Estas cosas escribía uno, en Diario de León, en el 2000. Uno más de teatro.
Quiero dedicarle estas palabras a José L. G. Alejándrez, Alex para
los amigos y conocidos. Una persona que se merece elogios teatrales varios. Y
tal vez sea uno de los mejores actores y directores de la puesta en escena
berciana.
Por
una parte, me apetece hacer este artículo porque Alex es alguien que conoce
bien el teatro. Y el teatro, arte sublime y completo donde los haya, es
algo que suele conmoverme. Alex logró conmoverme. No esperaba menos de
él. Alex es un maestro y así lo demostró, una vez más, el pasado
fin de semana en el Teatro Bergidum de Ponferrada.
Tampoco olvido aquellas clases en el Consejo Local de la Juventud de Ponferrada hace ya algunos años. Quienes vieron su obra, codirigida por Miguel A. Varela y Arcadio Martínez, sabrán de lo que les hablo. Lamento no haber podido asistir al estreno porque otras actividades teatrales con la tropa de Fabero me lo impedían. Pero tuve la ocasión de asistir a la segunda representación de “Deriva” y me pareció estremecedora su puesta en escena. Una escenografía que te sumerge en lo surreal y onírico, y te hace sentir el peso de la soledad, la intolerancia, la incomprensión, y sobre todo la tiranía del miedo. “El miedo y la ignorancia nos arrastran al fondo de nuestras miserias”.
Tampoco olvido aquellas clases en el Consejo Local de la Juventud de Ponferrada hace ya algunos años. Quienes vieron su obra, codirigida por Miguel A. Varela y Arcadio Martínez, sabrán de lo que les hablo. Lamento no haber podido asistir al estreno porque otras actividades teatrales con la tropa de Fabero me lo impedían. Pero tuve la ocasión de asistir a la segunda representación de “Deriva” y me pareció estremecedora su puesta en escena. Una escenografía que te sumerge en lo surreal y onírico, y te hace sentir el peso de la soledad, la intolerancia, la incomprensión, y sobre todo la tiranía del miedo. “El miedo y la ignorancia nos arrastran al fondo de nuestras miserias”.
Por
otra parte, Alex con este barco a la “Deriva”, un monólogo que toca el
Sida, me trasladó a mi época de estudiante en la ciudad francesa de
Dijon: en una primera etapa como Erasmus, y en una segunda como becario
Comett/Leonardo De Vinci en el Hospital Psiquiátrico de La Chartreuse de Dijon.
Y me ayudó a recordar algunos pasajes extraordinarios de Trópico de Cáncer de
Miller: “vas a la deriva... hasta que te encuentras en el centro inerte, y allí
te pudres lentamente”. Un tiempo maravilloso, impregnado de teatro. Entonces
vivía por, para y en el teatro. Incluso mis prácticas en el C. H. S de La
Chartreuse, a cargo de Monsieur Vasseur, estaban relacionadas con el mundo de
la expresión corporal, y aun con técnicas psico-teatrales aplicadas al
desdoblado mundo de los psicóticos. En aquel tiempo, además, formaba parte y
partida de juego del TUID (Teatro Universitario Internacional de Dijon).
Alex y su “Deriva” me emocionaron y me hicieron recordar “La Voix”, una obra
que escribiera y montara en colaboración con el franco-español Michel Alou, y que también trataba
el tema del Sida. El Sida era entonces, allá por el año de 1993, una
enfermedad que me obsesionaba. Y en cierto modo me sigue obsesionando.
Francia era un país en el que se producían muchos contagios. Estaba a la cabeza de Europa en seropositivos. Recuerdo por ejemplo a Catherine Transler, colega de facultad, que tenía un novio en fase terminal de Sida. Como para ponérsele a uno la carne de pollito.
El sida sigue causando estragos en la actualidad, y parece imparable en su carrerón hacia la muerte. Ni las campañas de condones ni las últimas investigaciones sobre el genoma humano han conseguido acabar con esta plaga.
Francia era un país en el que se producían muchos contagios. Estaba a la cabeza de Europa en seropositivos. Recuerdo por ejemplo a Catherine Transler, colega de facultad, que tenía un novio en fase terminal de Sida. Como para ponérsele a uno la carne de pollito.
El sida sigue causando estragos en la actualidad, y parece imparable en su carrerón hacia la muerte. Ni las campañas de condones ni las últimas investigaciones sobre el genoma humano han conseguido acabar con esta plaga.
También por aquella época el cineasta, músico y escritor Cyril Collard -luego
de recibir el César al mejor filme de 1993- la espichaba a resultas del Sida.
Recuerdo la entrega de premios como algo emocionante, un espectáculo
entristecedor. Romane Bohringer, que junto a Cyril Collard era la
coprotagonista de la historia, se deshacía en lágrimas al recordar sus
contactos cinematográficos con el realizador. La historia ganadora era “Les
nuit fauves”, una novela escrita -éditions j’ai lu- y llevada al cine por
el propio Cyril Collard. Les nuits fauves o Las noches salvajes, como se
tradujo al castellano, es para mí la gran película sobre esta traición al sexo
humano llamada Sida.
El
cine y el teatro están de luto por la muerte de otro comediante de raza, un
fenómeno de la escena, el dandy italiano Vittorio Gassman, que tan buenos
momentos nos ofreciera con sus películas. Pero nosotros, en el Bierzo,
estamos de enhorabuena porque Alex nos ha obsequiado esta inquietante obra de
teatro. Y espero que continúe, en lo sucesivo, deleitándonos con su saber hacer
artístico, teatral. Salud al arte y muerte al Sida y a la muerte.
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