivo con actores, actrices y el público. Quienes sentimos devoción por las artes escénicas, disfrutamos del teatro día a día como si fuera la vida misma, que lo es, porque se trata de un arte esencial, que debería figurar en cualquier programa de enseñanza, incluso en la universidad, no sólo como materia extra-académica. En la provincia de León contamos, aparte del Benevívere o el Auditorio de León, con dos grandes templos dedicados al teatro, el Bergidum, en la capital del Bierzo, comandado por Miguel Varela, y el teatro del Albéitar, que gestiona Pepe Tabernero.

Si nos remontamos a la Grecia clásica, en concreto a la época en que viviera Platón, vemos cómo a través del teatro  se recoge la dimensión artística del diálogo: la construcción dialéctica de la razón, el intercambio de ideas, la participación, la escucha activa... El saber escuchar a los demás, ponerse en el lugar del Otro (tan complicado para quienes estamos atrapados en una cultura judeo-cristiana), es lo que facilita la  comunicación, que en la actualidad se muestra enfangada en ruido informativo, saturados como estamos de grasa desinformativa y alejados cada vez más en nuestras relaciones, aunque vivamos enganchados de un modo permanente a la Red por medio del facebook, el twitter o el whatsApp. Tal vez por esto nuestra comunicación real, cuerpo a cuerpo, a través de la mirada que se vuelve tacto y contacto, se hace cada día menos posible. Una curiosa paradoja, la comunicación que incomunica, como la que nos propone Diderot con el comediante.
A través del teatro fluyen ideas y sentimientos, y además de entretenernos y divertirnos puede ayudarnos a imaginar, aprender a escribir, leer, recitar, memorizar, mostrarnos ante los otros, a ejercitar nuestras habilidades sociales, y así expresar nuestras emociones, que tanto trabajo nos cuesta en una sociedad educada en la frialdad afectiva, en la razón descargada de sentimiento, porque la enseñanza ha castrado el aspecto afectivo en pos de lo intelectual. Por tanto, deberíamos recuperar la inteligencia emocional a través del  teatro y regresar al atletismo afectivo del que nos hablara el genio Artaud en ‘El teatro y su doble’.
          Vaya este artículo para mis alumnos y alumnas tanto de la Universidad de la Experiencia de Astorga como del Campus de  Ponferrada.


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