Con Julio y Miguel
Llamazares, habituado y entrenado en el manejo de la palabra, nos enganchó, desde principio a fin, con su charla, que comenzó leyendo un breve ensayo sobre lo que él entiende por literatura de viaje, y continuó contestando a algunas preguntas que le hiciera a propósito de los viajes y la literatura, en concreto la suya, como 'El río del olvido', un viaje contracorriente por el río Curueño, o bien Trás-os-Montes, un recorrido por esta singular comarca portuguesa, siguiendo los pasos de otro coloso de las letras, Miguel Torga. Y es que Julio siente devoción por Portugal, por eso hizo este viaje-libro. En realidad, el escritor nacido en Vegamián escribe sobre aquello que le apasiona, por eso logra que los lectores y lectoras nos apasionemos. 'Tanta pasión para nada'. Sí, para algo. Y lo hace con precisión, con todo lujo de detalles, tanto en la descripción de paisajes como del paisanaje, escribiendo con los cinco sentidos, con sonidos, aromas, sabores..., con sensorialidad, con ritmo, con agilidad y con maestría. En la charla salieron a relucir, cómo no podía ser de otro modo, las diferencias entre un turista y un viajero, en una época en la que todos acabamos siendo turistas (véase por ejemplo el teledirigido Camino de Santiago, entre otros caminos preprogramados), aunque por fortuna contamos con escritores-viajeros de la talla de Julio, que ha podido viajar por todo el mundo, con la mirada de un viajero que emociona y nos invita a reflexionar acerca del mundo en que vivimos. En realidad, no hace falta viajar a sitios lejanos para hacer literatura de viajes. Basta abrazar con los sentidos tu mundo entorno y devolvérselo a los lectores cargado de vida. La literatura de viajes como esencia o madre de toda la literatura, que cuenta lo visto y vivido en otras tierras a quien no las conoce. Vivir y contar, vivir para contarla, como también y tan bien hace García Márquez, otro grande de la literatura, que se nos está yendo, por desgracia, aunque los grandes nunca se mueren.
Con Julio, Beli y Cano
Una cosa es contar historias, dijo Julio, y otra es hacer literatura. Una cosa es entretener y otra es emocionar, y el autor de 'Luna de lobos' siempre logra emocionarnos con sus historias, con su prosa poética, llena de vida, despojada de toda retórica y artificio, porque la literatura con mayúsculas es y debe ser vida, pura emoción, algo que sacuda las vísceras al posible lector o lectora. Lo importante, una vez más, no es si hay vida después de la muerte, sino antes, como se plantea en 'Escenas de cine mudo' (que por cierto podría haber situado en Bembibre en vez de en Olleros de Sabero, nos guiñó su autor). Lo importante es que la literatura, sea autobiográfica o no, porque toda novela es autobiográfica y toda autobiografía es ficción, esté impregnada de vida. La vida/muerte, el amor, como grandes temas, según Rulfo, que tanto ha influido en Llamazares. La vida/muerte, el tiempo, la soledad, el vacío, tan presentes en la obra del autor de 'La lluvia amarilla', novela en estado de gloria, que su creador considera como una más entre sus creaciones.
Un placer, digo, la presencia de Julio Llamazares en Bembibre, con un público entregado, inquieto, devoto, que hizo varias preguntas (incluso reflexiones) después de la charla, a la que Cecilia Orueta, la mujer de Julio, puso el broche de oro con sus sobrecogedoras imágenes, 'Pájaro triste', de la Cabrera, un homenaje en cierto sentido a Ramón Carnicer y sus hurdes cabreiresas.
Cecilia es una magnífica fotógrafa. Ahí está también su 'Elogio de la distancia', que recoge instantáneas de A Fonsagrada, esa tierra lucense, poco conocida, convertida en un poético documental bajo la dirección de Felipe Vega y el guión de Llamazares. Y ahí está su proyecto sobre Picasso, que ya ha comenzado a darle vuelo.
Por su parte, Ramón Carnicer, mencionado y reivindicado por el autor de 'El entierro de Genarín', es otro de los grandes de la literatura de viajes, al igual que lo fuera Cela, al que Julio llegó a entrevistar en Mallorca.
Después de la charla en la Casa de las culturas, continuamos conversación al amor de unos vinos y unas viandas. Una tarde-velada inolvidable. El río de la memoria, el Boeza, fluyendo por nuestras venas. Hasta la próxima, con el tío Ful el 13 de mayo en la "casa de las tres culturas". Hasta siempre, Julio y Cecilia.
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